10.- El palacio de los espectros
12 de junio de 1231
Ayer conocí a aquel que llaman Esmael, el ángel oscuro. Según he escuchado, él es el líder de los inmortales.
Sé que los inmortales fascinan a los humanos, al punto que nos hacen creer que son divinos y perfectos. ¿Cómo no voy a saberlo? Llevo una vida pensando lo mismo de Bruna.
Soy consciente de que lo que Esmael me provoca no es más que la fascinación que cualquier inmortal lograría. Y aún así no puedo evitar sentirme en las nubes cuando él me mira. O cuando me ofrece su atención.
Caleb estuvo algo molesto ayer, o al menos se molestó tanto como el encantamiento lo dejó. Me dijo que Esmael se había encaprichado conmigo y que pronto me arrebataría. También me dijo que me cuidara, que un inmortal ponga los ojos en mí no es bueno. También creo que tiene razón, ¿qué podía querer el líder de los inmortales conmigo? Diversión, jugar, pasar el rato. Yo no podría cambiar esas cosas por lo que siento por Caleb.
Anoche hubo una fiesta, nunca he presenciado algo similar. Había mucha gente extraña bailando, música que jamás escuché, y hasta la bebida tenía un sabor diferente. Yo vestía ropas más ligeras, y cuando me di cuenta ya estaba bailando como si no me importara nada, dejándome llevar por el ritmo.
Caleb estuvo casi todo el rato a mi lado, era como si los dos nos cuidáramos de no hacer ninguna locura. Aunque ni nosotros mismos estábamos seguros de poder resistirnos.
Bruna nos presentó a los demás inmortales. Isethnofret y Nikkos, la egipcia y el cretense. Nikkos empezó a reír de pronto cuando vio a Caleb, y mi querido caballero no entendió nada. Lo bueno fue que nos explicó pronto qué estaba pasando.
—¡Qué cosas tiene la vida! Muchacho, a ti te conozco desde que ibas en los brazos de tu madre, esa mujer llamada Kaysa. Linda chica, ¿será que sigue viva? Y pensar que casi hago que la quemen en una hoguera. No era personal, así que no espero rencores —le dijo el inmortal.
—No sé mucho de esa historia, señor —le dijo Caleb a Nikkos con respeto—. Pero si conoció a mi madre, le alegrará saber que se encuentra bien.
—Bueno, alegrarme no tanto porque en verdad no me importa. Solo pregunté por curiosidad. ¿Sabías que hasta me llamaban en secreto "la maldita criatura"? Qué poca creatividad, si te soy sincero. Lo de maldito me pega preciso, pero lo de criatura estaba de más.
—Ajá... supongo —le dijo Caleb confundido—. Pero, señor...
—Que no soy señor, esas son cosas de ustedes los cristianos. Dime Nikkos, o solo "Inmortal", si te parece que llamarme por mi nombre es exceso de confianza.
—Está bien, se... inmortal Nikkos. Creo que así está bien. —Caleb me miró de lado y yo asentí—. No sé si la señora Bruna le explicó la razón por la que estamos aquí, en ese caso quisiera hablar con vos al respecto.
—Ah si, algo me contó. Me dijo que ese padrastro tuyo anda con terribles dolores en el cuerpo por culpa de una peculiar enfermedad —contestó el inmortal despreocupado. En ese momento Caleb tomó mi mano, de aquello dependía salvar al señor Encarni y entendí que estuviera nervioso.
—Si, y quisiera saber si tiene tiempo y voluntad para ayudarnos. Le estaríamos muy agradecidos.
—Bueno —dijo Nikkos llevándose una mano al mentón—, tiempo me sobra porque soy inmortal. Voluntad me falta, que de verdad no tengo el más mínimo deseo de ayudar a nadie que no me interese. —Para ese momento me sentí muy triste. Caleb apretó mi mano, lo miré de reojo y noté como sus ojos brillaban, como si estuviera conteniendo el llanto—. Pero Bruna es muy convincente, ¿saben? Deberías agradecerle, muchacho. Hemos hecho unas apuestas, y concluí que si te voy a ayudar a curar a tu padrastro solo para salirme con la mía. No sabes, chico, llevo diez años intentando acostarme con ella y hasta ahora...
