Capítulo 29

Su teléfono móvil comenzó a vibrar mientras estaba recostada en su cama esperando que las clases nocturnas llegaran. Estaba deseando ver si el profesor Hook se había recuperado, ya que no había aparecido por clase los últimos días. Por otra parte, Dante le dejaba algo de espacio, aunque no el suficiente y ya habían empezado a quedar para que ella fuese ayudada por él.

—¿Sí? —respondió la llamada viendo de quién se trataba.

—Necesito que hablemos —respondió Kain fríamente.

—¿Para qué?

—Tú sabes para qué —respondió rápidamente.

—Son cosas de niños.

Aún sentía dolor por las palabras que el chico había pronunciado, por mucho que le hubiese visto defenderla.

—Estaré en tu habitación en cinco minutos.

Antes de que la chica pudiese negarse, este ya había colgado.

Pensó en cerrar la puerta con pestillo, pero una parte de ella quería saber cuáles eran sus motivos para ser tan bipolar.

—¿Vas a dejar que tu orgullo impida que te enseñe a como pasar la prueba? —dijo una voz a sus espaldas.

—¿Mi orgullo? —Edén se giró para enfrentarle—. Y se saluda antes.

—Sí, tu orgullo —El chico obvió las últimas palabras de la chica.

—Dirás tu orgullo.

—¿Qué orgullo? Edén... —hizo una pausa—. Me sacas de quicio.

—¿Qué yo te saco de quicio? Vamos, por favor...

—Tienes que ser fuerte, imparable... que no te importe lo que los demás piensen. No hay amigos aquí, tienes que entender que estás sola.

Edén reflexionó ante las palabras que el muchacho la decía, pero esto no se trataba de una guerra.

—Que tú estés solo no implica que los demás tengamos que estarlo —soltó con fiereza.

—Ese orgullo te llevará a la perdición.

—¿Has venido aquí para continuar discutiendo? Porque la verdad, no tengo ganas...

—No, he venido para ayudarte. —concluyó el muchacho.

La chica solo asintió.

—Siento lo del otro día. Es cierto que no me arrepiento de lo que dije, pero creo que no era el momento adecuado.

—Pues no, la verdad —interrumpió la muchacha—. Acepto tus disculpas —continuó mientras recordaba cómo la había defendido en el partido.

—¿En paz? —el muchacho le tendió la mano, y esta se la estrechó mientras se miraban a los ojos.

—¿Qué toca hoy? ¿vas a enseñarme algo?

—A ocultar tu aura, ¿te parece? —preguntó.

Ella asintió rápidamente.

—¿También me enseñarás a ver el aura de los demás? —preguntó curiosa.

—¿No sabes hacerlo? Da igual, no respondas —rectificó rápidamente—. Bueno, pues eso será lo primero.

La chica se levantó de la cama y se colocó frente a él.

—Quiero que intentes mirar más allá, vale, sé que eso suena estúpido. Intenta ver mis huesos, mis músculos, mi cuerpo funcionando por dentro. Intenta imaginarlo —Edén entrecerró los ojos e intentó hacer lo que el muchacho decía—. Si quieres imaginarme desnudo, también me vale.

Ella le miró con mala cara mientras sonreía ante aquel comentario estúpido. Edén entrecerró los ojos e intentó ver más allá de su cuerpo, pero no lo consiguió.

—Tranquila, es difícil para los humanos.

—¿A ti también te costó?

—No, a mí me viene de fábrica. Me salía natural, como a casi todos los de este mundo.

Edén frunció el ceño. —¿No eres humano?

—¿Yo? —preguntó el chico mientras una sonrisa se formaba en sus labios—. Que va.

—Pensé que habías tenido que pasar la prueba... Yo...

—Ah, no, no —interrumpió el muchacho antes de que ella continuara—. Hace cinco años más o menos se prohibió una ley que determinaba que tanto diurnos como nocturnos podían estar juntos y consumar. —hizo una pausa para intentar buscar las palabras adecuadas—. Se prohibió porque cuando un hijo sale de un padre diurno y otro nocturno, finalmente acaba heredando los dos rangos. Antes no se veía como algo malo, pero hace poco señalaron que con ello era difícil determinar si alguien podía salir bisiesto o no.

—Tu naciste mitad nocturno y mitad diurno. —concluyó Edén.

—Sí, por eso me hicieron la prueba. Estuve como tú por un tiempo, sin saber que hacer.

—Supongo que se lo agradeces a Dylan, si no, estarías tan perdido como yo.

