Especial de Navidad [Parte 2]
A Sybille y a los chicos no les quedó de otra que contar su plan macabro de poner trampas en lugares estratégicos del castillo. Sabían que no iban a poder enfrentarlo, ese inmortal siempre se valía de sus trucos con encantamiento para triunfar y lo mejor era darle su merecido de forma indirecta. Jehane estuvo de acuerdo que iban a tener que ayudar con las trampas, y cuando Julius empezó a explicar que todo estaba inspirado en las desventuras de un niño llamado Kevin McCallister, entonces cambió la cosa. Porque no entendía qué hacía escuchando a tres desconocidos que acababan de llegar y parecían saber todo de todo.
—Bruna lo hizo —dijo Julius, ya que así habían quedado hace un momento a solas con Sybille.
—¿Qué tiene que ver Bruna en esto? —preguntó Jehane desconfiada—. ¿Acaso ella envió a Ismael para que se apropie de las profecías? Para empezar, ¿cómo sabes de todo esto, muchacho?
—Bueno, dama Jehane, es una historia muy larga —intentó explicar Silvain—. Pero básicamente venimos del futuro y acabamos acá por alguna misteriosa razón. En el futuro leímos las memorias de la señora Mireille y del señor Arnald, también parte de tus diarios. La cuestión es simple, queremos ayudar para que ese Ismael del demonio no se robe nada. Si de pronto sienten o piensan que esto que acabo de decir no tiene sentido pueden excusarlo pensando que es culpa de Bruna.
—Ummmm... ahora que lo dices, pues si. Tiene mucho sentido que tres personas vengan del futuro para contarme todo, supongo que voy a creerles —dijo muy tranquila. Eso era irreal a la máxima potencia—. Supongo que esto es parte de un oportunismo para la trama del cuento. No tengo idea de cómo sé eso, pero ya está, lo acepto.
—Más o menos...—le dijo él. Aún no le había contado que era descendiente de los Bordeau, pero quería hacerlo de todas maneras. Deseaba ver su reacción.
—Si, algo me dice que es mejor no detenernos a reflexionar mucho, solo seguir adelante para agilizar todo —interrumpió Jehane y los demás asintieron.
—Supongo que él tenía en mente algo más complejo y emocionante, pero le arruinaron todo con eso de la experiencia de teatro inmersivo —dedujo Alain.
—¡Ah, pero qué niño más listo! Con razón nos va a joder tanto en el futuro —habló Nikkos.
—Si, o sea se entiende tu molestia, pero no tienes que hacer que todos los personajes de la alucinación nos reprochen, ¿sabes? —le reclamó Iseth.
—¿Se dan cuenta de la magnitud de esta desgracia navideña? Hasta el niño que estoy manipulando lo sabe. Me dan ganas de abortar la misión ahora mismo —se quejaba Esmael. Lo que faltaba.
—Ah no, ni te atrevas. Se ha puesto interesante, ya viene la parte de las trampas y los plot twist, eso no me lo pierdo —le dijo Nikkos. Alain suspiró, no le iba a quedar otra que aguantarse la manipulación mental hasta que se aburran—. Mete más escenas con Jehane, ya vas a ver que eso te anima.
—¿Te diste cuenta que ni siquiera ha metido a ese chico Caleb en la alucinación? —bromeó Iseth—. Me encanta tu versión enamorado por siempre, ¿sabes?
—No sé de qué hablas —se defendió Esmael—. Yo me encapricho con ciertas humanas a cada rato, no tiene nada que ver con enamoramiento. Y nunca dije que ella me interesara tanto.
—¿Quieres que hablemos de Bibbi Lewis? ¿O de Olive Richmond? Digo, ya que estamos en estas de negar cosas...—le dijo Nikkos. Y Alain podía jurar que Esmael en serio estuvo a punto de deshacer todo en ese momento.
—Ah, gracias por nombrar a gente que el niño ni sabía que existía, y yo que pensaba dejarle el recuerdo de esta desgracia igual. Ahora tendré que resetearlo al final de la desventura navideña. Nunca más compartiré una visión de sueño con ustedes, es una resolución de fin de año —le dijo con fastidio.
—¿Hola? ¿Podemos volver a la historia? Gracias —reclamaba Iseth. Quizá no saldría con recuerdos de ahí, igual intentó grabar ese nombre en su memoria. Olive Richmond.
—Tenemos que sacar los diarios de aquí —dijo Jehane, y como no volvió a escuchar a ningún inmortal, dedujo que Esmael seguiría con la historia buen rato.
—Rápido, a la iglesia —sugirió Sybille—. Mientras menos gente se involucre, mejor. Solo nosotros.
—Espera, ¿qué? —interrumpió Silvain—. ¿En serio le parece buena idea salir del castillo?
—Es mejor así —le explicó Jehane. La chica se acercó un poco más a él incluso. Ambos tenía casi la misma edad, y por un instante le pareció ver que Silvain se veía algo nervioso en su presencia, enrojecía. Lo recordó, él descendía de Caleb. Qué extraño era eso—. Conozco a Ismael, sé de lo que es capaz, lo que puede hacerles a todos. Lo mejor es que no participen en esto, podremos manejarlo. Él no tiene ningún poder en particular. Mientras no escuchemos su dulce voz encantada ninguno cederá, y no podrá vencernos.
