3.- Antoine, el que todo lo sabe
No podía concentrarse en un juego tan simple como Crash Car, qué vergüenza. Alain tiró el mando de su PlayStation a un lado y solo suspiró.
Habían pasado unos días desde que mamá le contó una historia extraña que juró era real. Y como sabía que mamá no se iba a poner a inventar un cuento de fantasía con algo tan serio, decidió, a pesar de lo extraño que sonaba todo eso, que era real.
"En el año 1098, durante la primera cruzada, un caballero europeo conoció a una mujer llamada María, en Jerusalén. Ella escondía un gran secreto que corría peligro en oriente en medio de la guerra. A María la acompañaba otra mujer, una profetisa. Ella vio que el caballero llegaría a Jerusalén, y vio que tenían que pedirle ayuda para poder salvar el secreto.
Pero el caballero no estaba solo, él contaba con el apoyo de otros. Todos eran caballeros de Provenza, todos eran hombres místicos, pues conocían las viejas leyendas de la llegada de María de Magdala a sus tierras. Así que creyeron en las palabras de esa mujer. Fueron capaces de entender, gracias a las pruebas que ella les mostró, que existía algo poderoso. Un secreto que provenía de antiguas eras, desde el inicio de la humanidad.
El secreto nació en la vieja Sumeria, pasó luego a Egipto, a la Grecia antigua, Roma, y se quedó en Jerusalén un tiempo. Ellos no podían revelarlo, porque era un secreto tan grande y poderoso que lo mejor, por el bien de todos, era esconderlo. Ellos llamaron al secreto Grial, y se denominaron la orden de los caballeros del Grial."
Así empezaba el cuento de su madre. Que tenía toda la pinta de introducción de película medieval, hasta de un vídeojuego. Solo que esa orden era muy real, y además seguía existiendo. O al menos eso creyó, pero su madre se encargó de aclararle ese punto.
El secreto fue dividido en dos partes. La orden se llevó los tres pilares que conformaban el Grial. Y otros compañeros se llevaron la fórmula de una especie de arma de destrucción. Creyeron que era mejor así, ser aliados lejanos, pero nunca estar juntos para evitar que otras personas tuvieran el secreto completo. Los que se llevaron el arma se denominaron "caballeros de Sión", pero esa orden dejó de existir hace muchos años, y aun ahora estamos buscando el destino de las instrucciones para el arma. ¿Qué pasó con los del Grial? Ellos regresaron a Europa con María y la profetisa, así existieron por ciento doce años.
Se sabía que el primer pilar del Grial era la fórmula del encantamiento de la música, o el número áureo. Se dice que los egipcios la dominaron, y en la orden mencionaban a Orfeo, quien con su música podía hacer llorar a las piedras. Entonces, ¿qué era el segundo pilar? Lo supimos en el año 1209.
Verás, hijo, la estructura de la orden fue igual desde el inicio. Había informantes menores, sirvientes de la orden que actuaban como colaboradores y espías.
Estaban los siervos de mayor confianza que llevaban mensajes importantes, luego los caballeros de apoyo. Después estaban los caballeros del Grial, los que sabían que había un secreto importante que proteger, que tenían a su cargo a damas y caballeros que servían a la orden. Y en la cima estaban tres personas. La profetisa, pues siempre los caballeros buscaban a una mujer que les advierta del futuro. El gran maestre, el que controlaba y tomaba todas las decisiones. Y la dama del Grial. Ella era la única que sabía la ubicación del Grial, por eso los caballeros se dedicaban a protegerla a ella y su entorno.
—Pero ¿qué pasó, mamá? —preguntó aquella noche—. Todo parecía bien.
—Sí, y hubiera seguido igual unos cien años más, pero entonces pasó lo que más temían. Las viejas profecías se hicieron realidad. Y todo cambió cuando empezó la guerra, o como la llamamos ahora. La cruzada albigense.
