7.- Problemas en la escuela

Tenía dos semanas en la nueva escuela, y no se le estaba haciendo muy difícil. Alain siempre se consideró un niño listo, en su anterior escuela tenía sobresalientes y ganaba concursos de conocimiento. Pero cuando empezó las clases se sintió algo perdido. Los primeros días le costó acostumbrarse, y poco a poco comenzó a captar el truco. Tardó un poco con las tareas de matemáticas, y en la clase de química le dieron un "A", así que iba mejorando.

La escuela era exclusiva, todos eran hijos de gente que se pudría en dinero. Alain venía de una familia acomodada, nunca tuvieron problemas ni nada, pero su nueva realidad era otra. Estaba en una escuela de ricos y no iba a encajar muy bien ahí.

Su apellido no era la gran cosa, su madre no tenía un auto del año, su casa no era una mansión, no tenía nada. Aunque vistiera un impecable uniforme y Antoine hubiera mandado a comprarle todos los libros y los mejores accesorios de escuela, seguía sin ser como ellos. Algunos niños de su clase lo notaron, y aunque sabía que la orden pagaba sus estudios, ya le decían "becado". No quería que eso le afectara, estaba para aprender, no para perder el tiempo con niños idiotas.

De seguro que eso iba a pasar, pero entonces unos chicos del curso empezaron a hablarle. A ellos no parecía importarles de dónde venía, solo se estaban llevando bien. Se sentaban juntos en las clases, se sentaban en la misma mesa para tomar el almuerzo, y en los recreos se dedicaban a conversar de vídeojuegos. Todo parecía ir bien, hasta el momento nadie lo había molestado por no ser como ellos. Ya llegaría ese día, supuso. Algún día alguien lo iba a empujar y lo insultaría, y él tendría que defenderse como pudiera.

Fue en uno de los recreos que Julius se le acercó. En un primer instante sintió pánico, sus nuevos amigos miraron al niño con algo de desprecio. Ellos eran más altos, más ricos quizá, se creían mayores. Ese niño no encajaba para nada. Para variar, Julius empezó a hacerle señas, a sonreírle, lo saludaba como si nada.

—¿Lo conoces? —preguntó uno de ellos.

—Él es, bueno... es nieto de mi tutor.

—¿Maureilham ve por ti? —preguntó otro—. Siquiera ya tiene a alguien decente a quien criar —bromeó, los otros se rieron. O más bien se burlaron. Se sintió incómodo, no quería pasar vergüenza, Julius era un niño bueno que solo quería un amigo.

—¡Hola, Alain! —le dijo de lo más emocionado mientras él quería que lo tragara la tierra—. Me he comprado un nuevo juego para el "Play Station", ¿irás en la tarde a estudiar a la mansión? Podemos jugar si quieres.

—Julius, ahora no —dijo despacio tratando de disimular. Cierto que desde esa vez que jugaron se habían encontrado otras veces para lo mismo, pero no era necesario que todo el mundo lo supiera.

—¿Juegan juntos? —se burló el líder del grupo, un chico llamado Esteve.

—No —negó él.

—Somos amigos —dijo Julius, como para empeorar las cosas.

—No lo somos —se apresuró en aclarar. Apenas estaba empezando a ser aceptado por los chicos de la escuela, y no quería que Julius lo arruinara.

—Pero...

—Vete de aquí, Julius —le amenazó él. Al niño se le borró la sonrisa, los demás a su lado empezaron a reír.

—Eso. Vete de aquí, retrasado. —Esteve le dio un empujón a Julius, se fue a un lado y luego otro de los chicos volvió a empujarlo.

—Largo, subnormal. —Más risas. 

A Alain se le hizo un nudo en la garganta, peor al ver que los ojos de Julius se cristalizaban. No quería que llorara, estaba mal. ¿Y por qué él decía esas cosas? ¿Por qué dejó que insultaran al niño? No era una mala persona, no podía hacer eso.

Julius se fue avergonzado mientras Esteve y los chicos seguían riendo, él no fue capaz de seguirles el juego, solo bajó la mirada sintiéndose muy idiota. Tenía que pedirle perdón a Julius, y de paso prometerle que no dejaría que se burlaran de él.