—Bien, la dama gana, tiene razón —concluyó Sivain—. Vamos a dividir el trabajo ahora mismo. Mocoso —le dijo a Julius—, acompaña a la señora Sybille a buscar cosas que nos sirvan para cubrirnos los oídos, tendremos que comunicarnos por señas. Alain, ve con Jehane a buscar los diarios. Y yo empezaré a asegurar las puertas de la iglesia y llevar cosas para joder a ese infeliz. Nos vemos en un rato en la iglesia, ¿estamos?— Todos asintieron, tenían que ponerse en acción.
En ese momento ni siquiera lo pensó, pero cuando se encontró con Jehane caminando a solas por los pasillos del castillo de Saissac empezó a sentirse nervioso. No se detuvieron hasta llegar a una habitación, ahí había un escritorio, y varios libros. Pero en una mesa estaban los diarios de Jehane, los mismos que había visto en su casa, pero bastante nuevos y con la tinta apenas secándose.
—¿Te sorprende que escriba? —le preguntó ella mientras cogía los pliegos y los apretaba contra su pecho.
—No... no realmente, dama Jehane.
—Solo Jehane, ¿si? —le pidió ella con una sonrisa encantadora.
—No, Jehane —contestó correspondiendo su sonrisa—. Bueno, cuando me enteré de todo en mi tiempo sí me sorprendí, pero ya me acostumbré a la idea.
—Ohh... —dijo ella bajando un poco la mirada—. ¿Y de verdad has leído mucho de ellos? Mis cosas... ¿íntimas?— La notó avergonzada, había enrojecido.
—Supongo que en el fondo siempre supo que eso iba a pasar algún día...— murmuró él. Se le hizo muy linda con las mejillas rojas.
—Es cierto, pero sabía que sería cuando me muera y no tendría que pasar vergüenza. Ahora tú estás aquí y sabes todo de mí. Sabes... sabes como me siento. Mis deseos, mis miedos, mis dudas. Eso es tan... no lo sé. Desconcertante —él asintió. Le dio algo de pena, porque la entendía muy bien. A él tampoco le gustaría que sepan sus reflexiones más profundas. Aunque de seguro en ese momento Esmael ya lo sabía todo, estaba en su mente manipulándolo.
—Pero yo no le voy a decir a nadie, lo prometo —le dijo para confortarla. Le mintió en realidad, porque de todas maneras todos en la orden tendrían que saber más de los diarios.
—Gracias, Alain. Ahora creo que debemos ir a la iglesia —él asintió. Abrió la puerta y avanzaron por el pasillo. Seguían a solas—. Alain, ¿cómo te sientes en mi época? ¿Te ha gustado?
—Bueno, es diferente y me gustaría conocer más. Pero quiero volver a casa, extraño a mamá. Y es Navidad.
—Cierto. Si te quedas, y si todo sale bien esta noche, verás que la Navidad acá no es tan mala. Vendrán trovadores y juglares, también nos haremos obsequios. Mañana después de la misa claro, ya sabes como son las cosas acá.
—Debe ser fastidioso ir a misa y no creer en Dios, ¿no?
—No lo sé —contestó con cierta duda—. Es que no me gusta sentir que estoy sola, a la deriva en un mundo tan grande, en una realidad que quizá no existe, sintiéndome insignificante. Esas cosas aún me dan miedo. A veces prefiero pensar que hay un Dios, en el nacimiento en Jesús. Eso me calma mucho.
—Lo entiendo. Esto de los inmortales parece cosa de locos —ella asintió—. Lo único que quiero esta noche es que mi regalo de Navidad se aplastar a ese Ismael.
—¿Acaso lo odias mucho?
—Él mató a mi padre —le dijo con rencor, y Jehane lo miró con tristeza.
—Oh... lo siento tanto. Pero no estoy sorprendida. Ellos son así, matan sin siquiera detenerse a pensarlo.
—Lo sé. Y por eso esta noche cuando nos toque hacernos cargo de él no debemos de tener piedad. Él no la tendría jamás.
—Vaya, vaya.— La voz los sorprendió. Por un instante Alain pensó que se trataba de otro inmortal, pero justo al doblar el pasillo lo vieron. Era Reginald, el otro hijo de Guillaume. Los dos se quedaron inmóviles, se pusieron pálidos. Jehane apretó con más fuerza los diarios—. Así que planean ponerse sádicos esta noche.
—¿Qué habéis escuchado? —le preguntó Jehane con temor.
—Lo suficiente —dijo él plantándose frente a ellos—. Viene un inmortal, Ismael. Madre me ha hablado de él. Soy hijo de una profeta, no crean que no estoy enterado o no entiendo las cosas. ¿Ella sabe de esto?
—Si —contestó él—. Fue ella quien tuvo la visión de la llegada de Ismael esta noche. Vendrá por las profecías en los diarios de Jehane.
—Iremos a la iglesia, nos encerraremos ahí —le explicó Jehane.
—Ya veo —dijo el chico pensativo—. ¿Necesitan ayuda?
—¿De ti? —preguntó Jehane incrédula. Él solo sonrió de lado.
—¿Acaso he dicho una locura, Jehane? ¿En serio te parece que me agrada la idea de que un miserable inmortal se apodere de las visiones de mi madre? Saissac será mi feudo, no lo dejaré hacer lo que se le da la gana aquí. ¿Qué piensan hacer en la iglesia? ¿Solo encerrarse y esperar la desgracia o qué?
—Poner trampas como Kevin McCallister —explicó él, como si eso bastara.
—Ah... el niño futurista que daña a los ladrones de forma cómica y brutal. Qué bueno que esto sea solo una alucinación y así nos ahorramos la parte en que mi cerebro medieval no entiende los conceptos del siglo XXI.