—Cállate, Nikkos. No es necesario que se enteren de la intimidad de uno —dijo de pronto Bruna.
La inmortal se la había pasado en silencio todo el rato y solo intervino cuando el inmortal llegó a ese punto. Sin querer enrojecí, había visto muchas cosas en oriente, y experimentado también, pero hablar con tanta libertad de cosas tan íntimas me seguía avergonzando.
—Yo no entiendo qué quiere —continuó Nikkos como si nada, hasta sonreía de lado como si eso fuera una broma—. No es justo tener una hermana inmortal tan bella y no poder pasarla bien. Esta apóstata no quiere entender que amar es libertad y compartir, que los placeres del cuerpo nada tienen que ver con los sentimientos del alma. Insiste en serle fiel al caballero ese, qué perturbador. La fidelidad es una cosa peligrosa que se han inventado los humanos, eso tiene que desaparecer algún día por el bien de todos.
—Estás llegando demasiado lejos con tus comentarios que nadie pidió —le dijo Bruna, molesta. Para ese punto hasta Caleb había enrojecido. Creo que ambos habíamos entendido que para que Nikkos acepte ayudarnos, Bruna tuvo que prometerle otro tipo de placeres.
—Como sea, la cuestión es que voy a buscar entre todos los tratados que he escrito, y espero tener por aquí la cura para ese hombre —le dijo a Caleb, cosa que a él lo hizo respirar con tranquilidad al fin.
—Muchas gracias, inmortal Nikkos —dijo Caleb con mucha sinceridad. Él solo asintió como restando importancia.
La charla con Nikkos resultó extraña, el inmortal es un tipo apuesto y despreocupado al que quizá no le importamos lo suficiente.
Por su parte, encontré a Isethnofret agradable. A Caleb casi no le dirigía la palabra, en realidad apenas miraba o hablaba con los hombres que la rodeaban. En cambio, se mostró agradable conmigo, procuró no usar mucho su encantamiento para no nublarme el juicio, y me escuchaba con atención cuando respondía a sus preguntas sobre mi tierra natal. No diré que me gustó más que Actea, pero no puedo decir nada en contra de ella. Aunque también tengo que cuidarme, en realidad me tengo que cuidar de todos los inmortales y no confiar en nadie.
Bruna fue la primera que me lo dijo.
—A Iseth le atraen las mujeres —me explicó—. Si le gustas, encontrará una manera de llevarte a su lecho. Así que no le des mucha confianza, Jehane. Te lo digo en serio.
Aún desconfio de aquello, me resultó confuso eso de que una mujer pudiera "llevarme a su lecho", cuando recordé el coqueteo descarado de Actea en Antioquia y pensé que quizá Bruna sí tenía razón.
Creo que Caleb y yo hemos llamado la atención de los inmortales pues hace mucho no ven gente como nosotros. Solo puede ser eso, no me considero una beldad como para que de pronto me deseen. Pero Caleb dice que si no nos cuidamos cualquiera de los dos acabará en camas ajenas. Y que quizá no será nada bonito.
Es difícil andar con inmortales, por eso confío más en Caleb. Desde hace unas noches dormimos juntos, cuidándonos el uno al otro.
Me da vergüenza escribir lo demás. Creo que mamá se va a enojar cuando al regresar le cuente que ya no tiene pureza que ofrecer para un matrimonio.
***************
17 de junio de 1231
Hoy temprano pasó algo horrible. Conocí a Ismael "el otro".
Tengo miedo, es aterrador.
No digo que tenga una deformidad o algo que lo afee, pero es que me da miedo y no entiendo la razón. No es un inmortal como los demás, hay algo en su forma de hablar y de mirar que asusta.
Cuando nos encontró a Caleb y a mí caminando por uno de los jardines sentí como si nos odiara solo por existir. Nos trató horrible, nos echó como perros diciendo que no quería cruzarse con humanos mientras estuviera en la casa de sus hermanos inmortales. Nos fuimos rápido, Caleb quiso responderle, pero como nos dio una orden con encantamiento entonces no nos quedó de otra que irnos.
Luego pasó algo más extraño aun. Mientras estaba a solas en la habitación que nos dio Bruna, llegó Esmael a verme. Rogué que Caleb regresara pronto, pero él estaba con Nikkos buscando la cura para el señor Encarni. Qué tonta me siento, debí ir con él y me hubiera ahorrado un problema. No es seguro quedarse a solas en este palacio de inmortales.