El resto del día fue normal, aunque él apenas si prestaba atención a las clases. Recordaba a cada momento los ojos llorosos de Julius y la culpa lo carcomía. Actuó como un tonto, él no era así. 

Las clases habían terminado, pero él se quedó un rato más para sacar algunos libros de la biblioteca. Siempre fue bueno en ciencias y detestaba las clases de historia, pero tenía que poner más cuidado a eso, ya que la orden dependía mucho de la historia, sobre todo la época medieval de Francia. Sacó varios libros sobre la cruzada albigense, sobre el arte en la época, en especial sobre Rosatesse y Peyre Vidal. Antes de la orden nunca había escuchado hablar de ese trovador, pero resultaba que era muy famoso y que además estuvo relacionado con Bruna "la encantadora".

Llevaría todo eso para leer en casa, además esperaba que tío Jerome tuviera más traducciones de los diarios de Jehane. Lo último que leyó fue un inesperado encuentro en Antioquía con otra de las inmortales, Actea, que en ese tiempo no era nada hippie al parecer. 

Cuando salió de la biblioteca tenía cinco libros gruesos, y se rio de sí mismo. Todo un cerebrito, ¿eh? Quién lo diría. Estaba tranquilo por los pasillos de la escuela cuando se detuvo en seco. Etienne y sus compinches estaban allí. 

Tendría unos catorce años, pero era el típico matón de escuela, el rebelde. Se sabía que sus padres eran ricos empresarios, pero que vivían viajando. Quizá por eso el idiota hacía cualquier cosa para llamar la atención. Fue él quien hacía unos días empezó a decirle becado y a reírse a sus espaldas. Y algo le decía que ese chico lo iba a coger de blanco para burlas.

Solo tenía un camino, y ese era seguir adelante. Si se daba la vuelta iba a ser obvio que huía de ellos, lo mejor que podía hacer era pasar de largo lo más rápido posible. Alain aceleró el paso, pero Etienne y los demás apenas se hicieron a un lado. 

—¿A dónde vas, idiota? ¿No sabes pedir permiso? —le dijo Etienne. Se había plantado frente a él.

—Permiso, por favor —pidió lo más calmado posible.

—¿Qué traes aquí? —dijo señalando los libros—. ¿Te quieres hacer el empeñoso? ¿Eso quieres, pedazo de mierda?

—Solo dame permiso —insistió. Los demás chicos también lo rodeaban. Sin responder, Etienne le sonrió con burla y empujó los libros al piso.

—Recógelos.

Alain no dijo nada, sabía que estaba en desventaja. Se agachó, pero cuando iba a recoger uno de los libros, uno de los chicos que acompañaban a Etienne le dio un puntapié y cayó de cara al piso.

—Hey, apura. Ya viene un auxiliar —avisó uno de ellos. Alain se levantó rápido, pero Etienne volvió a empujarlo hasta hacerlo caer.

—A ver si te enteras, mierdecilla. No importa cuánto estudies, siempre vas a estar en el piso. Ahí es donde perteneces.

Los demás se rieron, Alain ni siquiera quiso pararse. Se sentía horrible, humillado, con ganas de llorar. Ellos se reían en su cara mientras él estaba tirado en el piso al lado de los libros. Todo era  feo, hasta que de pronto vio de lado que alguien se acercaba corriendo. Alguien pequeño. Apenas pudo abrir la boca de la sorpresa cuando vio a Julius dándole una patada en la entrepierna a Etienne, haciendo que se doblara de dolor. Se puso de pie, estaba estupefacto.

—¡Vas a pagar, maldito mocoso!

—¡Corre! —le gritó Julius. Ni siquiera lo pensó, empezó a correr tan rápido como pudo siguiendo al niño.

Etienne se recuperó, y así adolorido y todo, fue tras ellos. Julius y Alain cruzaban los pasillos de la escuela, pasaron por el gimnasio y se metieron por los jardines, al girar no vio a nadie. Los habían perdido. Se escondieron detrás de un árbol y ahí recobraron la respiración, todo había sido muy rápido y sorpresivo, jamás se esperó que fuera justo Julius quien acudiera en su ayuda.

—¿Estás bien? —le preguntó el niño.

—Si, pero, Julius, no tenías que hacer eso...

