22.- Años de olvido

Fragmentos sueltos encontrados en los diarios de Jehane. No tienen fecha. Se estima que fueron escritos desde mediados del año 1233, hasta el 1236.


Traje conmigo pergaminos sin saber cuándo sería capaz de escribir, o si habría posibilidad de hacerlo. No recuerdo algunas cosas. No sé cómo es posible que mi memoria sea borrada de esta manera. Tampoco sé donde estoy, los momentos en los que me siento yo misma son escasos. Estoy escribiendo a escondidas, y he decidido ocultar esto de los ojos de cualquier inmortal, o mortal incluso. Nadie debe saberlo.

Temo que si se enteran de que escribo decidan limitar mi libertad. Tengo claro que es un riesgo grande, pero a la vez es la única forma en que puedo sentirme libre. Ser yo. Jehane de Cabaret, la mujer que escribía.


***************


Qué difícil es vivir y saber que tu vida no te pertenece. Que no eres dueña de tus actos, que tu voluntad no es la tuya. Que tu cuerpo de pronto es de alguien más, uno al que no le entregaste nada por deseo propio. En momentos como estos, cuando la lucidez llega, me preguntó cómo es mi vida cuando no soy yo. Si acaso sonrío, canto o lloro. Cómo soy cuando no soy Jehane. Cuando soy una marioneta en las manos de un inmortal.

Quisiera saber hasta cuándo durará esto, cuánto recordaré. Y si podré escribir en esos momentos cuando no soy Jehane.


***************


Tengo recuerdos borrosos de cosas que pasaron. Hace pocas o muchas lunas, no lo sé. A mi mente acuden hechos confusos que no sé conectar. Una fiesta, rostros nuevos. O quizá son varias fiestas y no lo sé. También rostros conocidos, y una voz dulce que me habla suave. Que me ayuda a recordar poco a poco. No sé cuándo volveré a abrir los ojos, y si cuando lo haga entenderé lo que está pasando.


***************


Estamos en Gales. No sé en qué momento llegamos acá, solo sé que hay una guerra, o problemas entre señores y sus tierras. Lo típico. Con los inmortales no es algo que deba preocuparme, porque he entendido que en realidad Esmael solo está en la zona para decidir a qué bando darle el triunfo de acuerdo a lo que desea. Unificar todo el reino de Inglaterra parece ser su objetivo. ¿Volveremos a Londres en algún momento? ¿Estuvimos ahí, en primer lugar? No he preguntado. 

Hace unos días que recuerdo todo, o gran parte de ello. Eso es porque no estoy bajo la influencia del ángel oscuro, él no está aquí ahora mismo. Me acompañan Actea e Isethnofret, ambas me han infundido calma y me han comunicado algunas cosas.

Presiento que nada bueno me ha pasado, lo veo en ojos de ambas. Isethnofret siempre luce fría con todos, pero me tiene especial consideración, como si quisiera compensarme algo. Y Actea se comporta igual de agradable conmigo, pero cuando intento indagar sobre mí, ella evade mis preguntas. He sido capaz de ver la pena en su mirada.

Sigo sin saber la fecha, creo que tampoco es importante. Estoy en un castillo de Gales en compañía de las inmortales. Sé muy bien como son las guerras y el ambiente de estas en casas de los señores, lo he vivido. Aunque el castillo se esté fortificando, y lleguen más soldados cada día, las inmortales no muestras preocupación alguna. Se escucha el golpe de hierro contra hierro, el murmullo de los hombres preparándose para la batalla. Pero ellas son indiferentes a los pleitos humanos, los detestan.

—Los hombres y sus guerras dijo Iseth esta mañana con profundo desdén—. No hay otra cosa que amen más, y solo consiguen lucir más nauseabundos de lo que ya son. Detesto el olor a sangre y suciedad, deberían quemarlos a todos y así nos deshacemos de esta peste. ¿Qué dices, Jehane?

No me atreví a contestar con la verdad, puesto que a mí los asuntos políticos siempre me han importado, y las guerras por sucesión despiertan en mí una inusual curiosidad.

—El clima se me hace insoportable —observé—. Este lugar es muy húmedo, prefiero el calor de Languedoc, incluso el de oriente.

—No depende de nosotras, cariño —me dijo Actea mientras observaba unas telas. Iba a mandar a hacer algunos vestidos para ella, y también para mí, según dijo—. ¿A quién creen que Esmael le dé su favor? Está muy reñido.

—Me temo que Llywelyn tiene las de perder —le dijo Iseth—. Quiero decir, es el legítimo gobernante, pero a Esmael no le importa Gales. Si hizo que ganara el sitio de Cardigan no ha sido para darle un triunfo. Henry no se la tomó nada bien, pero no ha pasado a mayores. Le ha dado estabilidad al rey, eso sí.

—Quiere favorecer al rey de Inglaterra... —murmuré. Quizá no debí hablar, ambas me miraron con curiosidad—. Según lo que dijo usted, mi señora —agregué con respeto mirando a Iseth.

—Si, es eso —continuó Iseth—. Lo conozco lo suficiente para saber cuando alguien le cae bien. Los galeses y la gente de estas tierras le agradan, pero no lo suficiente para darles su favor. Esmael solo ha venido a apaciguar las cosas para darle estabilidad a Henry de Inglaterra. Es él quién le importa.

—¿Y por qué tiene afinidad con el rey inglés? Si es posible saberlo, claro —pregunté con curiosidad. 

Hasta el momento no fui consciente de la forma en que Esmael trabaja. Escoge a alguien, y si le cae en gracia, lo favorece. Aparta los obstáculos de su camino para engrandecer una nación, o sepultar otras. Y al parecer el ángel oscuro ha puesto sus ojos en el monarca inglés. Quizá le espera un tiempo de grandezas.

—Es simple, muchacha —me dijo Iseth, sonriendo de lado—. Henry de Inglaterra sabe usar la religión a su favor, y a Esmael le encanta eso. Sobre todo cuando usan a su favorito histórico.

—Disculpe, no entiendo...