Él simplemente asintió, ella al darse cuenta del nombre que había mencionado, quiso cambiar de tema completamente.

—Bueno, y... ¿cómo dices que se oculta un aura?

El chico sonrió ladeadamente.

—Tienes que concentrarte muchísimo, es como cuando intentas que la gente no note cuan nervioso estás tras hablar en público: sonríes, respiras, intentas calmarte, ocultas tus nervios mostrando otras facetas.

—¿Quieres decir que, si sonrío, respiro y tomo el control, podré ocultar un aura u otra?

—Algo así —hizo una pausa negando con la cabeza—. En realidad, no. Es algo complicado, es como aguantarte un pedo más bien.

Edén se rio ante su comentario.

—Se ve que sabes cómo ejemplificar todo.

—Lo sé, soy un maestro. Debería de haberme dedicado a eso en vez de a enseñar a humanas bisiestas a pasar una prueba de mierda.

La habitación se llenó de las risas de ambos.

—Ojalá siempre fueras así —soltó de pronto la muchacha parando de reír.

—¿Así como? —preguntó curioso el muchacho.

—No lo sé, tan natural y extrovertido.

El chico negó rápidamente con la cabeza.

—Creo que hay tiempo para todo. —dijo sin más

—Ya bueno, pero me gusta esta faceta tuya.

—Contigo me sale natural —respondió en un susurro.

Ambos se quedaron callados hasta que ella quiso romper el silencio con una pequeña broma.

—Será conexión bisiesta —dijo ella sonriendo.

—Puede ser. —se limitó a decir el chico.

Durante las siguientes horas, ambos continuaron hablando de cómo lograr ocultar su aura nocturna, de cómo observar las auras de los demás y de en qué consistiría la prueba.

—Creo que deberíamos dejarlo aquí, llevo demasiado tiempo haciendo esto y me es cansado. —pronunció Kain de repente.

—¿Tú te cansas cuando paras el tiempo?

—Cuando lo hago para dos personas sí, y más cuando llevamos horas aquí.

Edén asintió rápidamente con la cabeza y pareció comprender todo lo que decía.

—Claro, continuaremos otro día —concluyó finalmente.

Ambos se despidieron y Edén esperó a que el tiempo pasase algo más rápido para comenzar con las clases nocturnas y poder ir en busca del señor Hook, o incluso de Abigail, a la cual no había vuelto a ver.

(...)

—La clase queda suspendida temporalmente hasta que vuestro profesor se recupere —comunicó la mujer que había entrado en su aula.

La mujer que lo había confirmado se marchó de la clase con paso firme. Edén no tendría clase de historia por un buen tiempo. Salió por la puerta y fue en busca de Donovan, quería ver si se encontraba bien.

Una vez estuvo allí y preguntó por él, la comunicaron que no se encontraba en el instituto, sino que había sido trasladado a un hospital de fuera con un cuidado regular y diario. Edén, sorprendida de que el hombre estuviese tan grave como para tomar esas medidas, quiso sacar más información, pero ninguno estaba dispuesto a contarle nada.

A paso ligero y algo enfadada por la actitud de los enfermeros, se dirigió al cuarto de Dante. Ya que tenía una clase libre, al menos aprovecharía el momento para estar con Dante, pues él tampoco tendría clase. Lo raro es que cuando la mujer se lo había comunicado, él ni siquiera había estado allí presente.

Había estado yendo a su cuarto varias veces en los últimos días cuando este le había sugerido su ayuda para la prueba, pero siempre había sido con él, por lo que ahora el trayecto era más lento y aburrido.

Antes de llamar a la puerta de su cuarto, observó que estaba entreabierta, justo cuando fue a abrirla escuchó una conversación.

—Sí, está todo bajo control, ella no sospecha nada. —dijo Dante en susurros mientras caminaba de un lado de la habitación a otro—. Confía en mí, lo lograré, si en algún momento... —comenzó a decir antes de percatarse de la figura de la chica en el marco de la puerta, observándolo—. Te llamo más tarde —colgó rápidamente el teléfono antes de enfrentarse a la chica que le espiaba.

—Escuchar a escondidas es una falta de respeto —pronuncio serio. Algo que nunca había visto en él—. ¿Qué has escuchado?

—Perdona, yo... La puerta estaba abierta... no he escuchado nada, solo que... —comenzó a decir nerviosa tras ver como el muchacho seguía con el mismo semblante—. Lo siento.

Él negó rápidamente con la cabeza —Tienes razón, debí haber cerrado la puerta, lo bueno es que no era nada demasiado importante —Le quitó importancia al asunto.

