6.- Rumbo oriente

11 de febrero de 1231

Le conté a Bruna lo que Sybille me dijo el día de la fiesta de Reginald. Mejor no lo hubiera hecho, porque se molestó mucho, y a nadie le gustaba verla molesta.

—Esa malvada —empezó a decir llena de ira—, lo hace por molestarme. Sabe que eres mi niña favorita, por eso te dijo esas cosas, Jehane. No le creas, tú eres una joven muy hermosa, claro que te vas a quedar con quien tú quieras.

—Es que parecía tan segura...

—Sybille es una arpía, dirá cualquier cosa para molestar. Antes le dijo a Guillaume que yo me iría con Esmael, y eso no es cierto. Nunca sentiré nada por Esmael y no he abandonado a mi familia por él. ¿No ves cómo manipula?

—Lo veo, señora. Pero entonces, ¿qué hago?

—Relájate, Jehane. En unos días me iré de aquí, nos iremos todos. Caleb, Joan, Kaysa. Iremos a Antioquía a visitar a tu prima y a... bueno, ese hombre.

—¿A mi prima Alix?

—Si. ¿Sabes que tienes dos sobrinos? Hombre y mujer, tienen tu edad.

—Qué bueno —dije con una sonrisa. Nunca teníamos noticias de la prima Alix, es que se fue a vivir muy lejos en oriente—. ¿Y cuándo es que se van?

—En diez días, sabes que me gustaría quedarme más tiempo, pero hay cosas que como inmortal debo hacer.

—Lo sé, señora, yo no reclamo nada.

Pero no me gustaba la idea de verla partir otra vez, y quién sabe en cuántos años volvería. Con ella también se irá Caleb, y eso me pone muy triste. Su viaje a oriente quizá dure un año, quizá más. No quiero que se vaya tan lejos. Así que lo decidí de pronto, y esta vez ella no tuvo que usar su encantamiento para convencerme.

—Me iré con usted, señora.

No se sorprendió, tampoco me reclamó nada. Quizá Bruna siempre supo que yo la seguiría donde vaya, y ya no era una niña a la que podían retener.


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20 de febrero de 1231

Estoy llorando mientras escribo esto, y no creo que pueda parar. Me he peleado con Luc, ahora sí en serio y muy feo. 

Hice los arreglos para viajar con Bruna y los Entenza, todo en secreto. Solo se le conté a Bernie, y aunque él quiso convencerme de que me quedara, finalmente acabó por apoyarme. Tenía varias excusas, entre ellas ir a ver a la prima Alix y su familia, pero él y yo sabemos que en realidad voy porque no quiero separarme de Bruna. Y de Caleb.

Hoy en la tarde Luc se enteró, se ha molestado mucho. Intenté explicarle las cosas, pero no quiso escucharme. Me dijo que no podía irme, que no podía salir sin el permiso de mis padres y que es una locura ir tan lejos para visitar a una pariente que ni conozco. 

Desde el día de la fiesta cuando me dijo que sentía cosas por mí no habíamos vuelto a hablar del tema, pero de pronto volvió a decirlo. Está celoso porque voy con Caleb, y cree que él y yo nos vamos a involucrar más. Yo sé que eso es muy probable. Quiero seguir viendo a Caleb, cierto. Pero no es eso lo que me hace ir a oriente. Es Bruna, siempre es ella. Quise explicarlo, pero eso solo lo enojó más.

—¡Ya deja de echarle la culpa de todo a ese encantamiento que tienes! ¿Es que no puedes pensar por ti misma? Pareces una marioneta, peor, una esclava corriendo detrás de su ama.

—No digas eso, Luc, no es cierto. Por favor no me grites así.

—¡Es que es verdad, Jehane! Esa mujer te tiene en sus garras y tú no haces nada por escapar, solo la buscas y la buscas, ahora te vas con ella.

—No puedo explicarlo, Luc. De verdad, quiero cambiar las cosas, pero yo... 

Es difícil ponerlo en palabras. Solo lloraba porque me sentía frustrada, una esclava, como él dijo. Sé que está mal viajar, lo siento y soy consciente de que no tengo que hacerlo. Pero es más fuerte que yo, aún sabiendo que no es correcto, quiero ir tras los pasos de Bruna. ¿Por qué, señor? ¿Por qué me castigas de esta manera? Cuando ella está cerca no soy dueña de mis actos, y ya no sé qué hacer.

