4.- Una visita interesante

12 de enero de 1231

No puedo dejar de escribir, debo practicar para poder seguir con este nuevo proyecto. Mamá me enseñó a escribir de niña, pero una cosa es aprender a hacerlo, y otra tener que escribir con regularidad. 

Nunca he tenido necesidad de eso, no sé cómo contar las cosas que me pasan. Tampoco sé si es correcto escribirlo, porque en viejos tiempos mataron a gente por saber lo que yo sé ahora. Y si esos tiempos volvieran, quizá matarían a quien lea esto. O quizá pensarían que no soy más que una loca que escribe historias sobre inmortales y magia. Yo también lo creo a veces.

Todo esto empezó hace unos días, cuando Luc me regaló un cofre. Lo abrí con curiosidad, y así vi los pergaminos en blanco. Al principio no entendí, pero él también me regaló pluma y tinta. 

—Es para que escribas, Jehane —me dijo él con una sonrisa. 

Debo confesar que con los años Luc se ha convertido en un caballero muy guapo. A veces lo quedo mirando, y no puedo evitar pensar en lo bello que es.

—¿De verdad crees que tengo que hacerlo?

—Bueno, puedes escribir lo que quieras. Tienes la letra más bonita de todos, ya no quedan muchas mujeres como tú por aquí. Salvo las monjas quizá.

—No sé cómo tomar eso —reímos, pero yo entendí a qué se refería.

Nuestras madres fueron criadas con mucha educación y cuidado, eso fue porque en sus tiempos la orden del Grial existía y el gran maestre exigía que las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres, entre ellos que sepan leer y escribir. La orden no existía más, y ya no había mujeres cultas que enseñen a sus hijas, muchas de ellas murieron acusadas de herejes durante los primeros años de la cruzada. Hoy en día es muy difícil encontrar a una mujer que sepa escribir. Con las monjas es otra cosa, a ellas en sus abadías las educan así.

—Entonces, Luc, ¿quieres que escriba cuentos? —pregunté retomando la conversación.

—Lo que quieras, solo no te olvides nunca de escribir. Padre dice que si uno deja de practicar se le olvidan las cosas. Ellos también escriben, ¿sabes?

—¿Ah si? ¿Qué cosas? —pregunté con interés.

—La historia completa, lo que pasó antes que naciéramos. Cuando ella era la doncella de Bruna, y él era paje del señor Guillaume. Cosas del Grial, me han dicho que algún día me dejarán leerlo.

—A mí me gustaría saber eso —dije más animada. 

Tenía pocas referencias de cómo fue todo antes de que Bruna se hiciera inmortal, por alguna razón sentía que a nadie le gustaba hablar mucho de eso.

—Yo no sé, Jehane. Es muy raro todo esto, ¿no crees? Hasta ahora no sé cómo lo acepto sin miedo y sin reprochar nada. Hubiera preferido no enterarme nunca.

Se me hizo un nudo en la garganta. Conozco esa extraña sensación, el temor de que hay algo poderoso a lo que no podemos enfrentar. Un Grial que hace inmortal a la gente, y gente inmortal dominando el mundo por ahí. Nosotros incluso conocemos a una. 

Cuando todos éramos niños apenas nos preguntábamos sobre la naturaleza de Bruna, jugábamos alrededor de ella y nos divertíamos. Pero hace unos años mis pequeños amigos se dieron cuenta que la mujer no envejecía y sus padres tuvieron que explicarles. Y aunque yo ya había viajado con Bruna de niña, hay momentos en los que, al igual que Luc, prefería que todos tuviéramos una vida normal.

Lo he decidido. Si los padres de Luc escriben la historia de cómo pasaron las cosas hace muchos años, yo escribiré de las cosas que pasan ahora. Luc cree que tengo bonita letra y por eso me regaló esto. Nunca lo voy a olvidar.


****************


15 de enero de 1231

He despertado con una sensación extraña, como si algo estuviera por pasar. Llevo unos días en Saissac, mamá ha permitido que me quedara en casa de los Maureilham para poder pasar el rato con la pequeña Valentine, aunque la verdad es que más nos la pasamos en el castillo con Bernie y los demás. 