—Sí tenía, te estaban pegando y diciendo cosas feas. Son unos tontos, mi abuelo tiene más dinero y yo voy a heredar todo. Cuando tenga toda mi fortuna voy a hacer quebrar a sus papis. — Sin querer, Alain rio. Julius habló tan en serio que le causó gracia.

—No sabía que tenías una mente maquiavélica oculta por ahí.

—¿Maqui-qué?

—Nada —dijo mientras se acomodaba el uniforme—. Igual no tuviste que hacer eso, pueden intentar golpearte otro día.

—Igual siempre lo hacen —dijo resignado—. No importa, Alain, eres mi amigo.

—Oye, Jul, en serio siento lo de la mañana. No quería decirte esas cosas, no sé qué me pasó. No me gustó que te insultaran, no está bien. Eres mi amigo. 

Julius le sonrió, al fin hicieron las paces. Iba a decir algo más, pero notó que los chicos ya los habían alcanzado. Etienne y compañía iban otra vez corriendo tras ellos.

Empezaron la carrera, seguían avanzando por el jardín. Como Julius conocía más la escuela, empezó a internarse entre los arbustos y él solo lo seguía. La cuestión fue que cuando andaban por ahí acabaron por detenerse de pura sorpresa. Escondido entre los arbustos del jardín de la escuela estaba Silvain besando a una chica, y apenas los vieron se separaron.

Tal como intuyó, Silvain era de los populares. No del mismo grupo de Etienne, pero ambos eran conocidos. Alain definía a Silvain "cool bien", mientras que Etienne era "cool mal". Como era de esperarse, las pocas veces que se cruzó con Silvain en la escuela este apenas le dirigió la mirada. No quería que lo relacionaran con un par de niños subnormales. Solo que ahora estaban los tres ahí frente a frente y en una situación crítica. Y peor, porque Etienne y los demás acababan de alcanzarlos y también se quedaron quietos cuando vieron a Silvain y la chica rubia popular de la escuela en sus brazos.

—Celine, ¿qué demonios haces con Chastain? ¡Eres mi novia! —reclamó Etienne.

—No soy tu novia, idiota. Terminamos hace un mes, ¡un mes! Así que deja de estar molestando.

—Te doy dos segundos para que...

—Hey, hey. Acá tú no vienes a poner condiciones a la chica —le dijo Silvain muy serio—. ¿Qué haces aquí, además? ¿No deberías estar en el aula de recuperación para los imbéciles que no aprueban ni un puto curso?

A Julius se le escapó una carcajada, y eso les hizo recordar a los matones para qué estaban ahí. Casi los cogen, pero Julius fue más rápido y corrió a esconderse detrás de Silvain. Y él, como no tuvo muchas alternativas, también corrió al lado del niño.

—Hola, Silvain... —le dijo Julius con timidez. El chico lo miró molesto, pero volvió a enfrentar a Etienne y su banda.

—Ya veo, estabas corriendo detrás de dos mocosos inútiles para golpearlos. Pero qué puta vergüenza, ¿eh? Tan macho se cree el imbécil, y tiene que golpear niños.

—Por eso te dejé, eres un idiota —agregó la rubia Celine.

—Chastain, es mi última advertencia... —Estaba furioso, y sus secuaces también. 

—No, Etienne. Deja en paz a Celine, y a los mocosos —agregó, aunque parecía que la idea de defenderlos no le agradaba mucho.

—¿Y quién eres tú para mandarme? —Etienne se acercó y le dio un empujón a Silvain, pero este se mantuvo lo más firme que pudo—. ¿Qué te has creído? Te voy a romper la cara para ver si entiendes cual es tu lugar.

—El tuyo, que yo sepa, está por allá —dijo señalando a un lado. Miró, ahí lo único que había eran recolectores de basura—. A ver si te envuelves en una bolsa negra de una vez, que en la noche pasa el camión para llevarte al sanitario.

Eso sí que no se lo aguantó Etienne. La chica Celine soltó un grito cuando el matón golpeó a Silvain con toda la fuerza de su puño. Los amigotes de Etienne no lo dejaron caer, lo cogieron de los brazos y entonces el matón mayor aprovechó para golpearle en el estómago.

—¡Para! ¡Auxilio! ¡Ayuda! —empezó a gritar la chica—. ¡Y ustedes hagan algo! —les gritó, pero ambos estaban quietos. 

