Capítulo 35. A dónde usted vaya
-Aún no descubre cómo salir, reina.
La voz del joven se incrusta en mi cabeza como un clavo oxidado. Como si no tuviera suficiente con Naim, quien insiste en preguntarme cada dos segundos cómo estoy y qué siento, como si su absurda preocupación fuera a cambiar algo. Son una molestia, ambos. Porque la respuesta es obvia.
-Si lo hubiera descubierto, ya estaría del otro lado... probablemente rodeando el cuello de Luriel -respondo con veneno.
El joven oculta una sonrisa tras sus palabras, pero no me importa. Yo pongo los ojos en blanco, cansada del espectáculo, y regreso a centrarme en el espejo nuevo que construí para mí misma. Uno que desafía cualquier noción de normalidad.
A través de los ojos que mi huésped me presta, percibo el cuarto al otro lado del portal. Una gran ventana se abre a un patio enorme donde el aroma a jazmín se filtra, fresco y molesto. Puedo sentir la incomodidad de mi huésped como una sombra pegajosa. Se voltea de pronto y pierdo la visión.
-¡Mierda! -mascullo, sintiendo cómo la frustración comienza a hervir bajo mi piel.
Las protecciones invocadas por Thalia, Vega y Cariem son... eficaces, lo admito. Demasiado eficaces. Apenas me dejan vislumbrar nada, pero yo soy mejor. Seré mejor. La competencia no me intimida, solo me irrita.
Claro, el nivel de sus hechizos tiene sentido. Thalia y Cariem, después de todo, fueron discípulos de Verena, esa bruja arrogante que juega a los dados con el destino. Casi, casi como Carina. Y Vega... bueno, no es de extrañar: es hija de una payesera. Su poder corre en sus venas como un río impetuoso.
Respiro profundo, cerrando mis manos en puños para no descargar mi ira contra el espejo. Necesito mantener el control, aunque la rabia me muerda por dentro. Retrocedo un par de pasos, cierro los ojos para silenciar la tormenta, y al abrirlos de nuevo, el escenario ha cambiado por completo.
Es la estación de policía. Otra vez.
-¿Por qué mi portal insiste en mostrarme este lugar? -mascullo, esta vez más para mí que para Mburukuja.
-¿Conoces a ese agente que apresó a Mortel y a Orkias? -pregunto sin esperar respuesta.
-Realmente no sé mucho. Solo que se llama Harvey Ross. ¿No es un humano ordinario? -contesta Mburukuja, con esa despreocupación tan suya.
-Al parecer, es un humano con muy mala suerte... -mi voz se arrastra con una mezcla de desdén y curiosidad mientras mi mirada permanece fija en el reflejo. Algo no encaja. Algo se escapa. Y yo no soporto que se me escape nada.
Quedo mirando el reflejo, intentando descifrar por qué mi conexión se dirige constantemente a él.
Harvey Ross. Su rostro no tiene nada en particular, pero hay algo en su mirada, en su postura, que me inquieta. Como si supiera más de lo que debería. Como si estuviera jugando un juego del que yo aún no entiendo las reglas. Y esa Danae, que está pegada a él... desde el día 1 que me la crucé en aquella entrevista con Luriel me dió mala espina.
-¿Por qué te interesa tanto? -insiste Mburukuja, cruzándose de brazos con un dejo de exasperación.
-No lo sé... -murmuro, todavía concentrada en el espejo. Mis ojos recorren el reflejo del agente, y sus compañeros de celda, observo cada detalle de forma atenta-. Pero algo me dice que no es solo un humano ordinario.
-Reina, estamos perdiendo el tiempo. Deberiamos ver la conexión con su media hermana o... enfocarnos en romper las protecciones de Thalia y Cariem. No en este tipo cualquiera.
-No entiendes, Mburukuja -replico, mi voz cargada de una impaciencia que no logro contener-. Si este "tipo cualquiera" logró apresar a Mortel y a Orkias, entonces mi padre era muy inteligente, le dio tantas herramientas que pudo hacerlo... tiene poderes y no lo sabemos. O peor... puede que sea la clave que necesito para encontrar la salida... no parece un pobre desgraciado y eso que anda con esposas.
El reflejo parpadea por un instante y cambia nuevamente. Ahora muestra una sala de interrogatorios vacía, iluminada por un fluorescente tenue que tiembla como si estuviera al borde de fundirse. Mi atención se detiene en la silla de metal al centro de la habitación. Algo en su posición, o quizás en su silencio, parece estar llamándome.
-¿Qué demonios es esto? -murmura Mburukuja, acercándose para observar el espejo. Su usual tono burlón ha desaparecido, reemplazado por una seriedad que rara vez le veo.
-Es una invitación -respondo, mi mente trabajando a toda velocidad. No hay otra explicación. Este portal, mi portal, nunca me muestra algo sin razón. Está jugando conmigo, guiándome hacia algo que aún no comprendo.
-¿Invitación? ¿De quién? -Mburukuja retrocede, visiblemente inquieto.
-De Harvey Ross -digo finalmente, con una certeza que me sorprende, tan rapido y me muestra su verdadera natutaleza-. Este humano no es tan ordinario como parece... y creo que me quiere contar algunas cosas.
Mi reflejo en el espejo sonríe, pero no soy yo quien lo hace. Algo más, algo que reside en mí, parece emocionado por el desafío. Un desafío que podría ser exactamente lo que necesito...
-¿Me vas a acompañar o decides quedarte aquí?
-A dónde usted vaya, yo voy, reina Iracema.
-Bien, así me gusta, sin que desafíes mis decisiones. Vamos, estoy realmente intrigada por lo que nos tengan que contar aquí.
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