Esta mañana cuando desperté salí a montar sintiéndome rara. Ahora somos solo Luc, Bernie y yo. Valentine y Josep son muy pequeños para montar a caballo sin ayuda. Nos fuimos cabalgando hasta la montaña negra, Cabaret. 

—Oigan, ¿han visto a la chica nueva? —preguntó Bernie. Y, por esa sonrisita que tenía, sospeché que se traía algo entre manos.

—¿Te refieres a la chica Labarthe? —le dije yo. 

Hace unos días que una familia se mudó a Saissac y el señor Guillaume los recibió. Valentine y yo la hemos visto con su madre en el mercado, es una muchacha joven y simpática.

—Sí, la misma —dijo Bernie—. ¿Acaso no es linda?

—Creo que si —le contesté—. Además, ¿por qué tanto interés? Creí que la única chica linda de tu vida era yo.

Bernie rio, Luc también. Los tres siempre hemos sido muy amigos, somos los mayores del grupo y nos gusta estar juntos, así que esa conversación fue extraña para mí. Me atrevo a decir que es la primera vez que Bernie se fija en otra chica, y me sentí rara de pronto. 

—Entonces ¿te ha gustado? —preguntó Luc sin irse con rodeos. Bernie no respondió nada, solo sonreía. Suspiró, como si estuviera en otro mundo.

—Es muy linda —dijo confirmando nuestras sospechas. Luc y yo nos miramos de lado, nuestro amigo parecía estar en las nubes.

—Oye, no nos habrás traído hasta aquí solo para contarnos que te gusta una chica, ¿verdad? —le reproché en broma.

—¿Qué? Eh... no. Vamos, chicos, hablan como si estuviera diciendo algo increíble. Solo me gusta una dama, ¿qué hay de malo?

—Yo te diré que hay de malo —le dijo Luc—. Que todas te adoran, y ella no será la excepción.

—A Reginald también le gusta.

Y entendí la razón de todo. Bernie es el mejor chico del mundo, pero es lógico que cualquier padre quisiera para su hija a un heredero, no un bastardo. Yo odio mucho esa palabra, es horrible. Suena como algo muy malo, y Bernie es todo menos eso.

—¿Y eso qué? Tu hermano es un maldito engorro —le dijo Luc, restándole importancia.

—Es un idiota —afirmé yo—. ¿Ya te has presentado con esa chica? ¿Cómo es que se llama, para empezar?

—Adeline. Adeline Labarthe. Y no, solo la he visto de lejos, creo que ella también. Es que bueno... no sé. La gente dice cosas de los Labarthe.

—Yo sé, me han contado —le dije. 

En realidad cualquiera que aún hablara del joy recordaba bien a la legendaria Oriza de Labarthe, la dama que arrasaba con su gracia y encanto en las cortes. Una mujer deseada e inalcanzable. Si esa Adeline es de la misma escuela, entiendo la preocupación de Bernie.

—Hablando en serio, ¿nos has traído acá solo para contarnos sobre la dama que te gusta? —preguntó Luc. Por el gesto de culpa de Bernard noté que sí, quizá solo quería un poco de privacidad.

—Jehane, ¿me ayudarías con eso? No sé, quizá si Valentine y tú se acercan, entonces yo...

—¿Quieres que haga de casamentera?

—Por favor. —Los tres volvimos a reír. Yo solo asentí, no me cuesta nada presentarlos.

—Está bien, solo no hagas nada estúpido como pedirle que sea tu dama ni bien la conoces.

—Claro que no.

Sin querer miré hacia la montaña negra, allá arriba está el castillo de Cabaret. Me pregunté cuándo podría volver, quizá nunca. La gente me identificaba como hija del heredero natural de Lastours. Era una amenaza para el nuevo señor de esas tierras.

—¿Volvemos? —preguntó Luc.

—Si, está bien. Por cierto, Jehane. Mamá llegará en unos días.