El primero en reaccionar fue Julius, una vez más atacó con una patada, a él se le ocurrió buscar algo con que apoyarse, así que cogió una piedra que había y se la tiró a Etienne.

—No seas suicida —le dijo Silvain de pronto. Estaba algo mareado por el golpe, se notaba. Y claro que estaba siendo un suicida, porque apenas recibió el golpe, Etienne giró molesto a verlo.

—Estás jodido, mocoso. Donde te encuentre y... 

Un silbato. Los chicos soltaron a Silvain y se fueron corriendo, Etienne también los siguió. Al girarse Alain vio que llegaba un auxiliar de conducta. Estaban salvados de la paliza, pero no de la sanción.


*************


Sentados en las bancas de la entrada de la escuela, los chicos esperaban que fueran a recogerlos. Ya habían llamado a sus familiares a notificar que los tres fueron detenidos por mala conducta. Le contaron al director de disciplina todo con lujo de detalles, omitiendo la parte de que Silvain estuvo en "cosas" con Celine, a quien por cierto dejaron ir rápido. Etienne y los demás también serían sancionados, y aunque ellos fueran víctimas, igual tenían que pagar.

Silvain tenía una bolsa de hielo en la mejilla, el ojo ya se le estaba poniendo morado. Ninguno de los dos hablaba, él no sabía que decir, y como a Julius no le daban cuerda mejor para todos y gracias por su silencio.

—No quería que te peguen, Silvain. —Bueno, al final tuvo que ser Julius quien rompiera el hielo. 

—Cállate, Julius, no estoy de humor.

—Pero es que no queríamos, de verdad. Tú solo nos defendiste.

—Yo no defendí a nadie —dijo fastidiado—. Solo le dije la verdad a ese idiota de Etienne.

—Gracias igual —dijo él—. Julius tiene razón, no queríamos meterte en un lío.

—Si, pero ya la hicieron, ya la cagaron. Ahora cierren el pico que ya tuve bastante de ustedes hoy.

—¿Nos perdonas? Eso hacen los amigos —insistió Julius.

—A ver, niñito, ¿quién te ha dicho que somos amigos? Solo compartimos el rato estudiando para la orden, eso no significa nada. No me interesa tener amigos como ustedes —decía molesto. Alain le creía, siempre lo pensó así. La teoría de que Silvain estaba por obligación en la orden cogía más sentido.

—Todos los de la orden tenemos que ser amigos, eso dice el abuelo —le respondió Julius.

—Veamos, ¿cómo te digo que no es así? —Silvain se giró, dejó un momento la bolsa de hielo a un lado, pero se notaba que seguía enojado—. Nadie es amigo en esa orden, métetelo de una vez en esa cabecita. No vale la pena tener amigos.

—¿Por qué dices eso? —intervino él—. Eso es mentira. Papá era amigo de tío Jerome. Y he escuchado que también conocían a los padres de Julius, que eran amigos.

—Ajá, antes que se murieran.

—No hables así... —dijo Julius despacio.

—Claro que lo digo. ¿Tus padres? Muertos. ¿El padre de este idiota? Muerto. Es lo único que te da la orden.

—En serio, Silvain, no hables así. —Ahora él también estaba molesto. ¿Quién se había creído que era para hablar de su padre? 

—Lo que quiero que tengan claro es que esto no es un maldito juego, ¿sí? No es "Caballeros y dragones", no es un videojuego que puedes poner en pausa cuando quieras. Acá hay mucho peligro, y la gente que intenta hacer algo bueno, se muere. O peor, termina loca.

—Yo no he visto a nadie loco en la orden —le dijo Julius. Silvain soltó un suspiro exasperado, parecía que quería decirles algo importante y ellos no entendían.

—¿Saben por qué en la orden le tienen tanto miedo a Bruna "la encantadora"? ¿Saben de dónde salió esa mierda de frase de Antoine? "No te acerques a Bruna si quieres vivir cuerdo", ¿saben por qué dice eso? Hace cinco años que esa zorra inmortal se llevó a mi madre, la controló, la volvió loca. Cuando esa desgraciada se enteró que la orden había renacido quiso saberlo todo, así que se la llevó para que le cuente.

