15.- Más secretos
Alain temblaba mientras leía las hojas que le dio Jerome. A diferencia de todas las veces que leyó fragmentos de los diarios de Jehane, esa vez no estaba solo. Lo habían mandado a llamar a la suite presidencial del hotel, ahí se encontraba Antoine. Su madre lo acompañó, en ese momento ella estaba a su lado. Jerome y Antoine estaban frente a él, uno al lado del otro. Lo miraban fijo, esperando su reacción después de lo que acababa de leer.
Y él no sabía qué decir. Sentía un nudo en la garganta. Tenía los ojos rojos. Sentía muchos deseos de llorar y abrazar a mamá. De irse corriendo, de renunciar a todo eso de la orden. Al principio era interesante y misterioso, le parecía un gran juego. Pero las cosas habían empezado a cambiar en los últimos días hasta convertirse en algo que era peligroso, y lo asustaba.
Los padres de Julius asesinados por una inmortal. Su padre asesinado por otro. La madre de Silvain que se volvió loca por culpa de Bruna. Una chica en Estados Unidos que se suicidó, y un chico que tenía la apariencia de un hombre que vivió en el siglo XIII. Y ahora eso. Ahora una profecía que le hablaba directo a él.
¿Cómo era posible que una mujer que vivió hace tantos años supiera que él iba a existir? ¿Qué incluso lo vio en sus sueños? Sybille de Montpellier supo que ese día iba a llegar. Supo que él algún día estaría sentado leyendo aquello, y tendría miedo. Incluso le pidió a Jehane que escribiera un mensaje para él. Le pidió que no temiera, que ella y quizá otras personas de aquel pasado de la primera orden lo observaban.
Eso, lejos de tranquilizarlo, lo asustó aún más. Sybille le pidió que no temiera. Pero ¿cómo podía evitarlo? ¿Cómo tomar aquellas palabras que llegaban a atormentarlo desde el pasado?
—Hijo, ¿cómo te sientes?
Mamá se acercó a él. Tomó despacio sus manos y él la miró. Estaba asustada de su reacción. Esa tarde le contó como un secreto que la resurrección de los muertos sería real, pero las profecías de Sybille acababan de confirmar eso. Mamá lo abrazó, él correspondió el gesto. Por un instante se permitió ser otra vez un niño pequeño, cerró los ojos y se quedó así, sintiendo la protección de mamá.
—Estuvimos de acuerdo en que tenías que saberlo, ya que es un mensaje que va dirigido a ti —dijo Antoine. Madre e hijo se separaron un poco, Alain se dio cuenta que tenía lágrimas en los ojos y se apresuró a secárselas—. Lo que te has enterado hoy es confidencial, Alain. Es algo que solo las personas con altos cargos en la orden sabemos, y tu madre ha accedido a esta información para poder cuidar de ti. No es algo que debas comentar con nadie, en especial con Julius y Silvain —él asintió.
Enrojeció de vergüenza en ese momento. Antoine lo miró en silencio, pero Alain supo que el gran maestre estaba al tanto de que les llevaba las traducciones a los chicos. Nunca nadie le dijo que eso estaba prohibido, y en ese momento le quedó claro que no debió.
—Entiendo —respondió, sintiéndose avergonzado por su comportamiento.
Lo que no sabía era cómo iba a decirle a Silvain que ya no podría darle información de los diarios. Seguro que él lo comprendería, pero igual no se sentía bien dejarlo al aire cuando quizá en los manuscritos de Jehane estaba la información que podría salvar a su madre.
—Esto nos confirma lo que ya sabíamos —dijo Jerome—, tu generación será la encargada de enfrentar a los inmortales, y por eso mismo deberán ser los más preparados. Tú serás parte importante para el equipo principal que se hará cargo.
—Si, eso entendí— contestó.
Alain dijo que quería hacerse cargo de la unidad de investigación de la orden, y ahora tenía claro que ya no se trataba de lo que quería. Era lo que tenía que hacer. Ya no tenía opción.
—Pero quiero saber otra cosa, ¿quiénes creen que son los demás? ¿O acaso no lo saben?
—Lo sospechamos —respondió Jerome.
