4. Plática de hermanos
Gaara se encontraba en su cuarto junto a su hermana recostada en la cama y él sentado en el borde; últimamente estuvo experimentando más emociones de las que estaba acostumbrado y eso lo tenía confundido.
— ¿Desde cuándo andas tan feliz? —cuestionó Temari. Gaara pensó por un rato y lo llevó a una conclusión.
—Desde que mantuve más conversaciones con Naruto, nos hemos hecho más unidos gracias a eso —contestó el pelirrojo.
—Él es la razón por la que andas tan contento, esta amistad es lo que te hace pasar por estas nuevas sensaciones —confirmó la ninja.
—Desearía que fuera posible pasar más tipo con él, ya sabes que soy kazekage y no puedo venir a verlo seguido —recordar esto lo desanimó—; tengo un deber que me hace poner a la aldea por delante de este tipo de cosas.
La mujer embarazada se quedó pensativa, su hermanito por fin gozaba de una amistad la cual se veía interrumpida por la distancia y las ocupaciones de ambos; mantener esa amistad a flote con todos los inconvenientes sería difícil, más no imposible. Ser la mayor de los tres la hacía sentirse con la responsabilidad de hacer aquello que su madre no era capaz, o sea, apoyarlos para que hallen su camino a la felicidad.
—Agh —la mujer sintió un dolor agudo y un fluido escurrir por sus piernas.
— ¡Shikamaru, Kankuro! —gritó exaltado el pelirrojo y en unos segundos los dos hombres llegaron al cuarto. Con ver la expresión de Temari y la manera en que se mordía los labios para no lanzar gritos de dolor la situación era fácil de comprender, Shikamaru se acercó a donde estaba su esposa y la tomó en brazos, cuidadosamente la sacó del cuarto seguido por los dos varones; al estar ya fuera de la casa, Gaara, hizo una plataforma de arena en la que subieron los cuatro rumbo al hospital.
—Es por allá —señaló el Nara con la cabeza—; tranquila, Temari, ya estamos llegando. —La mujer aferró su mano al pecho de su esposo al igual que su cabeza, estaba sufriendo un dolor terrible; pero pensar que después de toda esa experiencia tendría a su hijo consigo le daba fortaleza. Pensándolo bien este sería el único hijo que tendría, volver a pasar por esta situación sería demasiado.
—Por favor, alguien ayúdeme —entró, el consejero del hokage, bastante preocupado al hospital; era complicado creer que se trataba del mismo gran estratega de siempre.
—No te preocupes, Shikamaru —Sakura Haruno apareció con otras ninjas médicos y se llevaron a Temari en una camilla para atenderla.
En el despacho del hokage se encontraba, Naruto Uzumaki, sentado examinando unos documentos; ya había perdido la cuenta de las horas que estuvo avanzando con su trabajo. Agotado dejó su oficina y caminó por las calles con ganas inmensas de estar en su camita descansando, no quería cenar, tan solo deseaba dormir. Apenas vio su casa caminó más rápido y no se detuvo hasta por fin echarse en su cama, presa del cansancio puso la alarma y sin ponerse el pijama se dejó vencer por el sueño.
El maldito sonido del despertador lo obligó a dejar su descanso, bostezando apagó el aparato y se arregló para ir a la oficina; su desayuno consistió en ramen instantáneo y un poco de leche. Ducharse lo había obligado a terminar de perder el sueño, cuando hubo terminado de comer salió hacia su despacho.
El sol matutino iluminaba las calles que estaban empezando a llenarse de gente que se dirigía a trabajar, fue en ese entonces que se encontró con Kiba.
—Hola Kiba —saludó el Uzumaki.
— ¿Ya te enteraste? —preguntó el entrenador de perros ninja. La cara de confusión del rubio dejó en claro que no tenía idea a lo que se refirió Kiba.
—Siempre tan despistado, Naruto; Temari está en el hospital desde ayer. Me he topado con Shikamaru y creo que se ha pasado la noche despierto; me alegro de no estar en su lugar.
— ¿Enserio? Creo que iré a verlo; apuesto a que ese niño va a ser idéntico a su padre —habló Naruto emocionado.
—Pobre Temari —agregó Kiba.
—Bueno, me voy; espero verte otro día —se despidió el rubio y fue directo al hospital.
Shikamaru fue de apoyo en momentos críticos donde sus emociones lo tenían devastado, fue quien le dio consejo y un camino como cuando falleció su maestro Jiraya; admitía que en su momento no supo reconocer la verdadera amistad que él siempre le demostró. El pasado no se puede corregir, más se puede evitar caer en los mismos errores. El Nara no era solo su consejero, se trataba de un muy buen amigo al que le confiaría lo más preciado porque tenía una lealtad inquebrantable; compensaría sus yerros con al menos estar a su lado en lo que sería el día más valioso de su vida y uno que de seguro recordaría cada año con gusto.
Al cruzar las puertas del hospital escudriñó con la mirada a todos los presentes en la sala de espera; distinguió al pelinegro sentado con una expresión de angustia. Naruto apenas si había escuchado algo sobre el parto, decían que podía durar horas y suscitarse complicaciones. El hokage se acercó al grupo donde el pelirrojo y su hermano a veces cruzaban miradas con Shikamaru, cada quien estaba preocupado por el tiempo que ya había pasado; además hacía unas horas un grupo de enfermeras pasó y lograron escuchar que iban donde Temari.
Kankuro tenía un semblante cansado al igual que Shikamaru, ambos cerraban los ojos y se quedaban dormidos unos instantes hasta que sus cuerpos empezaba a caer y despertaban sobresaltados; de todo ese grupo era Gaara el único que sin dificultad permanecía despierto. El rubio al estar frente a ellos saludó y tomó asiento al lado del kazekage.
— ¿Qué les han dicho sobre Temari? —rompió el silencio el Uzumaki
—No han querido decirnos nada —dijo el pelinegro somnoliento.
—Eso es cierto —Kankuro se cabeceó y recostó la cabeza en el hombro de su hermano menor.
El rubio trató de calmar al Nara. Pasada una media hora recordó que no iría a la oficina del hokage, entonces pidió con amabilidad a la enfermera, de la sala de espera, que le preste el teléfono fijo; ya habiendo comunicado que ese día tampoco iría a trabajar regresó con el grupo a esperar noticias de la hija mayor de Rasa. Debieron pasar un par de horas más y la señora Uchiha con una bata puesta salió a su encuentro.
—Ya pueden pasar a verla —les informó con una sonrisa y mirando a Shikamaru agregó—; los dos están bien.
Oír esas palabras consiguió que el esposo de Temari soltara un suspiro de alivio, su angustia disminuyó considerablemente; por lo contrario, su anhelo de ver a su esposa e hijo reemplazó toda preocupación por alegría.
—Síganme —ordenó Sakura y guiándolos por unos pasillos entraron a un cuarto blanco en su totalidad.
En la camilla hallada en medio de la habitación apreciaron a la mujer rubia recostada con un bulto a su lado izquierdo; claramente la madre estaba agotada, pero su dicha superaba ese cansancio y le permitía sonreír al contemplar el pequeño rostro. Los hermanos de Temari tan solo la felicitaron, cosa que también hizo Naruto y dejaron el cuarto para darle un momento a solas a la pareja, lo último que se alcanzó a oír antes de cerrar la puerta fue "se parece mucho a mí, ¿no?”
Para Gaara ver esa inmensa alegría en su hermana, que ahora pasó a ser madre, lo conmovió; esto lo hizo pensar en si cuando nació su madre lo miró con esa misma dulzura junto a una sonrisa. Daría lo que fuera por recordar esos pocos instantes en los que tuvo a su madre entre la felicidad y el dolor que le provocaba no poder estar con su hijo.
— ¿Qué sucede Gaara? —preguntó Naruto al ver las lágrimas escurrir por las mejillas del kazekage.
Kankuro casi tenía la mente por las nubes al pensar que era tío, de no ser por lo que oyó del hokage nunca hubiera notado a su hermano llorando.
—Gaara, cálmate —lo confortó en un abrazo su hermano mayor.
Siendo de los tres hermanos el más cercano al pelirrojo no terminaba de comprenderlo a veces, debió suponer que aquello sucedería. Desde que se enteró que su madre no lo odiaba mencionarla lo ponía muy sensible; intuía que ver a Temari con su hijo le hizo pensar en su madre. Kankuro y su hermana gozaron de la suerte de al menos pasar unos años de su vida con su madre, sin embargo, Gaara no corrió esta misma fortuna porque solo la tuvo en su primer minuto de vida.
—Gracias —susurró el kazekage tranquilizándose, su respiración se reguló y los pequeños temblores en su cuerpo cesaron, solo quedaron unas pequeñas marcas del recorrido de las lágrimas. El rubio no recordaba haber visto así de frágil al pelirrojo y siendo consciente que se trataba de un delicado asunto familiar se mantuvo al margen sin decir nada; ya al regresar a la normalidad Naruto le tomó la mano transmitiéndole serenidad y comprensión, a su vez intercambiando una sonrisa que reflejaba la amistad que los unía.
Continuará...
Nuevo capítulo, ojalá que les gustara.
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