Capítulo 1

—Debido a que su poder aún sigue adormecido por haber pasado demasiado tiempo en zona humana se le dará un horario mixto —le dijo la mujer rubia tendiéndole un papel—. Este será su horario hasta que descubra cuál es su afinidad.

Edén se limitó a coger el papel. La verdad, no entendía este cambio repentino.

—Cariño, quiero que cualquier cosa que necesites contactes conmigo, sabes que estaré ahí.

Su padre le dio un tierno abrazo, ella se limitó a cerrar los ojos y dejarse llevar.

—Estarás bien. —finalizó.

Pero en realidad él sabía que la muerte de su madre la había dejado muchas secuelas y que lo último que quería era tener que adaptarse a un nuevo instituto y a una nueva vida sin su madre.

—Shh —La tranquilizó mientras le daba suaves golpecitos en la espalda.

Estaba llorando, todo se había desmoronado, ahora nada sería igual y ella lo sabía, además, aún le costaba asimilar que su madre hubiese muerto; que por un estúpido conductor ebrio ella hubiese fallecido. Y, que por si no fuera poco, tiempo después su padre le hubiese contado esa extraña historia y que al final, hubiese acabado en ese internado.

Edén no conocía mucho la historia, solo recordaba algunas partes.

Apartados de la zona humana existen personas que pueden viajar en el tiempo, los cuales se dividen en nocturnos y en diurnos. —Había dicho su padre tranquilamente como si todo lo que le estuviese contando fuese lo más normal del mundo—. Nocturnos y diurnos no pasan tiempo juntos, incluso existe cierta rivalidad entre ellos.

Si no conociese a su padre, Edén probablemente hubiese pensado que se estaba volviendo loco, pero ella lo conocía demasiado bien, era demasiado serio como para inventarse algo así. Además, la había explicado que existía el señor del tiempo, un hombre que controlaba todo aquello, que se encargaba de mantener el orden en "ese mundo".

Su padre la seguía abrazando, pero ella sabía que no duraría mucho ya que las clases estaban por comenzar.

Al marcharse este, comenzó a caminar siguiendo el pequeño mapa que le había otorgado la secretaria. Se le dio un dormitorio individual debido a que temporalmente no podía ser clasificada ni con nocturnos ni con diurnos.

Todo esto le parecía un poco loco, pero, al fin y al cabo, así iba a ser su vida ahora.

En ningún momento imaginó que su vida cambiaría en solo un instante y que ahora mismo se vería sin sus padres.

Nunca le habían gustado los internados, por eso amaba el colegio público al que asistía en la zona humana, tenía muchos amigos que no conocían nada de Infinitum, que era el nombre del internado, y a los que les había dicho que sus padres la obligaban a ir a un internado de monjas.

El caso es que ya no tenía a sus amigos, ya no podría ver como Chris picaba a Dana o como Andrés iba detrás de ella. Sí, podrían llamarla, pero ya nada sería igual y ella lo sabía.

Sus pies frenaron en seco delante de una puerta, si no se había equivocado por el camino, era su habitación.

Al abrir la puerta, lo que vislumbró fue un cuarto pequeño con dos camas. Sabía que no podía compartir habitación con ningún nocturno ni diurno, pero le hubiese gustado tener una compañera de cuarto con la que vivir aventuras, como ese libro que le gustaba tanto. Edén al ser hija única siempre había anhelado tener una hermana a la que contarle todo.

La habitación era pequeña y solo había una puerta en su interior que llevaba a un pequeño cuarto de baño. Los colores eran marrones, con muebles de madera y paredes vacías, ambas camas estaban paralelas la una de la otra. A Edén no le disgustaba su entorno, tenía un estilo antiguo que le encantaba.

Se sentó en la silla del pequeño escritorio que había allí y se puso a mirar su horario detenidamente.

Quería leer primero el horario diurno y el nocturno completo antes de ver como habían adaptado el suyo. No quería confundirse en ningún momento de la clase que le tocaría o el lugar donde debía ir, ya que ese internado era bastante grande.

HORARIO DE UN DIURNO

Desayuno: 6:30 a.m. a 7:30 a.m.

Clase: 8:15 a.m. a 11:00 a.m.

Comida: 11:15 a.m. a 12:15 p.m.

Clase: 12:30 p.m. a 15:15 p.m.

Cena: 16:15 p.m. a 17:15 p.m.

Los diurnos pueden quedarse hasta las 20:00 p.m. despiertos. A esa hora como muy tarde deberán irse a su habitación.

HORARIO DE UN NOCTURNO

Desayuno: 19:00 p.m. a 20:00 p.m.