—Ni siquiera importa lo que yo te pida, ni que te ruegue que te quedes. Igual lo vas a hacer.

—Perdóname, te juro que lo intento —le dije llorando. Quería abrazarlo como cuando éramos niños, quería que él me ayudara a liberarme. Pero nada servirá, lo sé.

—Entonces vete, Jehane. Cuando vuelvas quizá no me encuentres aquí —se fue molesto y me dejó sola, ya no puedo dejar de llorar.

Y pensar que fue él quien me regaló estos pergaminos, ahora escribo llorando lo que nos pasó. Luc, solo quiero que sepas que yo también te quiero. Pero nadie puede ayudarme y no puedo escapar.


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23 de febrero de 1231

Hace unos días dejamos Saissac y al fin tengo tiempo de sentarme a escribir un poco en la posada. 

Desde que salí de Saissac me siento extraña. Por un lado la sensación de felicidad por seguir a Bruna, pero también la tristeza de haber dejado a Luc atrás. Intento no pensar en él, en que quizá me odiará cuando vuelva. Es muy difícil, porque él es mi amigo de toda la vida, él me quiere y yo también. Pero ya no puedo retroceder, solo me queda seguir mi camino hasta Antioquía.

Quien notó mi tristeza fue Caleb, aunque él no puede entender todo el conflicto que pasa por mi cabeza. Aún así se tomó el tiempo para hacerme compañía. A su lado empiezo a sentirme más tranquila. Estoy aquí por la sumisión que siento por el encantamiento de Bruna, pero la compañía de Caleb me conforta. Él y todo lo que me provocaba es real, no fruto de ninguna magia de inmortal.

—¿Conoces a la prima Alix? —le pregunté esa mañana.

—Si, de toda la vida. Desde que era un bebé. Mamá, mi padrastro y ella viajaron juntos con un mercenario llamado Darnelle hace años. Ah, y Peyre Vidal también estaba en esa colada.

—¿El famoso trovador? —pregunté sorprendida, esa historia no la conocía.

—Así es. Nos llamábamos así... Pero no te vayas a reír, ¿si? —Yo asentí, a él parecía causarle mucha gracia todo eso—. La bella mujer, el gigante aragonés, la dama oculta, el mercenario inglés, el trovador. Y el bebé, yo era el bebé —reí sin querer. Me pareció todo como los personajes de un cuento.

—Entonces si conoces a la prima Alix, debes conocer a su marido también. Bruna solo le dice "ese hombre", y no sé, creo que no se llevan muy bien.

—Quizá, por algo no quiere nombrarlo. Pero para que lo sepas se llama Amaury Bordeau.

—Ah, bueno...—dije yo, al fin sacié mi curiosidad.


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02 de marzo de 1231

¡Es un día muy feliz! Caleb me besó. ¡Estoy que quiero gritar de la emoción! Bruna hasta se dio cuenta, y creo que le hizo gracia verme enrojecida y sonriendo como boba.

Nos hemos detenido en una posada en la ruta, acabamos de llegar a Génova. Han pasado varios días desde que viajamos, aunque yo estoy feliz por acompañar a Bruna y por estar cerca de Caleb, igual sigo recordando a Luc. Me siento culpable, él tiene razón, lo he abandonado. Soy débil y no puedo luchar contra un encantamiento, ni siquiera pongo de mi parte.

Estaba pensando en eso cuando vi a Caleb acercarse a mí. Me dijo que su madre estaba muy cansada y la dejó en la posada, su hermano Joan se fue a pasear por la ciudad y él estaba solo. Decidimos ir a caminar, yo no tenía ánimos de nada, no dejaba de pensar en lo que dejé atrás. ¿Volvería? Quizá en un año, aún tenemos que cruzar hasta Venecia, luego Grecia, y después recién llegaremos a Antioquia. Nos quedan al menos dos meses de viaje, los caminos están terribles. Así fue que nos sentamos un momento, ya estaba atardeciendo y pronto tendríamos que volver a la posada.

—¿Sigues triste, Jehane? —me preguntó él de pronto.

—No sé si estoy triste, me gusta estar aquí con ustedes. Pero a veces pienso que hice mal en salir, ni siquiera pedí permiso a mis padres.

—Te entiendo. Aunque sabemos que hay otra cosa.

—¿Qué cosa?

—Luc me odia, ¿verdad?

—¿Qué? ¡No! Él es bueno, no odia a nadie, ¿por qué te odiaría?