Apenas dijo eso me giré a mirarlo. Mi corazón empezó a latir acelerado, hace unos tres años que nadie veía a Bruna, y de pronto Bernie salía con ese mensaje. No pude evitarlo, la emoción me invadió. Estay ansiosa, ya quiero volver a tenerla cerca.

—¿Cómo sabes eso? —pregunté .

—Solo lo sé, no preguntes como. Lo siento, y es como si ella me lo estuviera diciendo de alguna forma.

Luc apartó la mirada, estaba incómodo. A él le sigue causando temor ese tema de la inmortal  y sus poderes, aunque eso cambia una vez que la tiene al frente y hace efecto su poder de atracción.

En cambio, yo estoy muy animada. Bruna vuelve, y ahora puedo entender la sensación extraña que tuve esta mañana. La dueña de mi voluntad está cerca.


**************


31 de enero de 1231

Bruna llegó de noche, pero yo me enteré  hoy cuando fue a visitar a la familia Maureilham. Me desperté un poco tarde, a mi lado Valentine estaba muy cansada y me contagió su flojera. Nos tomamos buen rato vistiéndonos para bajar a desayunar, y cuando llegamos al comedor, entre risas y bromas, fue que la vi. 

Me quedé paralizada, Bruna estaba de espaldas a mí, pero al notar nuestra presencia se giró. La vi tan hermosa como la recordaba la primera vez que la vi, como lo estaría siempre. Sonreí, todo en ella es maravilloso. Su rostro, su sonrisa, su simple presencia que iluminaba todo. Yo estoy "encantada" con ella desde niña, y eso no ha cambiado en todos estos años.

—Jehane, ¿eres tú? ¡Mírate! Estás tan alta y hermosa, toda una dama —me dijo la inmortal. Yo apenas pude reaccionar, fue ella quien se puso de pie y se acercó a mí para saludarme con dos besos en las mejillas, uno en cada lado.

—Señora Bruna, qué bueno volver a verla —dije emocionada. Quise abrazarla como cuando era niña, pero solo tomé sus manos despacio y las besé con adoración. Ella es como mi diosa más venerada.

—Buenos días, Jehane —escuché decir. 

Solo entonces reaccioné, fui maleducada, al entrar solo logré ver a Bruna y todo lo demás desapareció para mí. El que habló fue Luc. Estaban en la mesa los señores de Maureilham, el niño Josep, el señor Guillaume. Y una persona más.

—Buenos días a todos —dije yo, saludando con educación.

—Querida, apuesto a que recuerdas a la señora Kaysa de Entenza —me dijo Bruna. Entonces miré a la mujer, apenas dijo su nombre fue que la recordé. Hice una leve inclinación, la señora me sonrió.

—Cómo has crecido, Jehane. Cuando te conocí eras una niña pequeña. Bruna tiene razón, estás hecha toda una dama.

Kaysa de Entenza es una dama de unos cuarenta años, pero parece de poco más de treinta. La recuerdo bien, en mi primer viaje con Bruna hace años me presentó a la familia Entenza. Al muchacho llamado Caleb y al segundo hijo, Joan. También recordé a su esposo, aquel hombre llamado Encarni. Los años han pasado, pero la dama Kaysa sigue hermosa como cuando la conocí.

—Me alegra volver a verla, señora.

—Pero vamos, tomen asiento —pidió la señora Mireille—. Bruna, la cocinera algo con esas frutas extrañas que trajiste, ya estoy ansiosa por probarlos.

—Vas a ver cómo te gusta —le dijo Bruna. 

La inmortal tomó asiento al lado de Guillaume, los vi darse la mano con discreción. Aunque  todos sabíamos que ellos eran amantes, quizá no estaba bien visto. El señor Guillaume ya era un hombre maduro, Bruna parecía su hija. En ese momento sentí tristeza, pronto el gran amor de mi adorada Bruna moriría y ella quedaría triste para siempre.

—¿Dónde está Bernie? —preguntó Valentine mientras comíamos. 

—Con Caleb y Joan —aclaró el señor Guillaume—. Parece que tus muchachos se llevan bien con el mío, Kaysa.

