Capítulo 38

—Perdón, tienes razón, no debí haber preguntado. —la chica le colocó un brazo en su hombro.

—Entraron una noche, yo estaba durmiendo en mi habitación —Él ignoró las palabras de Edén, parecía realmente sumergido en su historia—. Mi hermana entró corriendo a mi cuarto, estaba muy asustada. Había oído ruidos extraños, estaba convencida de que alguien había entrado en casa. —negó con la cabeza, como si intentase borrar sus pensamientos—. No la creí, le dije que se durmiese en mi cama, que todo iba a estar bien. Ella aceptó y me abrazó. Recuerdo cada instante como si lo hubiese vivido ayer —Edén quiso cortarle para que no reviviese tal escena, pero la intriga no se lo permitió—. Un hombre entró en mi cuarto mientras la abrazaba. Me la arrebató de los brazos, yo... —un quejido salió de sus labios y ella simplemente le abrazó.

—No digas nada más, lo siento tantísimo —Edén le abrazó como si no hubiese un mañana. No quería verle así, y lamentaba demasiado haberle preguntado sobre su familia.

De pronto, un vacío se produjo en sus brazos. Derek desapareció ante ella, y sólo levantó algo de polvo. Esta se quedó paralizada ante aquel movimiento. No tenía ni idea de que había ocurrido, se había quedado sorprendida, con los brazos en alto sin saber muy bien a dónde había ido a parar el muchacho.

Pensó que quizá había viajado en el tiempo tras recordar aquel momento, aunque esperaba que no, pues ella no quería que él tuviese que revivir aquel momento tan triste.

Bajó los brazos tras observar lo estúpida que parecía abrazando a la nada y le esperó allí durante al menos veinte minutos, pero no apareció.

Derek se había volatilizado en sus brazos y aún seguía en shock, pero decidió marcharse a clase, esperando que volviese sano y salvo.

Justamente la primera clase que le tocaba era defensa personal, donde coincidiría con Kain y con Derek, aunque dudaba que este último apareciese.

—Llegas tarde, Binelli. —El profesor Cortés la echó una rápida mirada y la alentó a acompañar a sus compañeros, los cuales ya estaban en el círculo de calentamiento.

Transcurrieron cinco minutos y el profesor se dirigió a sus alumnos.

—Hoy es lunes de pelea —afirmó—. El examen se acerca, espero ver lo mejor de vosotros.

Edén se puso con su compañera de siempre y comenzaron a practicar las llaves, esta vez Edén se tuvo en pie durante más tiempo, pero la morena siempre lograba vencerla.

—¿Has estado practicando? —preguntó Ruth.

—No —mintió Edén.

—Pareces más despierta hoy.

Las clases con Derek habían surtido efecto y eso la alegraba porque poco a poco iba cogiendo más fuerza. El problema es que pensar en Derek la inquietaba mucho, y más en ese momento porque no sabía si le había pasado algo malo, aunque esperaba con ansias que no.

Pasaron veinte minutos antes de que el profesor comenzase a sacar gente para que se pelearan.

Edén miraba a todos los que iban pasando por ahí, hasta que de pronto reconoció una cara.

—Kain Pontis, colócate junto a Alberto Vasco.

Los dos se colocaron uno frente a otro mientras el profesor les daba unos guantes para que no se hicieran mucho daño.

—Juego limpio —repetía una y otra vez cada vez que cambiaba de pareja.

Los dos chicos comenzaron mirándose, ninguno se acercaba al otro. Kain observaba los movimientos del chico, como si los estuviese analizando.

Alberto hizo un movimiento, pero Kain lo esquivó rápidamente. Mientras veía como el chico intentaba tomar fuerzas, le asestó un golpe en el omoplato.

Ambos volvieron a mirarse. Era la pelea que más estaba tardando en producirse, pues los movimientos se realizaban escalonadamente y no a la fuerza como en veces anteriores.

Alberto hizo un amago de golpearle, pero cuando el chico se movió para esquivarlo, le dio un golpe en el estómago.

Kain se agarró con la mano izquierda el lugar donde se había producido el golpe y miró a Alberto fijamente.

La pelea duró más que las anteriores. Ambos analizaban los movimientos del otro, y cada vez que uno intentaba golpear al anterior, lograba esquivarlo. El profesor, tras darse cuenta de que ninguno parecía estar dispuesto a ganar, dejó la pelea en tablas y sacó a más personas.

La clase acabó y Edén decidió ir a comer algo antes de ir a la siguiente clase. Kain no le había dirigido la palabra en todo el día, y no entendía muy bien esos repentinos cambios de humor.

(...)

Las clases acabaron finalmente. Hoy no se sentía tan cansada como otros días, pero mentalmente se sentía débil, pues no había vuelto a coincidir con Derek y no sabía cómo localizarlo. Rezaba por que estuviese bien.