—Jehane, por favor... —sonrió de lado, como si yo hubiera dicho una broma—. Sé que es un buen chico, pero no le agradaba vernos juntos.

—Pues si... —admití algo avergonzada. 

—Entonces, ¿qué pasó con él en Saissac?

—Él no quería que venga con ustedes. Sabía la verdad, tú también la sabes. Yo no... no soy dueña de mi misma cuando está Bruna presente. 

—Si, me han dicho que estás encantada —me dijo él. Para Luc era un tema incómodo, pero al menos Caleb parecía tranquilo.

—Es que... —quise llorar de impotencia, era horrible sentirse así, tener tantos pensamientos y sentimientos contradictorios—. Yo sé que todos deben sentir pena por mi, de la pobre y débil Jehane que no puede hacer nada para liberarse. Luc no lo entiende, cree que depende de mí. Pero no es así, Caleb. Yo no puedo, te juro que no quiero hacer estas cosas. Pero es que no puedo detenerme, de verdad... 

Iba a llorar, pero él me atrajo a su lado y me abrazó. Yo cerré los ojos, no quería que me viera así. Caleb se separó apenas un poco de mí y llevó despacio una de sus manos a mi mejilla.

—Está bien, Jehane, no tienes que explicar. Yo sé lo que hace el encantamiento, lo he visto. No eres débil, no pienses eso. Los inmortales son superiores a nosotros, no podemos hacer nada.

Volví a abrazarlo. Era la primera vez que alguien parecía entenderme. Sybille me trataba como una pobre niña víctima, mis padres lloraban porque creían que era una marioneta en las manos de Bruna, Luc se enojaba porque yo no me resistía. Pero Caleb lo entendió, él sabe la verdad. No puedo hacer nada.

—Gracias, Caleb.

—No me agradezcas. —Nuestros rostros estaban muy cerca, fue entonces que pasó.

Sé de otros tiempos en los que besar a una dama era todo un ritual. Primero tenían que pretenderte, la pareja se hacía un juramento de finn' amor que duraría siempre, y luego solo podían darse un solo beso. Los tiempos han cambiado, pero no del todo. 

Caleb me tomó por sorpresa, fue mi primer beso. Sus labios rozaron los míos y yo no supe qué hacer, estaba de pronto temblando de emoción. Aún sentía su mano acariciando con suavidad mi mejilla mientras me besaba. Cerré los ojos y traté de olvidarme de los nervios. Pero aún los siento mientras escribo, nervios y emoción. Me besó, me quiere. Y yo también, Caleb. Te adoro.


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01 de mayo de 1231

¿Es que me estoy volviendo loca? Debe ser, porque aunque me encanta estar con Caleb y sentir sus besos, Luc no sale de mis recuerdos. Me siento culpable por irme de Saissac, no debí partir sin explicarle cómo me sentía. Me pregunto si él me sigue queriendo, si acaso piensa que soy débil y lo abandoné aún sabiendo lo que sentía por mí.

Ahora tengo que comportarme, porque al fin hemos llegado al Principado de Antioquía y fuimos a casa de la prima Alix. Durante el camino, Bruna nos contó que Alix la ayudaba con algunos temas "personales". Hay cosas que hace a espaldas de los inmortales, ya que se supone todos tienen que actuar como uno solo bajo las órdenes de su líder. Así que como de momento los inmortales viven en oriente y no la vigilan mucho, cada que Bruna va a  visitar a la familia y tiene que pasar por Antioquía, cuenta con la ayuda de Alix para sus cosas. ¿Qué cosas? ¿Algo prohibido y malvado? Nada de eso.

Bruna pensó que al ser inmortal, y por eso un ser superior, tiene el deber de ayudar a la humanidad. Los demás inmortales no lo ven así, por eso ella solo hace las cosas y no les dice nada. Siempre que Bruna pasa de oriente a occidente le deja a Alix toda clase de joyas, monedas, tesoros y demás para que ella y su familia los repartan. Alix le entrega una lista de la gente que necesitaba ayuda. A veces es algo que se podía resolver con joyas, otras veces Bruna tenía que intervenir usando su encantamiento. Detener disputas, ordenar calma, parar injusticias. No es nada grande para no llamar la atención, eso sería un inconveniente.