Se sabía por una anterior profecía que llegaría una época en que se revelaría el segundo pilar del Grial, y que los encargados de eso serían la profetisa, el gran maestre, y la dama del Grial de turno.
En el año 1207, Sybille de Montpellier, que era la profetisa de esa época, tuvo una visión. El momento había llegado, pero la sangre se derramaría, la cruzada estaba cerca. Por aquel tiempo la dama del Grial era una mujer llamaba Bruna de Béziers, y el gran maestre Guillaume de Saissac.
Fueron tiempos duros los que les tocó vivir, en especial para Bruna. Recordarás por tus clases de historia sobre la masacre que ocurrió en Béziers cuando los cruzados entraron. Pues Bruna estuvo ahí, vio morir a todas las personas que amaba, incluyendo su padre, logró escapar de milagro.
Mientras la guerra seguía, ellos se refugiaron en Saissac. Junto a Guillaume y Sybille, descifraron el segundo pilar del Grial. No te sorprendas ahora, porque hay muchas cosas increíbles por contar. Lo que descifraron era un elixir que daba la vida eterna. Supieron, gracias a viejos escritos y tablillas, que ya antes cuatro personas bebieron el elixir, los inmortales. Y por eso en la era de Bruna ella debía de beber el elixir y unirse a ellos.
Pero Bruna no quería abandonar a Guillaume y a lo que quedaba de su familia. Las cosas se pusieron terribles cuando Bruna enfermó, iba a morir. Por eso tomaron la decisión de darle el elixir a Bruna para salvarle la vida. Guillaume, que tanto la amaba, lo bebería después para acompañarla en la eternidad.
Pero las cosas no salieron como quisieron. La noche en que le dieron a Bruna el elixir, hubo un accidente del que no tenemos detalles, pero todo se perdió y nadie más pudo beber. Solo ella pasó a convertirse en una mujer inmortal.
Al hacerlo, consiguió grandes poderes. En ese tiempo le decían "hechizos", pero hoy sabemos que Bruna ejerce el control mental a través de la voz.
En el año 1211, Guillaume de Saissac disolvió la orden del Grial. Sybille de Montpellier dijo que la orden desaparecía en ese momento, pero que años después volverían a unirse los descendientes de la orden original. Y Bruna se llevó el Grial para esconderlo en algún lugar, no supimos más de este.
La nueva orden del Grial, que somos nosotros, se formó en el año 1956. Una nueva profetisa llamada Esmeralda buscó a los Maureilham, descendientes de un caballero de la orden antigua, y le reveló sus visiones. Desde entonces los Maureilham han tomado la dirección de la orden, y apoyados por la familia de tu padre, buscaron al resto de descendientes y los documentos que se perdieron con los años.
—Mamá, eso quiere decir que los Bordeau somos descendientes de los caballeros originales. ¿De quiénes mamá? ¿Tú sabes?
—Yo no puedo contarte eso. Antoine se encargará.
—Antoine es el nuevo gran maestre de la orden, ¿verdad? —mamá asintió—. Solo una cosa más.
—Dime, hijo.
—Eso de los inmortales, ¿en serio es real? ¿No es como una metáfora?
—No, hijo. Los inmortales son reales. Tu padre incluso vio de lejos a varios de ellos, yo solo a uno.
—¿A esa Bruna? —negó con la cabeza.
—Bruna es peligrosa. De todos los inmortales es ella en quien menos debes confiar.
Se quedó pensando en eso. Su madre sabía muchas cosas, pero no podía contarle más por qué no le correspondía.
Alain estaba muy intrigado, quería saber más, quería saber todo. Pero, en especial, quería saber sobre los diarios que trajo tío Jerome, los documentos que le costaron la vida a su padre. No podía concentrarse en sus juegos de vídeo ni en nada. Aunque mamá le había dicho que Antoine sabía de él y que quería conocerlo, el hombre no aparecía. No hasta ese día.