—Ay no... —dijo él sorprendido. Mientras Silvain hablaba notó que sus ojos se ponían rojos, como si quisiera llorar. Estaba rabioso, parecía odiar a Bruna. "Como Luc de Maureilham", se dijo sin querer.

—No paró hasta que ella nos traicionó, le dijo todo. La volvió loca, y lo hizo a propósito. Ella puede hacer un "encantamiento" perfecto para que estés de su lado sin darte cuenta, pero con mi mamá no lo hizo así. La dejó consciente de que estaba traicionando a la orden.

—Qué feo —dijo ahora Julius.

—¿Feo? ¿Solo feo? ¡Mi mamá se ha intentado suicidar cinco veces porque la maldita la dejó demente! ¿Cómo mierda crees que me siento? La única razón por la que estoy en esta orden de es para averiguar cómo quitarle esa cosa de la cabeza a mi madre. Y cuando lo sepa, iré por la maldita Bruna para obligarla a hacerlo. 

Nunca imaginó ver a Silvain tan enojado. Menos verlo llorar. Las lágrimas salieron de su rostro mientras les contaba lo que Bruna le hizo a su madre, él se las secó rápido. Julius bajó la mirada arrepentido, él no supo que decir. Eso no solo era feo, era horrible. Pero luego de un momento habló, no iba a quedarse en silencio en esa situación.

—Silvain, yo también quiero aprender de la orden para detener a ese Ismael. Él mató a mi papá. Sé que él no tiene poderes como Bruna, que solo es malo porque le da la gana. Y yo ya no quiero que haga daño nunca más.

—Pues suerte con eso. —Silvain volvió a coger la bolsa de hielo. Una vez más se hizo el silencio, pero Alain aún tenía cosas que decir.

—Silvain, en los diarios que está traduciendo Jerome puede haber respuestas sobre ese encantamiento.

—¿Cómo? —preguntó con interés.

—La chica, Jehane. Ella también estaba "encantada", lo sabía pero no le importaba, era feliz con eso y seguía siempre a Bruna. Bueno, hasta donde voy leyendo sigue con ella. Dicen que en ese tiempo no sabía quitar el "encantamiento", o no lo sabía hacer bien.

—¿Cómo sabes eso?

—Porque describió una conversación con Amaury de Montfort en Antioquía, él le dijo que años antes intentó quitarle el encantamiento pero no le quedó tan bien. No sé, quizá si seguimos leyendo los diarios haya una respuesta.

—He escuchado que la única forma de destruir el "encantamiento" es que la misma Bruna lo haga —le dijo Silvain.

—No sé, Jehane escribió que cuando vio a Actea sintió lo mismo que cuando veía a Bruna.

—Que se sentía encantada con su presencia —dijo Silvain, pensativo—. Eso quiere decir que si las dos tienen un poder parecido, quizá Actea puede romper un encantamiento... —Alain asintió. Era una posibilidad, había que seguir leyendo los diarios y ver qué más hacían los otros inmortales.

—Yo creo que Actea es bonita —dijo de pronto Julius.

—Oh, cállate. Es una anciana, tiene como mil seiscientos años —le dijo Silvain con desagrado.

—¿Y eso qué? Es bonita.

—Es una hippie —dijo él, y notó como Silvain sonreía de lado.

—Oye, Bordeau —le dijo mirándolo—. Iré a tu casa uno de estos días, quiero ver esos diarios.

—Está bien —respondió sorprendido. 

No pensó que Silvain mostraría interés en acercarse a él de alguna manera. Pero ya sabía la razón, tenía a su madre con la mente partida entre querer obedecer a Bruna y contarle todo, o ser fiel a la orden. 

Los tres se quedaron en silencio cuando vieron que la limusina de Antoine entraba a la escuela. Hasta el momento no había llegado nadie de la familia de Silvain, tampoco su madre. Creyeron que era el chófer que había llegado por Julius, pero segundos después el gran maestre de la renacida orden del Grial salió de la limusina. Estaban en problemas.  



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Oh honey!! #PrayForLaMamideSilvain :(

Pero hablemos de la verdadera estrella de este capítulo, Julius agarrando a patadas a todo el que se cruce en su camino xdd

Los chicos necesitan urgente respuestas en los diarios de Jehane, ahora para salvar una vida. ¿Qué encontrarán? ¿Será posible? ¡No se la pierda!




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