—A Jesús, cariño —me explicó la egipcia, y por alguna razón sentía que todo eso le hacía gracia—. Esmael se ha encargado de que el cristianismo sea lo que es hoy. Todo lo que viene de la iglesia es su responsabilidad, a él le encanta. Por supuesto, aquel hombre no estaría nada de acuerdo con lo que se ha hecho de sus enseñanzas, pero eso poco importa. La religión que Esmael quiso domina el mundo. Y si Henry III usa la religión a su favor y es un cristiano muy devoto, entonces a Esmael le agrada.

—Ah, pero si este es igual de hipócrita que el rey franco —continuó Actea—. Ese par de ridículos están haciendo competencia de quién es más piadoso y devoto. Se les ha dado por coleccionar reliquias, ¿verdad? Eso nos contó Nikkos.

—En todo caso —me dijo Iseth—, puede que Esmael quiera una guerra más interesante entre dos grandes reyes que le caen bien, ¿qué dicen ustedes?

—Eso se va a poner muy bueno —respondió Actea muy animada. 

—Pero aquello duraría años —les dije yo—. Son grandes reinos, no se dejarían derrotar con facilidad.

—Pues eso a nosotras no nos importa. El tiempo no es relevante —me contestó la egipcia con tranquilidad.

Supongo que sí, para ellos los años de guerra y muerte por venir no tienen importancia. A mí tampoco debería importarme.


***************


Sé que los días pasaron, pero no sé cuántos en verdad. He escondido los pergaminos que escribí hace días. No recordaba nada. Incluso cuando los he revisado ningún recuerdo volvió. Todo eso se ha borrado, y no sé la razón. Puede que no recuerde, pero al menos sigo escribiendo y eso es lo importante. 

Niño, ¿leerás esto? Me pregunto si llegará a tus manos la información de estos días, si tú sabrás lo que me pasó en verdad. O si todo acabó en mi carta de despedida. Si para ti solo quedará un vacío inquietante. Aun así haré el esfuerzo de escribir cada vez que sea posible. Haré este esfuerzo por ti.

Eso no es muy difícil en verdad. Cada vez que soy capaz de pensar por mí misma me acuerdo de las palabras de Sybille. De mi misión para el futuro, de mi deber contigo. Solo por eso lo hago y lo seguiré haciendo. Prefiero concentrarme en eso, pues cuando pienso en lo que dejé atrás el pecho me arde de dolor. Mis padres, Luc. Mis amigos Bernie, Valentine, Adeline. Y Caleb. No sé si no me permiten pensar en él, o si soy yo la que no quiere hacerlo para no sufrir.

Lo que tampoco sé es si mi estado actual es culpa de Bruna. Sé que ella me pidió que huyera aquel día y que guardara el secreto. Pero lo demás no lo tengo claro. Esta pérdida de memoria, mi sumisión, mis ratos de lucidez. ¿Fue ella? ¿Ella me ha hecho esto? Si es así, es ahora que soy capaz de admitir que la odio. La odio con tanta fuerza que no me cabe en le pecho. ¿Cómo pudo hacerme esto? ¿Cómo pudo sacrificar mi vida y mi cordura a cambio de su felicidad? ¿Es posible ser tan cruel con las personas?

Hasta hace unos años ella era tan humana como yo, ¿es que lo olvidó todo? ¿Es verdad que ya no siente como una humana? No lo sé, ni lo entiendo. Y de ser así, ¿acaso eso justifica el daño que me ha hecho? ¿Por qué me ha condenado? ¿Cómo pudo decir que me apreciaba, si me iba a destruir de esta manera? La odio, la odio a cada momento. Ni siquiera soy capaz de odiar a Esmael por lo que me hace, y eso es porque no lo recuerdo. Pero a Bruna la recuerdo bien, y la odio.


***************


Sé que ya estamos en Londres, en algún palacio que el rey Henry nos ha otorgado. Debo suponer que todo marcha tal como Esmael desea. Aunque he escuchado quejas, en especial de él y Nikkos. Dicen que hace falta Bruna, que con ella todo es más sencillo. Y me imagino que se refieren a su encantamiento. 

Bruna les ahorra el trabajo con su voz encantada, eso debo suponer. Tengo entendido que en estos días Nikkos se ha hecho pasar por un tal Richard de Clare, un amigo personal muy querido del rey, así que lo ha convencido de hacer las cosas que Esmael quiere.

Aun así les falta Bruna. Debo suponer que la inmortal ya está en camino. Me pregunto si podré odiarla tanto como ahora, o si caeré en su encanto otra vez y como siempre.

Me he sorprendido pensando en ella con rencor. Ya no siento miedo ni angustia por su pronta llegada. ¿Cómo podría? Antes tenía miedo de que llegara a arrebatarme la libertad. Pero ya no tengo una vida que ella me pueda quitar. Me he convertido en un espectro.

Ven, Bruna. Ya no hay nada en esta mujer que puedas destruir.


***************


La vi una vez más, y entendí dos cosas. De alguna forma Bruna me liberó de su encantamiento aquella vez. Y la segunda es que ella no me ha robado la memoria. Si bien es cierto que me entregó y me puso en esta situación, no es por su poder que estoy así. Es por obra de Esmael. Él hace que olvide las cosas malas y que me hacen sentir culpa. Cosas que, debo suponer, son actos deshonrosos.

¿Qué hará conmigo? Creo saberlo cuando soy consciente y él pasa a mi lado. Cuando estoy al lado de Actea o Iseth, y él me deja una caricia fugaz que me estremece de miedo. Sé que él odia esos momentos porque le temo, porque no soy la mujer complaciente y entregada en la que me convierto cuando él quiere. Qué horrible debe ser para tener que recurrir a esas artes tan rastreras. Si quisiera enamorarme lo hubiera conseguido con paciencia y cariño, mostrándose tal como era ante mí. No de esta manera. Así jamás lo querré. Yo nunca seré suya, y solo forzándome con su manipulación podrá tenerme.