Cuando Esmael entró una vez más fui presa de la fascinación que ejercía sobre mí. Estaba alucinada con su presencia, sintiendo que estaba frente a un ángel. Quizá sí lo era, por algo le llaman "el ángel oscuro". Él me miró y sonrió, avanzó hasta llegar frente a mí y me tomó del mentón mientras me miraba a los ojos.
—¿Ya te he dicho, Jehane, la criatura preciosa que eres? —me preguntó. Para mí, esa voz era como un sueño.
—Si, mi señor, varias veces —contesté yo, maravillada con sus palabras.
—Ven acá, muchacha.
En ese momento estaba en el cielo. Ahora que escribo esto, tengo miedo. De verdad, estoy algo asustada. Creo que sí le gusto a Esmael, y no está bien eso. Él me sentó en sus piernas y acarició uno de mis hombros, incluso lo besó despacio e hizo lo mismo con mi cuello.
—Creí que habían dejado de gustarme las cristianas, hasta que apareciste en mi jardín secreto, bella criatura.
—Gracias, señor —respondí con voz cantarina y fascinada. En este momento mis manos tiemblan mientras escribo. ¿Qué puedo hacer para dejar de gustarle a Esmael?
—Vengo a pedirte disculpas, sé que mi hermano Ismael se molestó esta mañana al verlos. Ya le dije que se modere y que te trate con respeto.
—¿Cómo dice, señor?
—Mi hermano Ismael. Él viene muy poco a visitarnos, ¿sabes eso? Pasará unos días por acá, luego seguirá su camino. No puede estar con nosotros, no forma parte de mi equipo. Y cuando viene a vernos no le gusta ver humanos libres, no sé si me explico.
—¿Cómo es eso?
—Querida, sí te has dado cuenta que los únicos humanos libres del palacio son tú y ese amante tuyo, ¿verdad? —me preguntó en tono condescendiente.
—Señor, yo creí que eran siervos nada más —dije confundida.
—Son siervos sin voluntad, querida mía. Me he encargado de eso. No piensan en ellos, no piensan en otra cosa que no sea servir para complacer inmortales. No tienen vida, no tienen sueños, aspiraciones, ni nada. Dentro del palacio los únicos que piensan y son libres son tú y ese Caleb. Por eso se molestó Ismael al verlos, él detesta a los humanos y le complace ver esclavos sin voluntad en el palacio. Cuando los encontró a ustedes fue como un golpe para su relajo. ¿Lo entiendes ahora?
—Lo entiendo —dije algo asustada, dentro de lo que se podía considerado mi situación.
Yo sentaba en las piernas del inmortal más antiguo de la tierra, mientras él acariciaba mis muslos y besaba mi cuello de cuando en cuando. Aspiraba el aroma de mi piel y sonreía. Señor Dios, ¿cómo escapar de esto? ¿Cómo decirle que no a una persona que no te deja pensar cuando lo tienes al frente? Ojalá Caleb regrese pronto, no quiero ni puedo estar sola. Temo que Esmael quiera venir por mí otra vez.
—Pero ya le expliqué a Ismael que ustedes son invitados muy especiales. Bruna los trajo, le caen bien a Iseth, Actea está entusiasmada con ustedes. Hasta Nikkos anda de lo más entretenido releyendo sus tratados de medicina con ese chico. Y pues yo... —dijo mirándome a los ojos—. He encontrado en ti una nueva delicia por probar.
—Se... señor... pero nosotros... —dije nerviosa.
—Tranquila, Jehane. No voy a hacerte nada que no quieras.
—¿Y si no quiero? —pregunté en ese momento. Luchaba por liberarme de la fascinación, pero era muy difícil.
—Querrás —aseguró él con una sonrisa. En ese momento luché. No sé cómo, pero intenté decir algo que demuestre que no quería que me tocara más, que quería escapar de la situación.
—No estoy segura —contesté aún sonriendo, eso lo recuerdo. Ay, Jehane, lo estás haciendo todo mal.
—Sí, eso parece —contestó tranquilo, incluso se apartó un poco de mí. Me miró a los ojos, temía que use su encantamiento—. ¿Puedes ser sincera conmigo?