—Ojalá pudieran verse más seguido —le dijo la dama de Entenza. Quizá Bernie los llevó a dar una vuelta alrededor, y como ya conocía a ese pillo, acabaron cerca de Cabaret. Creo que Bernie está más obsesionado con Cabaret que yo.

—Mamá, yo también quiero ir a montar —reclamó Josep. La señora Mireille solo sonrió, su hijo era muy joven para irse a recorrer los caminos solo, pero el señor Arnald prometió regalarle un caballo el próximo año. Ya se vería.

—Señora Kaysa, si disculpa mi atrevimiento, me gustaría saber la razón de su visita —preguntó Luc muy educado—. ¿Acaso planean quedarse un tiempo en Saissac?

Yo también pensé eso. Es probable que quieran pasar unos días acá. Estamos en pleno invierno, pero aún así toda la zona me parece encantadora. Pero, ¿por qué dejar Aragón de pronto y venir hasta aquí?

—No es eso —dijo la señora Kaysa con voz tranquila—. Mi esposo está enfermo.

Fue Bruna quien se encargó de explicarnos todo, yo solo escuché atenta. En realidad prestaba atención a todo lo que ella decía o hacía, así que apenas empezó a contar aquella historia no me perdí de ningún detalle. 

Fue una pena escuchar que el señor Encarni estaba enfermo y no sabían lo que era. Preocupada, la señora Kaysa le escribió a una vieja amiga. Alix Bordeau, que vendría a ser prima mía de parte de madre. 

En fin, Kaysa le escribió preocupada a prima Alix, y por suerte ella recibió la carta cuando Bruna estuvo de paso por su hogar en Antioquía, cuando iba camino a Saissac. Apenas Bruna se enteró decidió intervenir, así que envió un mensaje a Aragón pidiéndole a Kaysa que le haga el encuentro camino a Saissac, que necesitaban hablar. Kaysa llegó con sus dos hijos, y así empezó la historia.

El señor Encarni empezó hace cerca de un año con dolores en el cuerpo, al principio pensaron que era por la edad, pero los dolores eran cada vez más fuertes. No podía caminar, no podía hacer mucho en realidad, como si estuviera paralizado. Bruna escuchó, pensó que quizá la medicina de oriente podría ayudar. Así que Bruna prometió llevarla consigo para intentar buscar una cura para la enfermedad del hombre.

Me parece un noble gesto de su parte, aunque sé que Bruna siente que tiene una deuda con Kaysa. Tiempo atrás a la dama de Entenza la persiguieron, los enemigos de la orden quisieron torturarla por información. Quizá Bruna piensa que aún le debe una compensación por eso.

Fue un desayuno entretenido y feliz, sobre todo para mí pues estaba una vez más cerca a Bruna, y no había nada que amara más que eso. Sé que lo que me pasa es una especie de hechizo que me hace quererla sobre todo lo demás, pero a pesar de eso no me importa, ni puedo escapar. 

Pronto todos terminaron de desayunar, los siervos recogieron la mesa y algunos comenzaron a irse. Luc y Valentine me hicieron señas para que los siga, pero yo no quise apartarme de la presencia de Bruna. Ella lo notó, me sonrió, y luego habló con su voz mágica.

—Querida, ve con tus amigos. Disfruta tu día, tendremos tiempo para nosotras luego.

—Si, señora —dije obediente, me puse de pie y de inmediato seguí a los jóvenes Maureilham. Aunque a Valentine parecía no importarle, noté que Luc estaba molesto mientras caminaba a su lado.

—¿Por qué siempre tienes que estar cerca de ella? —me dijo.

—No lo sé, Luc, no puedo resistirme —le dije con sinceridad. Es que es así, yo estoy encantada y no hay nada que pueda hacer al respecto.

—Pero ella sí puede. Ella puede salvarte pero no lo hace. La odio —dijo para mi sorpresa. De niños Luc adoró a Bruna, incluso hace un momento bajo su influencia parecía contento con su presencia, pero una vez lejos de ella podía expresar sus verdaderos sentimientos.

—No digas eso, ella no es mala.

—No me interesa, te tiene como su esclava detrás de ella y no le importa.