***************


Bruna apareció en Londres hace unos días, pero no ha sido hasta hoy que hemos tenido oportunidad de hablar. No sé si ella me evadía, o si lo hacía yo. Solo sé que estoy sola en esto, ni las inmortales que me protegieron están de mi lado. Están con ella, desde luego. Las tres son hermanas, así se llaman. ¿Cómo pude pensar que alguna se pondría en contra de ella por mí? Qué ilusa fui. Aunque ahora que lo entiendo, ya no guardo tanto rencor.

No hablamos a solas. Cuando Esmael y Nikkos salieron a atender unos asuntos, me quedé a solas con las inmortales. Cada vez que el ángel oscuro se aleja de mí puedo volver a razonar. Así que lejos de su influencia fui capaz de mirarla de frente, de retarla con la mirada. Ella, al darse cuenta de mi reclamo, me miró. Ni siquiera parecía sentir un ápice de culpa.

—No lo has entendido, ¿verdad? —me dijo en un tono frío. Percibí hasta desdén en sus palabras—. Por eso me miras así, porque tienes que  encontrar una culpable.

—¿Quién lo es entonces? ¿Acaso no fue usted quién borro mis recuerdos aquella noche? Me hizo olvidar sus palabras y solo recordarlas para seguir sus órdenes de huir. ¿A quién debo culpar? —reclamé. Era la primera vez que me dirigía a ella de esa manera.

—Puedes culparme a mí si quieres, es lo que hacen todos ahora. Tus padres lo hacen, Sybille lo hace. Mi propio hijo me culpa del fracaso de Trencavel, pero yo no puse en la cabeza de ese muchacho que entregara su voluntad a su inútil primo de Aragón para someterse a la iglesia. Vamos, puedes culparme si quieres. Cúlpame de lo que quieras, no me importa.

—Si, ya me di cuenta que no le importa lastimar a nadie. Que no le importa la vida de nadie que no sea usted misma, el señor Guillaume o su hijo. Los demás humanos podemos arder en el infierno o sufrir el resto de nuestros días. Eso a usted no le importa —me miró indignada. Supongo que jamás esperó escuchar esas palabras de mi boca.

—Muchacha, contrólate —me reclamó Isehtnofret—. ¿En serio te parece que Bruna tuvo alternativa? Ibas a ser de Esmael quieras o no, él te desea desde que te vio en oriente. Te iba a conseguir a como dé lugar.

—Cielo, tú no estuviste ahí. No entiendes nada —apoyó Actea. En ese momento me sentí furiosa con las tres.

—¿Qué es lo que no entiendo? —pregunté, irritada.

—Como funcionan las cosas aquí, Jehane —me explicó Iseth con condescendencia—. Y lo entiendo, apenas se te permite ser otra cosa que un espectro. Él es nuestro hermano mayor, nuestro líder. Estamos a su sombra, esa es la verdad. El alcance de su poder nos cubre a todas. Hacemos lo que él nos pide de acuerdo a sus deseos, y tenemos cierta libertad que nos permite sentirnos felices. Ha hecho concesiones con todas, y cada quien es feliz a su manera dentro de lo que se puede. Actea puede hablar con quien quiera, puede recorrer el mundo por días, meses o años. Esa es su libertad. Y lo único que le pide Bruna a Esmael para ser feliz es ver a su familia. Es lo único a lo que tiene derecho, y pronto eso se le acabará también.

Cuando dijo aquello, miré de lado a Bruna. La noté bajar la mirada.

—Eso que dices es cierto. Son ellos lo que más me importa, son todo lo que amo —me dijo Bruna. Mi amado y mi hijo, a quienes perderé algún día cuando la muerte se los lleve. Me espera una eternidad sin ellos, y quisiera vivir el resto de días que tienen al lado de ambos. Eso Esmael lo sabe. Son mi debilidad, él lo tiene muy claro. Así que cuando le pedí me concediera tiempo para viajar a Provenza y visitarlos, se negó.

—¿Qué? —Eso escapó de mis labios. Empecé a entender las cosas poco a poco, y no me agradó nada. 

—Me negó lo único que deseo en el mundo. No quería que le ruegue, porque lo hice y no funcionó. Le prometí hacer lo que me pidiera el resto de mis días, se lo juré. Le pedí de rodillas que me deje ir a ver a mi familia, le pedí llorando que no sea cruel conmigo. Le dije que ese fue nuestro trato, que él no podía romperlo. Me dijo que estaba harto de ese trato, que mataría a Guillaume y mi hijo para que dejen de arruinarlo todo. Yo también me atreví a amenazarlo, le dije que si hacía eso iba a irme para siempre y nunca me volvería a ver. Pero tuve miedo. No como la primera vez que lo enfrenté, en ese entonces no era consciente del poder de Esmael. Ahora sé lo que es capaz, sé el daño que puede hacerle a todo lo que amo. 

Conforme hablaba, las lágrimas recorrían el rostro de Bruna. Su voz estaba cargada de miedo, rabia, frustración.

—No quería nada a cambio, solo que le ruegue sin sentido. Quería que me humille, quería demostrarme que me tiene en sus manos, que me ha ganado, que le pertenezco. Así que cuando se cansó de mis ruegos, me dijo que te quería. Que iba a raptarte en el camino a Inglaterra, que serías suya. Por eso me pidió que le ahorrara el trabajo a cambio de más tiempo con mi familia, y solo por eso lo hice. ¿Acaso tenía alternativa? Por supuesto que no. Esmael lo iba a hacer de todas maneras, con o sin mi ayuda. Al menos me esforcé por hacerlo amigable para ti, que sea una transición tranquila. Sé que me odias por esto, pero no me dejaron opción. Con Esmael es así, Jehane. O le obedeces, o te hundes. Y en mi caso no me hundiría sola, pues una palabra suya bastaría para arruinarles la vida a todos.

—No tenía idea... —murmuré. No me sorprendía que tuviera un trato con Esmael, eso ella misma me lo dijo. Sino las condiciones de este. La forma en que la obligó a humillarse y arrastrarse por su familia.