Clase: 20:30 p.m. a 23:15 p.m.

Comida: 23:30 p.m. a 00:30 a.m.

Clase: 00:45 a.m. a 3:30 a.m.

Cena: 4:00 a.m. a 5:00 a.m.

Los nocturnos pueden quedarse hasta las 08:00 a.m. despiertos. A esta hora como muy tarde deberán irse a su habitación.

—El desayuno de Edén será de 11:15 a 12:15 de la mañana, mientras los diurnos comen. —hizo una pausa mientras pensaba en lo agradable que sería no madrugar—. Sus primeras clases serian con los estudiantes diurnos de 12:30 a 15:15 y su comida de 15:15 a 16:15, mientras los diurnos cenan. —finalizó.

Sabía que su horario no era el completo diurno. Ella desayunaba mientras los diurnos comían, o comía mientras los diurnos cenaban, y temía que al tener el horario mixto no pudiese hacer ningún amigo.

La duda la carcomía ¿qué sería... una nocturna o una diurna?

En el fondo le gustaba el hecho de ser nocturna porque siempre le había gustado permanecer despierta hasta tarde, pero su otra mitad quería ser diurna, ya que así había vivido durante toda su vida.

—Si se desea merendar: de 19:00 a 20:00. —siguió leyendo en voz alta—. Sus últimas clases coincidirá con los estudiantes nocturnos de 20:30 a 23:15 y la cena de 23:15 a 00:15, mientras los nocturnos comen.

No le gustaba la idea de contrapear las comidas, como lo de merendar mientras los nocturnos desayunaban o cenar mientras los nocturnos comían, aunque si le agradaba que una vez finalizada la cena, Edén decidía qué hacer, pues no tenía que ir obligatoriamente a su cuarto como diurnos y nocturnos, aunque también podría hacerlo si quisiese.

Aún tenía muchas dudas en la cabeza, pero la que más la carcomía era el cuándo y cómo se sabía si eras diurno o nocturno.

Después de haber leído el horario y sus clases mil veces se dirigió a la primera clase.

Edén no era una chica que aborreciese madrugar, pero si se levantaba muy temprano como ese día, no paraba de bostezar, y así pasó en las primeras clases. Éstas parecían normales, se asemejaban bastante a lo que daban en su anterior instituto, salvo por algunas asignaturas como historia, que en vez de explicar las guerras mundiales o como Colón llegó a América, se enseñaba la historia de ese mundo, y le gustaba tanto que estaba deseando que llegase esa asignatura, quería conocer más sobre ese extraño mundo.

El turno de comida diurno había comenzado y Edén tenía mucho miedo, ya que no quería que le pasase como a Dorothy Chang en su anterior instituto, era la única persona que comía apartada del resto porque nadie la entendía.

Al entrar en el comedor vio caras conocidas que había ido observando durante sus tres primeras clases, pero ahora se arrepentía de no haber entablado conversación con nadie.

De pronto el miedo la invadió y salió de la cafetería corriendo, esperaba que en el horario nocturno pudiese hacer algún amigo para poder comer con él, aunque aún quedaban unas cuatro horas para que los primeros nocturnos se comenzasen a levantar.

Después de unas horas, su estómago le rugía tanto que hasta se sentía mal, estaba deseando que llegase el desayuno de nocturnos / merienda para ella, para comer algo.

Agradecía que las cocineras le hiciesen platos especiales, ya que no podía adaptarse a las comidas de los diurnos o nocturnos. El caso es que se sentía mal ya que seguramente le habrían preparado algo de comer y ni siquiera se había molestado en ir. Aun así, podría poner la excusa de que se había perdido observando la magnitud del edificio.

Ahora que lo observaba se daba cuenta de lo hermoso que era, incluso se parecía a uno que vio en una película con su amiga Claudia, el lugar era enorme y sus paredes eran de piedra antigua, la mayoría de la instalación estaba rodeada de jardines y estatuas, que según había leído en el libro eran de antiguos fundadores y del señor del tiempo. Edén pensó en ir algún día a ver la estatua del señor del tiempo para ver cómo era, pues tenía mucha curiosidad.

Una alarma la interrumpió de sus pensamientos, era la hora de la merienda y se moría de ganas por llevarse a la boca algo que no fuese aire.

Se levantó del césped y comenzó a caminar hacia la cafetería. Quería ser la primera en llegar para que no tuviese que lidiar con las miradas de todo el mundo, y lo logró. Lo bueno del desayuno para nocturnos era que la mayoría de gente se despertaba cuando quisiese con tal de llegar a tiempo a su primera clase, por lo que cada uno desayunaba cuando le apeteciese dentro de su rango horario.

