Prólogo
—No podemos dejar que esto entorpezca nuestra misión —dijo el hombre con voz tajante.
Mientras, ella permanecía acurrucada en sus brazos, sus hombros se sacudían levemente, ya que no podía parar de llorar.
Él no soportaba verla así, pero sabía por experiencia que era mejor dejar que se desahogara y esperó. Esperó a que el dolor, que probablemente nunca la abandonaría del todo, se aplacara un poco.
Aunque en realidad sentía lo mismo que ella, trató de dominarse. No quería que encima tuviera que preocuparse por él.
—No sabemos si nuestro truco funcionará, ¿y si no da resultado?
Al oír sus palabras, él sintió una punzada de dolor.
—Es lo único que podemos hacer, nos hubieran encontrado dondequiera que hubiésemos ido, ya lo hemos discutido mil veces.
Ella seguía triste, pero él tenía razón, estaban haciendo lo correcto. El hombre la separó de sus brazos y la ayudó a levantarse.
Sabía que era la mejor opción, pero la entristecía demasiado.
—¿Preparada? —preguntó él esperando su respuesta.
Ella, se limitó a asentir levemente mientras se secaba las lágrimas.
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