—Bueno, ahora ya lo sabes. ¿Y quieres enterarte de más? El ángel oscuro está haciendo uso de lo que de seguro se va a convertir en su forma favorita de derramar sangre y aterrorizar a los demás. La Santa Inquisición. Ya consiguió que el tribunal llegue a nuestra tierra, te imaginas lo que pasará. Es una amenaza para mí, no me lo ha dicho, pero lo tengo claro. Si hago algo en su contra, todos los que amo acabarán ardiendo en una pira o torturados. No sabes lo que es saber eso —agregó dolida. 

En ese momento sentí que todo dentro de mí temblaba. La inquisición. Sabía que cogerían la excusa de acabar con la herejía albigense. Podrían hacerles daño a mis padres, a mis amigos. A los antiguos miembros de la orden del Grial. Eso la Iglesia lo sabe muy bien, siempre los tuvo en la mira.

—Oh no...—dije llevándome una mano al pecho. 

La angustia me invadió de saber que quienes conocía y amaba correrían un grave peligro. No podía creer hasta donde llegó Esmael con tal de salirse con la suya y someter a Bruna. La amenazó primero con apartarla de su familia, luego llevó la inquisición a su tierra. 

—Bruna es un tanto diferente a nosotras —habló de pronto Isethnofret. Lo dijo, pues Bruna no quería hablar más, lo noté. Se secaba las lágrimas con discreción, y sin querer empecé a sentir pena por ella—. Ha nacido con un poder grande, uno difícil de dominar. Incluso para nuestro líder. A Esmael no le ha quedado alternativa que someterla a la fuerza a su control.

—No lo justifiques —le dijo Bruna con rencor—. No sabes lo que duele.

—No lo sé, porque cuando me hice inmortal ya no tenía nada. No me interesaba nada ni nadie, a diferencia tuya. Ninguna de nosotras tenía nada, ni esperanzas ni deseos. Estábamos vacías, y él le dio sentido a nuestra existencia. Por eso estamos de su lado, porque no nos quitó nada, no ha sido necesario amenazarnos.

—El problema con Bruna es que ella lo tenía todo. Que aún lo tiene —agregó Actea—. Ellos son su debilidad. Y mientras los tenga, él podrá amenazarla. Será algo de nunca acabar. Porque hoy es el hijo. Luego serán los nietos, los bisnietos...

—Basta ya. —Bruna se puso de pie, se secó las lágrimas otra vez—. Esto no se va a quedar así, que les quede claro. Algún día escaparé de él. Seré lo suficiente fuerte para enfrentarlo y hacerle pagar el daño que me hace. Y así como él quiere destruir todo lo que amo, yo haré lo mismo con él. Lo juro —declaró con convicción antes de irse.

Al mirar de lado noté a Iseth y Actea algo inquietas. No tomaron nada bien las palabras de Bruna. Las amenazas, diría yo. Y según lo que sé gracias a Sybille, entiendo que tienen razón en temer. Porque Bruna será capaz de cumplir cada una de sus palabras.


***************


Pienso que Bruna tiene un plan, por eso intento entenderla. He notado que mira a Esmael con recelo y rencor, pero cuando están todos los inmortales juntos se porta agradable y sonriente. Me da la impresión que juega su papel de dama, el que le enseñaron a ser toda la vida. Uno que yo conozco también. 

Sonriente, pero no demasiado. No reír para no incomodar. No hablar mucho para no aburrir a los hombres. Lucir siempre hermosa y limpia, ser agradable. Ser la dama perfecta que los hombres quieren. Así Bruna jugaba su papel de dama ideal ante los inmortales, y ellos se lo tragaban.

¿Acaso quiere hacerle creer a Esmael que se ha rendido a sus condiciones? ¿Que no volverá a revelarse? He entendido que esta venganza del inmortal a ella fue por culpa de su viaje a oriente. Él se enteró lo que Bruna hacía, eso de ayudar a la gente con su encantamiento. Esmael no lo permite, nada puede escapar de su voluntad. 

Fue Actea quien la delató, aunque estoy segura que no lo hizo con mala intención. Si Actea no hablaba, seguro que se iba a ganar un castigo también. Bruna fue castigada por atreverse a mostrar bondad con la humanidad, por eso Esmael le estaba dando una lección que ella tuvo que aceptar en silencio.


***************


Hoy Bruna me buscó. Como gesto de buena voluntad, un siervo inglés apareció a dejarme unos pergaminos y tinta. No nos entendíamos en absoluto, el hombre ni hablaba latín. Los comunes en Inglaterra son más ignorantes que los de Provenza, no sé cómo Esmael pretende hacer de este lugar un gran reino cuando su gente parece vivir en un abandono total.

No entendí de dónde llegaron aquellos obsequios, hasta que poco después apareció Bruna en mi habitación. Aún estaba resentida con ella, pero he aceptado que si hizo lo que hizo fue porque el ángel oscuro la forzó a ello. Al principio no quise hablarle, pero su mirada suplicante me fue ablandando. Y cuando tocó mi mano con suavidad acabé mirándola con compasión.

—Lo lamento tanto, Jehane. No quería que te hicieran esto, no debí llevarte al palacio de los inmortales en oriente jamás —me dijo con voz dolida—. No tenía idea de lo que él era capaz, no imaginé que se fijaría en ti. Supongo que lo hace porque no puede tenerte. Te quería, y a pesar de lo grandioso que es y de su condición suprema, ni siquiera lo mirabas como hombre. Solo tenías ojos para Caleb, eso él lo sabe. Tiene muy claro que jamás vas a amarlo como lo haces con ese muchacho.

—¿Y por eso me secuestró para someterme a sus deseos sin respetar mi voluntad? —pregunté con voz quebrada. 

Me sentí asqueada de mí misma en ese momento. Daba gracias por no recordarlo, pero sabía que pasaba. Que me había hecho su amante temporal, su concubina. ¿Qué hice yo para ser mancillada de esta manera?

—No sé lo que pasa por su mente, pero sé que quiere lo que no puede tener. Tu afecto, por ejemplo. Eso solo puede tenerlo cuando olvidas.

—¿Qué es lo que olvido?

—Él tiene un poder de manipulación muy fuerte, Jehane. Por eso no recuerdas algunas cosas, para no sentir culpa. Él no quiere que pienses en lo que dejaste atrás, solo así puedes quererlo.

