Capítulo 34
Su móvil vibraba en su bolsillo mientras intentaba prestar atención a su última clase diurna.
—Eso es todo por hoy —finalizó Vasilinski mientras se acercaba a la mesa para recoger sus cosas.
Mientras guardaba todo en su mochila, la profesora se dirigió a ella.
—Edén, me he enterado de que has hecho la prueba y tu resultado ha sido este —habló mientras levantaba sus manos señalando al aire.
—Sí, la verdad es que estoy bastante contenta. —Edén no quiso decir mucho más por si metía la parta.
—Me alegro. Encontrarás en el día muchos más elementos disuasorios que en la noche —la mujer la sonrió antes de despedirse.
La chica salió de clase para observar que su móvil estaba lleno de notificaciones de "LaRed". Las fue mirando mientras caminaba por los pasillos de la escuela. La mayoría eran de nuevos seguidores, otras de reacciones a su foto.
—¿Qué hay, humana? —Kain la enfrentó de cara—. ¿Acostumbrándote a las nuevas tecnologías? Te vas a caer si no miras por dónde vas.
—Parece que me estabas esperando. —La chica dejó su móvil en su bolsillo y le enfrentó a la cara.
—Me aburro
Ella alzó las cejas.
—¿Y?
—Hagamos algo —concluyó el chico sonriente.
—¿Qué hacías cuando yo no estaba en este internado?
El chico sonrió antes de responder.
—No lo sé, lo típico. Pensé que querrías hacer algo tu primer día como diurna, y más después de tal meada.
Edén frunció el ceño y levantó la parte izquierda de su labio.
—¿Meada? —preguntó curiosa.
—Algunos animales como los perros marcan territorio con su orina, ¿sabes?
Edén levantó más su labio sin entender qué era lo que le estaba contando el chico.
—¿A qué viene todo esto?
—Tu novio. —soltó sin más.
No entendía a que se refería, pero tras oír la palabra "novio" de la boca de Kain, se le erizó la piel.
—Tu novio parecía estar marcando territorio... ¿No te has dado cuenta en serio?
Edén suspiró y se pasó una mano por el pelo. Aunque sí había notado la actitud de Derek, no quería admitirlo frente a Kain.
—No sé de qué hablas.
—Vamos, parecía que de un momento a otro iba a levantar la pata y mearte encima.
El comentario de Kain provocó una leve carcajada en Edén, pero no quería reírse de aquello.
—No digas eso —dijo aún con la sonrisa en la cara.
—Es cierto.
Edén apretó los labios antes de continuar hablando.
—¿Y quién ha meado más alto de ambos? —preguntó recordando como Kain le había guiñado un ojo tras despedirse.
—Yo, siempre. —se quitó la chaqueta y se la colocó en el brazo.
Edén puso los ojos en blanco.
—¿Por qué lo has hecho? —miró a su alrededor, viendo que el tiempo no estaba parado ni nada por el estilo—. ¿Por qué te has sentado conmigo?
—¿Y por qué no? —respondió sin más.
—¿No estabas bien con esos amigos con los que me ponías verde? —Edén recordó como al principio había tenido una actitud prepotente con ella.
—Me aburren —concluyó sin más.
—¿Y yo no? —dijo sonriendo.
Kain no dijo nada más, no quería admitirle que el verle tan mal el otro día le había hecho sentirse inútil y no quería que la chica volviese a sentirse sola, igual que él lo había estado.
—Me voy a mi cuarto, te diría que me acompañases y hablásemos, pero tengo nuevo cuarto y tengo una compañera —comenzó a caminar.
—¿Te han cambiado de cuarto? —el chico hizo una pausa antes de continuar—. Claro, el horario... —concluyó.
—Pero podremos hablar otro día, la verdad es que hoy estoy algo cansada.
La chica se marchó de allí dejando a Kain solo, pues hoy no le apetecía estar mucho con él. Es cierto que le había perdonado por irse de la lengua, pero aún le molestaba.
Cuando llegó a su cuarto, no vio a Ira, así que rápidamente se cambió de ropa y se tumbó en la cama. Tras unos segundos, logró dormirse en seguida, pues tenía demasiado sueño.
—Edén —susurró una voz a lo lejos—. Edén —repitió.