No quise responder a eso. Yo no puedo pensar algo así de Bruna, la quiero de una forma extraña, la adoro. No sé si es el hechizo es lo que me hace pensar así, o si quizá en verdad la quiero como si fuera una madre. Todo es muy extraño y a veces me desespero porque no puedo controlarlo.

—¡Miren! ¡Es Bernie! —gritó Valentine. 

Nos giramos a ver, mi amigo llegaba acompañado de otro muchacho más joven, debía de ser uno de los hijos de la señora Kaysa. Aunque es aún un muchacho, se notaba que era alto y grueso, era hijo de Encarni después de todo.

—Se tardaron —le dijo Luc cuando al fin estuvieron cerca de nosotros—. Seguro fueron hasta Cabaret.

—No, el camino está bloqueado, le diré a padre que mande a limpiarlo luego —dijo Bernie—. Por cierto, les presento a Joan de Entenza —nos dijo, pues ninguno de nosotros lo conocía. Yo lo recuerdo de niño, y ahora está muy cambiado. En realidad parece mayor de lo que se supone debe ser.

—Pensé que era Caleb —dije sin querer. 

Joan me sonrió y bajó del caballo, primero saludó a Valentine que estaba más cerca de él tomando su mano y besándola, luego seguí yo. Valentine es una muchacha de apenas trece, pero enrojeció como nunca ante la presencia de ese joven. Joan es guapo, no lo niego.

—Pero si es Jehane de Cabaret —dijo sonriente Joan—. Ha cambiado mucho desde la última vez que la vi, mi señora.

—No soy señora, Joan —le dije con toda confianza—. Me siento mayor cuando dicen esas cosas.

—Lo lamento, no quise incomodarla. ¿Está bien solo Jehane?

—Está bien así. Entonces, Joan, si estáis aquí, ¿dónde está vuestro hermano Caleb?

—Justo detrás.

Casi suelto un grito de sorpresa, no me di cuenta que alguien se había acercado. Me giré rápido, al parecer había dejado el caballo por otro lado y llegó caminando hasta nosotros.

Al fin lo vi, así que ese era Caleb de Entenza. Cuando lo conocí era un muchacho, ahora ya es todo un hombre. O un caballero, sería más adecuado decir. Aunque no luce como los caballeros que conozco, a mí me parece que se ve perfecto. 

Alto, aguerrido, camina con seguridad. Y me miró fijo, yo me sentí enrojecer. Salvo algunas veces que me enrojecía con Luc, jamás me he sentido así en la presencia de otro hombre. Caleb sonrió de lado, se acercaba a mí a paso firme mientras que yo sentía que las piernas me temblaban. Me quedé paralizada cuando tomó mi mano despacio y la besó.

—Caleb... —dije yo despacio. Él aún tenía mi mano, y la verdad es que yo no quería que la soltara.

—Estáis muy hermosa, Jehane —me dijo sin dejar de mirarme. 

Yo le sonreí, y de alguna forma me sentí feliz. Porque estaba ante una sensación real, no algo provocado por un encantamiento. Caleb me hizo sentir algo real por primera vez.


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05 de febrero de 1231

Bruna lleva apenas unos días entre nosotros, y aunque la familia Entenza tiene prisa, también comprenden que después de años la inmortal viene a ver a su familia y amigos, así que no la presionan. O al menos eso supongo, porque quizá para ella es fácil ordenarles que la esperaran sin incomodarla.

En realidad nadie tiene prisa para que los Entenza se vayan. El señor Guillaume acogió a la familia en su castillo, y Bernie está muy contento de tener nuevos amigos con los que pasar el rato. Por su lado, Reginald anda como siempre maldiciendo por los rincones, diciendo que ellos no tienen por qué acoger en sus tierras a invitados de Bruna, además mostró desde un inicio desprecio por ambos jóvenes. A nosotros siempre nos ha importado muy poco lo que piense o haga Reginald, pero con los años este se ha vuelto más mordaz y rencoroso.

