Capítulo 25. Sangre de realeza

—Quiero que me pongas a otro vigilante —Vega habla fuerte y claro, y yo estoy en silencio parado en la puerta, relamo mis labios y miro a Orkias quien levanta una ceja cuando sus ojos dan conmigo

—¿Hiciste algo indebido Gianti? —pregunta mientras vuelve a bajar la vista y se pone a organizar unos papeles en su escritorio, parece estar buscando algo

—Le prometo que yo no hice nada, Arikú —respondo

—Orkias —insiste Vega—. El pedido te lo hice yo, hablame a mi...

—Pensé que el muchacho te acosó... lo siento es la costumbre. 

—Si hablamos de acoso... —susurro solo para que Vega gire y me ofrezca la mirada más asesina que le pudo salir desde el interior de su alma. 

Vega vuelve a Orkias y se cruza de brazos, yo más que atender la escena , solo puedo recordar sus dedos pasando por mi piel, y su cuerpo sobre el mío. Intento consentrarme, pero los recuerdos no respetan lugar, ni hora del día. 

Sus labios en los mios, sus piernas, su cuerpo... toda ella...

—Luriel ¿Me escuchaste?  —pregunta Orkias

—No —me asincero—. Lo siento, que ocurre. 

—Vega no es capaz de darme un fundamento válido, así que dejo a tu cargo ¿Quieres un relevo?

—Ni loco —respondo—. Mucho menos conociendo sus intenciones...

—¡Calla! —me ordena Vega con el rostro cargado de enojo.

—Aunque tú mandes en su corazón —le dice Orkias—. Y él siga siendo el Cario, yo soy un descendiente de Eirú, y mi orden vale mucho más, Crux... Luriel ¿Qué sabes?

—Quiere escaparse señor...

—Traidor —acusa la chica muy enojada e intenta salir de la oficina pero yo estiro mi brazo y la detengo, le ofrezco una sonrisa y ella de inmediato se sonroja. 

—No puedes salir, Vega —Orkias habla

La chica voltea hacia el heredero y lo mira con resignación, respira profundo y se vuelve a acercarhasta dónde se encuentra él. 

—Necesito encontrar a mi familia, —Suplica Vega—. Ya hizo pasar al Aregua a abaejas y sabe que están seguras ¿Eso le da tranquilidad, verdad?

—Así es —responde Orkias.

—Yo necesito que mi familia también cruce, para sentir esa tranquilidad.

—Y lo hará, esta noche Gustavo, Josefina, Juanjo, Gerardo y Yara saldrán de excursión, los van a encontrar. 

—¿Cómo está seguro de ello, Orkias? Nosotros no lo hicimos

—Porque fueron emboscados... y estoy seguro que nadie más va a seguir a los soldados que envío hoy, por favor, confía en tus compañeros. 

—Solo cambia a Luriel, te lo suplico —vuelve a decir y esta vez se pasa la mano en el rostro. 

—Si Luriel no me hubiera contado que intentabas escaparte, te lo iba a conceder... pero viendo como va la cosa. No hay forma de cambiarte de protector. Luriel de verdad quiere que estés sana y salva, y nosotros deseamos lo mismo. 

—Podrán mantenerme bien físicamente, pero mentalmente estaré muriendo —dice muy enojada, y entiendo la sensación, al mismo tiempo, mi deber es que ella esté bien. 

Vega sale de la habitación, Orkias se sienta en su silla y prepara una pluma y unas hojas, al parecer va a hacer una invocación de tinta, antes de apoyar su pluma al papel me observa. 

—¿No deberías ir tras la chica? —pregunta

—Le estoy dando unos segundos de ventaja. 

—No hagas una estupidez Gianti, que te conozco. 

—Te juro que he sido un santo... 

—No te creo, ya vete.

Curioseo por última vez a ver si logro entender que piensa hacer Orkias, pero no distingo nada, así que me queda obedecer, Salgo al pasillo de la masión y veo a Vega caminando en dirección al corredor del patio. Acelero mis pasos y justo a una distancia mantengo mi velocidad. 

—¿Ahora vas a ser mi sombra? —pregunta furiosa— A parte de chismoso, lambiscón y traidor, ahora eres un perro de caza. 

—Sólo cumplo lo que se me asignó —digo pasando mi pulgar por mi nariz, dando como un pequeño golpecito, como para disimular que me siento herido por la acusación. 

Vega camina en silencio hasta el árbol de Guavirá que se encuentra en medio del jardín y se frena de golpe, yo la imito. Se queda por una largo tiempo parada, esperando, mirando analizando. Se voltea hacia mi, y eso me genera un choque electrico en el estómago, furiosa se ve mucho más que hermosa. 

—¿Por qué? Tú, quien rompiste miles de reglas para lograr tu venganza. ¿Por qué me detienes?