—Señora, ¿cómo soy cuando estoy con él? Dígamelo, pues no lo recuerdo —le pedí, era consciente que la respuesta podría desconcertarme, pero aun así quería saber.

—Sonríes mucho, y buscas su compañía. Pareciera que solo tienes ojos para él, que vives para él. Como si estuvieras enamorada.

Me quedé boquiabierta, eso no podía ser verdad. ¿Acaso era feliz? ¿Acaso me entregaba sin remordimientos? Aquello solo me hacía sentir más sucia. ¿Cómo era capaz de permitirme la felicidad sin todo lo que amaba?

—Pero eso no es real, señora. No soy yo cuando estoy con él —le dije con la voz temblorosa. 

Ni siquiera quería pensarlo. Quiero olvidar esto, sé que lo haré. Cuando Bruna se vaya, cuando esconda los pergaminos y guarde la pluma, olvidaré. Prefiero seguir olvidando a pensar en lo que me he convertido.

—Supongo que él se permite vivir esa fantasía. Ya se aburrirá de ti.

—Él no me ama.

—Claro que no. Te dejará ir en algún momento, se cansará. Lo único que puedo prometerte es que intentaré que te deje con vida cuando todo esto acabe —contuve la respiración. Era posible que Esmael se aburra de su juguete nuevo. De mí. Que cuando se canse de mi compañía me arroje a un lado como un objeto inservible.

—Gracias, señora. Pero no puede hacer más por mí. Si se atreve a desafiarlo, será castigada una vez más.

—Lo sé, pero tampoco quiero dejarte morir. 

No dijimos nada por un momento. Pensé que la conversación había terminado. Quise quedarme a solas para escribir lo que acababa de vivir, porque a pesar de desear olvidar lo que me daña, deseo con la misma intensidad poder guardarlo en papel. Podré perder los recuerdos, pero no quiero perder mi vida. Lo que me hace ser Jehane de Cabaret. Además, se lo prometí al niño. Te lo prometí, muchacho. Escribiré cosas siempre que pueda para que tú sepas como son de verdad estos inmortales. Para que sepas lo que enfrentarás.

—Señora... —Iba a despedirla, pero luego Bruna me miró de frente. Tenía algo que decirme.

—Jehane, ¿sabes cómo me convertí en inmortal? —La pregunta me agarró fría. Había recibido muchas referencias a lo largo de mi vida, pero nunca la verdad.

—Sé que usted bebió el elixir estando enferma, que se lo dio el señor Guillaume. —Ella asintió despacio.

—No pretendo justificarme ahora, pero entiendo que para muchos represento todo lo que odian. En especial para los miembros de la orden, o lo que queda de ella. Había una profecía, eso ya lo sabes. Todo estaba diseñado para que yo revelara el Grial. Solo yo debía conocer su ubicación y protegerlo. Fui yo quién llevó esa carga, nadie quiso la responsabilidad. La orden cuidó de mí, se encargó que no tuviera hijos antes de tiempo, me casaron con tu padre porque era señor de Cabaret.

—Y Cabaret es inexpugnable —le dije, ella asintió.

—Ellos sabían que algo terrible iba a pasar, y por eso decidieron casarme con el dueño de esas tierras. Para que cuando llegue la guerra yo esté ahí, a salvo con el Grial. Ahora entiendo que la orden diseñó todo no solo para protegerme, también querían que me hiciera cargo. Nadie más podía hacerlo, solo yo. Y lo hice, rescaté el Grial, viví una masacre, sufrí en la guerra. Pero cumplí, viví y revelé el Grial.

»Eso hubiera sido suficiente, y te juro que yo no quise beber ese elixir. Dejé expresados mis deseos antes de caer enferma, dije que viviría hasta que mi cuerpo no dé más. Pero Guillaume me dio ese elixir, me convirtió en esto. Y te juro que no quiero culparlo, sé que no fue su intención. Él quería que estemos juntos, en ese entonces ninguno de los dos tenía idea de las magnitudes de todo. No sabíamos en qué nos estábamos metiendo.

»Éramos jóvenes, teníamos miedo. Él quiso salvarme, y solo me condenó. Sé que hasta ahora él se culpa, yo lo hice un tiempo. Ni siquiera quise hablarle del resentimiento que sentía, ¿por qué no pudo respetar mis deseos? ¿Por qué me hizo esto? Creí haber conocido el dolor el día que perdí a mi padre en la masacre de Béziers, pero te digo que conocí el verdadero dolor en mi primer día de inmortal, cuando descubrí mi condición. Ese día sentí que algo se desgarró en mi pecho, supe que todo había muerto. Mi vida humana se fue, y con ella todo lo que me hacía ser Bruna de Béziers. Ese día morí, y lloré mucho. No creo que ninguno de los inmortales haya llorado tanto su muerte como yo.

—Lo lamento tanto, señora —le dije despacio. Quizá fue por el tono de su voz, por sus ojos cristalizados, o quién sabe, su encanto natural que quebraba a cualquier mortal. Pero también sentí deseos de llorar y me sequé los ojos.

—Sé que no puedes entenderlo, nadie puede. Ni siquiera los otros inmortales. Ya escuchaste a Iseth, ellos no perdieron nada. Renacieron y encontraron el sentido de la nueva vida con Esmael. El vacío por lo que perdí se hace cada día más hondo, y sé que con los años será peor. Es duro saber todo eso, ¿pero sabes qué es peor? Que las personas que me llevaron a aquello me detesten ahora. Fueron buenos en deshacerse de la carga echándole toda la responsabilidad a una dama. Y ahora no pueden ni mirarme porque me tienen miedo. Me odian, pero se olvidan que ellos mismos crearon a este monstruo —me dijo antes de ponerse de pie y despedirse de mí.

Al quedarme sola, tomé el regalo de Bruna y empecé a escribir. Niño, ¿la orden le teme a Bruna en el futuro? Supongo que sí. Yo ya he entendido algo. Cuando la hicieron dama del Grial, cuando la dejaron asumir la responsabilidad, cuando la obligaron a beber el elixir en contra de sus deseos. Ahí fue que crearon a una inmortal. Mis padres, Sybille, Trencavel. Todos le temen y desconfían de ella ahora.