—Uff si, de lo más oportuno. Yo también acepté como si nada que el niño vino del futuro por un agujero de gusano o algo así —explicó Jehane tranquila. Alain solo quería carcajearse, porque los inmortales también se reían.
—Definitivamente van a necesitar mi ayuda —dijo Reginald muy orgulloso.
—¿Sabes cómo poner trampas letales? —le preguntó él con curiosidad.
—Por supuesto, déjamelo a mí. Cuando se trata de destripar gente me da un atacazo artístico.
—Vamos entonces, no podemos tardar más.— Reginald asintió, y los tres empezaron el camino hacia la iglesia.
Llegaron casi al mismo tiempo para encontrarse con los demás. No hubo mucho drama para aceptar la ayuda de Reginald, no querían involucrar a más gente en eso, pero en serio les hacía falta más manos para poner todas las trampas. Mientras Julius y Sybille se dedicaban a armar las orejeras para no escuchar a Ismael, los demás empezaron a poner las trampas. La mayoría de ideas llegaba de parte de Reginald, él sabía además cómo improvisar con lo que tenían. Hasta Jehane recogió su falda y empezó a trabajar.
Tuvieron que mover las bancas de la iglesia para bloquear las puertas. Antes de encerrarse escondieron trampas de caza entre la nieve, pusieron aceite en sitios estratégicos, idearon formas de hacerlo caer y que se lastime mucho en el camino. Y en teoría ya estaban listos para enfrentar al inmortal. Cansados, se sentaron en las gradas del altar de la iglesia. Sybille y Julius les alcanzaron las orejeras, ya estaba todo listo. La habían hecho con hilos y telas atados, habían quedado decentes, o al menos esperaban que sea suficiente. Antes de ponérselas acordaron cuales serían las señales para actuar. Solo quedaba esperar.
Estuvieron en silencio bastante rato, empezaron a ponerse ansiosos. Jehane tenía los diarios reposados en su regazo, los demás la rodeaban. Por un instante Alain creyó que Ismael no iba a aparecer, pero entonces escucharon un grito afuera. Alain y Silvain subieron hasta el campanario, ahí vieron a un hombre luchando por quitarse de la pierna una trampa para oso. Le dolía, se notaba. Y cuando dio otro paso para acomodarse, volvió a encontrarse con otra trampa. Tenía las piernas atrapadas y desgarradas.
—¡Si! —gritó Iseth—. Empieza la sangre, esto se va a poner bueno —agregó emocionada. Casi podía imaginarla frotándose las manos.
—Y recién empieza, ya quiero ver lo que sigue —dijo Nikkos con la misma emoción.
—Pues les va a gustar —les animó Esmael. Y mientras, Silvain y él veían como Ismael intentaba sacarse las trampas para con mucho dolor.
—Quién diría que "Home Alone" podría inspirar tal derramamiento de sangre —comentó Nikkos, y a Esmael se le escapó una risita.
—Ya verás, es muy parecido a la película "Saw".
—¿A qué? —preguntaron a la vez los inmortales. Esa referencia ni él la entendió.
—Ahhh... cierto, esa se estrena en 2004. El tiempo es una curva, olvídenlo. Sáquenme de esta situación incómoda hablando de otra cosa —pidió Esmael.
—¿Sabían que en Latinoamérica "Home Alone "se llama "Mi pobre angelito"? —les dijo Nikkos, y Alain arqueó una ceja sin querer—. ¿A quién se le ocurre eso? ¿En serio? América es tan rara...
—Shhh... no digas eso, a Actea le encantan. Y ahora volvamos a la sangre. Esmael, sorpréndenos —pidió Iseht, y las voces inmortales se callaron.
—¿Crees que se rinda solo con eso? —le preguntó Silvain de pronto.
—No, apenas empieza.— En cuanto dijo eso, Ismael se libró de la última trampa. La parte inferior de su ropa estaba destrozada, pero a lo lejos pudo ver como su piel se regeneraba. Y en eso, levantó la mirada. Por primera vez lo veía de frente, sus miradas chocaron. Ambos sabían quién era el otro, y aunque había leído en los diarios de Jehane que Ismael no parecía nunca enojado, lo notó fruncir el ceño.
—Mierda, mierda, mierda... nos vio —dijo Silvain con temor—. Volvamos, hay que vigilar las otras trampas.
—Si...— murmuró nervioso.
Los siguientes minutos fueron una cadena de sucesos sangrientos, cada uno más salvaje que el anterior. En varias ocasiones tuvo que taparle los ojos a Julius, en otras se tuvo que aguantar el vómito. Luego de que Ismael esquivara el resto de trampas, intentó abrir la puerta principal sin éxito. Pero al tocar los enormes picaportes de hierro acabó con quemaduras pues Reginald se encargó de calentar el hierro desde adentro.
Luego intentó subir por alguna de las ventanas. Les parecía escuchar su voz, pero gracias a las orejeras y al ruido en general apenas lo escuchaban. Siguieron a salvo de su voz encantada, hasta que acabó con la columna quebrada por unos minutos cuando al llegar a una de las ventanas se resbaló por el aceite que ahí pusieron.