Edén, que se había quedado con las últimas palabras que había oído, y con su actitud tan seria, no quiso decir nada más.

—Pensaba que estarías en clase —afirmó el muchacho más para él que para ella.

—Hook está grave, se lo han llevado a un hospital externo, no tendremos clase de momento —hizo una pausa—. ¿Y tú, por qué no has ido?

—Lo supuse cuando se desmayó, no quería desperdiciar el tiempo, ¿a qué has venido? —Dante no soltaba su expresión desafiante, y eso ponía realmente nerviosa a Edén porque nunca le había visto así.

—¿Te encuentras bien? —preguntó esperando que el muchacho le contase que le ocurría.

—Sí, sí, perdona... —comenzó a decir—. He oído que las pruebas se te harán dentro de una semana.

Edén frunció el ceño.

—¿Dónde has oído eso? —preguntó realmente exaltada.

—Supongo que tengo mis fuentes —hizo un amago de sonrisa.

—¿Quieres que mejor nos veamos otro día para hablar de la prueba? —preguntó nerviosa, viendo que su actitud no cesaba.

—No, no, estoy bien, podemos proseguir donde lo dejamos la otra vez, si quieres... —comenzó a decir.

—¿Puedes enseñarme a ocultar un aura? —interrumpió.

El muchacho la miró sorprendido mientras cerraba la puerta de su cuarto.

—¿Cómo sabes que las auras pueden ocultarse? —preguntó incrédulo.

Edén le miró fijamente sin saber muy bien que decir, no sabía que pedírselo sería meter la pata.

—¿El qué? —preguntó nerviosa—. Me refería a ver las auras de los demás y eso... —mintió lentamente mientras sonreía.

El chico frunció el ceño, pero no dijo nada durante unos segundos que a Edén le parecieron una eternidad.

—Es como ver a través de las personas, yo tengo un truco, pero no sé si te servirá.

Seguro que tu ayuda es mejor que la de Kain —afirmó interiormente—.

—Dímelo.

—Es como diseccionar un cuerpo.

—¿Diseccionar un cuerpo? —preguntó intrigada.

—No en el sentido exacto de la palabra, más bien en el sentido de ir quitando capas poco a poco. —movió la cabeza lateralmente—. Como si descompusieses a una persona en distintas capas. Primero la cara, después la piel, más tarde él pelo...

—Hacer un señor patata, pero al revés —afirmó la muchacha.

—¿Un señor patata? —preguntó él alzando una ceja.

—¿No sabes lo que es un señor patata? —preguntó sonriendo.

Él solo negó con la cabeza.

—Es un juguete para niños. Es una pieza en forma de patata a la que se le pueden añadir cosas para formar una cara. Ya sabes, labios, ojos, nariz...—concluyó tras ver la cara del muchacho, el cual hizo un gesto con los labios que determinaba que seguía sin saber de qué se trataba.

Edén intentó la opción que el chico había compartido con ella, pero no había manera alguna de que lograse ver su aura.

—No funciona —negó con la cabeza resignada.

—No te preocupes, con el tiempo te saldrá, estoy seguro.

De pronto, los pensamientos de Kain se le vinieron a la mente. Debería negarse a ser ayudada por Dante o por Kain, pero nunca veía el momento.

—¿Qué pasa si al final no soy eso que tú dices que soy? —preguntó intentando sacarle el tema.

Este esbozó una leve sonrisa.

—Sé que lo eres, aunque tú no quieras admitirlo.

—Pero ¿y si no? —preguntó con el plan que había ideado en su cabeza: fingir ser diurna y que la prueba había determinado que era diurna porque así era realmente.

—Lo eres. —concluyó sin más.

—¿Cómo estás tan seguro? —preguntó acercándose más a su rostro, intentó escudriñarlo más, pero la oscuridad no se lo permitía.

—Lo estoy y ya está.

—¿No puedes decírmelo? No puedes simplemente querer que confíe en ti cuando me omites tanta información.

—Edén, he sido sincero contigo —miró hacia la puerta y luego volvió a fijar su vista en ella, la cual seguía muy cerca de él, lo cual le ponía muy nervioso.

—Mientes. —logró decir al fin.

—Lo noto en tu aura, es eso —mintió el chico.

—Está bien. —concluyó sin más. Le hubiese gustado preguntarle con quién hablaba, pero no iba a hacerlo, no quería ser una descarada, demasiado tenía con saber que él la había visto allí espiándole.

—¿Seguimos con lo del otro día? —preguntó Dante.

Esta se limitó a asentir.

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