Niño, ni tú ni yo podemos olvidar algo. La orden creo al monstruo. Mis padres y tus ancestros son culpables por traer al mundo a quien tanto temen. A la que puede ser nuestra ruina.


***************


Es pascua, no sé de qué año. Y sé que no es la primera vez que veo al rey Henry III, pero no lo recordaba. A la misa por jueves santo solo fuimos Esmael, Nikkos, Bruna y yo. Iseth se quedó a hacerle compañía a Actea, pues ella se abstiene de ceremonias religiosas. Ceremonias cristianas, siendo específica. El rey ha ordenado ayunar, y además se ha excedido un poco hoy. Al menos es así como lo veo.

Actea dice que Henry III y Luis IX están haciendo competencia por quién es más religioso. Iseth dice que la competencia es por quién es el monarca más ridículo. Bruna dice que se trata de quién se inclina mejor ante la cruz. Nikkos terminó diciendo que se trata de quién lame mejor el trasero del Papa. Qué vergüenza escribir estas cosas. Así que los reyes están compitiendo por quién es el más católico y piadoso. De eso ya me di cuenta.

Hoy Henry III lavó los pies a unos mendigos. El pueblo lo quiere porque siempre los alimenta, sé que son actos de apariencia, eso dicen los inmortales. También hizo imposición de manos mientras caminábamos con el séquito hacia la iglesia, como si fuera un santo capaz de curar. Es inquietante, pero a Esmael le agrada. 

Lo que a nadie le gusta son los comentarios del rey sobre como la iglesia está barriendo con fuego la herejía albigense en mi tierra. Muchos celebran eso, pero Bruna y yo lucimos mortificadas. Hasta el momento no sabemos si algún conocido nuestro ha muerto. Tengo miedo de saberlo.

Al volver al palacio que ocupábamos en las afueras de Londres yo iba del brazo de Esmael. Aún no recuerdo, y no sé si es bueno o malo. Sé que estaba tranquila y sonreía, que incluso reía con discreción de las bromas de los inmortales. Hablaban del rey, de la reina. De los miembros de la corte, de lo que les divertía de ellos, de lo que les agradaba. Se burlaban mucho. 

Esmael solo escuchaba y acompañaba las risas. Nikkos siempre los comparaba con otros, creía saber lo que harían cada uno dentro de poco. El inmortal se jactaba de poder predecir el comportamiento de la gente, siempre dice que todos somos iguales y acabamos haciendo las mismas cosas una y otra vez. Y Bruna también se reía. Los comparaba con los hombres de Provenza, y en eso le daba la razón. No sabían nada de cortesía y limpieza, eran toscos y desagradables. Y quizá por el mismo ambiente yo acabé riendo con ellos. Me pregunto si siempre es así, si siempre se burlan de la humanidad con tanta soltura.

Al llegar al palacio encontramos a Iseth y Actea merendando juntas, nos invitaron a sentarnos con ellas. Nos quedamos todos, excepto Esmael, quien se excusó un momento. Yo, como siempre, guardaba silencio. Dijeron que el tiempo de Inglaterra se había acabado, y que pronto iríamos a París. Tal como dijo la egipcia hace un tiempo, Esmael sigue con su plan de estabilizar ambas monarquías. ¿Qué pasará después? No tengo idea, pero me inquieta saber que ha pasado tiempo. Hablan de años. Y yo apenas si los he sentido. ¿Qué habrá pasado en mi hogar? ¿Acaso me buscaron? ¿Seguirán todos vivos? ¿Y Caleb se habrá casado? Aquellas ideas empezaron a atormentarme.

Poco a poco empezaron a cambiar el tema de sus conversaciones. Y hablaron del jueves santo. De la iglesia, de la religión católica. De Jesucristo. Al parecer Bruna ya había escuchado esas historias, pues no lucía sorprendida. Pero yo me quedé con la boca abierta. Iseth y Nikkos conocieron a Jesús en vida. Al real. 

Cuando empezaron a describirlo noté que en nada se parecía a las imágenes a las que me acostumbré toda mi vida. Me sentí tonta al darme cuenta de eso. Jesús no era como nosotros, no tenía la piel blanca y el cabello rubio, ¿cómo pudo ser así si nació allá en oriente? Se parecía más a la imagen de los hombres de Tierra santa que tenía en mente, a aquellos que conocí en mi primer viaje.

—¿Y por qué lo buscaron? ¿Fue casual? —pregunté con curiosidad.

—Si y no —me respondió Nikkos—. En ese entonces eran muchos quienes decían ser el mesías elegido. En Judea las cosas estaban agitadas para el imperio. Los pueblos caídos querían liberarse del yugo romano, y en el caso de ellos tenían razones religiosas para oponerse a la invasión. A Esmael nunca le agradaron los hebreos, me parece que eso es obvio.

Al decir esto, las inmortales rieron, y creo entender por qué lo dicen. Aún hoy los judíos son perseguidos.

—En fin, que con tantos rumores de gente llamándose a sí mismos mesías y pregonando algo tan distinto a la religión local, nos dio curiosidad.

»Es algo que jamás hubiera pasado, ni Esmael ni ninguno de nosotros había estado en esas tierras por siglos. Es más, yo ni siquiera pisé aquel lugar, Iseth lo conocía de cuando eran apenas unas tribus inofensivas con delirios de grandeza. Así que llegamos, y escuchamos de este mesías en particular. Un tal Jesús de Nazareth que hacía milagros. Pudimos dejarlo pasar, después de todo la gente tiende a exagerar y nosotros lo sabemos bien. Pero Esmael tuvo un presentimiento, quiso comprobar los rumores.

»Así fue que llegamos a él, y lo supimos. Lo sentimos, él también lo sintió. Es lo mismo que les pasa a las almas afines, a aquellos que estamos destinados a grandezas. Nos reconocimos como hermanos. Él nos sonrió, debo decir que su presencia era en verdad reconfortante y su encantamiento casi divino. Pudo ser uno de los nuestros, uno de los mejores...