Pero el desgraciado se regeneraba muy rápido. En cuanto se recuperó de sus dolorosas fracturas, Ismael intentó entrar por una puerta trasera. La forzó, y pasó cierta parte. Hasta que Alain tiró de una soga y le cayó un balde de aceite caliente en todo el cuerpo y empezó a quemarse. Solo Reginald se mataba de risa con esa desgracia, porque las damas y Julius se la pasaron al borde de las lágrimas todo el rato. Por un instante hasta Alain tuvo ganas de que parara eso, porque aunque fuera inmortal y se regenerara, esas heridas sí que dolían. Ni las orejeras eran capaces de esconder los gritos de dolor del inmortal.
—Ni sientas pena, muchacho —le dijo Iseth de pronto—. Ese perro se lo merece. Ha hecho cosas peores, y ha disfrutado de todas. Pero deja que me entretenga, ¿a qué hora empiezan las mutilaciones? ¿Habrá garrote vil? —preguntó animada. En serio, los inmortales eran totalmente indiferentes al dolor ajeno. Eso le dio más asco que el olor a carne quemada de Ismael.
—Espera, las peores trampas están adentro —explicó Esmael.
—¡Vamos! Aquí viene —gritó Reginald, y los chicos empezaron a correr hacia el interior. Jehane, Julius y Sybille subieron hacia el campanario, eso habían quedado hacer si es que Ismael llegaba a entrar.
El cuerpo de Ismael ya se había regenerado, pero estaba desnudo. Furioso, arrancó unas cortinas y con eso se envolvió. La ropa improvisada no le duró mucho, pues en cuanto entró se lastimó los pies con las trampas escondidas en el piso. Vidrios rotos, grasa para que resbalara, y los candelabros que caían sobre él cada que Silvain y Reginald jalaban una soga. Algunos se clavaban en su cuerpo, o lo atravesaban. Los inmortales estaban de lo más divertidos viendo como Ismael intentaba librarse de ellos con dolor. Como a veces se quedaba sin alguna parte de su cuerpo, o sus vísceras quedaban a la vista. Pero el poder de regeneración de Ismael los seguía sorprendiendo, y volvía al ataque.
Ismael llegó al altar, los buscaba furioso con la mirada. Alain sabía qué trampa había por ahí, y quiso cerrar los ojos. Pero con una risa sádica, Reginald tiró de una soga que derribó maderos y piedras del techo sobre él. Ahí se quedó, aplastado por buen rato. Los chicos salieron a ver, habían quedado que si lograban inmovilizarlo por completo podrían amordazarlo y llevarlo a un calabozo de Saissac. Quizá esa era la oportunidad perfecta, Ismael estaba inconsciente bajo las rocas.
Empezaron a quitarlas una a una, ahí estaba su cuerpo inerte. Alain estaba apartando las últimas rocas, cuando sin querer miró el rostro de Ismael. Había abierto los ojos y lo miró con odio. Antes de que pudiera reaccionar lo cogió del cuello y lo apretó. Con la otra mano le quitó las orejeras, y con dificultad se puso de pie. Silvain y Reginald retrocedieron, pero este último lo amenazaba con una vara de hierro que había cogido.
—Quítense esas cosas o lo mato —amenazó el inmortal. Quizá no podían escucharlo con claridad, pero sin duda lo entendieron. Peor cuando vieron que empezaba a ahorcarlo. Alain intentó zafarse, pero era imposible. Se le iba la respiración, el mundo empezaba a nublarse. Ismael empezó a soltarlo poco a poco, los ojos le lagrimeaban. Cuando logró aclarar la vista notó que los chicos ya no llevaban las orejeras puestas—. Sé que Jehane y los diarios están arriba, iré por ellos. Y me llevaré al niño. Ni se les ocurra seguirnos —ordenó con voz suave y atrapante. Era la primera vez que Alain escuchaba una voz encantada, y aunque fuera en una alucinación, lo estremeció. A los chicos no les quedó de otra que obedecer, su vida corría riesgo y además lo ordenó con encantamiento—. Quédense aquí. Alain viene conmigo —dijo dándole un empujón. Iban rumbo al campanario para quitarle los diarios a Jehane—. ¿En verdad creíste que podrías conmigo? No me costó nada matar a tu inútil padre, otro imbécil que creyó que lograría hacerme frente. Y tú morirás protegiendo los diarios, igual que él. Pero antes verás como me deshago de tus amigos, verás cada una de sus muertes. Sería hasta injusto matarte, así te reencontrarías con el inútil de Jean Paul Bordeau —enfureció cuando escuchó eso. Sintió rabia, odio real. Y ganas de romper en llanto.
Aún consciente de que estaba en las garras de Ismael, Alain luchó. Intentó soltarse, le dio una patada, lo empujó. Pero Ismael seguía siendo más fuerte. Lo habían destrozado con trampas innumerables de veces, y él seguía atacando. Nada de lo que le harían el afectaría lo suficiente. Nunca iban a ganar. Tenía los ojos llorosos, Ismael le devolvió una mirada llena de desprecio y una sonrisa de burla. Lo odiaba, y no iba a dejarse pisotear por él.
—Te crees mucho porque atacas a un niño, porque aplastas a los humanos —le dijo con la voz temblorosa y las mejillas cubiertas de lágrimas—. Pero eso lo hace cualquiera, tus hermanos inmortales lo hacen todo el tiempo. ¿Y sabes qué? No importa lo que hagas, no importa lo que te creas. Nunca serás como ellos, y ellos siempre te van a pisar. Para los guardianes de la eternidad no eres nada. Y algún día yo te voy a destruir de verdad, vas a sufrir en serio —lo amenazó. El rostro de Ismael se ensombreció. Era eso, lo supo de pronto. Odiaba a la humanidad porque no podía enfrentar a otros inmortales. Porque para los guardianes era una paria. Ojalá que eso lo lastimara mucho.