Alain volvió la vista a las hojas que tenía y leyó aquella parte. Una mujer que no quiere vivir. Un hombre que vio la muerte a los ojos. Un hombre que busca amor con desesperación. Una profetisa que no sabe lo que quiere. Otro hombre que es inmune a todo, como si eso fuera posible. Una mujer de decisión. Y, al final, él.
—Habla de una profetisa, por lo que es muy probable que se trate de Svetlana. No menciona a su hermano, así que no sabemos qué será de él, o incluso si estará vivo cuando llegue el momento.
—¿Y los demás? —preguntó con curiosidad. Tenía miedo, y aun así quería saber.
—Bueno, todo es muy subjetivo. Estamos seguros de ti, creemos que la profetisa de la que habla es Svetlana, pero nada más. Y sobre el hombre que es inmune a todo, pensamos que se trata de algún rastreador de la orden. Es posible que sea el padre de Silvain. Ha demostrado inmunidad ante los inmortales, puede ser él. O quizá es Silvain. Aún no se ha probado sus habilidades, pero está dentro de las opciones.
—¿Y Julius?
—Habla de un hombre que vio la muerte a los ojos, y otro que busca el amor —respondió Antoine—. No podemos asegurar que se trata de él. Supongo que eso ya lo sabremos más adelante.
—Si, claro —respondió él en voz baja. Ojalá se tratara de Silvain, al menos así tendría a alguien que conozca muy bien de su lado.
—Alain, como te dijo nuestro Gran maestre, esta información es confidencial. Es un secreto que debes guardar —dijo Jerome—. Nuestra orden se basa en eso. Todos, en diferentes rangos y niveles, guardamos información que otros no deben saber por seguridad. Algunos hallazgos serán revelados mañana en conferencia para los chicos de la orden, lo demás solo lo sabrán algunos adultos. Y esto que te acabas de enterar lo saben menos personas, por eso es importante que cumplas con tu deber para la orden y guardes silencio ahora.
—Si, si. Entiendo. No diré nada a nadie, lo juro —prometió él con sinceridad.
Se sentía muy tonto en ese momento. La información de la orden era ultra secreta, y él llevó hojas con las traducciones de los diarios de Jehane a la escuela. Se prometió que nunca más lo volvería a hacer.
—No lo tomes como una amenaza —continuó Antoine—, es como una prueba para ti. Si eres capaz de guardar en secreto algo tan importante, entonces podrás con todo lo demás. De momento tú solo estás leyendo las traducciones que hace Jerome, pero hay más detrás de todo esto. La unidad de investigación se encarga de corroborar los datos históricos, de interpretar las profecías también. Más adelante tendrás una explicación detallada, pero por ahora debes seguir estudiando mientras los expertos se encargan —él asintió.
—Todo estará bien, hijo —habló ahora mamá. Tomó una de sus manos y la apretó despacio, él la miró y asintió. Se había sentido muy nervioso, pero las tres personas que estaban con él lograron calmarlo un poco—. Sé que estás asustado, yo también. Es perturbador, pero es real. Yo ya tengo años en esto, sé cómo son las cosas. A Jean-Paul y a mí nos hubiera gustado que no te enteres jamás, pero ya ves que no sirvió de nada. Tu destino está escrito hace años, y lo único que me queda es ayudarte para que todo te vaya bien. Siempre podrás contar conmigo.
—Si, mamá. Claro que si.
Sintió deseos de abrazarla otra vez. Todo eso debía de ser terrible para ella. Alain escuchó la conversación aquel día cuando se enteró de la existencia de los diarios, mamá nunca quiso que las cosas llegaran a ese punto. Todos los niños de la orden habían empezado más jóvenes el entrenamiento y él apenas se enteraba de todo. Ya sabía la razón, sus padres quisieron apartarlo de ese mundo de secretos mortales.
—Alain, ya puedes retirarte a descansar —le dijo Antoine—. ¿Tienes algo que decir antes de irte?
—Emmm... pues si en realidad —dijo con timidez. Después de todo lo que se había enterado y con tanto secretismo ya no sabía si estaba bien preguntar lo que tenía en mente—. La parte en que Sybille le dice a Jehane que vaya a verla porque quiere contarle algo se corta. Quiero decir, en un momento le dice que si la inmortal ocho muere solo hay una solución que no le gustará a nadie. Pero después la narración se corta y pasa a cuando Jehane estaba asustada por lo que escuchó. ¿Eso es todo? ¿Se perdió esa parte o se estropearon los pergaminos? Solo quiero saber eso.
