Capítulo 23
Edén, que ya había colocado la foto en su escritorio, salió por la puerta para dirigirse a su última clase nocturna. En su cabeza se estaba produciendo una batalla de sentimientos.
Por una parte, estaba feliz por volver a ver, aunque sea por una vez más, a su madre. Por la otra, solo pensaba en tenerla por última vez en sus brazos y decirle lo mucho que la quería y lo mucho que se arrepentía de no habérselo dicho más a menudo.
—He oído que ayer saliste con Dante —oyó decir a sus espaldas. Se trataba de una voz femenina que no olvidaría fácilmente.
Edén siguió caminando, ignorándola, hoy no tenía ganas de nada.
—¿Vas a ignorarme? ¿Te lo pasaste bien? —preguntó sarcásticamente.
—Hoy no tengo ganas, Yara.
—¿Qué has dicho? ¿No te cansas de ir detrás de todos los chicos? ¿Por qué no vas también detrás de tu profesor de historia? El otro día te vi muy unida a él... ¿Así es como quieres aprobar? —La chica continuó faltando el respeto a Edén, pero esta no estaba en un buen momento, y sabía que si la muchacha seguía por ese camino iban a acabar muy mal.
—He dicho que hoy no. —se giró para enfrentarla. Iba vestida con unas mallas, una camiseta negra ajustada y unas botas, su pelirrojo pelo le caía por los hombros mientras la sonreía cínicamente.
—¡Hoy no! ¡La señorita no quiere hablar conmigo hoy!
Edén tomo aire.
—Nunca me has hablado ¿Qué quieres ahora? —preguntó mientras se empezaba a alterar.
—Quiero que te alejes de Dante. —respondió como si fuese lo más normal del mundo.
Si bien Edén no sabía qué había pasado entre estos dos, conocía que Dante estaba soltero y que Yara no tenía ningún derecho a ser posesiva con él. Incluso si estuviesen juntos, esa actitud no era lógica.
Edén no tenía más ganas de responder, así que se giró para seguir su camino, hoy no se sentía con fuerzas.
—¿Acaso no me has oído? —Yara la agarró por el brazo. Edén no pudo contenerse más y le dio una bofetada.
—He dicho que hoy no, déjame en paz si no quieres que te coloree también la otra mejilla. —dijo Edén furiosa.
Yara la miró desafiante, pero al ver la mirada fría de Edén, se tocó la mejilla y salió corriendo de allí gritando que se la pagaría.
Edén nunca había sido violenta, nunca había pegado a alguien que no se lo mereciera, pero las otras veces se había sentido muy mal, ¿por qué esta vez le había gustado hacerlo?
Movió rápidamente la cabeza para despejar esos pensamientos de su cabeza y continuó su camino hacia clase.
Cuando entró vio a Dante sentado en su sitio, sin mediar una palabra con él y sin siquiera fijarse en su rostro, se sentó en su asiento y dejó su vista clavada en el frente esperando que la clase no se hiciese eterna.
No quería lidiar con él, no quería enfrentarse a sus preguntas sobre si en realidad era o no bisiesta.
Y como si sus pensamientos se hiciesen realidad, la clase acabó rápidamente. El único problema es que Dante se le había quedado mirando, como si esperase que la muchacha se le acercase para mantener una conversación.
—Edén, me gustaría hablar contigo un momento —Le pidió Hook. Ella, rápidamente asintió con la cabeza mientras veía como Dante se marchaba cabizbajo. Sin saberlo, Hook le había salvado.
—Claro, dime. —soltó Edén cuando la clase ya se había vaciado.
Hook se colocó delante de la mesa y la observó directamente a los ojos, una pequeña distancia separaba a la alumna del profesor.
—Me preguntaba que hacías el otro día despierta tan tarde en el jardín de los chicos.
Edén frunció el ceño, no entendía a que se refería.
—¿Qué otro día? —preguntó confusa.
—Hace dos días. —respondió escueto.
Ella intentó hacer memoria, pero no recordaba haber estado en el jardín de los chicos sola, y menos de noche.
—Lo siento Hook, pero creo que se equivoca.
Él rápidamente cogió las manos de la chica y las escudriñó antes de soltarlas.
—¿Se encuentra bien? —preguntó atónita mientras él soltaba sus manos bruscamente.
—Si, si disculpa, yo... —comenzó a decir dubitativo—. He debido de equivocarme.
Hook comenzó a recoger sus cosas rápidamente y se marchó del aula no sin antes despedirse.
Últimamente le había notado más raro de lo habitual, no entendía ese repentino roce de su profesor hacia ella, y mucho menos recordaba haber estado en el jardín de chicos hacía dos días.