—Wow... pero qué intenso se ha puesto, estoy viviendo el drama a full les cuento —interrumpió la voz impactada de Nikkos.
—Gracias por arruinar la tensión de la historia otra vez —le reclamó Esmael—. Era el momento menos oportuno para hablar, ¿sabes? Estoy por entrar al acto final.
—Antes de que continúes, déjame felicitarte por tu ingenio para hacer sufrir al falso Ismael —decía Iseth—. Quiero decir, esto es realmente Navidad para mí. Y el discurso que le soltó el niño ha estado en su punto, lo he amado total.
—¿Me dejan terminar? Continúa, Alain —le pidió el ángel oscuro. A él ni tiempo le dio de asentir. Aprovechó ese momento de distracción de Ismael para zafarse de él y correr hacia el campanario para advertir a los demás. Llegó primero, pero eso no significaba nada. Ismael fue rápido, y pronto estuvieron todos en el campanario. Jehane temblaba asustada, aferraba fuerte sus diarios.
—Jehane de Cabaret, qué gusto verte —le dijo con burla el inmortal—. Supongo que está de más decirte que debes entregar esas profecías sin oponerte. Eso claro si aprecias tu vida.
—No...—murmuró ella. Julius estaba asustado, y él, también. No sabían qué hacer. Pero Ismael estaba concentrado en Jehane y los diarios. Ya no lo miraba, y él estaba cerca a la escalera. Podía coger los diarios y huir hacia la planta baja. Intercambió una mirada con Julius, señaló con discreción los diarios. Él entendió. Luego miró a Jehane, esta lo observó a ambos. El pequeño Julius estaba a su lado, si era lo suficiente rápido podría correr entre ellos y alcanzarle los diarios. Era la única forma. Jehane estuvo a punto de lanzar sus diarios a Julius, pero entonces sucedió algo que los sorprendió. Sybille reaccionó y cogió a Jehane, le quitó los diarios y le hizo una llave para inmovilizarla. Se quedaron con la boca abierta. ¿Qué rayos significaba eso?
—Lo lamento mucho, Jehane —se excusó Sybille, ella chilló porque tiró de su brazo con fuerza—. Pero hay cosas que tienen que suceder. Lo he visto ahora, él tiene que llevarse tus diarios. No vamos a impedirlo.
—¡No!— Gritaron él y Julius a la vez. Sybille acababa de traicionarlos, eso no podía ser.
—¿Un mago o Bruna lo hicieron? —preguntó Julius confundido.
—No, niño —le dijo Sybille con molestia—. Es simplemente el destino. Siempre supe que esto iba a pasar, es lo que vi. Y ha llegado el momento de entregar los diarios.
—Gracias, Sybille —dijo Ismael con una sonrisa—. Es un gusto volver a verte. Me encanta compartir secretos con vos, la última vez hicimos algo bastante trascendental, ¿recuerdas?
—Ese no es el punto. Llévate los diarios de una vez.— Ismael avanzó unos pasos, estaba a punto de lograr su objetivo. Fue entonces cuando sonó un silbido. Los niños y Jehane se giraron justo a tiempo para ver eso. Ismael también, por eso logró hacerse a un lado a tiempo. Jehane aprovechó la sorpresa del momento para darle un codazo en el estómago a Sybille y liberarse de ella.
—¡No! —gritó Sybille. La campana de la iglesia iba directo a ella, quien la había empujado fue Reginald. Con sorpresa Alain vio el golpe, y a Sybille caer desde el campanario. Era imposible que haya sobrevivido a eso.
—Uhhh... me esperaba este giro inesperado de los hechos, siempre tiene que haber un traidor —comentó Nikkos—. Pero el parricidio de Reginald sí que me tomó por sorpresa.
—¿Y quién dice que este ha sido el plot-twist de la historia? —preguntó Esmael con voz juguetona.
—¿En serio acabas de matar a tu madre? —preguntó Silvain. Los demás seguían impactados por eso, ni habían reaccionado.
—Mi madre jamás ayudaría a ningún inmortal. Preferiría la muerte.— Entonces Alain lo entendió. Fue el primero en asomarse desde el campanario para ver el cuerpo de Sybille, los demás hicieron lo mismo. Se quedaron con la boca abierta, quién estuvo todo el tiempo con ellos no fue la profetisa. Otro inmortal se levantaba algo pesaroso después de la caída, había retomado su forma original.
—¡Soy yo! —gritó emocionado Nikkos—. Esa no me la esperaba, lo admito. Me vuela la cabeza, este plot twist te ha quedado divino. Ahora silencio que quiero escuchar mi excusa.
—¿En serio, Nikkos? —reclamó molesto Ismael desde el campanario—. ¿Fuiste tú todo el tiempo y dejaste que estos mortales me lastimen?
—Iba a robar los diarios para mí —confesó el Nikkos de la alucinación—. Y supe que ibas a llegar por una visión de la Sybille real, así que solo seguía la cuerda a los muchachos entusiastas. Me estaba aburriendo, quería hacer este robo más divertido.
—Si, suena a una excusa que tú darías —dijo Iseth.
—Si, si. Has captado mi esencia para expresarlo en este personaje.
—Pues qué lástima por ti, pero esos diarios son míos.— En el momento en que Nikkos en forma de Sybille cayó por el campanario, los diarios acabaron en el suelo. Jehane los cogió nuevamente, y aprovechó tanta distracción para correr al lado de los demás. Ismael avanzó hacia ellos, estaba justo debajo de la campana oscilante. Reginald aún tenía la vara de hierro en la mano, y la había elevado. Apuntaba directo a la cuerda que sostenía la campana. Ismael lo notó pronto, sabía que bastaría un golpe para que llegue su fin.