—Si, señor —aseguré.
—¿Amas a ese joven que viene contigo? —Era incómodo contestar algo así. Pero como igual quise hacerlo, creo que usó encantamiento y ni cuenta me di.
—Si, señor. Con todo mi corazón —respondí segura. Temí que mi respuesta lo enojara, pero él ni se inmutó.
—El amor entre humanos es tan fugaz, querida. Llega y desaparece en un tiempo tan corto que quizá en unos años ni recuerdes lo que sentías cuando lo amabas. Aún así lo respeto, porque amar en un mundo sin esperanzas es una molestia que nadie debería tomarse.
—¿Por qué me dice todas estas cosas, señor?
—Nada, Jehane, nada. No tienes que saberlo ahora, no quiero atormentarte. Solo quiero que seas sincera otra vez. ¿Te entregarías a mí?
—No —respondí de inmediato, a pesar del miedo que sentía—. Disculpe, no quise decir eso... en realidad si quise, pero... No sé, señor Esmael, es que tengo miedo.
—Tranquila —ordenó con voz suave—. No tienes que explicarme nada. Solo quiero que sepas que no soy de tomar a la fuerza lo que deseo de verdad. Y ahora no es nuestro momento, volverás a mí algún día.
—¿Cómo? —pregunté confundida. Pero él solo me sonrió y me hizo a un lado despacio, yo me puse de pie de inmediato sin entender bien qué pasaba. Lo bueno es que no me tocó más.
—El tiempo no es una línea, Jehane. El tiempo es una curva. La realidad no existe, el mundo es lo que queremos ver. Todo vuelve, nada acaba en verdad.
Él se fue. Entiendo que no va a tomarme por la fuerza, pero que verá una forma de tenerme en un futuro... O eso supongo.
No entiendo nada lo que dijo.
Creo que Esmael está loco.
***************
19 de junio de 1231
Anoche le conté a Caleb lo que me hizo Esmael. Se enfureció, como es obvio. Claro que está celoso, y hasta quiso encararlo como caballero. Luego se le pasó, sabíamos que era una muy mala idea. Yo no quería que se enoje conmigo, le pedí perdón llorando, pero él solo me abrazó diciendo que no hay mujer en el mundo que pueda decirle que no al ángel oscuro, y que en todo caso fui afortunada porque él decidió respetarme y no tomarme a la fuerza. ¿Era eso bueno? Yo creo que sí, él pudo hacer lo que quisiera conmigo, pero me respetó. Era bueno porque me salvé, era malo porque me tenía en mucha consideración.
También le conté a Caleb lo que Esmael me dijo sobre los siervos sin voluntad del palacio. Así que pasamos el día comprobando si eso era cierto, mirando a cada persona que nos cruzábamos. Solo entonces ambos nos dimos cuenta que el ángel oscuro dijo la verdad, esos siervos andaban como fantasmas. La mirada vacía, gesto inexpresivo. Hacían las cosas sin que nadie se la pidiera, y cuando les pedías algo obedecían de inmediato sin apenas hablar. No puedo creer que no me haya dado cuenta antes, me siento muy culpable.
A Caleb no le ha gustado nada esto, me dijo que sí notó que los siervos eran muy obedientes, pero pensó que era por temor a los inmortales, no porque Esmael los hubiera manipulado hasta hacerlos espectros que merodeaban en el palacio.
—Es como si no tuvieran alma —le dije asustada a Caleb.
—¿Crees que eso es posible? ¿Qué Esmael les haya quitado el alma? —preguntó con temor.
—No lo sé, él dijo que se había encargado de hacer gente sin voluntad. Si no tienes voluntad, si no tienes sueños, si no sientes, ¿entonces qué vida es esa? Es no tener alma —le dije yo. Al menos es así como lo veo.
—¿Sabes, Jehane? Yo creo que los espectros que no tienen alma son los inmortales —dijo amargo—. Esmael lo hizo. Pero a Iseth no le interesan los siervos. A Nikkos no le importa nadie. Actea anda en las nubes contando las aves que pasan y no se entera de nada. Bruna apenas les presta atención, porque sigue siendo una mujer noble que nunca miró debajo de sus narices. ¿Qué significa eso? No les importan los humanos, no les interesa nada que no sea ellos mismos.