Unos toques en la puerta lo alertaron, se puso de pie de inmediato y dio el pase. Mamá se asomó y le dedicó una sonrisa. Desde esa noche en que discutió con Jerome, Audra no volvió a llorar a su esposo muerto. Al menos no delante de él, porque a veces en la mañana, Alain veía su rostro hinchado como si hubiera llorado. Quizá lo hacía en secreto, él no preguntaba.
—Hijo, ponte zapatos y abrigo, te espero abajo.
—¿Vamos a salir?
—Alguien ha venido a verte.
Alain asintió, buscó unas botas, pues afuera estaba nevando, sacó un abrigo y se puso un gorro de lana. Bajó las escaleras y fue rápido a la sala, ahí encontró a su madre al lado de un hombre de unos sesenta años. Vestía un elegante abrigo negro, guantes de cuero, tenía un porte majestuoso. La verdad es que parecía un tipo importante, alguien fino. Pero el hombre no lo miró altanero, lo observó fijo mientras él se acercaba y esbozó una sonrisa.
—Te pareces mucho a tu padre, Alain. Me presentó, soy Antoine de Maureilham. Tu gran maestre —extendió la mano para saludarlo.
Alain se quedó paralizado un instante, pero segundos después correspondió el apretón de manos.
—¿Mi gran maestre? —preguntó, confundido.
—Eres parte de nuestra orden, siempre lo has sido. Eres un Bordeau después de todo, esa es tu herencia.
Alain asintió. Todo eso se sentía muy extraño, no sabía qué pensar. Por una parte, estaba asustado con tantas abrumadoras novedades. Pero, por otro lado, tenía una especie de excitación por ser parte de algo grande. Más que eso, algo importante. Como una gran aventura.
—Hijo, el señor Antoine quiere hablar contigo un momento. Irán a dar una vuelta por la ciudad.
—¿Vendrás con nosotros? —ella negó con la cabeza. Y también notaba en su mirada que no quería dejarlo ir solo, que lo único que quería era que corriera hacia ella y se escondiera detrás.
—Ve, te estaré esperando —le dijo despacio. Ahora él no sabía si seguir a ese hombre, quizá debería insistir para que mamá los acompañe.
—¿Nos vamos entonces? —insistió Antoine. Miró una vez más a mamá y ella asintió despacio. No creía que fuera a pasarle nada malo, mamá no lo permitiría. Entonces Antoine empezó a caminar hacia la puerta, y él lo siguió.
Afuera de la casa esperaba un hombre de traje negro y abrigo, parecía un agente secreto como salían en las películas. Nevaba un poco, la calle estaba cubierta de blanco. Frente a su casa había una limusina negra. Abrió la boca, sorprendido, ¿entonces iba a viajar ahí? Que eso parecía una película de James Bond con agentes secretos y todo. Mejor, era como una mezcla de Indiana Jones con James Bond, con eso de que escondían un secreto. Wow.
—¿Vamos a ir ahí? —preguntó Alain. Antoine ya había llegado hasta pararse al lado del auto, el chófer le abrió la puerta. Claro que iban a ir en ese súper auto.
—¿No te gusta?
—Creo que está genial —sonrió sin querer, sin perder el tiempo, bajó las escaleras del pórtico de su casa y fue hasta la limusina.
Antoine entró primero, luego él. El guardia que estuvo afuera se fue hacia adelante. Estaban solos allá atrás, hasta había un vidrio negro para que nadie los viera. Los asientos eran de cuero blanco, había calefacción también. La limusina empezó a andar y él se quitó el abrigo, ya estaba entrando en calor.
—¿Gustas algún dulce? Siempre guardo, a mi nieto le gusta.
—No, yo... creo que estoy bien.
—¿Seguro?
—Bueno, si tiene Snickers... —Antoine sonrió. A un lado había un pequeño frigobar, lo abrió despacio, y ahí vio varias barras de Snickers. Sin perder el tiempo cogió uno. Dos, por si acaso.