—No se atrevan...—murmuró. Ordenó con encantamiento en realidad. Pero Reginald sonrió de lado.
—Soy inmune a tus mierdas, inmortal —le dijo el caballero. Alain sonrió, así que Reginald siempre fue de la otra gente.
—Feliz navidad, inmundo animal —soltó él con desprecio. Y Reginald derribó la campana sobre Ismael. La idea era atraparlo dentro de esa enorme estructura de hierro, que fue justo lo que pasó. No escuchó de un ruido más, de seguro se dio un golpe en la cabeza que lo desmayó. O quizá terminó decapitado. Lo sabrían solo cuando quiten la campana de ahí, y nadie tenía intención de hacerlo. Qué mejor regalo de Navidad que un inmortal encerrado.
—Oigan, ¿y Nikkos? —preguntó de pronto Julius. Se asomaron de nuevo por el campanario, pero el inmortal se iba caminando alejándose de ellos.
—Volveré luego —dijo él en voz alta—. Las confrontaciones directas no son divertidas. Disfruten su navidad.
—Tan yo —soltó el verdadero Nikkos. En cuanto dijo eso, Iseth empezó a reír.
—Me ha encantado, solo falta la escena navideña final con nostalgia y emociones —agregó la egipcia.
—Y eso que he hecho esta historia sin ganas, imagina si le ponía empeño —decía el otro inmortal muy orgulloso.
—Ehhh... chicos, creo que mejor nos vamos de aquí —les dijo Silvain—. Y creo que ahora sí hay que avisar a los demás —agregó. Pronto se reunirían todos, y habría muchas explicaciones que dar.
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Amaneció, era Navidad. Estaban exhaustos después de una noche de trampas con Ismael, apenas se dio cuenta de eso después de todo lo que vivieron. La iglesia estaba destrozada, y se suponía que había servicio esa mañana a la hora prima. Lo que más escándalo hizo en Saissac fue la caída de la campana, así que finalmente se hicieron presentes los demás. La verdadera Sybille y Guillaume. Los padres de Jehane. La familia Maureilham. Luc, y Bernard. Jehane había recuperado sus diarios, y corrió a refugiarse con los amigos de toda su vida. Luc y Bernard la abrazaron, ella empezó a contar entre lágrimas todo lo que vivieron esa noche, y que al final consiguieron atrapar a Ismael en la campana.
—¿Lo hicieron todo ustedes solos? —preguntó Guillaume sorprendido—. ¿Cómo es posible?
—Bruna lo hizo —soltó Julius. Los demás arquearon una ceja con incredulidad, pero asintieron, aceptando ese ridículo argumento.
—En realidad la idea de las trampas fue de los niños —explicó Jehane—. Se inspiraron en un tal Kevin McCallister. Pero todo lo ideó Reginald.
—Es cierto —aseguró Silvain—. No se me hubiera ocurrido nada de las cosas sádicas que le puso al inmortal en el camino.
—No es para tanto —dijo despreocupado el chico—. Hice lo que tenía que hacer. Ningún inmortal entra a mis tierras sin que yo haga algo al respecto.
—Además, él fue quién lanzó la vara que hizo caer la campana —agregó él.
—Ya dije no es para tanto —decía Reginald, parecía incómodo con tanto mérito que le daban.
—Pero lo hiciste, hijo. Los salvaste a todos. Has sido un hombre muy valiente esta noche —lo felicitó Guillaume.
—Bien hecho, hermano. Se lo merecía, y actuaste bien —le dijo Bernard.
—Gracias —dijo Jehane y le sonrió—. Nada hubiera sido posible sin ti.
—Vamos, Jehane. Nunca te he agrado, no finjas ahora —soltó Reginald, incómodo.
—Es verdad, apenas te menciona en sus diarios —confirmó Silvain—. Y cuando lo hace siempre pone que eres un pesado.
—Pues esta noche cuando redacte lo que vivimos pondré con lujo de detalles que nos salvaste —le dijo Jehane sin dejar se sonreír. Al final Reginald correspondió esa sonrisa.
—Bien, de nada. ¿Eso querían escuchar?— Su padre, hermano y madre lo abrazaron, lo felicitaron por ayudar a Jehane y salvar los diarios. Se ahorraron los detalles sangrientos, a Alain le pareció que a los demás no les importaría mucho. Como les dijo Nikkos en forma de Sybille, en la edad media la violencia era cosa de todos los días.
Había leído en los diarios de Jehane y en las memorias de Arnald que Reginald era un envidioso, un infame, que actúo en contra de su medio hermano en varias ocasiones. Pero en ese momento se preguntó si quizá esas versiones nunca estuvieron en lo cierto. Quizá solo hablaron así de él porque les cayó mal, pero no fue así. Sabía que estaba viviendo una alucinación, pero Esmael no creaba las cosas de la nada, él sabía. Y quizá ese era el verdadero Reginald, el que nadie conoció bien. Un caballero como cualquier otro que salvaba la situación de vez en cuando sin exigir nada a cambio.
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Elipsis. O así lo entendió Alain, porque de pronto ya no estaban afuera de la iglesia. Estaban todos bien vestidos en el salón principal del castillo de Saissac. Guillaume había mandado a servir el banquete para todos. Tenían que celebrar, era Navidad después de todo, habían salvado los diarios de Jehane de Cabaret, y además tenían prisionero a un inmortal. Les había quedado todo de lujo.
