Capítulo 2
La clase acabó y la gente se fue marchando a la siguiente, realmente se acababa de enamorar de esa clase y de su profesor, definitivamente nunca le había gustado tanto un temario.
Había aprendido solo un poco de la historia de ese mundo, ya que el profesor se había detenido en cada párrafo del libro para explicar detalladamente y con ejemplos su punto de vista.
Edén nunca había conocido un profesor que explicase tan bien como él, y sin imaginarlo ni pensarlo se volvió su asignatura favorita.
Fueron pasando los días y Edén poco a poco se fue adaptando a su nueva vida. Echaba de menos muchas cosas, pero en realidad le encantaba formar parte de aquello y estaba ansiosa por saber si sería nocturna o diurna.
Su semana iba pasando sin ningún detalle importante, su rutina consistía en despertarse, desayunar, ir a las primeras clases diurnas, comer, ir a las clases nocturnas, cenar y dormir.
De momento Edén no había hecho ningún amigo, pero estaba dispuesta a entablar conversación con alguna persona. Quizá con el chico que se sentaba todas las mañanas a desayunar con ella, o la chica rubia que se sentaba en la esquina derecha en la clase de lengua, o quizá el diurno que no paraba de observarla.
En lo que sí se había fijado era que en ese internado había muy poca gente fea. Mirase donde mirase todas las personas eran jóvenes y guapas.
— He dicho que me pidas perdón. —oyó decir Edén a alguien a lo lejos, lo que hizo que la sacase de sus pensamientos.
Al observar de dónde provenía la voz, vio una escena que seguramente desearía no haber visto.
Una chica alta y pelirroja, escoltada de tres personas más, repetía una y mil veces a una chica de cabello café que le pidiese perdón. Y no contenta con ello, una vez la pequeña le había pedido perdón, insistía en que se arrodillara.
A Edén nunca le gustó el acoso escolar, por suerte en su antiguo instituto apenas había, pero estaba dispuesta a frenar aquella situación aunque la chica de cabellos café hubiese tenido toda la culpa en esta situación, y sin poder remediarlo Edén estaba caminando hacia la dirección de la disputa.
Ojalá, Edén no se hubiese metido, pero si no, no sería Edén.
— ¿Por qué no te arrodillas tú? Seguro que lo has hecho más de una vez. —soltó Edén de una vez interponiéndose entre la chica pequeña y la pelirroja con toda la rabia que esa situación la había provocado.
La pelirroja solo rio.
— ¿Y tú eres? —preguntó uno de los chicos que la acompañaba.
— ¿Quién va a ser? ¡La humana! —afirmó entre risas la pelirroja.
— Solo un humano sería tan estúpido de enfadar a Yara —dijo la chica de detrás.
La gente, al ver el escándalo, se fue agrupando en un círculo para observar expectantes como esos chicos arrancaban cualquier posibilidad de vencer en esa batalla.
— No importa —dijo entre carcajadas la pelirroja, cuyo nombre, según había entendido, era Yara.
En un momento pensó que esa chica les perdonaría la vida, como si de ello se tratase, pero Edén no iba a quedarse callada por mucho que esos chicos la intimidaran. No soportaba las injusticias aunque en ese momento estuviese por romper a llorar.
— ¡Arrodillaos las dos! —espetó Yara cambiando el semblante alegre por uno más serio y sombrío.
Edén no iba a aguantar a esa niña malcriada, en una fracción de segundo estuvo pensando en abofetearla, pero se cortó. No estaba defendiendo a esa chica para luego convertirse ella en lo que estaba defendiendo.
Edén se giró para observar a la pequeña. Era bajita, con pelo color café y ojos oscuros, su mirada era como la de un cervatillo asustado y su nariz respingona estaba roja, como si hubiese estado llorando por mucho tiempo. Quizá ella hubiese provocado esto, quizá ella había sido la mala en esta película, Edén no sabía que había sucedido, pero una niña así no podía haber hecho nada malo, o al menos eso era lo que creía.
— ¿Y bien? —pronunció Yara esperando que Edén y la otra chica la hicieran caso.
Mientras tanto, el círculo se iba haciendo más extenso y la gente se iba amontonando para observar la escena. Edén no se había fijado en la gran cantidad de gente que la estaba mirando hasta que un chico habló.
— ¿Es que no has tenido suficiente con hoy, Yara?
Era el mismo chico, el mismo que se había sentado cada mañana a desayunar con ella, el mismo que se sentaba a su lado en clase de historia, el mismo con el que no había mediado palabra alguna. Por un momento pensó que sería su salvación, que ese chico la salvaría de ser acuchillada por ellos, hasta que oyó un comentario por parte de la chica que solo hizo que sus esperanzas se esfumasen.
— Vamos Dante, ni que fueses mi padre.
Ellos se conocían, y seguramente fuese de su pandilla, aunque si así fuese, ¿por qué se sentaba a desayunar con ella en vez de con ellos?
— No me hables como si me conocieras —dijo en tono neutral.
Ese chico había salido a defenderla sin ningún motivo y ella simplemente se limitaba a observar la escena.
— Tienes razón, te solía conocer, ahora no sé quién eres, juntándote con... —hizo una pausa mientras miraba a Edén y a la chica bajita con asco—. Escoria —terminó señalando a las dos niñas.
Yara se dio la vuelta y se marchó con su grupito mientras el círculo se abría para dejarlas pasar.
Edén se quedó estática mientras el chico que hacía un momento la había defendido se marchaba dejándola sola junto con esa niña. La niña, que se llamaba Aura y que era nueva en ese internado, sonreía a Edén sin dejar de mirarla, la luz de la luna hacía que sus ojos se viesen más bonitos, pero en ese instante no podía detenerse en fijarse en la dulzura de la niña, solo quería desaparecer y volver a su cuarto lo antes posible.
Edén, apartándose entre el tumulto de la gente que poco a poco había comenzado a dispersarse, caminó a paso ligero hacia su habitación, lo que no se esperaría era que ese encuentro lo cambiaría todo.
Nota de autora:
Capítulo cortito, pero espero traer los próximos más largos. Nunca he sido fan de los capítulos extra cortos o extra largos, así que aquí hay algo intermedio. Espero que les guste ♥
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