Apenas terminó de hablar, notó que Antoine y Jerome lo miraron con cierta sorpresa. Quizá no esperaron que él se diera cuenta de ese detalle. Y ahora sabía que no debió preguntar.
—Alain, me temo que no te diste cuenta de que no estuve dándote las traducciones completas —respondió Jerome.
—¿Cómo? —preguntó con sorpresa.
—Estoy traduciendo los diarios en su totalidad. Jehane contaba muchas cosas, algunas simples, y otras que deben permanecer en secreto. Los diarios le pertenecen a los Bordeau, pero eres muy joven para enterarte de todo. Siguiendo las órdenes de nuestro Gran maestre, solo te entrego las traducciones de lo que consideramos que debes saber para estar preparado —contestó Jerome para su sorpresa.
En ese momento se sintió ofendido y engañado. ¿Todo ese tiempo estuvo leyendo la versión corta de los diarios de Jehane? ¿Qué más le estaba ocultando la orden? ¿Acaso en lo que no leyó estaba la salvación para la madre de Silvain? No podía creerlo. Los secretos de la orden aplicaban hasta para el dueño de los diarios.
—Esto que acabas de leer iba a ser parte de esos secretos que reservaríamos para más adelante, pero decidimos que era mejor que lo supieras ahora —continuó Jerome.
—No me parece justo —dijo él, molesto. ¿Por qué le hacían eso? ¿Acaso creían que era muy tonto para entender algunas cosas?
—Justo o no, es como es —contestó Antoine, y sonaba serio—. Y tendrás que aceptarlo —miró a un lado con molestia. Qué engaño, él que se creía importante en todo eso y solo le estaban dando la versión corta para leer.
—Cariño, hay cosas que es mejor no enterarse —le dijo su madre con dulzura al notar su enojo.
—¿Ah si? Pues yo no lo creo.
—Yo creo que si —dijo ella, sonriendo de lado—. Porque si algún día esos diarios se hacen públicos, nombrarán a Jehane la precursora de la literatura erótica. En esa época ella escribía sin saber que alguien leería sus notas. Y era muy explícita contando lo que hacía con Caleb.
Cuando mamá terminó de hablar, Alain se sintió más rojo que nunca. La frase "rojo como un tomate" acababa de cobrar sentido en su rostro en ese momento. Mamá nunca le había hablado de "eso", y justo lo hacía con dos hombres presentes. Quería que se lo trague la tierra.
—Entonces supongo que está bien —dijo en voz baja y esquivando la mirada de todos.
—Ve a descansar, Alain —le pidió Antoine—. Y recuerda, esto es secreto. Si Silvain o Julius se enteran antes de tiempo, lo sabré. Hablo en serio cuando digo que esta es una prueba para ti —él asintió. Nunca había visto a Antoine tan serio, y lo asustó un poco.
—Si, señor —contestó—. Cumpliré mi palabra.
Alain salió de la suite de Antoine seguido por su madre, ninguno dijo nada durante el camino al cuarto que les asignaron, tampoco hablaron de eso al llegar. Quizá Audra notó que estaba meditando todo lo que acababa de enterarse, que era mejor no tocar ese tema de momento. Se acostaron, y mamá se durmió rápido. Él estaba quieto mirando el techo, algo le decía que no iba a dormir nada esa noche.
Su mente no dejaba de trabajar. Pensaba una y otra vez en las profecías de Sybille. Le parecía increíble que una persona sepa tantas cosas, no solo del futuro, sino de cosas que iban más allá de su comprensión.
"Existen otros mundos", dijo Sybille. Alain había escuchado teorías sobre universos paralelos. Había escuchado de agujeros negros, de teoría de cuerdas. Y creía que quizá Sybille intentó explicar aquello. Existió una mujer que vivió hace más de ochocientos años y que ya sabía todo lo que la ciencia estudiaba.