—Esperad un momento —interrumpí perpleja—. ¿Quiere decir que Jesús era como ustedes? ¿Cómo los inmortales?

—Si, es tal como dices —me contestó Nikkos, yo seguía boquiabierta—. Tenía todo para serlo. Un encantamiento sin igual, tenía conquistados a todos sus seguidores. Podía curar a los enfermos. Ese poder se ha visto antes, no nos sorprendió del todo. Lo que más le gustó a Esmael fue su capacidad para manipular la realidad y crear. Multiplicar panes y peces, por ejemplo. Es uno de sus milagros más célebres, y el que más nos fascinó. Ni hablar de su conocimiento de las cosas. De todo en general. Él sabía. Puede que también tuviera el don de la profecía, pues de alguna forma supo que nosotros llegaríamos, quiénes éramos y lo que hacíamos. Pudo leer dentro de nosotros, y en lugar de sentirnos amenazados, fuimos reconfortados.

»La visita no duró mucho, Esmael no quería interrumpir su misión. Jesús tenía claro su destino. Sabía que enfrentaría cargos por sedición y moriría, estaba preparado para eso. Ni siquiera Iseth, que tanto detesta a los hombres, se resistió a su compañía. Cuando llegó la hora de marchar lo hicimos con pesar. Fue una lástima, los años de vida Jesús no fue una época para revelar el Grial, faltaban mucho aún. No nació para ser inmortal, eso Esmael lo tuvo claro. Él nació para algo más grande, y nuestro líder se encargó de que cumpla ese destino.

»Pudo quedar en el olvido cuando murió, después de todo no era el único profeta que fue asesinado en ese entonces por los romanos para mantener el orden. Nada ha sido eventual, Jehane. Cuando supimos de su muerte, Esmael se puso en acción. Paso a paso, moviendo las piezas adecuadas. Se ha encargado de eso a través de los siglos. La iglesia de Jesús se fortalece cada día más, y Esmael ha hecho de ella su objeto de dominación. Así como pasó con Muhammad y el islam, pero esa es otra historia. El hecho es que sí, aquel hombre que los cristianos adoran existió. Y fue como nosotros...

—En eso te equivocas, Nikkos.

La voz que interrumpió aquella interesante historia pertenecía al ángel oscuro. Yo me quedé paralizada.

—Fue mejor que nosotros. La inmortalidad hubiera destruido a alguien como él, y aún así su memoria es eterna. ¿Acaso alguno de nosotros tiene a miles de personas adorándolo? Podríamos, es cierto, pero no nos corresponde. Así como Jesús, hubo muchos que nacieron con los dones. Siddartha, Muhammad, entre otros. No bebieron el elixir, no son inmortales. A esos yo les llamo Eternos, porque a pesar de todo viven en la memoria de la humanidad. O mejor dicho, me encargué de que su recuerdo perdurara. ¿Y qué puedo decir? Jesús es mi eterno favorito —concluyó con una sonrisa. 

En ese momento me encontraba sonriente también. Hasta Bruna lo miraba fascinada y con interés. En medio de ese silencio, Actea se puso de pie. Intentó disimular su fastidio, pero fue evidente.

—Iré a descansar, nos vemos luego. 

Fue todo lo que dijo. No esperó a nadie, caminó sin mirar atrás.


***************


Nos vamos de Inglaterra, aún no sé a dónde, pero Bruna mencionó París. Eso me animó, porque quizá había una posibilidad de volver a casa. Leí una vez más lo último que escribí, y solo entonces me quedó clara la actitud de Actea en estos últimos días. O al menos lo que puedo recordar. 

Ella estaba muy cómoda en oriente, pero la civilización occidental le desagrada. Se nota su incomodidad en todo momento, hasta en sus comentarios. Actea detesta las iglesias, la religión cristiana, cualquier mención a Jesús incluso. No sé cómo hizo para aguantar aquel día tan extensa narración sobre le origen de Jesucristo.

A mí me apena verla solitaria y molesta, es que yo la quiero tanto. O tal vez estoy exagerando, pero en serio disfruto mucho de su compañía. Con las demás inmortales me cohíbo. No puedo confiar otra vez en Bruna, Iseth parece distante, con Nikkos es todo respeto. Ni hablar de Esmael, con él todo es falso y me atormenta. Pero con Actea soy libre de expresarme cada vez que puedo. Intenté que se confiara a mí, que me contara lo que le atormenta. Y lo hizo. 

Niño, temo traicionar su confianza escribiendo esto, pero tienes que saberlo. Es necesario que lo sepas.

—¿Cómo te sientes con nosotros, Jehane? —me preguntó. 

—No quiero estar aquí, eso lo sabe —le dije con sinceridad—. No quiero recordar lo que me pasa, pensar en lo que la inquisición está haciendo en mi tierra me atormenta. Me da miedo enterarme que le hicieron algo a mis padres, o a mis amigos. A mi amado. Me siento morir de solo pensarlo.

—Por supuesto, no perteneces aquí. Este no es tu lugar, y entiendo que quieras marcharte. Espero que algún día seas libre, y que cuando retomes tu vida puedas ser la de antes.

—Gracias, es lo que más deseo.

—Y así como tú, a veces tampoco me siento cómoda entre mis hermanos y hermanas inmortales —me dijo y suspiró. No tenía idea de que esas ideas pasaban por su mente—. Me hacen sentir comprendida, los adoro, nos entendemos en todos los sentidos y nuestro vínculo es grande. Y aun así siento que este no es mi lugar en el mundo.

—¿Por qué piensa eso?

—Los primeros cristianos hicieron de mi vida humana un infierno. Mataron todo lo que amaba. Mataron a mi mentora. La humillaron, arrastraron, destrozaron su cuerpo y quemaron sus restos. Yo nunca voy a olvidar lo que hicieron, y siempre tengo presente lo que son capaces, la clase de monstruos que pueden llegar a ser. La Inquisición es una muestra de ello, y en serio lamento mucho que tu gente tenga que vivir con ese terror encima. Son monstruos sedientos de sangre que en nombre de su religión asesinan y torturan sin piedad. Sé que lo disfrutan. Espero no lo sepas nunca, Jehane. Pero una vez que pruebas el dolor ajeno y gozas de él, ya no hay marcha atrás.