—¿Estás bien? —preguntó Ira irrumpiendo en su cuarto y observando la mirada perdida de Edén.

—Sí, sí —mintió mientras colocaba en su rostro una sonrisa falsa.

—Voy a ver a León, luego vuelvo —la chica cogió su bolso y salió por la puerta de la habitación de igual modo que había entrado.

Sus pensamientos no dejaban de perturbarla, además también se le sumaba que Kain no le había hablado en todo el día y no entendía por qué de un día para otro cambiaba tanto de carácter. Se dijo que no esperaría sentada en su cuarto a verse consumida por sus pensamientos sobre Derek, así que se dirigió al cuarto de Kain, esperando encontrarle allí, pues no quería estar sola hoy, y además no quería que él estuviese así con ella.

Se dirigió a paso lento hacia la residencia de los chicos. Observó varios rostros conocidos a los que saludó mientras caminaba por el campus. Al entrar en la residencia de los chicos se encontró con el muchacho pelirrojo. La última vez que había hablado con Kain le había pedido que le recordase su nombre, pues se le había olvidado.

—Sean —le llamó tras observarle—. ¿Está Kain en su cuarto?

—Sí, pero no sé si es un buen momento para ir a verle.

—Gracias.

La chica ignoró lo que el muchacho le decía y subió las escaleras para ir en su busca. Cuando estuvo frente a la puerta de su cuarto llamó levemente esperando una contestación, pero no la obtuvo hasta pasados unos segundos que le parecieron una eternidad.

—¿Quién es? —oyó pronunciar a Kain desde dentro de la habitación.

—Soy Edén, ¿puedo pasar?

El chico no volvió a hablar, a lo que Edén insistió, pero el chico no le contestaba. Después de un par de minutos, Kain abrió la puerta.

—¿Quieres algo? —preguntó secamente mientras se mantenía con una pose firme en el umbral de la puerta.

—Hablar —concluyó ella sin apartar la vista.

—No me apetece hablar contigo ahora.

—¿Estas enfadado conmigo? —preguntó ella curiosa.

—No.

—¿Entonces por qué estas tan distante?

—¿Distante? Pero si hemos hablado durante toda la semana —el chico rodó los ojos.

—Genial, pues nada... Cuando el chico quiera dignarse a hablarme, estaré en mi cuarto, como siempre —Edén se marchó de allí cabreada, pero un brazo la detuvo en seguida.

—Pasa —dijo Kain mientras la conducía dentro de su habitación.

—¿Qué es esto? —preguntó tras observar la estancia. Estaba repleta de velas y de fotografías. Había una que le llamaba particularmente la atención, estaba en el medio, era la más grande de todas y destacaba sobre las demás. En ella se podía ver el rostro de un chico joven de pelo rubio y ojos verdes.

—Es un ritual. —habló el chico mientras se sentaba en el círculo.

Edén no dijo nada más y observó los movimientos que el chico hacía.

—No estoy enfadado contigo —comenzó a decir—. El mismo día de años siguientes, celebro el aniversario de la muerte de mi mejor amigo. Voy hacia un momento pasado en el que estuvimos juntos y me quedo allí durante unos minutos para recordarle.

La chica se quedó allí estática sin mover un solo músculo. No quería molestarle.

—Lo siento, no lo sabía, pensaba que estabas enfadado conmigo, como no me hablabas... —prosiguió ella.

—He tenido algunos días complicados, pero si quieres puedes acompañarme —el chico parecía hablar en serio mientras le tendía la mano.

—¿Acompañarte?

—Sí, y así ves cómo era, pero no debes hacer ningún movimiento brusco.

La chica asintió lentamente y se sentó junto a él en el círculo. Le tendió la mano y le miró fijamente. Sus ojos se cerraron y observó como poco a poco su cuerpo parecía que ya no le pertenecía más, la habitación desapareció ante sus ojos y se encontró en el exterior de la residencia de chicos, en un pequeño apartado donde no transitaba mucha gente.

—Esta fue la última vez que le vi —susurró Kain en el oído de Edén.

Ambos se escondieron tras un árbol, Edén quería observar la escena. Kain y Dylan se encontraban charlando, aunque no escuchaba lo suficiente.

—¿No crees que estás corriendo mucho peligro al venir aquí? Si tu yo del pasado y tú os miráis fijamente, podrías morir.

—Lo sé —respondió escueto mientas intentaba prestar atención a la escena.

Ella hizo lo mismo.

—¿Qué tal con Sara? —preguntó un Kain mucho más animado y alegre que el que conocía.

—La amo, tío, estoy enamorado de ella hasta las trancas —continuó el chico rubio.

—¿Tú que tal con Laura? —preguntó curioso.

—No me jodas —respondió Kain sonriendo.