—Caleb, ya me quiero ir, tengo miedo. Este lugar ya no me gusta nada —le dije tomando sus manos.
—Yo también quiero irme, pero ya sabes lo que tengo que hacer.
—¿Cuánto más tardará el inmortal Nikkos en darte los tratados y enseñarte cosas?
—No lo sé, ya se está aburriendo. Jehane, te prometo que apenas termine con eso y nos vamos. No aguanto estar más acá. No puedo dejarte sola sin que ese maldito inmortal quiera lanzarse como perro sobre ti.
—Caleb, te juro que yo no quiero que me toque —le dije arrepentida. Él solo me besó en la frente, aunque no fuera responsable de mis acciones con el inmortal, odiaba sentir que de alguna forma lo engañé. Yo solo lo amo a él, Caleb tiene que saberlo.
—No importa. Yo no volveré a dejarte sola y nadie más va a tocarte.
—Solo quiero que tú me toques —le respondí.
—Y yo solo te deseo a ti —me dijo antes de besarme con pasión.
Caleb y yo dormimos juntos. Compartimos lecho, y otras intimidades. Tuve miedo al principio, pero una vez que pasó lo fui perdiendo. Sé que él me quiere y me respeta, pero también me desea y no podemos resistir a los placeres del cuerpo.
Me gustan sus caricias prohibidas, me gusta todo lo que hacemos. No me arrepiento de nada, aunque sé que luego va a costarme caro haberme entregado a un caballero sin un compromiso y sin ninguna promesa. No me importa, porque yo no quiero que Caleb me prometa todo, solo quiero que me ame. Anoche cuando lo hicimos me gustó tanto que le pedí lo hiciera otra vez. Por mí lo haría a todo momento, es tan placentero experimentar.
Anoche también fue especial. Todo parecía normal, yo estaba en los brazos de mi Caleb, él me acariciaba las mejillas. Entonces me separé un poco porque escuché un ruido afuera, parecía venir de la calle, de la ciudad. Pero pasó rápido y quise volver a los brazos de Caleb, solo que él se incorporó para decirme algo.
—Jehane, ¿regresarás conmigo a Provenza? —preguntó con curiosidad.
—Si, Caleb, yo no me voy a quedar en oriente.
—¿Ni por Bruna?
Eso me hizo tambalear. Bruna, siempre ella. Actea logró aliviarme, pero yo seguía atada a esa inmortal. ¿Quería quedarme por ella? ¿Podría vivir en oriente solo para gozar de la presencia de la encantadora?
—Me da miedo este lugar, Caleb. No creo poder vivir aquí nunca —admití. La idea de estar siempre con Bruna me maravillaba, pero mi temor era mayor. No quería convertirme en una humana sin alma.
—Qué bueno que pienses así —me dijo con una sonrisa—. Me alegra que Actea te haya aliviado del encantamiento, porque si no lo hacía apuesto que ni siquiera estarías aquí conmigo. Estarías detrás de la puerta de Bruna esperando por verla.
—Caleb, no me digas esas cosas —le dije avergonzada.
—No quería hacerte sentir mal —me dijo arrepentido, y me dio un beso—. Perdóname, Jehane, solo quería decirte lo feliz que me hace que ya no estés dominada por ese encantamiento, al menos no como antes.
—Yo no quiero, Caleb. Tú sabes que yo no quiero...
—Tranquila, amor, no te preocupes más —me quedé paralizada. Era la primera vez que Caleb me llamaba así. Amor. Mi corazón latió acelerado, no dije nada y solo me quedé mirándolo.
—Iré contigo a Provenza, Caleb. No te preocupes por eso —dije yo.
—Pero yo iré a Aragón —aclaró él.
—Ya sé, y quizá yo deba ir contigo.
—No, Jehane, ¿cómo crees que voy a hacerte eso? Apartarte de tu familia otra vez, la señora Guillenma debe estar muy triste y el señor Peyre muy disgustado. Iré a llevarte con tu familia.
—¿Vas a abandonarme?
—Oh no, no es eso. Iré con tu familia, les explicaré qué pasó en estos meses. Sé que lo entenderán, pero iré para otra cosa.
—¿A qué?
—A pedir tu mano en matrimonio —me dijo. Lo noté sonreír, y por un instante no fui capaz de reaccionar.