—¿Edén? —dijo una voz a sus espaldas.
Lo que le faltaba para rematar el día. Al girarse, Edén pudo observar los rasgos de Dante, su pelo castaño le caía por la frente y parecía más cansado de lo habitual.
—No tengo ganas de hablar hoy, Dante. —concluyó rápidamente antes de proseguir su marcha, pero él fue más rápido y consiguió detenerle el paso.
—Necesitas escuchar lo que tengo que decirte —hizo una pausa mientras soltaba su brazo—. Por favor, acompáñame.
Edén le miró a los ojos directamente. Parecía realmente agotado y le estaba pidiendo, o más bien rogando que le acompañase. Edén lo hubiese hecho encantada si se tratase de otro tema, pero no quería escucharle decir que sabía lo que ella era, porque no sabría qué decirle y no quería mentirle.
—Por favor —volvió a suplicar.
Eso hizo que Edén se derritiese y acabase accediendo a la proposición del muchacho.
—Vale.
El muchacho esbozó una leve sonrisa. Rápidamente la tomó de la mano y la dirigió al mismo lugar de la otra vez, solo que ella ya sabía a dónde se dirigían y vigiló en la puerta antes de pasar para que nadie los viese entrar. Esta vez, Edén subió las escaleras con calma, pues quería retrasarlo cuanto pudiese.
Una vez llegaron arriba, él fue el primero en hablar.
—No quiero hacerte daño, pero necesito que aceptes mi ayuda. Es un tema complicado, vendrán a por ti. —soltó susurrando muy rápidamente.
Edén se acercó a él y se sentó en el suelo mirando hacia la noche estrellada.
—¿Quién? —preguntó en un leve susurro.
—En este internado hacen una prueba para los que vienen nuevos sin que se les haya determinado un rango horario —hizo una pausa para tomar aire—. En esa prueba determinan quién es bisiesto y quién no.
Edén le miró con ojos perdidos.
—Entonces, si fuese bisiesta, moriría de igual modo. —continuó hablando en el mismo tono de voz.
Dante negó con la cabeza y se sentó junto a ella.
—No si les haces creer que eres nocturna.
Edén suspiró, no quería tener la misma conversación que ya había tenido con Kain días antes, pero tenía que hacerse la tonta.
—¿Eso se puede falsificar? —preguntó, esta vez mirándole fijamente a los ojos.
—Sí, si sabes cómo hacerlo.
Edén asintió lentamente —Y tú sabes cómo hacerlo —afirmó.
—Sí.
Ella dejó de mirarlo y volvió a concentrarse en la noche estrellada.
—Qué pena que yo no lo sea. Sería útil ser tu conejillo de indias para ver si podemos obviar sus pruebas.
Dante bufó.
—Edén, estoy cien por cien seguro de que eres bisiesta. —dijo convencido mientras la miraba—. Solo debes confiar en mí.
—¿Confiar? —preguntó con la cara desencajada—. Apenas hemos hablado ¿por qué debería de confiar en ti?
Dante movió su cabeza lateralmente.
—¿Estas dispuesta a morir por no ser capaz de confiar en alguien que pretende ayudarte?
Edén se levantó bruscamente del suelo.
—No he pedido esa ayuda. Estoy cansada de que la gente siempre crea que necesito ayuda y no dejen de intentar hacer cosas creyendo que lo hacen por mi bien —dijo esto último pensando en las últimas acusaciones de Kain, pero sobre todo en su padre, el cual había decidido, sin contar con ella, meterla en un mundo totalmente nuevo.
—Por favor, Edén, recapacita sobre esto. Quizá no me has pedido ayuda, pero quiero brindártela porque me importas.
—¿Qué te importo? ¿Cuántas veces hemos hablado, Dante? Vamos, ni siquiera conozco cuál es tu apellido.
—Alexandre —dijo rápidamente sin entender el punto al que quería llegar ella.
—Me marcho. —comenzó su marcha hacia la salida, pero Dante rápidamente le obstruyó el paso.
—Por favor —dijo sin más, esperando que funcionase de nuevo la táctica de poner mirada de cachorrito.
Al igual que Kain se había ido rápidamente dejándola sin ayuda, Dante no parecía estar dispuesto a marcharse sin luchar y eso en parte la hacía confiar más en que el muchacho realmente quería ayudarla.
—Ya hablaremos, me pensaré lo que planteas —Quería salir de allí lo antes posible y necesitaba hablar con alguien, aunque sabía que Kain no iba a ceder tan rápidamente.
—Gracias. —La acarició el brazo y la dejó marchar.
Edén bajó las escaleras rápidamente mientras pensaba en todo lo que le había sucedido en la noche.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top