Incluso tenía la respuesta que intrigaba a la humanidad. Que había vida después de la muerte, y que existiría la resurrección. ¿Qué pasaría si el mundo supiera todo eso? ¿Cómo se sentirían de saber que toda la existencia humana, e incluso la realidad, era un engaño? Los dioses, las religiones, el tiempo, la historia. Todo era manipulación, invenciones. Ese mundo era lo que los guardianes de la eternidad quisieron. Era lo que los inmortales querían, o mejor dicho, lo que Esmael quería. ¿Qué pasaría si la humanidad se enteraba de que el dios de su mundo era Esmael? Antoine y Jerome tenían razón. Era mejor que nadie supiera eso jamás, y él tenía que guardar ese secreto bajo siete llaves.
En algún momento de la noche se quedó dormido, estaba agotado. Despertó temprano para el desayuno del hotel, pero aún tenía sueño. Entró sin ganas a la conferencia para los jóvenes de la orden, donde hablaban de los hallazgos en los diarios de Jehane. Esta vez el encargado no fue Jerome, fue mamá. La escuchaba, pero en realidad no prestaba mucha atención. Todo eso ya lo sabía, incluso no les contaron algunas cosas a los chicos.
En todo momento miraba de lado a Silvain y a Julius, temiendo quizá que revelen algo a los demás o que hicieran algún comentario raro. Pasó lo contrario, los dos fingían sorpresa, tomaban notas, incluso hacían preguntas de cosas que ya sabían. Alain se sintió más tranquilo, ahora sabía que podía confiar cualquier secreto en ellos. Quizá entenderían que no quiera contarles más de los diarios. Jerome le había dicho que la orden se basaba en los secretos que cada quien guardaba de acuerdo a su nivel. Ellos lo sabían, y tendrían que respetarlo.
La sesión sobre los diarios de Jehane acabó y les dieron tiempo libre para que se relajaran. A las únicas personas que veía eran a los empleados del hotel, pero no había cerca ningún adulto de la orden. Puede que todos estén en reuniones secretas con Antoine, hablando de cómo detener a los inmortales, cómo salvar a los niños profetas de Rusia, incluso de las profecías de Sybille.
Le inquietaba saber que él no podría enterarse de nada hasta que sea adulto. Lo que sí estaba claro era que algún día él formaría parte del equipo que detendría a los inmortales. Bueno, del equipo que intentaría detener a los inmortales. Y, por cierto, Sybille dijo que sería parte de eso, no que sobreviviría. Mejor ni lo pensaba.
Era un día soleado, y aunque nadie había llevado ropa de baño, igual estaban sentados cerca de la piscina. Silvain estaba con el grupo de chicos de su edad, Julius fue a un salón de vídeojuegos que había en el hotel. Y una vez más, él estaba solo. No era lo suficiente grande para ir con Silvain y los demás, no le apetecía jugar Nintendo, tenía la cabeza en otro lado y estaba seguro de que no podría concentrarse. Así que solo estaba ahí, sentado en el pasto bajo la sombra de un árbol mientras tomaba una Coca Cola helada. Todo estaba tranquilo, pero la sombra de alguien parándose frente a él lo distrajo. Al levantar la mirada, vio a Andrea Lavaur.
La chica era bonita, no podía negarlo. Las chicas de su edad siempre lo intimidaban. Le daba vergüenza que noten que las miraba, o que pensaran que era un impertinente, que ni siquiera era un chico simpático que les hiciera gracia. Y si las chicas de la edad de Andrea lo intimidaban, las chicas bonitas le daban más miedo. Quizá era porque en su otra escuela las chicas decían que querían chicos guapos de su edad, y no mocosos como él. Y mientras Andrea lo miraba, él enrojecía. La chica se había acercado a la mesa donde estaban las bebidas, ella había cogido un jugo. Pasó por su lado y se detuvo a mirarlo. Alain no sabía qué hacer ni qué decir.
—Hola, Bordeau. ¿Por qué tan solo? —preguntó de forma casual, hasta sonreía.
—No sé —respondió él por lo bajo, pensó que se le iba a trabar la lengua.
—Oh, creo que todos los chicos de tu edad están jugando Nintendo. ¿No te gustan los videojuegos?
—Si me gustan, me encantan.
—¿Y por qué no vas?
—No sé... es que... es que no tengo ganas —respondió. Andrea era una chica guapa, pero también agradable.
—¿Puedo sentarme un momento aquí contigo?