—¿Qué?
—Que me quiero casar contigo, Jehane. ¿No quieres ser mi esposa? Yo sé que los vínculos matrimoniales son negocio de señores, pero mi padrastro y mamá se aman, el matrimonio los hizo amarse. Así que no debe ser tan detestable como lo pintan, y yo quiero estar contigo siempre —sentí la garganta seca. Quería hablar, pero sentía las palabras atoradas. Estaba nerviosa, no podía decir nada. Él lo notó y me pareció ver que se borraba su sonrisa—. ¿Jehane? Lo siento, quizá no debí precipitarme así, quizá...
—¡Claro que me quiero casar contigo! —grité al borde de las lágrimas y lo abracé fuerte. Bruna tuvo razón, Sybille estaba equivocada. Yo me iba a casar con Caleb y sería muy feliz.
—Quiero que seas la única mujer en mi vida, Jehane. Solo a ti te amo, y te amaré siempre.
—¿Lo juras?
—Lo juro. Te voy a amar hasta el final.
—Yo estaré muy feliz de ser tu esposa, Caleb.
—Y yo de ser el padre de tus hijos.
—¿Cómo? —le pregunté.
—Es que Jehane, nosotros lo hacemos todos los días... —dijo con una sonrisa extraña. ¿Avergonzado? Se me hizo tierno—. Te juro que no quiero dañar tu honor, mi amada Jehane. Si lo que temo sucede antes de volver, me casaré contigo en la ruta. ¿Está bien eso para ti? —asentí. Me parecía aún mejor así, nos casábamos y no tendríamos que esperar la aprobación de papá ni de nadie.
Volvimos a la cama, me pregunto si quizá ya estoy esperando un hijo de Caleb. Me ilusiono de pensar eso, tendríamos hijos muy lindos, como dice Actea.
***************
21 de junio de 1231
Ya es muy tarde, pero no me quiero ir a dormir sin escribir esto. Nos vamos en dos días, Nikkos le mostró a Caleb lo que tenía que enseñarle, mi amado ya tiene las yerbas y semillas. Le dijimos a Bruna que queríamos volver a casa, ella no hizo problemas y se está encargando de buscar siervos y ayudantes para que nos lleven a salvo de viaje hasta Antioquia, desde ahí ya nos las arreglamos nosotros. Me alegra saber que llegaremos con medicinas para el bueno del señor Encarni y que los Entenza tendrán una alegría.
Pero no es por eso que estoy escribiendo, sino que hoy hubo una fiesta con los inmortales. Y aunque suene increíble, Caleb y yo fuimos invitados. Empezó muy temprano, pasando el mediodía. Lo que me asustó fue que estuvo Ismael presente, y ese inmortal me desagrada. Lo bueno fue que esta vez no nos molestó, si hasta nos sonrió amable como si nos apreciara. Debe ser porque Esmael lo obligó a que nos trate bien.
Al principio la fiesta era solo comida, bailes y música, pero con el pasar del tiempo empezamos a hablar mucho. Nos preguntaban cosas a mí y a Caleb, quizá eso era una especie de despedida con los inmortales. No sé si es consideración, en ese momento estaba maravillada con tanta atención de inmortales. Ahora siento que quizá para ellos éramos como mascotas que los entretenían para pasar el rato.
—Entonces te gusta escribir —me dijo Nikkos en medio de la conversación—. Has elegido el mejor de los pasatiempos, muchacha. La palabra escrita es el mayor logro de la humanidad, y es bueno que conserves ese arte. ¿Y qué escribes ahora?
—No es la gran cosa —dije algo avergonzada—. Son cosas que me pasan. Lo que siento, lo que veo. Nada más.
—Escribes de nosotros, ¿verdad? —me preguntó Isethnofret, y yo asentí—. ¿Y qué cosas escribes sobre nosotros? De mí, por ejemplo.
—Pues solo la verdad, señora. Que es usted una mujer muy bella y que siempre me ha tratado bien, nada más. —La inmortal sonrió complacida, espero que a nadie se le ocurra ponerse a leer mis diarios de pronto.
—¿Y de mí? Cosas muy buenas, supongo —me dijo Actea sonriente—. Dime que me quieres más que a Bruna.
