Capítulo 22

—¿Nos pasáis el balón? —preguntó una voz femenina en voz alta. Edén miró sus pies, una pelota de color naranja estaba a un paso de ella. Cuando volvió a levantar la vista, observó como Derek la había recogido del suelo y se la había lanzado a la chica que había preguntado por ella.

Edén, molesta porque alguien hubiese interrumpido ese momento, comenzó a caminar detrás de Derek, el cual le había dicho que se fuesen a otro lugar.

—¿Te ha gustado? —preguntó el muchacho cuando vio que la chica estaba pegada a él.

Edén levantó las cejas sin saber muy bien a qué se refería, cuando pareció comprender la pregunta del muchacho contestó aceleradamente.

—Sí, sí, mucho. —hizo una pausa para mirarle—. Muchas gracias.

Derek sonrió ante la respuesta de la chica, le gustaba verla feliz. Era extraña la facilidad con la que ambos habían conectado, pero le gustaba sentirse así.

—¿A dónde vamos? —preguntó Edén nerviosa ante la quietud del muchacho.

—No lo sé —dijo riendo tras darse cuenta de que estaba caminando sin saber muy bien hacia dónde.

Mientras observaba la mirada del chico, a lo lejos observó un rostro conocido. Kain la observaba en la lejanía mientras hablaba con un chico pelirrojo, el cual supuso que era su compañero de cuarto.

Derek, tras ver que la vista de Edén se había posado a unos metros de ellos, se giró para intentar ver lo que la chica observaba.

—¿Qué te tiene tan atenta? —preguntó mientras seguía mirando el horizonte sin encontrar nada interesante.

A Edén le sorprendió la voz del muchacho y rápidamente dejó de observar a Kain para mirar fijamente a Derek.

—¿Cómo dices? —se hizo la tonta.

—¿Qué mirabas tan ensimismada? —volvió a preguntar el muchacho.

Edén negó rápidamente con la cabeza.

—Nada, nada. —No quiso dar más explicaciones y comenzó a caminar a paso lento esperando que el muchacho comenzase a seguirla sin hacerle más preguntas, pero fue en vano.

—Parecías realmente absorta.

—No te preocupes, simplemente... —hizo una pausa para pensar en lo que diría a continuación—. Pensaba en el esfuerzo que habías hecho, el riesgo que has corrido por mi...—Edén sonrió.

Derek la miró y pasó un bazo por su espalda atrayéndola más a él, dándole un mini abrazo, cosa que sorprendió y reconfortó a Edén.

Edén, como acto reflejo, observó el lugar donde estaba Kain, y lo vio ahí siguiendo con la mirada cada movimiento que ambos hacían, pero segundos después, giró su cabeza.

—¿Quieres hacer algo especial? —preguntó Derek sin soltar la espalda de Edén.

Ella, se dio la vuelta para observarle directamente a los ojos.

Besarte. —se dijo interiormente—.

—No, no te preocupes, aunque me gustaría repetirlo algún día. —hizo una pausa, y antes de que el muchacho le respondiese, continuó hablando—. Aunque no hace falta "tomar prestadas" ningunas llaves de ningún lugar al que no podamos acceder.

Ambos sonrieron mientras caminaban en dirección a la habitación de la chica.

—Bueno, a mí me gusta denominarlo robar —contestó jocoso.

Edén se le quedó mirando embobada mientras no dejaba de observar sus labios.

—¿Nos vemos mañana? —preguntó él separándose un poco de ella.

Esta, aún enfrascada, asintió lentamente para después proseguir más rápidamente. —Claro, claro.

Derek se despidió de ella con un abrazo y se marchó.

Edén se tiró en la cama y estuvo así durante un rato, pensando en lo estúpida que se sentía creyendo que tenía alguna posibilidad con Derek.

Abrió su móvil esperando tener algún mensaje de Kain, pero fue en vano porque este no le había escrito y no pensaba hacerlo hasta que ella se disculpara. Por su parte, Edén no pensaba hacerlo, o al menos de momento.

De pronto, una imagen la sacó de sus pensamientos, una foto asomaba de su bolso.