Para su sorpresa y emoción, el gran trovador Peyre Vidal se hizo presente. Lo mejor de todo fue que Esmael lo recreó en su juventud y en su mejor momento, por lo que acabó feliz y maravillado al escuchar su hermosa voz encantada. Los caballeros brindaban, los niños jugaban. Julius andaba corriendo por ahí con Josep y Valentine, los hermanos menores de Luc. Jehane andaba con sus padres, contándoles con lujo de detalle lo que pasó esa noche. Silvain, como siempre y como era de esperarse, andaba con los populares. O sea, Luc y Bernie, hasta Reginald.
Y él estaba solo. Se había puesto a pensar en eso. Julius era muy chico para él. Silvain era muy grande. Siempre solo. ¿Acaso sería siempre así? Alain miraba por la ventana el paisaje medieval y nevado de Saissac. La película de los inmortales ya estaba por acabar, eso lo sabía. Y para todos había tenido un buen final, pero no tanto para él.
—Alain Bordeau.— La voz lo tomó por sorpresa, era Jehane. La chica se había acercado despacio, ni la había sentido. Sonreía, él correspondió.
—No dije mi apellido —comentó él.
—No, pero vuestro amigo Julius lo hizo. Bordeau. Entonces eres descendiente de Alix y Amaury, por eso tienes mis diarios en el futuro.
—Si, exacto.
—Ya veo, así empezó nuestra conexión —se quedaron en silencio, Jehane se paró a su lado—. ¿Por qué estás tan solo?
—No tengo amigos de mi edad —murmuró.
—Lo entiendo...
—No. Tienes a Luc, a Bernie. Ellos son tus amigos, siempre han estado contigo.
—Que tenga amigos no significa que no me sienta sola, Alain. Yo sé como se siente saber que no hay nadie en el mundo que pueda entenderte. Que no hay consuelo.— Entonces la miró. Por primera vez en mucho tiempo, al verla, se sintió comprendido—. He pensado constantemente en eso, en lo sola que estoy. Como dices, tengo amigos y familia a mi lado. Odio pensar y sentir que eso no es suficiente, porque no es justo para ellos. Me aman, y aún así no logro ser feliz.
—Lo sé —murmuró Alain. Porque él también la entendía—. Desde que papá se fue no soy el mismo. Mamá siempre está a mi lado, los chicos de la orden me acompañan, tío Jerome cuida de mí. Pero yo... no sé. No lo logro, a veces siento que nunca podré.— No sabía si en ese momento Esmael lo estaba manipulando, pero eso lo dijo de corazón. Era la primera vez que se expresaba. Y la primera que sentía que lo entendían.
—Alain —dijo Jehane con suavidad. Llevó una mano a su mejilla y la acarició. Él tomó su mano y la acarició despacio, estaba helada—. Quizá esto no sea real, quizá sea un sueño. Pero yo existo, o existí. Tú también. Sé que te diría estas palabras si tuviera la oportunidad de conocerte. Sé que hay otro mundo aparte de este donde te observo, y sé que sentiría lo mismo que en este momento. Quizá el tiempo nos separe. Pero el tiempo es una curva, una rueda, eso dijo Esmael. Y yo nunca te abandonaré. Mis diarios siempre serán tuyos, sé que cuando lo leas me comprenderás, y que te observaré desde ese otro mundo mientras lo haces. Sé que tenemos algo, que estaremos juntos, aunque no nos veamos. Esto que tenemos es para siempre.
—Que así sea, Jehane —se sonrieron. Ojalá Esmael le dejara recordar eso. No importaba si lo hacía o no. Una dama solitaria. Un niño huérfano de padre. Cientos de años los separaban, una línea entre mundos que no les permitía encontrarse. Y sin embargo estaban juntos en eso.
—Tenía un regalo para ti —le dijo mostrándole un pergamino doblado—, pero si te lo doy ahora nunca podrás verlo, no podrás llevarlo contigo. Lo dejaré en mis diarios, y lo encontrarás algún día. Así estaré contigo siempre.
—Me gusta esa idea —sonrió. Ciertamente, el cierre que le estaba dando Esmael a su película le había quedado muy bien.
—Feliz navidad, Alain.
—Feliz navidad, Jehane —se tomaron de la mano, sonrieron. Y así, juntos, entraron al salón a unirse a los demás para celebrar. Agradeció que Nikkos se hubiera callado esa vez para no arruinar el momento. De seguro que ya Esmael les iba a poner los créditos.
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Abrió los ojos, estaba en su habitación. Tenía imágenes borrosas de algo muy loco que soñó. No recordaba todos los detalles, pero sí que estuvo alucinante. Sonrió, miró por la ventana. Estaba nevando, y era Navidad. Alain se puso las pantuflas y salió de su habitación. Conforme bajaba por las escaleras notó el olor a chocolate caliente, venía de la cocina. Y al llegar a la sala, bajo el árbol ya le esperaban los obsequios.
—Feliz navidad, hijo —su madre acababa de salir de la cocina con un delantal navideño. Él sonrió y corrió hacia ella para abrazarla.
—Feliz navidad, mamá —sonreía. Era la segunda navidad sin papá, pero por alguna razón había despertado animado. Quizá tenía que ver con su sueño de viajero en el tiempo.