Edén entro tímidamente a la cafetería y preguntó por María a una cocinera que andaba por allí.

La mujer salió en busca de María mientras Edén observaba las primeras caras nocturnas, al fondo observó una chica con cara pálida y pelo oscuro, no logró ver mucho más ya que estaba demasiado lejos como para inspeccionarla detalle por detalle.

También su mirada se detuvo en la puerta, no por mucho tiempo, ya que la gente que iba entrando se le quedaba mirando, así que prefirió mirar hacia la puerta de la cocina para no sentir más miedo del que ya sentía.

Pasados unos minutos, que para Edén fueron una eternidad, una mujer morena y regordeta se le acercó con un plato de comida.

—Toma cariño, creo que no has comido nada en todo el día, ¿verdad? —preguntó la mujer con una pequeña sonrisa.

Edén se limitó a decir que se había perdido y que cuando había encontrado el lugar, ya era muy tarde. La mujer le entregó el plato y se marchó de allí, Edén se dirigió hacia una mesa en la que no había nadie.

La mayoría de la gente sabía que era un bicho raro, no era la primera humana que había llegado a ese internado, y seguramente no sería la última, pero la mayoría estaba allí desde su nacimiento, y si no sabían que era la nueva, al ver el mero y las patatas lo sabrían.

Pasaron cinco minutos cuando un chico se sentó en la misma mesa que ella, nerviosa, no pudo levantar más de cinco segundos su mirada, lo suficiente para observar que se trataba de un chico y que tenía el pelo castaño.

Ninguno de los dos medió palabra con el otro, y así fue pasando el tiempo mientras más gente iba entrando en la cafetería y se iba sentando en alguna mesa menos en la suya. Él era el único que se había atrevido a acercarse. Él era la única esperanza para lograr conseguir algún amigo. Edén nunca había sido tímida, pero no era especialmente buena haciendo nuevos amigos, la mayoría de las veces esperaba a que la otra persona se presentara.

Edén se repetía miles de veces que tenía que echarle valor y presentarse.

El chico simplemente se limitaba a beberse el café y darle algún mordisco de vez en cuando a su tostada.

Pero cuando Edén cogió todo el valor que pudo, el chico ya había terminado y se estaba levantando para dejar sus platos en el fregadero.

Cuando se quiso dar cuenta, era tarde para ella. Se había preocupado más por lograr hablar con ese chico que de comer su propia comida, y por eso había dejado aún restos en el plato. Se metió en la boca todo el pescado que pudo y cuando terminó de ingerirlo salió de allí, recordaba que su próxima clase estaba en el aula B-16, en las clases diurnas había ido de las primeras para coger sitio, y lo había conseguido, pero esta vez llegaba tarde y el miedo hacía que le fallasen las piernas.

Finalmente, llegó cinco minutos antes a su clase, pero no fue suficiente ya que la mayoría de la gente ya estaba allí esperando. Se sentó en una mesa que había delante de dos asientos libres, no miró a nadie, aunque todo el mundo la miraba a ella.

La clase que tocaba era historia y a todo el mundo le encantaba esa clase, por eso normalmente las clases se llenaban enseguida, o eso le había parecido escuchar en la cafetería.

Un profesor de unos veinte o treinta años apareció por la puerta mientras los últimos alumnos se sentaban en sus asientos.

Era el hombre más guapo que Edén había visto en su corta existencia, tenía los ojos azules oscuros, el pelo negro azabache con una barba de pocos días y un cuerpo extremadamente bonito.

En su antiguo instituto no había profesores así, a lo máximo que aspiraba era que a la profesora de matemáticas no se le viese la raja del culo.

El hombre se presentó como Donovan Hook. Ella no sabía cómo hubiese sido el profesor de historia diurno, pero se alegraba de que este fuera su profesor, o al menos, de momento.

Un golpe en la puerta la despertó de su ensoñación. O su vista le fallaba o el que acababa de aparecer por la puerta era el mismo chico que se había sentado enfrente de ella en la cafetería.

Le susurró unas cuantas cosas al profesor, que Edén no logró oír, mientras le entregaba un papel, el profesor asintió. El chico se encaminó al único asiento que quedaba libre.

El del bicho raro, el suyo.

NOTA DE AUTORA

¡Hola a todos! Muchas gracias por darle una oportunidad a mi historia, aquí les dejo el primer capítulo. Espero que les guste. Publicaré todas las semanas, aunque aún no he fijado un día en concreto.
Si les gusta la historia no olviden comentar y votar.

Un besito

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