—Si... si... claro —le tembló la voz otra vez. Andrea no perdió el tiempo, se sentó cerca de él, y Alain sintió que se ponía rígido. Tenía miedo de trabarse y quedar en ridículo con ella.
—Oye, no estés nervioso. Entiendo que todo esto es nuevo para ti, pero ya vas a ver como todos nos haremos amigos pronto. Yo vivo en Nevers, pero iré a París a estudiar. Me preparo para la universidad, supongo que nos veremos más seguido.
—Si, supongo que si.
—¿Y qué tal te trata Silvain? Sé que es un poco pesado de vez en cuando.
—Si, lo es. Pero es una buena persona, es mi amigo —aseguró. La chica sonrió aún más. Le brillaron los ojos cuando habló de Silvain.
—Claro que es un gran chico, es maravilloso, ¿no crees? —preguntó ella. Incluso volteó la mirada hacia donde estaba Silvain conversando con los demás.
—Yo creo que es genial —contestó él. Casi podía adivinar hacia dónde iba esa conversación.
—Lo es —dijo Andrea sin perder de vista a Silvain—. Creo que es lindo y que... no sé... ¿Conoces a Celine? ¿Cómo es ella?
Andrea lo miró fijo. Alain se sintió terrible en ese momento. Se sintió usado, porque Andrea se acercó a él solo a sacarle información sobre la novia de Silvain. Su rival. Ya lo había entendido, a Andrea Lavaur le gustaba Silvain, y quiso sacarle información a él. Eso era raro, y era tan... ¿Cómo describirlo? ¿Contaba como una especie de previo a su primera decepción amorosa? Porque creyó que Andrea se le acercó porque le agradó o algo, pero no fue así. Estuvo tentado a decirle que lo dejara en paz, de pararse e irse de ahí, pero los ojos de Andrea no lo dejaron. Lo observaba como si le estuviera rogando algo, como si de su palabra dependiera todo.
—Pues no es más bonita que tú —le aseguró. Y eso pareció tranquilizar a Andrea, hasta notó que enrojecía.
—¿En serio lo crees? ¿No lo dices porque te di pena? —le causó ternura en ese momento. Se le hizo extraño que ella pareciera tan segura y confiada durante las sesiones de la orden, pero en ese momento solo era una chica tímida con miedo de no gustarle a un chico.
—No, es verdad. Creo que eres linda, y supongo que Silvain también piensa lo mismo.
—No lo sé, él siempre habla de Celine. He perdido la cuenta de las veces que la ha nombrado desde ayer sin querer —le dijo con tristeza—. Es que las chicas parisinas son más interesantes, o eso supongo.
—Pues yo creo que tú eres muy interesante e inteligente también —le dijo con sinceridad.
—Creo que él solo me ve como una amiga lejana, nada más. Pronto me mudaré a París, y no sé, pensé que quizá podríamos estar más unidos. ¿Tú qué crees?
—Todos estudiamos en la mansión Maureilham, de seguro que ahí se verán más —se sentía raro, ¿acaso estaba haciendo de celestino o algo así?
—Claro, nos veremos nosotros también. Oye, Alain, disculpa por preguntarte eso. Me siento tan ridícula, no debería incomodarte con mis cosas. Debes estar pensando que soy una aprovechada.
—No, para nada. —Aunque hacía un rato pensó así, de pronto eso se le había pasado. Andrea le seguía cayendo bien, y ya hasta había superado ese temor de hablar con chicas lindas.
—Sé que de seguro ya te lo han dicho muchas veces, pero de verdad siento mucho lo de tu padre. Él era muy bueno con todos nosotros, siempre que había sesiones de la orden se esforzaba en que entendiéramos todo. A veces iba a casa para hablar con mis padres, siempre fue muy atento conmigo, me dijo que le gustaría que sea parte del equipo de investigación, y así será. Era un gran tipo Jean-Paul Bordeau.
—Lo sé —respondió en voz baja. Y no importaba cuantas veces se dijera que tenía que ser fuerte y empezar a superarlo. La sola mención de su padre siempre lo ponía triste y con ganas de llorar.
—Sé que eres nuevo en todo esto, pero no te preocupes. Siempre podrás preguntarme cosas a mí cuando esté en París, te ayudaré en lo que necesites.