A mí no me molesta la presencia de los chicos Entenza, al contrario, estoy de lo más feliz. Bruna ha permitido con su encantamiento que pase el tiempo con ellos, y yo obedezco. Ahora ya no somos solo tres. Con ellos, Bernie y Luc vamos juntos a montar por los alrededores de Saissac. Un día hasta llegamos a Carcasona. 

Yo soy la única mujer del grupo y ellos son educados en mi presencia. En casa se quedan Josep y Valentine, cada vez más ansiosos de salir a montar con nosotros. Ya pronto, dice el señor Arnald. Ojalá que si, sería hermoso que salgamos todos juntos.

Esta mañana no hizo mucho frío, así que acabamos cerca de Cabaret y nos quedamos un momento a descasar tomando un poco de vino y queso. El sol se reflejaba en la blanca nieve y creaba una bonita vista. La pasamos bien los cinco juntos, aunque yo aún quiero que Bruna y su encantadora presencia esté entre nosotros. Pero también quiero que los Entenza se queden más tiempo. Quiero que Caleb se quede con nosotros.

No quiero mentir, pero es que en serio Caleb me gusta mucho. Es un hombre diferente, tendrá apenas un año más que Bernie pero aparenta ser mayor y eso lo hace ver maravilloso. Varonil, aguerrido, hermoso. Y lo que me hace más ilusión es que siempre me está mirando. Creo que le gusto, y él también me gusta mucho a mí. No sé si así trata a todas las damas que conoce, pero yo siento que conmigo es diferente. Quizá me estoy ilusionando y solo quiere ser amable. Bueno, de eso ya me enteraré luego, porque pasó algo mientras hablábamos, y mientras escribo me siento emocionada.

—Oye, Bernard —le dijo de pronto Joan—. ¿Ya te estás preparando para hablarle a tu dama? 

Bernie solo sonrió de lado mientras bebía su vino. Yo imagino que debe de estar muy emocionado. Mañana habrá una fiesta en el castillo, es cumpleaños de Reginald, y todos tenemos que estar. Incluida la dama Adeline Labarthe.

—Yo nací preparado —dijo aparentando seguridad. Aún así sé que está nervioso, lleva varios días intentando acercarse a ella, pero no hay buenos resultados.

—Pues más te vale que te adelantes al idiota de Reginald —le dijo Luc—. Creo que la quiere invitar como su pareja para el baile.

—Eso sí que no, nadie atrasa a Bernard —bromeó Caleb—. Anda, no seas tímido. Hoy vas y te plantas en la casa de los Labarthe hasta que consigas que ella acepte ser tu pareja.

—No lo sé, ¿cómo creen que lo tome su familia? Es que ella es una Labarthe...

—Yo conocí a Oriza —dijo Caleb de lo más tranquilo—. No creo que todas sean como ella. Oriza marcó una época de la finn' amor, pero eso ya pasó. Es solo un apellido.

—Si, un apellido que yo no tengo —dijo con pesar mi amigo. Me sentí mal por él, entendí a qué iba eso. 

—Yo también soy bastardo, Bernard —le dijo Caleb con voz serena—. Y nunca he dejado que eso me haga daño.

En ese momento me alegré de que Caleb pudiera aconsejarle. Como hijo ilegítimo de un conde, Caleb siempre vivió marcado por eso. Pero ahí estaba, tranquilo como si eso no le afectara.

—El señor Guillaume te ama, Bernie —le dije yo—. Jamás dejará que Reginald te haga daño. No te preocupes tanto.

—Está bien, me rindo. Ustedes ganan. Iré donde Adeline y le pediré que sea mi pareja para el baile. Aunque no me conozca... supongo.

—¡Pues hurra! —gritó Joan y nosotros repetimos el "Hurra". Bernie sonrió, ahora se veía más confiado que al inicio y yo solo espero que le vaya bien.

—Por cierto, Jehane —me dijo Caleb cuando todos se quedaron en silencio luego de animar a Bernie—. ¿Con quién irás al baile mañana?

—Pues...

—Conmigo, ¿verdad? —me dijo sonriente. Correspondí la sonrisa de inmediato, ya estaba enrojeciendo. Estoy segura que para estas alturas todos en el grupo saben lo mucho que me gusta Caleb.