—Entiendo... —murmuré. 

—¿Y sabes otra cosa más? Nunca he sido suficiente para Esmael.

—¿Cómo?

—Sé que hubiera preferido a cualquier otro —empezó a decir con rencor—. Pero no, le tocó a una esclava romana de Alejandría más de tres siglos después de que Jesús muriera. Ni siquiera le importaba mi poder, no valgo lo suficiente para él. Ya no lo dice, pero me lo dejó muy claro en mis primeros años. "A veces no entiendo los designios de los guardianes de la eternidad. Me dieron esto. Para esto esperé tantos años. Pensé que al menos sería algo grandioso, y me equivoqué" —me dijo repitiendo las palabras que alguna vez pronunció Esmael—. "Esto" era yo.

—Pe... pero...—dije titubeante. No podía creer sus palabras, que en serio la despreciaron de esa manera—. Él la aprecia, le encomienda asuntos importantes. Parece quererla.

—Ahora lo hace, pero sé que lo decepcioné. Eso ya ni siquiera debería importarme, ha pasado mucho.

—La entiendo, hay cosas que no pueden borrarse.

—Exacto. Ya comprendes por qué me irrita todo lo que tiene relación con los cristianos, y el favoritismo de Esmael hacia esa religión. 

—Lo entiendo, pero, ¿en verdad no hay nada que le agrade siquiera un poco? A mí a veces me conforta pensar en un cielo, o en las buenas enseñanzas de Jesús.

—Desde luego, a los humanos les gusta inventarse fantasías para soportar su existencia. Eso se les da bien. Solo si quieres saberlo, hay una cosa que me gusta de la biblia. Solo una.

—¿Qué cosa?

—Eclesiastes 3.

—Me temo que no estoy familiarizada —aclaré—. Nunca he leído la biblia.

—Cierto, a ustedes les leen solo lo que les conviene. Lo recitaré para ti entonces.

Me lo dijo. Recuérdalo, niño. Eclesiastes 3, lo único que le gusta a Actea de la biblia.


***************


Debemos volver al continente. Tal como mencionaron el resto de inmortales, los planes de Esmael se centrarán en París por un tiempo. Era difícil aceptar que estaremos tan cerca a casa, y sin poder volver. Me pregunté si acaso sería posible escapar, o al menos obtener más noticias.

Pero en realidad tengo miedo de saber. Han pasado tres años desde que me fui, ahora lo sé. Tres años de vida perdidos, y para los inmortales apenas un parpadear. 

En Languedoc las cosas han empeorado para mi pueblo. Persecuciones en cada rincón, castillos asediados, señores y damas capturados. Los han torturado, humillado, quemado. Ni los cuerpos de los muertos se han salvado de la ira de la iglesia y la histeria popular. Cualquiera puede ser señalado como hereje y morir. Ni siquiera quiero escuchar los nombres de los muertos, me niego a saberlo. Si llego a enterarme que murió alguien conocido para mí, enloqueceré. 


***************


Sé que han llegado mis últimos días con los inmortales pues cada vez se hacen más prolongadas las ausencias de Esmael. Me está dejando de lado, y eso debería aliviarme. Por el contrario, solo me hace sentir temor. Cuando deje de importarle, mi vida ya no valdrá nada para él. Hemos emprendido el camino hacia París. Nos detuvimos en Normandía, y ahora el camino se hace pesado para llegar a la capital de los francos.

¿Qué pasará conmigo? ¿Acaso quedaré en el abandono? ¿Mis recuerdos de todos estos años volverán a atormentarme? ¿Qué será de mi vida? Ahora, lejos de la influencia de Esmael y su presencia que todo lo abarca, puedo pensar. O torturarme con mis pensamientos, con mi angustia. 

Caleb. Mi amado Caleb. Hoy lloré por él, recordando cuánto lo amo y que lo he perdido. Si acaso lo vuelvo a ver ya nada será lo mismo. Casado, así debe de estar. O quizá esperando a su primer hijo. O con un hijo pequeño y otro en camino. Le pertenece a otra. Todos los sueños que tuvimos juntos se han desvanecido.

Quiero olvidar otra vez.


***************


Volveré. Así él me lo ha prometido. Me siento feliz de saber que recuperaré mi libertad, pero a la vez tengo miedo de enfrentar lo que se viene. Desde París partiré a Béziers donde encontraré a lo que queda de mi familia. 

Bruna no puede volver, él lo ha prohibido. Pero se ha encargado de buscar un séquito para mí, junto con soldados que hablan oc para que podamos comunicarnos con fluidez. Mis últimos días con los inmortales llegaron, y si antes viví suspendida en un limbo atemporal donde no importaba el pasar el tiempo, ahora temo lo que está por venir. Lo que debo recuperar, si es que eso es posible.

Tendré trabajo al volver. Unir las piezas de pergamino que he escrito todos estos años. Buscar a Caleb. Porque puede que él esté casado y yo deshonrada, pero otro juramento nos une. Somos dama y caballero en la finn' amor, nada podrá romper eso.

También debo ser discreta, pues la inquisición puede cazarme. Y, sobre todo, cumplir mi parte.

Ya nada me detiene. El encantamiento con Bruna se rompió hace mucho, o al menos tanto como ella quiso. Soy libre de hacer lo que tengo que hacer.

Entregaré al señor Guillaume la carta de Amaury Bordeau. Y que pase lo que tenga que pasar. Así como todos los que rodean a la inmortal, él también tiene el deber de pagar las consecuencias de haber creado a un monstruo encantador.



***************

Hello, hello, hello. Al fin pude actualizar del punto de vista de la densa, y claramente me puse densa XD  ¿En verdad dejarán libre a Jehane? ¿Y qué le aguarda en Languedoc? Solo drama es lo que puedo decir

NOTA: En el universo de los inmortales y esta saga no existe un Dios tal como lo conocemos, ni ninguna deidad. Solo los guardianes de la eternidad y los inmortales. 





Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top