—¿Vas a abrir los regalos? Vamos, te van a encantar —él asintió, y fue al ataque. Se quedó bastante contento, había un Play Station 2 de parte de tío Jerome y algunos juegos. El mejor regalo sin duda fue el de mamá, era su primera computadora. La abrazó feliz, no podía creerlo, ni siquiera se lo pidió y no lo esperó para nada.
—¡Gracias, mamá! —le dijo emocionada. A su lado, Audra sonreía. Le dio dos besos en la mejilla y se quedó con él mientras él abría todas las cajas con sus regalos. Por un instante, un instante bastante loco en realidad, Alain pensó que de pronto escucharía la voz de Nikkos o Esmael en su cabeza. Pero no, eso había sido solo un sueño. ¿O no? Recordaba partes borrosas de aquel sueño, incluso que dijeron que todo era muy realista, pero él no lo recordaba así.
—¿Pasó algo, cariño? —le preguntó mamá al notarlo pensativo.
—Tuve un sueño super raro —le contó.
—¿Ah si? ¿Qué soñaste? —preguntó mamá con curiosidad.
—Que había viajado a la edad media con Julius y Silvain. Que conocimos a Jehane y sus amigos. Ismael quería robarse sus diarios y entonces pusimos trampas como en "Home Alone" para atraparlo.— Mamá soltó una risita. Él también. Pero tuvo una sensación extraña, porque de pronto empezó a recordar más cosas.
—Has estado leyendo los diarios anoche, ¿verdad?
—Algo...
—¿Y qué más pasaba en ese sueño?
—Lo raro de verdad era que escuchaba las voces de Esmael, Isethnofret y Nikkos en mi cabeza. Decían cosas, como si estuvieran controlando mi sueño y haciendo una película. Sabía que eran ellos, pero no podía verlos. Decían que era una experiencia de teatro inmersivo que rompía la cuarta pared.— En cuanto dijo eso, la expresión de mamá cambió. Se puso más seria.
—¿Eso decían?
—Si... era parte del sueño. Por eso te digo que fue muy loco todo.
—Demasiados vídeojuegos, me parece.
—Mamá, no seas así...—le dijo desanimado. Ya iba a empezar a decir que estaba mucho en el Play, por eso se le ocurrían cosas raras y locas.
—Vamos, Alain. A lavarte las manos, voy a servir el desayuno.
—Si, ma' —dijo y se puso de pie.
Alain hizo lo que mamá le pidió, pero de camino a la cocina encontró la puerta del despacho de papá entreabierta. La empujó despacio y pasó. Había logrado distraerse desde que despertó, primero por su sueño raro, luego por los regalos. Pero la gran verdad era que iba a pasar otra Navidad sin papá, y que lo seguía extrañando. Estaba solo ahí, y caminó despacio hacia donde descansaban los diarios de Jehane. Los acarició despacio, no entendía mucho del ese idioma, pero pronto tendría que estudiarlo para leer por su cuenta.
Pensó en papá, en lo que sacrificó para poder recuperar los diarios. En lo mucho que deseaba volver a verlo, pero solo le quedaba consolarse con la idea de que él lo observaba desde algún otro mundo. Suspiró. Cuando pensaba en papá se sentía muy solo. Sus dedos habían pasado por los diarios, y sin querer, al momento se apartarse, por poco derrumba unos pergaminos. Los cogió justo a tiempo, pero fue en ese movimiento que algo cayó al piso. Un sobre de pergamino atado en un listón rojo de terciopelo. Alain lo recogió, iba a guardarlo de nuevo entre los otros pergaminos para no desordenar nada, pero entonces vio algo.
Su nombre. En el sobre estaba su nombre. Alain, escrito en ese estilo medieval tan elegante. Los detalles de su sueño se hacían más difusos conforme pasaba el tiempo, pero en ese momento recordó algo. El rostro de Jehane, su mano acariciando su mejilla. Su voz, su mirada. Sus palabras.
Tenía un regalo para ti, pero si te lo doy ahora nunca podrás verlo, no podrás llevarlo contigo. Lo dejaré en mis diarios, y lo encontrarás algún día. Así estaré contigo siempre.
Tembló, eso no podía ser real. No podía ser que acababa de encontrar un pergamino medieval con su nombre. Con un mensaje de Jehane para él. Con las manos temblorosas quitó el listón de terciopelo y abrió despacio ese pergamino. No era una carta, era un dibujo medieval. Uno que lo dejó impactado. Era Jehane, con un brazo sostenía un libro. Sus diarios. Y tomado de su mano estaba un niño. Era él, estaba seguro de eso. Eran Jehane y él. Se le aceleró el corazón, y tuvo mucho temor. ¿Y si nunca fue solo un sueño? ¿Y si de verdad Esmael manipuló todo? Pero si fue así, ¿cómo la verdadera Jehane lo supo? ¿Cómo sucedió todo eso? Sentía que la cabeza le iba a estallar.
Seguía mirando el dibujo. Jehane le dijo que no importaba que estén separados por el tiempo y los mundos, que lo que ellos tenían era para siempre. Y eso sí era real. Aún tenía miedo, pero Alain sonrió. Dobló el pergamino y lo escondió entre su ropa. No estaba solo. Ese era su regalo de navidad medieval.
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Y así acaba el especial navideño 2019, espero les haya gustado <3
Hubo fuertes revelaciones XD que se aclararán luego, como Olive Richmond por ejemplo, y la mención de la fallecida Bibbi Lewis D:
Also, en los siguientes capítulos formales xd se hablará más de la conexión entre Alain y Jehane a través del tiempo <3
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