—Claro que si —le contesté de inmediato. Acababa de pedirme que sea su pareja en el baile y yo ando que salto en un pie.


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06 de febrero de 1231

Me estuve riendo mucho por buen rato, sobre todo al recordar la cara de Reginald cuando vio a su medio hermano entrar del brazo con Adeline Labarthe. La chica resultó ser poco intimidante en comparación a la dama Oriza. Al contrario, se me hizo muy simpática. Una vez en la fiesta Bernie nos la presentó a todos y yo me alegré de tener una amiga más en el grupo. Valentine es muy pequeña aún, casi no me junto con damas de mi edad, así que con Adeline las cosas serán diferentes al fin.

Mientras Reginald ardía de rabia al ver que Adeline prefirió a su hermano aunque él fuera el de la fiesta, nosotros la estábamos pasando de lo mejor. Temí, y con razón, que a Reginald se le diera por hacer una escena de aquellas llamando bastardo a Bernie, pero como el señor Guillaume lo tenía bien vigilado, esperé no hiciera nada. Bruna no estaba en la fiesta, tampoco me sorprendía. Ella detestaba al hijo de Sybille y Guillaume, y pues este también odiaba a la inmortal.

Yo la estaba pasando bien en compañía de Caleb. La señora Kaysa nos miraba, y quizá eran celos de madre, pero me miraba raro. Aunque después noté que me sonreía, seguro pensaba que nos veíamos bien juntos. Yo también lo pienso, es que bueno, creo que ando muy ilusionada con este caballero. Creo no, lo estoy. 

Caleb me hace reír, me dice cosas lindas, me mira haciéndome enrojecer. Me siento la dama más bella del mundo cuando estoy con él. Hemos bailado y reído mucho hoy, sé que él pronto tendrá que irse, eso me entristece un poco. No me gustaría verlo partir.

Pues bien, estaba pasándola de maravilla con Caleb, cuando me fui a un lado para acomodarme el vestido pues se me había soltado una tira mientras bailaba. Cuando regresé me crucé con Luc, y acá empieza lo sorprendente. Lo noté molesto, pensé que había discutido con alguien, así que me quedé un momento a su lado. Es mi amigo y quería saber qué le pasaba.

—¿Por qué estás así, Luc? ¿Es que pasó algo malo?

—¿Malo? —dijo con ironía—. No, Jehane, no hay nada malo. Yo estoy bien, gracias por preocuparte.

—No me parece que estés nada bien —le dije sin entender su actitud—. ¿Es que estás molesto conmigo? —Creí que no iba a contestar nada, pero al cabo de un momento me miró y habló.

—Yo quería que tú seas mi pareja de baile hoy. Pero desde que llegó Caleb solo te importa él.

—Ahhh...

Si, supongo que es cierto. Yo vivía revoloteando alrededor de Bruna, y cuando ella me pedía que me vaya con los chicos solo tenía ojos para Caleb. Quizá dejé de lado a mis amigos sin querer.

—Lo siento, no quería hacerte sentir mal.

—Tú no me haces nada malo, Jehane. Siempre me has hecho sentir bien, pero yo nunca te he dicho nada porque soy un idiota.

—Disculpa, Luc, es que no te entiendo...

—Yo te quiero, Jehane, siempre te he querido —me quedé sin poder decir nada. Él me miraba y yo iba enrojeciendo poco a poco, era casi lo que me pasaba con Caleb.

—Yo... yo también te quiero, Luc. A ti, a Bernie... —decía balbuceando, ni siquiera sé lo que dije, solo estaba nerviosa y me salió eso.

—No así. No como amigo.

Ya estaba más claro. Él me quería como lo hacen los caballeros con las damas. Querer como pareja, eso era. Estaba roja de pies a cabeza, mis mejillas ardían y yo no sabía qué decirle. Es mi amigo, lo conozco desde bebé. Y ahora él me dice esto, no sé cómo sentirme.

—Yo... yo... tengo que irme, Luc —dije nerviosa, ni siquiera volví al salón con Caleb. Me fui corriendo por los pasillos sin mirar atrás. Me sentí tonta en ese momento, ¿por qué huía? ¿Qué estará pensando Luc de mí? ¿Y qué excusa le daría a Caleb por desaparecer?

