23. Un intermedio
Cinco días transcurrieron desde que envió a las aves mensajeras a cada aldea. Naruto apostaba que Gaara ya había leído el pergamino; quizá él estaba sorprendido por lo repentino que resultaba esto. Había especificado que el tema a hablar sería la Alianza de las aldeas; por eso el encuentro de los kages sería en un mes para dar tiempo que informen a los señores feudales sobre esto porque pese a todos los superiores a los mismos kages eran ellos.
—Ten por seguro que iré —le había dicho Shikamaru—; después de todo soy tu consejero y tengo que ir. Aunque realmente es un fastidio.
Recibió el hokage un vaso con agua la cual tomó inmediatamente; tendría que lidiar con una serie de papeleo para tener los preparativos listos. Realmente es curioso hacer los arreglos para esa reunión, puesto que podía compararlo de cierto modo como estar preparando el funeral de alguien que todavía está vivo.
—Si no deseas hacerlo puedes echarte para atrás —dijo Shikamaru al ver la expresión de su amigo.
—Si de niño nunca retrocedí a mi palabra por qué habría de hacerlo ahora —contestó el rubio para luego suspirar— ¿Cuál fue el último informe que te enviaron? —indagó el Uzumaki.
El Nara sonrió feliz de que su amigo se mantuviera firme en su decisión, desde que este asumió el mando él estuvo haciendo el trabajo sucio como en su momento lo hacía Danzo; que de no ser por falta de recursos su plan hubiera resultado. Hay cosas que la diplomacia no puede resolver y para eso estaban tanto Sasuke como Shikamaru quienes desde la sombra que generaba el sol hacían sus movimientos; si por ahora las otras aldeas no se revelaban a Konoha era por la mera razón que el poder de esta los superaba.
—Está confirmado que Kumogakure está creando esa arma, su investigación va por buen camino y no parece que deseen decírnoslo —explicó el de cabello negro estando de pie frente al líder de su aldea.
—Como yo sí respeto la alianza esperaré hasta acabar con ella para recién tomar acciones al respecto —habló el sexto hokage mirando a su consejero en busca de alguna opinión.
—Me parece lógico; de todos modos eso quedará como una advertencia para que piensen dos veces antes de tratar meterse con Konoha —expresó el esposo de Temari.
—Cuando eso suceda no quiero pérdidas humanas —aclaró aquel con marcas en sus mejillas.
—No te preocupes, la idea solo es evitar que se conviertan en una amenaza para nosotros. Hay que aprovechar nuestra fortaleza para acabar con lo que haga peligrar nuestro futuro —Shikamaru tenía claro esto, si algo le enseñó Asuma es a proteger al rey.
Ahí fue que vio al rubio mirando a otro lado, parecía desconectado de la realidad y encerrado en sus pensamientos. El Uzumaki daba vueltas en su cabeza a la misma idea. Tanto deseaba esa paz internacional; pero si los demás no aspiraban a lo mismo y solo pensaban en sí mismos conseguir eso escapaba de sus posibilidades. No cerraría las puertas a quien compartiera su mismo ideal, pese a que en la actualidad llevarla a su máxima expresión resultaba imposible confiaba que sentando las bases para esta alguna futura generación conocería un lugar donde todos se llevaran bien y no planearan atacar al otro en busca de poder. Los ninjas no eran solo armas limitadas a la pelea y el derramamiento de sangre, ¿Acaso todos no querían un mundo en el que no se debieran sacrificar vidas?
—El señor feudal está de acuerdo con lo que planeo hacer; me alegro de que al menos no sea como esos viejos del consejo —retornó Naruto volviendo en sí.
—Dudo que puedan fastidiarte mucho si la decisión ya está tomada y aprobada por el mismo señor feudal —Shikamaru entonces arrugó la frente porque su hijo había despertado—. Perdón debo de atenderlo.
—No te preocupes; ya me iba a lidiar con las momias esas —dijo el de ojos azules como el cielo claro y despejado de ese día. El Nara se río por la manera en que el hokage se refirió a los miembros del Consejo de ancianos.
—Hasta pronto, Naruto —se despidió el Nara dándole la espalda para ir al cuarto de Shikadai. Su esposa había extendido su visita a Suna más de lo esperado y ahora él lidiaba solo con su hijo.