—No le puedo decir eso, Actea. Pero nunca me alcanzarán las palabras para agradecerle todo lo que ha hecho por mí —dije con mucha sinceridad. Es verdad, porque si ella no me hubiera aliviado yo seguiría atada a Bruna y actuando como una esclava sumisa.
—Eso lo dices porque no te queda de otra, querida.
La voz me hizo temblar, era Ismael. No quise mirarlo, aparté la vista, incómoda. Pero sentía su insistente mirada sobre mí, giré despacio a verlo, no quería que pensara que lo estaba ignorando y se moleste.
—¿O acaso crees que de verdad quieres a Bruna? Estás encantada, es eso y nada más.
—La señora Bruna siempre ha sido amable y ha cuidado de mí, no veo razones para odiarla —mentí en eso. Tengo razones de sobra, pero no podía expresarlo. Y en ese momento no lo pensé siquiera, solo quise defender a Bruna de las mordaces palabras de Ismael. El inmortal solo me miró y se rio como su hubiera dicho un chiste.
—Es adorable, no sé si se hace la estúpida o la tienes bien dominada. Pero qué bueno que te hayas conseguido una mascota, ya te estabas tardando en convertirte en la maravillosa perra que siempre supe que serías —rio otra vez.
Yo me quedé paralizada, qué cosa más horrible acababa de decir. Vi a Caleb enfurecer, Bruna se quedó mirándolo sin parpadear, como si no se creyera lo que acababan de decirle. Miré alrededor, Nikkos no dijo nada, Iseth y Actea se mantenían serias. Esmael miraba a su hermano, pero no se veía nada contento.
—Solo vienes para actuar como imbécil, ¿verdad? —le dijo la egipcia con molestia—. Deja de comportarte como un perro envidioso, Ismael.
—¿Envidioso yo? —dijo, haciéndose el ofendido—. ¿Por qué dices esas cosas, Iseth? —la morena se puso de pie, quería irse.
—No tengo que tolerar la presencia de alguien que ni siquiera es un inmortal completo. De un error. Tú no eres nuestro hermano. Eres un pedazo de mierda con delirios de grandeza —le dijo Iseth.
Aquello me dejó impactada. Tomé la mano de Caleb con miedo, los inmortales se estaban peleando y no sabía qué hacer. Ismael miró a Iseth, parecía enojado. No, ofendido. Dolido. La inmortal lo lastimó con sus palabras y jamás esperé ver algo así.
—¿Me has dicho todo esto por defender a Bruna? ¿O por esa muchacha que no vale nada?
—Ya cállate —le dijo Bruna ahora—. ¿Por qué insistes en ser desagradable con todos? ¿Conmigo? No te he hecho nada, Ismael.
—Ni siquiera pretendía ofenderte, te estaba elogiando.
—Decirme maravillosa perra no sonó para nada un elogio —contestó irritada Bruna.
—En todo caso no es para tanto. No tienes que sacarme en cara lo que soy, Isethnofret. Sufrí igual que todos cuando bebí el elixir, quizá no sea un inmortal como ustedes, pero hice lo que tenía que hacer.
—¡Porque eres un usurpador! No tolero tu presencia en este lugar. Esmael, sé que es tu hermano, pero no lo quiero ver. No quiero que vuelva, no quiero que permitas que vuelva.
—¿Y quién crees que eres tú para darme órdenes? —le dijo Esmael.
—Ahh... esto ha empeorado muy rápido —dijo despacio Nikkos, pero todos pudimos escucharlo—. Inmortales, ¿quieren calmarse? ¿En qué momento esto se tornó tan desagradable? No hay necesidad de esto. Por cierto, Bruna, también creo que eres una maravillosa perra. Pero en un sentido hermoso, si te adoro tanto, querida hermana. ¿Cómo puedes pensar que alguien acá querría ofenderte?
—Ya te dije que no quiero verlo aquí —ordenó de nuevo Iseth, cosa que molestó a Esmael—. Soy tu hermana. Yo sí soy tu hermana, yo siempre he estado contigo y siempre lo estaré hasta el fin de este mundo. ¡Yo te seguiré por toda la eternidad, Esmael! Yo no te he mentido jamás, no te he traicionado nunca ni lo haré aunque este mundo arda hasta las cenizas. Él sí te hizo daño, él sí te traicionó, ¿por qué lo toleras aquí? ