39. Los últimos de Konoha
Unas horas atrás, cuando Sakura aún trabajaba en los últimos detalles del antídoto se percató de que no tenía una hierba; pese a que examinó en su totalidad el almacén, la cantidad que encontró distaba mucho de la necesaria. Iría al invernadero; aunque este quedaba lejos, no tenía a quién más encomendarle esa tarea.
—Mamá no demorará mucho —levantó a Sarada en brazos, hasta ahora la pequeña había permanecido tranquila durmiendo. No deseaba dejarla sola; mas era inevitable. Y finalmente optó por ocultarla en una de las cajas vacías del armario de limpieza, rogando que nada pasara en su ausencia.
Todavía no los atacaban porque el sepulcral silencio se mantenía, lo cual le generó cierto alivio y a su vez alimentaba su miedo. En cualquier momento algo pasaría y la calma era solo el prefacio de aquello.
Tan rápido como le fue posible, recorrió las vacías calles. Y apenas estuvo en su destino, tomó una canasta del lugar junto a unas tijeras y comenzó a cortar; la cesta pasó de no tener nada en su interior a quedar llena, ese proceso había tardado cerca de media hora.
Sakura camino al hospital pudo escuchar un estruendo a lo lejos, venía de la misma dirección en que estaba el hospital. Al mirar bien vio el humo; podía asegurar que usaron papeles bomba para volar esa parte del muro. Deseaba apoyar en la pelea, pero su misión era completar el antídoto y se concentraría en eso. Si con algo no contó fue que al regresar la esperase una trampa, se suponía que Sasuke y Konohamaru retendrían a los ninjas de la roca. Un ninja sostenía en brazos a Sarada, la cual ajena a la situación permanecía descansando; a su vez observó como otros ninjas se llevaban a los más jóvenes del clan Hyuga. Esto era jugar de manera sucia, demasiado sucia.
—Despídete de tu hija, Sakura. —Kurotsuchi apareció desde dentro del hospital—. Entrégamela.
El ninja se acercó a la tsuchikage y le dio a la niña. Uchiha Sarada dentro de unos años le sería muy útil a Iwagakure; si la criaba bien, por voluntad propia serviría con orgullo a su nueva aldea. Aunque no se conformaría con su habilidad y por lo mismo se llevaba a algunos Hyuga; quizá llevarse sus ojos hubiera sido más fácil, pero sería algo estúpido conformarse con una cantidad limitada de estos.
—Vámonos —ordenó la nieta de Onoki—; y encárguense de ella. Mátenla rápido.
Kurotsuchi no subestimaba a Sakura, pero si algo tenía a su favor era que ella no desplegaría todo su poder estando frente al hospital y en plena zona urbana. Sakura no sería capaz de hacer algo que comprometa la vida de casi todos los habitantes de Konoha; además debía estar desesperada por ellos. Cuando entró a echarles un vistazo supo que estaban muy cerca de hallar su muerte.
Para Sakura tener a unos treinta ninjas contra ella la dejaba sin muchas opciones. Dejando la canasta en el suelo se preparó para dar pelea.
Reaccionó a tiempo, había percibido el movimiento bajo sus pies y saltó tan alto como pudo para llegar al techo de la casa más cercana; por poco los picos de tierra la alcanzan. Debía alejarlos de ahí y eso intentó. Saltó al suelo de la otra calle que permanecía plano, pero al caer una mano surgió del suelo tratando de hundirla; pero con el chakra concentrado en su puño golpeó la mano, logrando liberarse.
Casi sin darle tiempo a reaccionar se alzaron a su lado dos pilares que pretendieron aplastarla, apenas los esquivó y sin aún haber tocado el suelo unas rocas fueron lanzadas hacia ella; las primeras logró destruirlas a golpes, pero las siguientes que vinieron en otra dirección eran demasiadas y tuvo que esquivarlas.
Su cuerpo había aterrizado contra una casa rompiendo la pared; podía apostar que al menos un hueso se le rompió en el proceso. Tuvo que activar su restauración divina, de otra manera no estaba segura de poder tolerar todos los ataques seguidos que recibía; apenas si le daban tiempo a recuperarse de uno cuando llegaba otro. Cuando se dio cuenta de algo era demasiado tarde, habían cesado de atacarla por un segundo y comprendió el por qué al levantar la mirada. Una línea de sangre se deslizaba por la frente de la kunoichi, cuando vio que estaba rodeada y el suelo se volvió barro que giraba como un remolino; intentó saltar fuera de este, pero no encontró bajo sus pies algo sólido que la permitiera apoyarse. Hasta ahí había llegado su pelea; si manejara alguna técnica más que su fuerza monstruosa podría haber salido.