No quise volver, pero apenas me quedé sola me apoyé contra el muro y suspiré. ¿Qué debo hacer? No sabía si volver con Caleb, era su pareja. Pero Luc me hizo esa confesión y no quería que se sintiera mal viéndome con otro. ¡Dios! ¿Qué puedo hacer ahora? Nunca imaginé estar en una situación como esta. No pude moverme por un rato, y cuando al fin decidí regresar vi a la señora Sybille caminando cerca, quizá iba a su habitación, ya cansada de la fiesta. Me miró, me sentí intimidada sin querer.

—¿Estáis bien, Jehane?

—Si... bueno, eso creo. Es raro.

—¿Estáis enferma?

—No, señora, no es eso. Es solo que ha pasado algo allá afuera. No os preocupéis, ya vuelvo a la fiesta. No quiero molestaros.

—No me molestas. —Ella se acercó a mí, yo seguía quieta. Si por un lado Bruna y su hechizo me cautivaban, el poder profético de Sybille me asustaba—. Sé lo que os pasa, pequeña. Lo he visto.

—¿Lo ha visto? 

—Yo sé muchas cosas, Jehane. Todo acude a mis visiones, a veces hablo de eso, a veces no. Y he visto cosas sobre vos.

—Vaya... —dije un poco asustada. No sabía si quería enterarme.

—Mal de amores, ¿verdad? —me dijo. Yo enrojecí.

—No sé si es mal de amores, señora.

—Lo es, apenas naciendo, pero lo es. Luc y Caleb van a formar parte de tu vida siempre. 

No supe cómo sentirme con esa revelación. ¿Era bueno o malo? Es cierto que no quiero perder a mi amigo, tampoco quiero apartarme de Caleb. ¿Pero cómo sería eso posible? Luc parecía celoso de Caleb, y Caleb no parece ser hombre que le gustara ser segundo en la vida de nadie.

—¿Eso calma vuestras dudas?

—Creo que si, es un poco raro.

—Quizá deberías hablar más seguido conmigo, así evitarías a la bruja miserable de Bruna. Sé muchas cosas que te gustaría escuchar.

—Es que siempre pensé que me odiaba, señora —le dije algo tímida.

—¿Odiarte? ¿Por qué lo haría?

—No sé, porque quiero mucho a Bruna...

—Tú no la quieres, esa inmortal te tiene hechizada. Me da pena por vos, sé que no podéis hacer nada para liberarte de eso, y la maldita tampoco es que tenga mucha intención de dejaros libre por ahora. Solo sois una víctima, Jehane. No os odio.

—Pues eso me deja más tranquila —dije aliviada. Siempre me pareció que la señora Sybille no se llevaba bien conmigo, nunca hablamos mucho. Pero bueno, si ella dice esas cosas por algo es.

—Creo que ya deberías volver a la fiesta.

—Si, a eso voy. Solo una pregunta, señora, y espero no os moleste. ¿Con cuál de los dos me quedaré? Quiero decir, como pareja.

—¿De verdad quieres saber eso?

—Pues si. —Ya me había dicho que siempre los tendría en mi vida. Tenía algo de miedo, pero quizá si sabía eso sería más fácil para mí tomar algunas acciones.

—No va a gustarte la respuesta.

—Igual creo que debería saberlo. —Aunque con eso último que dijo volví a sentir miedo. Saber el futuro no es tan bueno.

—Con ninguno, Jehane. Morirás soltera.

La señora Sybille se fue, yo me quedé ahí sin poder contestarle. Ya ni quise volver a la fiesta, solo deseaba irme pronto. ¿Eso significa que moriré joven? ¿O que ninguno me quiere lo suficiente para hacerme su dama? Quiero llorar. 



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Señoras y señores, tenemos friendzone medieval kfjjdjaja okno 

Mi bebito hermoso Caleb ya apareció y ya estoy lloranda

Y también tenemos meme del capítulo xd

Realmente, Luc no está soportando xddd



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