Edén observaba la escena con una sonrisa triste, sabía que el chico rubio había muerto, aunque no supiese el motivo.

Los dos chicos explotaron en carcajadas mientras Edén seguía observándoles en una especie de ensoñación. De pronto un ruido en un árbol cercano, la interrumpió de su ensoñación. Al girarse observó un brazo femenino en el árbol, como si se estuviese escondiendo.

Edén fue para ver de quién era el brazo, pero Kain la retuvo de golpe

—¿Estás loca? —pronunció Kain antes de que todo se tornase negro. —¿Qué pretendías hacer? ¿Delatarnos? —preguntó el chico inquieto de vuelta en la habitación.

—Lo siento, ha sido instintivo, ¿crees que alguien nos estaría espiando? —preguntó curiosa la muchacha.

—¿Espiarnos? Lo dudo.

—Perdón por estropearte tu momento —concluyó ella.

—No te preocupes, nunca soy capaz de ver mucho más. Fue la última vez que le vi, nunca he sido capaz de...

—¿Seguirle y ver que le ocurrió? —preguntó ella completando la frase. El chico se limitó a asentir.

—Creo que deberías marcharte —habló el muchacho esperando que la chica se fuese para poder llorar a gusto, pues Dylan había sido como su hermano y no quería que nadie le viese llorar.

—¿Nunca has pensado en arreglarlo? ¿En salvarle? —preguntó ella curiosa ignorando la petición del chico.

El chico no respondió.

(...)

Edén se encontraba en su cuarto dándole vueltas a lo que había vivido en la habitación de Kain. No podía dejar de pensar en cómo había muerto su mejor amigo, no sabía de qué manera podría haber muerto alguien tan querido. De un momento a otro pensó que quería descubrirlo y sin meditarlo durante demasiado tiempo y sin observar que estaba cometiendo un grave error, se visualizó en la misma escena que había visto con Kain.

Quería estar allí, quería seguirle y observarle para descubrir la verdad. Quería saber qué había tras su muerte, necesitaba saberlo, no sabía por qué, quizá era curiosidad o quizá Kain le había traspasado el sentimiento que tenía hacia su mejor amigo.

De un momento a otro, descubrió que se encontraba en la escena. Observó el árbol donde se habían escondido hace un rato ambos, y los vio, pero giraron rápidamente sus cabezas hacia su dirección, se escondió como pudo, recordando el brazo que ella había visto anteriormente y escondiéndolo tras el árbol. Ella se había visto a sí misma sin saberlo, eso quería decir que ya había hecho esto que estaba haciendo.

Esperó un minuto y después observó el mismo árbol, el cual se encontraba vacío. Se dirigió a él, pues las vistas eran mejores, y siguió a su amigo Dylan, el cual aún seguía hablando con Kain.

—¿Por qué te pones así? Es una chica fantástica —decía el rubio.

—No lo niego, pero ¿me ves con cara de atarme a alguna persona? —Kain sonreía y negaba a la vez.

—¿Ahora eres un rompecorazones?

—No —el chico negó con la cabeza—, pero creo que el amor no está hecho para mí.

—¿Ahora eres un témpano de hielo?

Kain se rio con ganas y Edén se sorprendió, ya que nunca le había oído reír así.

—Podría ser —hizo una pausa antes de hablar—. Hoy he hablado con mis padres.

—¿Sí? ¿Cómo?

—Ya sabes que son correctores, pueden acceder a mí en cuanto hagan un chasquido con las manos.

¿Edén había oído bien? ¿Los padres de Kain eran correctores? ¿Los subordinados del señor del tiempo? ¿Cómo era posible que tuviesen un hijo bisiesto y al mismo tiempo ayudasen al señor del tiempo a matar a personas como él y como ella?

—¿Y qué te han dicho?

Kain puso los ojos en blanco mientras comenzaba a caminar.

Por un momento dejó de escucharlos, quiso seguirlos, pero si se movía podría ser descubierta. No quería delatarse, pero la curiosidad la acabo ganando, así que se movió lentamente como si fuese una diurna más e intentó que no la viesen.

—No me lo puedo creer —escuchó decir al rubio.

Edén se escondió tras otro árbol mientras seguía observando cada movimiento que hacían.

—En fin, es lo que me ha tocado vivir... —continuó diciendo—. Me marcho, ¿nos vemos luego?

El chico rubio asintió y le dio un abrazo a su amigo antes de que Kain tomase un rumbo diferente. Pasó cerca de Edén, esta se giró rápidamente y se tapó con una mano fingiendo que se rascaba la cabeza.