Alix y su esposo, o "ese hombre", como le decía Bruna, se encargaban de recopilar historias de gente que necesitara ayuda, no solo en esa zona, sino del resto del mundo conocido. En los viejos tiempos Alix trabajó para la orden y sabía cómo armar una red de informantes, así que volvió a hacerlo, y así Bruna, sin desviarse mucho de su destino, podía ayudar a la gente de la forma más discreta posible sin llamar la atención de inmortales. Sobre todo, sin que se corra la voz de gente diciendo que había una dama misteriosa que solucionaba todo con solo hablar.

Al llegar a Antioquía andaba de lo más ansiosa. Sé que tengo una sobrina y un sobrino de mi edad, quizá hasta un poco más grandes, eso es un poco raro pero igual me gusta. Cuando entramos, vi a Alix en el patio principal, estaba esperándonos. 

Lo primero que hizo fue abrazar a la señora Kaysa y a sus hijos. Después de saludarlos, Bruna se descubrió el rostro y Alix la miró con una sonrisa. Encantada como yo quizá, o no tanto. Ese era un efecto que Bruna causaba en la gente sin querer. También me pregunto si Alix hace por voluntad propia la labor de ayudar a Bruna, o si la encantó para que lo haga.

—Alix, te quiero presentar a tu prima, Jehane de Cabaret. Es hija de Peyre Roger y Guillenma.

Ella se quedó sorprendida, luego me miró fijo, como si quisiera reconocer a mi madre en mí. Se me acercó despacio, yo apenas me movía, me sentí un poco intimidada. Pero después la prima Alix me sonrió y tomó mis manos.

—Te pareces a tu madre cuando era joven, en los tiempos en que me criaba —me dijo con voz suave, se notaba sorprendida, quizá era yo la primera visita de un familiar que recibía en años.

—Me da gusto conocerla, prima Alix.

—Me haces sentir más joven diciéndome así —me dijo ella. 

La prima Alix tendría poco más de cuarenta. Se sabe que fue aprendiz de Oriza de Labarthe, así que la dama debía de saber todos sus trucos, incluso más que Adeline.

—¿Y cómo así decidiste venir hasta acá? ¡Tan lejos! Mira que este viaje no lo hace cualquiera.

—Pues es una historia muy larga... —dije tratando de evadir el tema.

—¿Podemos pasar? Qué calor infernal hace en este lugar —le dijo de pronto la señora Kaysa.

—¡Ah claro! Pasen, pasen. Alodia y Darnelle están con su padre, pero ya vienen. Y tú, querida —dijo Alix, tomando mi brazo—, no te separes, quiero conocerte.

—Paro eso vine, prima —le dije. No en verdad, una mentira piadosa. Aún así me alegra al fin conocerla.


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03 de mayo de 1231

La familia Bordeau me gusta. Alodia tiene la edad de Valentine y es toda una traviesa, una pilla de verdad. Alix dice que se parece a ella cuando era una niña, así de indomable como es. Aún así la única que puede calmar a la fiera es su madre, basta una mirada o una palabra de Alix para controlar a Alodia. Dicen que le pusieron ese nombre en honor a una vieja amiga del señor Amaury, una monja aragonesa muy lista y pionera de la medicina en su país. Quién lo diría, ¿no? Una monja sanadora, eso sonaba interesante.

Y está Darnelle, el hijo mayor de la pareja. Tiene la edad de Joan y se parece mucho al señor Amaury. El nombre se lo pusieron por ese mercenario inglés que viajó con todos hace mucho tiempo, y que murió en un rescate. Alix dice que aunque solo tiene su nombre, en actitud su hijo se parece al fallecido. Ambos hijos son impetuosos, y con su padre apoyándolos en todo, pues peor. Solo Alix los pone en regla, y ambos respetan mucho a su madre.

En estos días, Bruna se la ha pasado revisando la lista de personas a las que debe ayudar a salir de su desgracia, pero también revisando algunas de las plantas curativas que tiene Alix en su jardín, todas de semillas que Bruna le llevaba. Así que, mientras ellos estaban concentrados en sus asuntos, los jóvenes íbamos a lo nuestro. 

Alodia es divertida, ni hablar de Darnelle. Y yo que andaba de arriba para abajo con Caleb. Al principio Joan parecía sentirse desplazado, pero en cuanto empezó a prestarle atención a Alodia las cosas cambiaron. Ahora el único que no está emparejado era Darnelle, y cómo le gusta molestarnos.