Uzumaki Naruto caminaba por las calles ya acostumbrado a las miradas; de todos modos las soportó en su infancia y tenerlas encima una vez más ya no era tan complicado como antes. Tanto ninjas como civiles murmuraban al verlo pasar o solo se limitaban a observarlo como si se tratara de un ser raro.
—No les hagas caso, Naruto —oyó a Kurama decirle.
—Solo me llama la atención cómo la gente es tan cambiante; aunque apuesto que dentro de dos semanas eso se acabará —respondió el portador de Kurama.
—Los viejos cometen errores que en su momento no los ven como tales; por eso las nuevas generaciones están para corregirlos —comentó el zorro de nueve colas.
—Un claro ejemplo de eso es lo que se pensaba de los bijūs —mencionó el hijo de Minato.
—Exactamente; ahora apresúrate o los viejos no solo te andarán fastidiando por tu relación con Gaara sino por impuntual —Kurama lo alentó a apresurarse.
Si los anteriores hokages fueron capaces de soportar a esos ancianos él también podía; sin embargo, sus antecesores no tuvieron una pareja del mismo sexo. Realmente era difícil comprender a la gente; no es que tus gustos te definieran como persona, porque de ser así la gente se mataría discutiendo por su comida preferida y se odiarían a muerte por eso, lo cual es absurdo, ¿Verdad?
Antes de abrir la puerta de la oficina hizo un llamado a toda la paciencia y tolerancia posible para no perder los estribos con esos viejos. Entró y ahí lo esperaban; su mirada juzgaba cada paso que daba, estaba consciente de que pretendían intimidarlo. No lo conseguirían.
—Llegaste justo a la hora, un hokage de preferencia debes estar antes de que nosotros lleguemos —habló el hombre de la tercera edad que probablemente podía ser tomado como de la cuarta.
—No se volverá a repetir —pidió las respectivas disculpas sentado con la espalda recta en su silla con las manos cruzadas encima del escritorio—; pero no perdamos más tiempo en temas ajenos porque el motivo de la reunión es otro.
Con esas palabras el rubio planeaba asegurarse que no desvíen el tema, cada vez aprendía mejor a cómo lidiar con el Consejo de ancianos. No duró mucho la plática porque no iban a discutir el tema pues la decisión estaba tomada, solo fue el hokage explicando el motivo de organizar un encuentro con los kages; por un momento el par de ancianos dieron su opinión diciendo que no era tan mala idea, incluso Naruto les hizo tener conocimiento del arma que estaba fabricando Kumogakure pese a ser tiempos de paz.
—Parece que eso es algo que pudiste hacer bien —dijo la mujer de rostro arrugado, ambos no deseaban admitir que bajo esas circunstancias la idea no resultaba descabellada. Claro que sin decirlo directamente estaban aceptando que el actual hokage hizo lo mejor para la aldea.
Requerirían más que solo una buena decisión para confiar con plenitud en Naruto; mas el hokage iba por el camino correcto en ganarse su respeto y confianza. Las cosas sí podían cambiar, solo que nada sucede de la noche a la mañana, todo va en etapas y a su debido tiempo se ven los frutos del esfuerzo.
Al día siguiente el hijo de Minato y Kushina se levantó muy animado, por fin iría a ver a Gaara; como si sus padres lo oyeran le contó a la foto de ellos la gran emoción que sentía. Desde que su novio se fue tuvo que ir soportando varias cosas y eso lo dejó muy agotado física y mentalmente; mientras perduraba esa "paz" previa a la reunión de los kages todavía le era posible mantenerse tranquilo. Nadie tenía muy en claro lo que sucedería apenas se rompiera la alianza de las cinco grandes aldeas... Mejor no pensar en eso, disfrutaría su estancia en Suna y nada le arruinaría los días que pasaría al lado de su pareja.
Como máximo unos tres días se quedaría ahí, su deber como hokage no le permitía más especialmente teniendo que encargarse de todo lo necesario antes de su reencuentro con los cinco kages. Al clon en frente suyo le dio las instrucciones de ocupar su lugar esos días, chakra le sobraba a Naruto, por eso no sería difícil simular que seguía presente en la oficina. Que las demás aldeas se enteren que fue a Suna daría un aire de favoritismo.