—Porque todo lo que hice no funcionó, y mira al rededor, mira la gente que ya no está —respondo serio, dolido y preocupado—. Ni mi venganza tuve, al final, sólo hubo muerte, dolor y desolación, no quiero lo mismo para ti. 

—Comias corazones, y ahora te importa mi vida...

—Siempre me importó la vida de mis soldados... —respondo con sinceridad y total seriedad—. Aunque  a mis casi 20 años me doy cuenta que fui irresponsable, imprudente, manipulador, egoista y un idiota al exponer a tanta gente. Mi odio al enemigo no disminuyó, mi misión sigue siendo cuidar a las abejas, a pesar de que ahora somos relegados por los dioses, no quiero ver a más de los mios morir. 

Vega mira a un costado, y desde aquí me puedo dar cuenta que está evitando llorar, pero las lagrimas brotan de igual manera. Intento controlar mi impulso, tengo ganas de ir a abrazarla y decirle que todo está bien, pero debo respetar la distancia que ha establecido entre los dos. 

—Sólo quiero ver a mi familia —dice con la voz hecha trizas debido al nudo que seguramente tiene en la garganta. Comprendo la situación, más de lo que me gustaría compreder.

—Tu familia estará a salvo, Vega

—¿Cómo lo sabes? —Pregunta y sus ojos se ven vidriosos. Pasa su lengua sobre sus dientes y una sonrisa invluntaria cruza su rostro—. No me mantengas con las ilusiones al tope. Vengo de un lugar dónde mi madre es una asesina, en dónde todo el tiempo viví en sosobra, ¿Por qué mi familia estaría viva si parece que la pura desgracia me persigue?

—Yo sé que lo están —aseguro—. Mirena los encontró...

Ella queda en silencio, es como si estuviera atando cabos sueltos, se seca las lágrimas, y con dificultad intenta hablar. 

—¿Cuándo? —pregunta

—Esta mañana

—¿Por qué no me lo dijiste? —pregunta indignada

—Porque están en un lugar peligroso... —confieso—. Pero ahora están con su protección, ella y yo estamos conectados desde anoche, me pasa la info aquí —le señalo mi cabeza—. Hicimos como una red de espíritus que nos susurran los mensajes. Y llega hasta Mbakagua, y Mbakagua es quien me lo dice. 

>>No quería decirte, porque no quiería mentirte, decirte que los encontramos, pero están en peligro no es para reconfortarse...

—Por eso Mandan a Yara y al rompe huesos, los que no tienen piedad en descuartizar a sus enemigos ¿Quiénes los rodean, Luriel?

Guardo silencio, respiro profundo, no sé como sacar las palabras de mi boca. 

—Luriel...

—El grupo de Sabrina y sus mosntruos extraños. 

—¡Mierda! —dice se lleva la mano al vientre y se recuesta contra el tronco del árbol—.¿Por qué?

—No lo sé —respondo, ella comienza a mirar a todos lados y reconozco ese gesto, está calculando un plan—. No podrás salir Vega, no te irás, la misión saldrá bien, lo prometo. 

—Debes ir... —me ordena yo niego—. No me hagas esto Luriel... —suplica y vuelve a llorar, sí el corazón se me parte, siento el mismo nudo que ella siente en la garganta, y mi cuerpo entero tiene ganas de ir a protegerla, de obdecer su orden, de ir a esa misión a como de lugar. Pero sé que es más importante cuidarla a ella. 

—Sé que no lo entiendes. Que crees que te estoy traicionando.

—Lo estas haciendo... me prometiste que estabas para mi, tu ejército, tus poderes... tu reino, esas fueron tus palabras.

—Y es por eso, que los mejores soldados van a esta misión, es por eso, que me estoy debilitando enviando a Mirena tan lejos, es porque estoy a tus pies, inclinado ante ti que lo arriesgo todo  y te cuido para que no te pase nada.

>>Lamento que sientas que estoy siendo injusto, al mismo tiempo, no hay tiempo para que yo te diga todo lo que hago para ti, o para que lo sepas. Mi misión desde que el señor muerte me llevó y Thalia me trajo de vuelta es cuidar tu sangre, tu cabeza, tu descendencia.

>>Yo puedo ser el Cario, pero soy tu esclavo... y serlo implica que haga lo que sea necesario por tu vida, mucho más allá de tus caprichos.

>>Tú familia estará aquí, lo juro por mis soldados. Confía en mí.

Ella queda en silencio, arruga su frente y se pone en cuclillas, el llanto se hace más fuerte, me acerco, pero trato de cuidar no incomodarla.

—Lo peor es —dice entre sollozos—. Que te creo... y que confío en ti. Aunque ahora solo quiero odiarte inmensamente.

—Mi estrella, eres sangre de realeza, y yo tu lacayo. Puedes odiarme, al mismo tiempo, yo haré lo que sea, por verte feliz.

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