Se levantó bruscamente y comenzó a caminar hacia él, no sin antes tambalearse un poco tras el brusco movimiento de cabeza.

Era una foto a color de su madre, en esta vestía un jersey de punto azul y su pelo estaba rizado y suelto por los hombros, ella no había visto esa foto nunca, tampoco la había colocado allí, pero agradecía poder tener un recuerdo suyo ahí.

Ni siquiera se preguntó qué hacía allí, simplemente imaginó que su padre la había escondido allí. Estaba sentada de rodillas en el suelo mientras no dejaba de observar la foto.

Personalmente la veía hermosa, más de lo normal. Sus facciones estaban relajadas, mientras su expresión demostraba felicidad, remarcada con una gran sonrisa y con sus ojos medio cerrados. Seguramente esa era una de las mejores fotos que había visto de ella. Probablemente sería porque no la había visto antes, o quizá de verdad le gustaba tanto la expresión de su cara que se acababa de enamorar de esa fotografía.

Se llevó la foto a su pecho, inhaló aire y lo mantuvo en sus pulmones antes de expulsarlo. No quería volver a pensar en ella porque eso le desgarraba el alma, pero tener esa foto ahí le impedía no pensar en ella.

La imaginó en esa escena, no tenía ni idea de qué ocurría, pero quería que su padre estuviese al otro lado de la cámara, así que les imagino mientras él le decía alguna que otra tontería para que ella se riese ante la cámara porque él amaba la sonrisa de su madre, eso se lo había recalcado muchas veces. Su padre decía que esa sonrisa era la que le había enamorado.

De pronto, y ante ese revoltijo de pensamientos, Edén empezó a sentirse mal, comenzaba a marearse y cuando abrió los ojos vio como toda su habitación temblaba, se intentó sujetar al suelo como pudo antes de que todo se desvaneciese y se tornase negro.

—Vamos amor, suelta ya la cámara —dijo una voz femenina mientras Edén observaba con vista borrosa la escena.

—Solo una más —La escena comenzaba a enfocarse, pero no terminaba de determinar la cara de los protagonistas.

La mujer se rio e hizo algún gesto con la mano para que el hombre se marchara.

—Os dejo entonces, luego nos vemos cariño —Edén solo logró observar una espalda masculina mientras le daba un tierno beso a la mujer rubia que se encontraba sentada. Cuando el hombre se hubo ido, pudo observar con claridad a dos mujeres. Una era su madre, con la misma vestimenta que la de la foto

Edén se preguntó si había sido capaz de viajar en el tiempo para poder ver esa escena, lo que no terminó de entender era el por qué las mujeres parecían no verla cuando realmente estaba justo allí en frente de ellas.

Por si acaso ese efecto desaparecía, se escondió tras un árbol y comenzó a observar la escena con total atención.

—Shhh —susurraba la mujer morena mientras mecía lo que parecía ser un carrito de bebé.

—Es preciosa —afirmó la madre de Edén mientras acercaba su cara al carrito—. Algún día me encantaría tener hijos.

La morena la miró con ternura y después la sonrió con suspicacia.

—Es bonito, sí —hizo una pausa antes de proseguir—, pero dan mucho trabajo.

Su madre negó con la cabeza en repetidas ocasiones.

—Ya lo hemos hablado, nos gustaría tener tres por lo menos —observó el bebé que se escondía en el carrito y continuó hablando—. Siempre he sido muy maternal.

—Ten cuidado con ser muy ambiciosa, aunque es bonito que lo seas Elizabella...

El vello de Edén se erizó tras escuchar el nombre de su madre, pero antes de que la mujer pudiese contestar, el suelo bajo sus pies pareció hundirse y antes de que pudiese gritar, se encontró de nuevo en su habitación sujetando la imagen con fuerza entre sus manos.

—¿Lo he hecho? —observó la imagen entre sus manos y se fijó en la misma vestimenta y el pelo que llevaba su madre. Además, se percató de un detalle del que antes no se había fijado. Una parte de un carrito de bebé salía en la foto—. Lo he hecho —finalizó antes de estampar la foto que sostenía, entre sus manos y su pecho.

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