—Gracias, Andrea. Yo sí creo que necesito mucha ayuda.
—¿Y ya tienes idea a qué te vas a dedicar en la orden, o aún lo estás pensando?
—Pues quiero estar en la unidad de investigación.
—Si, eso ya lo sé. Me refiero a qué quieres investigar. Dentro de la unidad hay varias áreas. Por ejemplo, hay quienes solo se encargan de traducción de manuscritos, idiomas, esas cosas. Otros que siguen a los inmortales y dan la información a los rastreadores. Los que estudian física, química, historia. Los que se encargan de buscar información secreta, de nuevas tecnologías y así. ¿Qué quieres hacer tú?
—Yo quiero ser como mi papá.
—Jefe de la unidad de investigación —le dijo ella y Alain asintió—. Qué ambicioso eres. Para lograr eso vas a tener que aprender todo lo que he nombrado, no solo una cosa como todos los demás. ¿Estás dispuesto?
—Claro que si —le dijo con seguridad—. Es lo que quiero hacer, yo seré el jefe. Vas a ver. —Andrea le sonrió de lado.
—Entonces me tendré que preparar para estar bajo tu cargo —contestó ella.
Tenía una bonita sonrisa, se le formaban unos lindos hoyuelos en las mejillas. Era una chica muy simpática. De pronto Silvain le pareció muy tonto. Ciego y tonto en realidad. Celine era guapa, pero Andrea era perfecta, ¿es que no tenía ojos para fijarse en ella o qué?
—¿Y tú a qué te vas a dedicar? —le preguntó él con curiosidad.
—Mi mamá quiere que sea del área de finanzas, eso dije en la reunión. Pero en realidad quiero dedicarme a la parte de la tecnología. Me gustan mucho las computadoras, tengo una propia en casa. ¿A ti te gustan?
—No mucho en realidad, prefiero el Play Station. —Andrea soltó una risita, eso le hizo gracia.
—Alain, es que las computadoras no son solo para jugar y hacer las tareas. Tienen muchas opciones, y ahora con esto del Internet es aún más genial. ¿Alguna vez has usado una computadora con Internet?
—Si, en casa hay una, era de papá. Una vez él y yo entramos a la página web de Disney para registrarnos en un concurso.
—Yo creo que el Internet es el futuro. En unos años toda la gente tendrá Internet y computadoras más modernas en sus casas, podrán comunicarse con quien quieran en cualquier momento y en cualquier parte del mundo. ¿Qué te parece eso? Imagina, con solo un click poder hablar con personas de Estados Unidos.
—Eso suena genial.
—Y no solo eso, también la información. Ahora hay páginas oficiales de algunas instituciones, pero creo que los periódicos o cualquier persona que tenga información importante podrá compartirla en la web. Quizá hasta pueden subir copias de libros enteros a Internet, así se ahorra en hojas y cuidamos al planeta.
—Ay, Andrea, creo que estás soñando mucho —bromeó él, y la chica rio. Era difícil imaginar tantos prodigios, pero quién sabe y si sea posible.
—Pues yo soy muy buena buscando información en libros, y ahora también en Internet.
—¿Ah si?
—Si. —De pronto se calló. Parecía más seria, quizá iba a decirle algo muy importante—. Ayer busqué información sobre Bibbi Lewis.
—Ohhh... —De pronto se puso un poco nervioso. Se había distraído en esa conversación con Andrea como para tocar de nuevo temas delicados.
—Hay una computadora en el hotel, mamá me dijo que podía usarla. Busqué información en páginas policiales de Seattle.
—¿Y había más detalles? —Él y su curiosidad. ¿En verdad quería saber eso?
—Nada que no nos dijera Jerome, aunque contado de una forma más dramática. En esa web de Seattle había algunas notas periodísticas cortas. Pero tres de ellas eran sobre la muerte de Bibbi, parece que ha conmocionado mucho a la sociedad allá.
—Me imagino...
—En una hablaban de Alexander. ¿Sabes? Me da mucha pena ese niño, creo que tiene tu edad, imagina pasar por algo tan terrible como ver a alguien suicidarse. Debe sentirse terrible ahora mismo.
—Si, debe ser una pesadilla —dijo sintiendo como se le ponía la piel de gallina. Casi podía hacerse la imagen mental de Bibbi lanzándose con la soga al cuello y agonizando delante de Alexander. Él ya se habría vuelto loco.