No puedo decir que Caleb y yo tenemos una relación. Él fue nombrado caballero antes que su padrastro cayera enfermo, y por nada más y nada menos que su verdadero padre, el conde de Foix. Y yo soy una dama sin propiedades, ni títulos, ni nada. Solo una dama de origen noble, pero nada más. Ya no se practica la finn' amor como antes, fue prohibida por la iglesia y considerado una herejía. Decían que considerar el goce del amor como una forma de acercarse a Dios era pecado, así que ya no había nada de las viejas tradiciones de dama y caballero.

Entonces, ¿cómo quedaríamos Caleb y yo? Nos besamos siempre a escondidas. Sybille dijo que él y Luc siempre formarían parte de mi vida, pero que yo no iba a casar nunca. Si eso es cierto, ¿qué será de Caleb y de mí? ¿Debo pedirle una relación más seria con el permiso de nuestros padres? ¿Eso no sería presionarlo? ¿Qué hago entonces?

Trato de no pensar en esas cosas, pero es un poco difícil. Lo único que sé es que pronto iremos a un país del oriente a buscar medicinas para el señor Encarni, tengo que esperar. 

Antioquía es un bonito lugar, como una mezcla del oriente y la cristiandad. Muchas cosas me llaman la atención de este lugar, pero la persona que más me intriga es el señor Amaury. No sé si Bruna y él se llevan mal, pero él trata de evitarla y ella hace lo mismo. Si quizá hicieron las paces alguna vez, no parecía.

Una mañana estaba desayunando junto a mis sobrinos y el señor Amaury, prima Alix estaba en el jardín. Los chicos se andaban peleando por algo, pero todo terminó en que Alodia le dio una patada a Darnelle y este empezó a reclamar.

—Me están aburriendo, cállense —les dijo Amaury.

—¡Pero ella me ha pateado, papá! ¡Haz algo!

—No hará nada, porque soy la engreída de papi —se burló Alodia.

—Tú lo que eres es un duende del mal, igual que tu madre. Así que le pides disculpas a tu hermano y se acabó.

—Lo siento, Darnie —le dijo Alodia.

—No te creo.

—Porque tienes razón, ¡no siento nada! —le dio otra patada y salió corriendo del comedor, Darnelle la siguió amenazando con devolverle el golpe. Y de pronto estaba a solas con Amaury por primera vez.

—Lo siento por el ruido, Jehane.

—No importa —contesté mientras tomaba un poco de vino. Él me miró y se me acercó más.

—¿Puedo pedirte un favor, Jehane? —me dijo en voz baja mirando a los lados. Solo entonces me di cuenta que me estaba alcanzando un pergamino doblado. Era una carta—. Entrégale esto a Guillaume cuando vuelvas, por favor.

—Claro —dije despacio y sin entender. Tomé el sobre y lo escondí entre mi ropa—. No sabía que usted conocía al señor Guillaume.

—Éramos amigos, hermanos. Pero cuando Bruna me "liberó", puso como condición que no volviera a hablarle jamás. Y acá estoy, al otro lado del mundo y sin saber nada de él hace años. No vayas a contarle nada de esto a Bruna.

—Yo no... no sé si pueda hacerlo señor.

—¿Estás encantada?

—Más o menos.

—Ah... yo sé lo que es eso. Una vez Bruna me encantó —dijo para mi sorpresa—. Y fueron los peores años de mi vida. Recordando su maldita voz a cada momento, sin poder controlarme, sin ser dueño de mí mismo —tragué saliva. Yo lo entiendo, es exactamente lo que yo vivo.

—¿Y cómo se liberó?

—Ella lo intentó, recién se había convertido. No sabía usar bien su poder, hasta ahora le cuesta controlarlo. Quiero decir, puede hacer el encantamiento, pero sacarlo es otra cuestión.

—Entonces usted aún está encantado.

—Quizá —dijo de mala gana—. Debes cuidarte, Jehane. Esa mujer no es lo que parece.

—Pero ella ayuda a la gente, ¿no lo ve? Les da tesoros, detiene peleas con su encantamiento. Hace el bien.

—Si, eso no lo vamos a negar. Pero así como hace cosas buenas, arruina a la gente. Solo mírame a mí, me arruinó la vida y encima me separó de mi mejor amigo. Alix no lo dice, pero no tuvo alternativa que vivir aquí. Es una especie de exilio encantador —dijo con amargura—. Bruna, la tierna inmortal que en su benevolencia nos dejó incluso tener hijos, siempre y cuando hagamos lo que quiere. Así es ella, Jehane. Que no se te olvide. 

Yo solo asentí. Sé que tiene razón.