Cuando el chico rubio se quedó solo, miró en todas direcciones y después comenzó a caminar. Edén le siguió durante veinte minutos. Él se paró y entró en la residencia de chicos. Ella le siguió como pudo y observó que entraba en un cuarto. Esperó fuera por lo menos durante quince minutos, hasta que apareció de nuevo. Se quedó observándola durante unos instantes, y ella se quedó estática sin saber muy bien cómo reaccionar.

Media hora más tarde, había anochecido y él seguía deambulando por el campus. Edén, ya cansada de seguirle por todo el campus, estuvo a punto de volver al presente, pero algo la detuvo. El chico se escondió en un pequeño recinto de la escuela y comenzó a levantar los brazos. El asombro que eso le provocó hizo que se echase hacia atrás, pisando una rama que crujió. El chico la oyó y la vio allí parada, observándole.

Rápidamente se giró y se marchó de allí como pudo.

—Eh, tú, ¿quién eres? —preguntó Dylan mientras perseguía a Edén, que había comenzado a correr— Llevas siguiéndome todo el día, ¿no es cierto?

El chico logró adelantarla y acorralarla. La había cagado —pensó—.

—¿Quién eres? —repitió el muchacho mientras la sujetaba de los brazos.

—Suéltame o gritaré —Edén comenzaba a temblar.

—¿Por qué me has seguido? ¿Qué buscas? —el chico cerró sus ojos y Edén observó la belleza que irradiaba de él—. Eres bisiesta también —concluyó el chico analizándola.

Pero Edén no pudo contenerse más y se volatilizó en aquel mismo instante. No sabía por qué, quizá porque ya llevaba demasiado tiempo en el pasado, o porque estaba tan asustada que su subconsciente le había jugado una mala pasada. De pronto se halló de nuevo en el presente, pero esta vez no era de día, ya había anochecido.

—Deja de hacer tanto ruido —dijo una voz que provenía del baño.

—Sí, sí, perdón Ira —concluyó mientras se sentaba en su cama.

—¿Ira? —preguntó una chica rubia asomándose por el umbral de la puerta del baño.

—¿Quién eres? —preguntó sobresaltada tras no reconocer el rostro de la chica—. Perdón, he debido de confundirme de habitación, lo siento —comenzó a decir de manera acelerada pensando que había vuelto a una habitación que no era la suya.

—Edén, ¿te encuentras bien? —preguntó la chica rubia.

Edén no contestó, se quedó allí sentada observando a la chica. No quería pensar que había cambiado el pasado, porque si así hubiese sido, no se lo perdonaría jamás.

—¿Te levantas de mi cama al menos? —la chica rubia no dejaba de hablarla, así que rápidamente huyó de allí hacia el único lugar al que podría visitar por la noche.

Se dirigió rápidamente hacia el cuarto de Dante, esperando que estuviese allí, pues no le gustaba nada esa situación.

—¿Dante? —preguntó acelerada tras haber llamado a su puerta.

Dante le abrió la puerta aún con los ojos cansados.

—¿Edén? ¿Qué haces aquí? No tenemos clase hasta dentro de una hora.

—¿Clase? Pero si soy diurna, yo... —la chica no logró terminar la frase.

—¿Diurna? ¿Estás bien? Oye, siento lo que pasó ayer en defensa personal, no quería hacerte daño.

—¿Cómo? ¿Defensa? —Edén no lograba enganchar todas las palabras en su lugar. No sabía qué había hecho, pero ahora todo era diferente.

—Edén, ¿estás bien? —preguntó el muchacho tras ver lo aturdida que se encontraba.

Tanta información la estaba sobrepasando, no podía imaginar el lío que había montado, así que rápidamente se dirigió hacia la habitación de Kain. Llamó precipitadamente sin saber en el lío que se iba a meter.

Un chico rubio abrió la puerta y Edén se quedó totalmente paralizada.

—¿Edén? —logró decir susurrando.

Edén salió corriendo de allí sin pensar en el hecho de que el chico la había llamado por su nombre. Entró en la que se suponía que era su habitación ahora y buscó su teléfono móvil. Le costó encontrarlo, pero finalmente cuando lo tuvo entre sus manos observó los contactos y las fotos que había en "LaRed". No conocía a la mitad de sus contactos, pero sí que observó el de Kain. Las conversaciones con él se habían ceñido al trabajo de física que habían tenido que realizar juntos.

—No puede ser —se dijo a sí misma mientras se sentaba en la que se suponía que era su cama.

En el perfil de "LaRed" había fotos con Dante y de ella sola bajo la luna. Según su perfil, ahora era nocturna.

Se llevó las manos a la cabeza. Había impedido que Dylan muriese en aquel momento, su pequeña escapadita al pasado había cambiado todo el futuro y ya no podría arreglarlo porque no podía detenerse a ella misma.

Nota de autora

La familia de Derek murió asesinada, los padres de Kain son correctores y Edén no sabe cómo arreglar lo que hizo ¿Que opinan de todo esto?

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