La peluca negra cubría su cabellera dorada y el maquillaje tapaba a la perfección las marcas de sus mejillas; con las ropas azules nunca pensarían en él como el hokage porque se alejaba de serlo en apariencia. El día anterior había comprado un boleto para el tren, así que solo debía subir a este sin ir a comprarlo; por suerte a las cuatro de la madrugada casi nadie viajaba y los que lo hacían dormían durante el trayecto sin prestar atención a los de su alrededor. Sin contratiempo alguno después de unas horas se encontraba en el lugar donde creció su novio, en medio del desierto ahí se hallaba Suna; no recordaba que hiciera tanto calor, pero tampoco es que fuera muy seguido. Más o menos recordaba el camino a la casa de Gaara, era por... Está bien, no lo recordaba.
—Con que aquí estás, casi no te reconozco; mas con esa cara de perdido supuse que eras tú —dijo la mayor de los Sabaku no.
—Que bueno verte, Temari, datte —saludó el rubio siendo interrumpido porque la mujer le pisó el pie.
—Si andas diciendo eso cualquiera notará quién eres, usa un poco más la cabeza —lo regañó la esposa de Shikamaru.
—Está bien, solo ya no maltrates a mi pie o llegaré cojeando a la casa —pidió el de ojos azules.
—Déjame ayudarte con tu equipaje, eres mi invitado y es lo menos que puedo hacer —dijo ella tomando el asa de la maleta.
—No es necesario —Naruto tuvo que ceder porque la mujer no daba a torcer lo que dijo.
A diferencia de Konoha aquel lugar era mucho menos colorido, todo era tono arena y no existía nada muy llamativo a la vista; la gente solía usar ropa bastante delgada porque el calor a esas horas era sofocante. Al llegar a su destino la princesa de la arena abrió la puerta y dejó que él pase primero; en la sala sentados estaban los dos hermanos de Temari quienes habían insistido en acompañarla, pero ella les recordó que no podían hacer ninguna clase de esfuerzo físico y que de preferencia debían caminar lo menos posible para que sus heridas cicatricen de una vez.
—Hola Naruto —se puso de pie Kankuro antes que el pelirrojo.
El marionetista era el que se recuperaba con mayor rapidez; Gaara aún sentía cierto dolor pese a los medicamentos que le administraban para contrarrestarlo. El rubio notó la dificultad de su pareja para caminar con la misma velocidad de siempre así que fue él quien se acercó. Se limitó a darle un beso en la mejilla aunque hubiera preferido abrazarlo; no era tan despistado como para abrazar a su pareja sabiendo que podía hacerle algún daño.
—Me alegro de que pudieras venir, Naruto —habló el de ojos turquesa. Su mirar reflejaba la honestidad de sus palabras y transmitía más que estas.
—A mí también me alegra poder verte, me tenías muy preocupado —contó el rubio—; pero ahora que te veo estoy más tranquilo.
Tanto Kankuro como Temari no sabían qué hacer, no planeaban interrumpir su reencuentro. Los dos kages notaron esto y el pelirrojo tomando de la mano a su novio lo condujo a su cuarto donde podrían hablar solos. Ya encontrándose en la soledad del cuarto fue casi una necesidad darse un beso que se extendió más de lo usual.
—Te extrañé mucho —reconoció el hokage con una mano en la mejilla de su novio.
Continuará...
Ya seguiré esta escena en el siguiente capítulo, por fin llegué a las 2000 palabras en un capítulo. Bueno, dejando eso de lado espero que les gustara, si fue así voten y comenten.
Posdata: ¿Qué opinan de este rumbo que ha ido tomando la historia?
Pregunto porque me estoy metiendo con esto de la política en el mundo shinobi cuando más simple hubiera sido no tocar ese tema y dejar que estos dos se enamoren más de lo que ya están y dejar la política fuera; de haber tomado ese rumbo hubierna acabado juntos más rápido y sin tantas complicaciones. Pero preferí darles conflictos y hacerlos madurar para que eso se vea reflejado a lo largo del fanfic y de paso para que se note un cambio desde que inició la historia hasta que acabe.
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