La chica abrió los ojos levemente, para observar la expresión dulce de Ira.
—Siento despertarte, pero tu móvil no ha dejado de sonar desde que llegué y no sé si será importante. —Ira le tendió el teléfono móvil, el cuál marcaba diecisiete llamadas perdidas y más de cuarenta mensajes de la misma persona: Dante.
—¿Qué hora es? —preguntó Edén tras ver que comenzaba a anochecer.
—Son las 19:20 p.m. —contestó la chica acercándose a su cama y sentándose en ella.
—¿Mi móvil te ha despertado? —preguntó Edén esperando que no fuera así.
Ella negó levemente con la cabeza —No te preocupes, he llegado hace quince minutos.
Ira se tumbó en su cama y cerró los ojos. Edén cogió algo de ropa y se cambió en el cuarto de baño. Mientras lo hacía, escribió a Dante, esperando que le contestase lo antes posible, y así lo hizo: un minuto después, ya tenía una respuesta.
Ella había terminado de vestirse y le había escrito que iría a su habitación y hablarían. Edén creía entender por qué el muchacho estaba tan alterado, pues no había hablado con él después de que hiciese la prueba.
Fue a paso rápido hacia el cuarto de Dante, no quería que nadie la viese en horario nocturno.
Edén llamó a la puerta de Dante, la cual se encontraba entreabierta, pero no quería volver a escuchar a escondidas.
—He escuchado que la humana ahora era diurna —comenzó a decir de sopetón antes de que la chica entrase en su cuarto—. Cosa que me extraña, pues yo no la he enseñado lo suficiente como para pasar ninguna prueba —El chico parecía alterado.
—Te dije que no era bisiesta —concluyó en susurros.
—¿Cómo lo has hecho? —preguntó desesperado.
—¿Hacer qué? —Edén frunció el ceño—. ¿Estás bien?
—Como una bisiesta pasaría una prueba sin haber sido ayudada —Dante la ignoró—. Me lo he estado preguntando desde que me he enterado.
—Te repito que no soy bisiesta
—Quién te ha ayudado —El chico la agarró fuertemente de las manos y la miró furioso.
—Suéltame —La chica intentó zafarse de su agarre, pero no pudo—. Me haces daño.
—Dime quién te ayudó.
—¿Te has vuelto loco? —El chico la soltó, pero no dejó de observarla.
—No has podido pasar la prueba tú sola.
—Soy diurna, siempre lo he sido —mintió.
—Ya nos conocemos, Edén. Sé lo que eres, deja de hacerte la tonta porque me enerva.
—¿Qué coño te pasa? —la chica se enfureció de un momento a otro por la actitud que había adoptado el muchacho.
—¿Que qué me pasa? —El chico estaba muy alterado porque desde ese momento ya no podría estar cerca de ella y observar cada movimiento que hiciera—. Me dijiste que te dejarías ayudar por mí. —El muchacho se pasó la mano por su pelo.
—Apenas tuvimos tiempo, supongo que sucedió así.
—Dime quién te ha ayudado —preguntó de nuevo.
—Nadie. —mintió la chica.
—No has podido pasarla sola —negó con la cabeza en repetidas ocasiones recordando lo difícil que sería para una bisiesta pasar esa prueba sin ayuda.
—Me marcho, Dante.
Dante fue rápido y la sujetó el brazo.
—Discúlpame, creo que estoy un poco alterado —hizo una pausa antes de proseguir—. Me hubiese gustado conocerte más. —mintió.
—Lo entiendo, pero tienes que tranquilizarte un poco —se soltó de su agarre y prosiguió su marcha, antes de volverle a mirar a los ojos—. Volveré por las noches y podremos hablar. Es lo único que puedo ofrecerte.
El chico asintió con fiereza mientras sonreía débilmente. La chica se despidió de él antes de salir por la puerta y volver a su cuarto para seguir durmiendo. Últimamente, Dante había estado más raro de lo normal y no entendía muy bien el motivo, cosa que la hacía pensar sobre el momento en el que habían comenzado a hablar. No sabía por qué, pero desde el primer instante le había transmitido mucha paz y tranquilidad, pero estos días finales, se había comportado de manera muy extraña y eso la asustaba e inquietaba.
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