—Audra ha informado sobre lo que sabes hasta ahora —empezó a decir el hombre mientras él abría su chocolate—. ¿Tienes alguna pregunta?
—¿Por qué me han contado eso? Es que suena importante, suena... no sé, como algo peligroso.
—Suena como un cuento. Un libro, una película quizá. Hasta un videojuego. —Alain asintió, era justo lo que él creía—. Por eso mismo te contó, porque nadie lo creerá. No importa a quien se lo digas, nadie va a creerte. Las cosas ya no son como en el pasado, cuando la orden era perseguida por la Iglesia. Hoy en día hay todo tipo de historias, cada una más loca que la anterior.
—Pero es verdad, mamá lo dijo —Antoine asintió.
—Claro que lo es, y mientras más loco suene, mejor para nosotros. Nadie nos hará daño mientras nadie nos crea. Eso no importa, nosotros sabemos la verdad.
—"Nosotros" es la segunda orden del Grial.
—Exacto, eso es lo que somos. Tu madre ya te contó que la primera orden protegía los pilares del Grial. Nosotros ya no tenemos Grial que proteger, por eso lo estamos buscando, ese es nuestro objetivo.
—No lo entiendo, si no tienen Grial, ¿cómo saben que existe?
—Porque tenemos otras cosas, Alain. Narraciones de antiguos miembros de la orden, documentos, testimonios. En casa los Maureilham tenemos las memorias de Arnald.
—¿Arnald?
—Arnald de Maureilham fue un caballero que sirvió al último gran maestre de la primera orden. Él documentó toda la historia en sus memorias, la búsqueda del Grial, las relaciones entre los miembros de la orden, la cruzada, los ataques, la transformación de Bruna, y lo que pasó años después hasta su muerte. Él y su esposa Mireille escribieron todo. Aún no recuperamos las memorias de Mireille, pero tenemos lo de Arnald que ya es mucho.
—¿Y qué hay de los diarios de Jehane de Cabaret?
Eso era lo que quería saber. Porque su padre murió recuperando esos documentos. ¿Qué tenían de especial para la orden y para toda esa loca historia?
—Jehane fue la hija de Peyre Roger y Guillenma, ellos aparecen en las memorias de Arnald también. Fueron personas importantes para la orden. Peyre Roger fue el esposo de Bruna —dijo para su sorpresa—. Antes de ser inmortal, ella fue la señora de Cabaret, la orden los casó. Después del ataque a Béziers, Bruna fingió su muerte y por lo mismo dejó libre a su esposo para hacer la vida que quisiera. Él se casó con Guillenma, una dama importante a quien siempre amó.
—Eso es un poco extraño... creí que, no sé... eran como más medievales. Ya sabe, como en las películas, muy católicos y que todo lo ven pecado.
—Los de la orden nunca fueron católicos, solo fingían serlo. Pero volviendo a Jehane, ella fue hija de ellos dos. Conoció a Bruna, y a otras personas importantes. Durante años, Jehane documentó en sus diarios lo que pasó con la orden después de la disolución. También escribió sobre la inmortal Bruna, sobre los otros inmortales, y más. Algunas profecías también, ella no era profeta, pero conocía a alguien. Por eso teníamos que encontrar esos diarios, los necesitamos.
—Escuché que esos diarios le pertenecieron a mi familia por años.
—Es verdad, tu familia desciende de una antigua miembro de la orden. Jehane no tuvo hijos, por eso le dejó los diarios a tu familia. Por años ustedes los tuvieron, pero con el tiempo se perdieron. O mejor dicho, los robaron. Así que tu padre pasó mucho tiempo buscándolos, cuando al fin dio con su paradero se decidió a recuperarlos... —suspiró, hasta bajó la mirada—. Con trágicos resultados. Quiero que sepas que jamás quise que algo como esto pasara, conocía a Jean-Paul de toda la vida, lo que menos quería era que muriera así.
—Yo tampoco... —murmuró con tristeza.