—Una vez más vuelvo a ser la inútil —masculló furiosa consigo misma. Nadar no le era posible porque la corriente era fuerte y solo le quedó ver como quedaba sumida en la oscuridad.
Había acumulado chakra en sus puños y golpeaba intentando apartar el barro que comenzaba endurecerse; debía conseguir que al menos le quede un lugar para respirar.
En el momento que la oscuridad se apoderó del lugar, incapaz de moverse y consciente le fue difícil no entrar en pánico; si bien quería mantenerse tranquila, le era complicado tomando en cuenta que el aire no le duraría mucho. Sabía que en determinado momento la propia falta de aire la haría quedarse la mataría, a partir que el aire del pequeño espacio se acabe tendría unos dos minutos antes de morir. A esas alturas ya había desactivado La restauración divina, se había resignado a aceptar lo que fuera de ella a partir de ese entonces.
—Sarada —fue su último pensamiento y preocupación; ya había pasado un tiempo desde que quedó aprisionada ahí y la falta de aire era algo que...
Naruto tenía en sus brazos el cuerpo de su amiga, la cual tenía algunos escombros atravesándola y sangre seca mezclada con tierra; puede que el no fuera un ninja médico, mas algo estaba mal con ella y con miedo empleó una método que aprendió de Sakura. En una de sus tantas misiones junto a Kakashi, ella le enseñó cómo tomar el pulso.
Había usado ese conocimiento antes, pero nunca con la kunoichi; usualmente era ella la que salía menos herida y acababa curando alguna herida menor a aquel que fue su sensei.
Una parte de él temía hacerlo, a simple vista no parecía respirar y si lo hacía era de manera casi imperceptible; confirmar su temor lo estaba poniendo ansioso y sentir las palmas de sus manos humedecerse un poco no lo calmaba.
El tren de Suna estaba punto de partir. En el andén se encontraban los dos hijos del cuarto kazekage conversando. Las órdenes de Gaara fueron cumplidas tal cual indicó, los últimos ninjas estaban subiendo al tren a vapor y si algo le partió el corazón fue que junto a una pareja de ninjas llegaba una mujer de mayor edad.
—No quiero —el niño de unos tres o cuatro años se rehusaba a soltar las manos de sus progenitores. En su pequeña carita se veía el cansancio y traía puesto su pijama azul.
—Cariño, tus padres tienen que ir a trabajar —le dijo con voz dulce quien parecía ser su abuela.
—Ño —sentenció el pequeño.
Finalmente el hombre se agachó para quedar a la altura de su hijo, le revolvió el cabello y con una sonrisa le prometió regresar pronto. Ahí el pequeño no muy convencido aceptó dejarlos ir.
—Pórtate bien y no le des problemas a tu abuela —se despidió la ninja levantando al niño y dándole un abrazo, sumado a un besito en la frente antes de entregárselo a su madre.
Ambos hermanos que habían visto la escena se miraron, aunque fue Kankuro el que habló primero. Él estaba sintiendo lo mismo que su hermanito.
—No te preocupes, me aseguraré de que regresemos todos y también que cierto chico rubio esté bien —intentó animarlo el marionetista, sin embargo, consiguió que el actual kazekage desviara la mirada.
—Él no es quien más me preocupa. Sé que puede cuidarse solo, por algo es el hokage. —Gaara devolvió la vista a su hermano mayor.— Ten cuidado Kankuro, no sabemos lo que les espera allá.
—No te angusties, hermanito.
Así se despidieron, dándose la mano. Unos minutos más tarde por fin partió el tren. Sin importar qué le dijeran, Gaara no podía dejar de sentir ese miedo por el borroso futuro. ¿Qué pasaría luego de ese día? Estaba seguro de que nada volvería a ser como antes, ese atentado contra todos los habitantes de Konoha no sería olvidado ni perdonado de manera sencilla por el hokage.
—Pasará lo que tenga que pasar —pensó para sus adentros y dejó la estación.
En el bosque de Konoha la situación no iba mejor. Sasuke más que atacar defendía a Konohamaru. Todos los ataques iban dirigidos al joven por ser el punto débil; puesto que no estaba en condiciones de esquivar, y mucho menos atacar. Solo podía permanecer sentado en el suelo con la herida de su pierna ardiéndole.
—Déjame, solo me usan para hacerte perder tiempo —le gritó Konohamaru al último Uchiha, pero fue ignorado.
—No te la des de héroe, sé que en el fondo no quieres dejar que te maten y yo tampoco dejaré que lo hagan.
Y ahí es donde Sasuke tenía razón; sin importar cuántas veces diera a entender lo contrario, al igual que los demás temía a la muerte. En caso Sasuke dejara de protegerlo, con tantos ninjas presentes no había manera de que saliera vivo.