—La vio morir.
—Vio la muerte a los ojos... —dijo Alain, y Andrea asintió. Se puso pálido de pronto.
—Oye, ¿estás bien? —preguntó ella al notar su gesto.
—No... bueno, si... no sé. No me gusta hablar de eso.
Pero esa no era la razón por la que cambió de un momento a otro, sino la conclusión a la que acababa de llegar. Ya tenía a una persona más de su equipo. Ya sabía quién era el hombre que vio la muerte a los ojos, el que nombró Sybille en su profecía. Alexander Sørensen no solo tendría el rostro de Guillaume, también sería parte del equipo que intentaría destruir a los inmortales. A Bruna entre ellos.
—Lo siento, sé que es un tema muy delicado. Justo por eso me puse a buscar más información, no podía dejar de pensar.
—Yo tampoco dormí bien por culpa de esa historia.
Aquello no era cierto del todo, la muerte de Bibbi era solo una parte de todo lo que tenía en mente. También estuvo reflexionando en las palabras de la chica antes de morir. "Así tiene que ser. Yo nunca seré suya". ¿Qué quiso decir Bibbi con eso? ¿Ser de quién? ¿De los inmortales? ¿De los guardianes de la eternidad? ¿De alguien en específico? Quizá ella también supo de la época de retorno. Quizá ella supo que estuvo destinada a ser de alguien. Quizá ella también tuvo el rostro de alguien, y ellos jamás lo sabrían.
—También busqué otras cosas —dijo Andrea para cambiar de tema—. Sobre los niños profetas de Rusia.
—¿Ah si? ¿Y encontraste algo? —preguntó con interés.
—Si, aunque no entendí. No sé nada de ruso, y no había ni una sola traducción, también hay accesos restringidos por el gobierno de Rusia. Lo que sí vi fueron fotos, hay hasta un vídeo muy corto de los niños hablando algunas profecías. Es muy interesante.
—Ya lo creo, ojalá ellos estén pronto a salvo.
—Yo también espero eso, porque si "La agencia" los encuentra, estarán perdidos. Esmael los tendrá, y no los dejará libres nunca.
—Suena terrible...
Pensó otra vez en las predicciones de Sybille. Jerome dijo que creían que la "profetisa que no sabe lo que quiere" podría ser Svetlana, y que en ningún lado se mencionaba a su hermano Stephane. Quizá esa "agencia" estaba más cerca de lo que pensaban. Por eso solo sobreviviría uno. Le dio escalofríos pensar que pronto esa bella niña pelirroja se quedaría sola sin su hermano.
—Si quieres luego puedo enseñarte lo que encontré.
—Eso estaría bien —le dijo más interesado.
—Perfecto. Así se habla, boss(*) —bromeó ella. Alain se rio.
En ese momento parecía un juego, pero él ya veía un futuro donde sería el jefe. Quizá Andrea algún día le diga que tenía información suculenta, él le pediría verla, y ella contestaría justo eso. Así se habla, boss.
—Creo que empezarán a gustarme más las computadoras.
—Te enseñaré más sobre ellas, son el futuro, te lo voy a demostrar —se quedaron en silencio unos segundos. Andrea miró al grupo de chicos que conversaban. Bernard la miró y le hizo una seña para que volviera con ellos, y la chica se puso de pie en el acto—. Ya me tengo que ir, ha sido un gusto conversar contigo, Alain.
—También me gustó que habláramos. Y ya nos veremos en París, supongo.
—Claro que si.
La chica se despidió, él se quedó sentado un rato más ahí. Se terminó la Coca cola y decidió ir a buscar a Julius para ver si podían jugar algo en el Nintendo. Había sido suficiente drama para un fin de semana
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(*) Boss = Jefe. Los chicos están en Francia, y Andrea dijo aquella palabra en inglés.
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OH HO-NEY XD **Con voz de Trixie Mattel**
Alain está que explota de las revelaciones, y ustedes también.
A ver, tenemos que ayudar a Silvain a elegir xdd ¿#TeamCeline ó #TeamAndrea?
¿Qué les parecieron las conclusiones de Alain?
¡Y hasta la próxima, amiguis!
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