Ahora sabía que esos diarios tenían cosas importantes, aunque no entendía para qué. De lo único que quería era estar seguro que la muerte de papá valió la pena.
—Lo que haremos ahora es estudiar los diarios. Tenemos que tomar fotos, traducirlos, transcribir. Todo está en una mezcla de oc, oíl, latín también.
—¿Cómo harán eso?
—Descuida, las memorias de Arnald estaban en el mismo idioma, así que ya tenemos experiencia. Tu padre iba a ser el encargado de eso, pero ahora Jerome lo hará. Supongo que no tienes problema en que él vaya a tu casa, ¿verdad?
—No. Pero, ¿por qué me pregunta? Son cosas de la orden, yo no sé nada de eso.
—Eres un Bordeau, esos diarios te pertenecen. No creas que voy a quitártelos, Alain. Tu padre murió por ellos, es justo que los tengas. Aún eres muy joven para saber todos los detalles, pero igual te mantendremos al tanto de lo principal.
—¿Por qué? —No entendía, ¿era necesario tomarse tantas molestias con un niño?
—Tienes diez años ahora, pero algún día serás adulto, no falta mucho para eso. Y eres parte de la orden por herencia, tienes que aprender. Esta es una época tranquila y debes de estar preparado.
—¿Para qué?
—Para el final —dijo con voz calmada. No entendió, ¿final de qué? —. El fin de todos nosotros —continuó Antoine.
—¿El fin de la orden?
—No, el fin del mundo tal como lo conocemos. "Con la inmortal ocho todo acabará", esa fue la visión que tuvo la profetisa que nos advirtió. Ya se han revelado siete inmortales hasta ahora, siete personas que se convirtieron. Algunos no tuvieron alternativa, algunos lo buscaron. Solo queda un inmortal por revelar, y según la profecía pasará en unos veinte años.
—Entonces, cuando nazca la inmortal ocho... ¿Adiós todo? ¿Fin del mundo? ¿Eso?
—No tenemos los detalles, pero sabemos que así será. En los diarios de Jehane están las profecías que necesitamos para evitar que eso suceda, por eso eran tan importantes.
—Ahh... ya entiendo.
Le dio una mordida a su Snickers. Pero todo eso era más loco de lo que pensó, la orden tenía que evitar una especie de Apocalipsis y las pistas estaban en su casa. ¿Qué eso no era peligroso?
—Señor Antoine, ¿y si vienen los malos por los diarios de Jehane? Porque hay malos, ¿verdad? Así como nosotros, debe haber también otra sociedad secreta o algo, ¿no?
—Podríamos decir que los inmortales son los malos. Pero a ellos nunca les ha importado lo que la humanidad haga, confían en que cuando llegue el momento las cosas saldrán tal como siempre.
—Pero alguien mató a mi padre, Ismael, yo escuché eso. ¿Quién es él? ¿Es inmortal también?
—En las memorias de Arnald le dicen Ismael "el otro", y no es parte del grupo de los inmortales, aunque tenga vida eterna.
—Y si él tenía los diarios, ¿no vendrá él a buscarlos otra vez? ¿Y si nos mata? —preguntó, preocupado.
—Ismael no se detiene en ese tipo de cosas, Alain. Para él matar a tu padre ha sido un juego, quizá estaba aburrido. Se robó los diarios años antes solo por molestar, ni siquiera le interesan las profecías. Nos considera inferiores, por eso cree que ningún humano podrá pasar sobre él.
—¿Y usted también cree eso?
—Yo creo que no debemos subestimar a ningún inmortal, menos a Ismael.
—¿Y Bruna?
—A ella mucho menos. Nunca te acerques a Bruna "la encantadora" si quieres vivir cuerdo.
Alain tragó saliva. Estaba algo asustado con eso. Si mamá y Antoine lo decían, tenía que ser verdad. Nota mental, nunca jamás en la vida se acercaría a esa Bruna.