Entre su sentimiento de inutilidad, recordó a Naruto. Desde hace años atrás él pasó a ser su ejemplo a seguir, ese era el tipo de ninja que quería ser; aunque muchos dudaran, con buenas razones, sobre si llegaría a estar a su nivel.
—¿En qué estabas pensando Konohamaru? —le había reclamado Moegi hace unos años atrás, cuando todavía tenía dieciseis años.
—En salvar a Ebisu-sensei —contestó a su compañera de equipo.
Udon se mantenía al margen solo siendo un espectador, ya que no le gustaba ver discutir a sus compañeros. Hacía unas horas habían regresado de su misión y por fin sus compañeros se estaban desahogando.
—¿Siquiera pensaste antes de lanzarte a atacarlos? —Le recriminó la chica sin recibir respuesta.— Pudiste haber muerto.
—Si no lo hacía igualmente hubiéramos acabado muertos. —Algo en la mirada del joven Sarutobi cambió, en sus ojos se apreciaba su convicción.— Además hice lo que Naruto habría hecho: no quedarme sentado esperando.
—Entiende que tú NO eres como Naruto.
Las palabras tienen más poder del que aparentan y quizá no lo vemos por la cotidianidad de su uso; pero esas simples palabras hirieron a Konohamaru, el cual apretó los puños.
—Sé que estoy muy lejos de ser tan fuerte como lo es él —los puños le temblaron al decirlo y tomó una breve pausa antes de continuar—, y que probablemente jamás lo seré porque no tengo un kekei genkai o una bestia con cola... pero sin importar eso siempre daré mi máximo esfuerzo y un día seré el séptimo hokage.
"¿Dónde está el chico que aseguraba ser el siguiente hokage?" pensó Konohamaru y se dio una respuesta a sí mismo.
Tuvo que ignorar el dolor de su pierna adolorida, si bien la herida había comenzado a dejar de sangrar al hacerlo una parte se reabrió. Le dolía demasiado, tanto que por un momento creyó que volvería a caer el suelo.
Sasuke vio por el rabillo del ojo izquierdo la silueta del chico. No le dijo nada porque no era el momento y desde hace un rato vio al ninja escapar con su hija en brazos. Con la seguridad de que entre esos ninjas no estaba su hija, ambos ninjas de la hoja se prepararon para abrirse paso entre sus oponentes.
—Jutsu de la Gran Llama —Konohamaru por fin atacó.
Los ninjas de la tierra apenas si reaccionaron a tiempo, inevitablemente algunos llegaron a ser alcanzados por el ataque resultando heridos.
Hasta que el fuego se dispersó, tanto Sasuke como Konohamaru notaron que los ninjas de Iwagakure se habían retirado; así que ambos continuaron su camino para traer devuelta a Sarada.
Konohamaru apoyándose en el hombro de Sasuke y balanceando su peso a su pierna buena, de esa manera ambos fueron en la dirección donde huyeron sus oponentes. Estaban seguros de que intentarían atacarlos, así que se mantuvieron alertas.
Habían avanzado un buen tramo sin inconvenientes, pero tal como lo predijeron algo pasó. La tierra bajo sus pies tembló y un grueso muro de tierra se levantó entre ambos; tuvieron que separarse de inmediato. Sasuke se había apartado y caído de pie al suelo; sin embargo, Konohamaru cayó sobre su pie afectado y sintió como algo de tierra le cayó en la herida.
Antes de que pudieran hacer algo otro temblor más fuerte se dio, la tierra debajo suyo volvió a crugir cuando esta empezó a hundirse. El accidente geográfico que formaron era bastante parecido a un pozo cañón, en el cual Sasuke y Konohamaru estaban situados en lo más profundo de él.
El muro entre Konohamaru y él había caído por el movimiento; así que se dispuso a ir hacia donde este, quien a duras penas buscaba levantarse sin éxito. Desde lo alto ninjas de Iwagakure completaron el último sello de manos y la tierra que rodeaba tanto a los ninjas de Konoha comenzó a moverse para caer sobre ellos. Aún Sasuke estaba demasiado lejos de Konohamaru, las piedras junto a grandes pedazos de tierra iban cayendo y el tiempo de salvarse se les iba agotando.
—Vete lo más lejos que puedas —le gritó el Uchiha.
Antes de poder decir palabra alguna, Konohamaru comprendió a qué se refería y en unos segundos ya se encontraba al borde del pozo. El polvo flotando en el aire se convirtió en su refugio y le permitió ir apoyándose de los árboles para buscar refugio.
Continuará...
No sé qué tal me quedó el capítulo. Que Sasuke y Naruto sean tan fuertes complica ponerlos en situaciones de riesgo.
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Posdata: Tanto tiempo frente a la pantalla ya me tiene con dolor de cabeza.
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