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06 de mayo de 1231

Nos vamos mañana. Pasaremos tierra santa y luego continuamos más allá. Estoy asustada y emocionada. No sé qué hay en oriente, no tengo idea de qué esperar. Otras costumbres, otro tipo de gente, otra ropa. Bruna nos contaba historias de niños, pero ya no sé si eran reales o no.

Estamos todos listos, lo único que me da pena es que la señora Kaysa se quedará, pues está algo indispuesta y el viaje puede hacerle daño. Joan se quedará a cuidarla, así que solo iremos Caleb, Bruna y yo. Y hablando de Caleb, al final terminé contándole a Bruna lo que había entre él y yo, y como ella es una dama más experimentada quería saber qué me aconsejaba.

—He visto tantas cosas en estos años, Jehane. Antes me escandalizaba por el amor libre, luego lo abracé y me entregué sin complicaciones. La gente del mundo es diferente, no piensan igual y creo que hasta sienten diferente. Tienes todo el derecho a enamorarte y vivir tu amor de la forma en que te parezca, y si él está de acuerdo, entonces sigan adelante. Pero aquí, ahora. Durante el viaje a oriente. Porque en Provenza no podrán, lo sabes. Los cristianos tienen reglas, cada una más estúpida que la anterior. La única forma de que puedas estar con él es con un matrimonio.

—No sé si él quiera casarse, señora.

—Pues pregúntale —me dijo muy tranquila.

—¿Pero eso no es presionarlo?

—¿Y a quién le importa? No estás para esperar la voluntad de ese joven, Jehane. O quiere estar contigo con todo lo que implica, o no quiere. Así definen de una vez si esto es solo una aventura, o si algún día será serio.

—¿Y si se molesta?

—Te consigues otro. El mundo está lleno de hombres, Jehane. Podrás encontrar a alguien que te ame y no te deje ir.

—Ojalá...

—Eres una muchacha preciosa, ya te quisiera yo para mi Bernard, pero él solo te ve como su amiga.

—No creo que pueda tener nada con Bernard, sería extraño. Es como mi hermano.

—Lo sé, por eso no insisto. Aunque en teoría podría hacer que se juntaran, eso no estaría bien.

—¿Puede hacer que la gente se enamore con su encantamiento?

—Puedo hacer eso y muchas cosas más.

—Ahhh... —dije despacio. 

Estábamos caminando por el centro de Antioquía. Podrían pensar que éramos primas, ambas parecíamos de la misma edad. ¿Y cuántos años tenía Bruna? Este año cumplía cuarenta y cuatro. Aunque a esa edad muchas damas lucían bien, ninguna aparentaba el estado de Bruna. Ella parecía apenas salir de los veinte. Y algún día cuando yo tenga su edad ella seguiría igual de joven y hermosa.

Aunque siempre Bruna se me hizo una persona divina, algunos podían decir que no tenía una belleza excepcional, ni exótica, ni nada. Que era una chica cualquiera en el mundo. Eso lo pensaba muy poca gente, porque mientras paseábamos por el centro, las pesonas volteaban a mirarla. Ella apenas prestaba atención, quizá ya se había acostumbrado a eso. 

Nos detuvimos un momento en un puesto de telas. Cuando de pronto vi caminar a alguien desde el interior de la tienda. Vestía ropa cómoda de viajera, no era un vestido, parecía más oriental. Era delgada, rubia, y miró directo a Bruna.

—Pero ¿qué demonios haces acá? —dijo de pronto la mujer. 

Yo no pude reaccionar, Bruna tardó un poco más en hacerlo. Por alguna razón cuando miraba a la recién llegada sentía algo parecido a lo que me pasaba en la presencia de Bruna. Si al principio se me hizo extraña, luego no dejaba de mirarla y de pensar que también era divina.

—Actea... —escuché decir a Bruna despacio, parecía pasmada.

—¿No que te tomarías más tiempo en Saissac?

—Si, pero...

—Querida, esto no fue lo que quedamos. Estás jodiendo a Esmael, mi amor. Y cuando lo jodes a él, te metes con el peor —me asusté. Actea es una inmortal, según sé. Bruna parece estar en problemas.



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Uhhhhhhhhhhhhhhhh gurl #fuertesrevelaciones

Ahora sí, señoritas y señoritos, es momento de alabar la llegara de la inmortal más querida del mundo mundial 

Y tenemos representación de la escena xd

Y ya saben, actualización cada viernes. No olviden comentar ❤





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