La limusina se detuvo de pronto, por andar distraído en esa conversación no se fijó ni a dónde iban. Miró por la ventana y notó que ese no era su barrio. En realidad, parecía un lugar más residencial. No era una zona de ricos, pero sí de casi ricos. Entraron por una reja y llegaron a una casa enorme que más parecía una mansión, en realidad sí que era una mansión.
—Esta es una de las propiedades Maureilham en París. Podrás venir aquí las veces que quieras.
—¿Para qué?
—Para empezar tu entrenamiento.
Sin decirle nada más, la puerta de la limusina se abrió y el guardia lo esperó para que saliera. Una vez él y Antoine estuvieron afuera, empezaron a caminar hacia la mansión. Un hombre que parecía un mayordomo de película les abrió la puerta. Alain observaba todo con asombro, el lugar lucía impecable y lujoso, parecía un sueño.
Todo estaba en silencio, hasta que escucharon el ruido de algo estrellándose contra el piso en un salón de al lado. Segundos después un niño de unos ocho años entró corriendo, detrás de él un chico de unos quince o más lo perseguía.
—¡Que no soy tu maldito niñero, mocoso del infierno!
—¡A que no me atrapas! —reía el niño.
—Jóvenes. —La voz de Antoine sonó fuerte. Apenas lo escucharon, el chico y el niño se detuvieron.
—Disculpe, señor —dijo el joven—. Me sacó un poco de quicio.
—Es lo que suele hacer —contestó Antoine
—Hola, abuelo —saludó con timidez el niño.
—Jóvenes, les presento a Alain Bordeau. Alain, ellos son mi nieto Julius de Maureilham, y Silvain Chastain. De ahora en adelante Alain también estará en entrenamiento para la orden.
—Pues bienvenido —le dijo el chico que ahora sabía se llamaba Silvain.
—¡Hola, Alain! —le dijo Julius—. ¿Seremos amigos?
—Supongo... hola —contestó confundido. Así que después de todo no era el miembro más joven de la orden.
—¿Y qué estaban haciendo antes de empezar a correr? —preguntó Antoine.
—Leíamos el tomo quince de las memorias de Arnald —le dijo Silvain.
—Cuando Guillaume se entera de que el padre Belián era Ismael, ¡qué miedo! —gritó el niño Julius. Aunque la verdad no parecía tomárselo muy en serio.
—Bueno, entonces regresen a su lectura. Alain ya los alcanza.
—Sí, señor —le dijo Silvain y ambos empezaron a caminar para salir del salón en completo silencio.
—¿Yo también aprenderé esas cosas? —preguntó él.
—Sí, puedes venir cuando quieras para leer las memorias de Arnald, todos en la orden lo hemos leído. Pronto, cuando Jerome haga la traducción, podrás leer los diarios de Jehane.
—Wow... —dijo sin querer. Eso era lo más le interesaba.
—Silvain es descendiente de Caleb de Entenza, él fue hijo ilegítimo del conde de Foix, tomó el apellido del esposo de su madre, Kaysa. Como comprenderás, con los años muchos perdieron sus casas nobles, otros cambiaron de apellido por seguridad.
—Ahhh... lo entiendo. ¿Y yo, señor? ¿De quiénes descienden los Bordeau?
—De Alix de Queribus y Amaury de Montfort —él solo asintió, esos nombres no le decían nada.
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¡Buenas, buenas! Acá llego con el capítulo de cada viernes ❤ ahora con Alain contándonos como va la cosa en 1999.
Mi pobre criatura tiene una responsabilidad tremenda ahora 😱 bueno, cuando sea adulto porque ahora es un bb.
También tuve el placer de presentarles a 2 personajes muy importantes 🥰 Silvain y Julius, que fueron lit esto:
Hay muchos detalles sobre la primera orden en "La dama y el Grial I", pero ya saben que no requisito leerla porque acá estará todo bien explicado. Claro que si quieren la experiencia completa con spoiler, dale xd
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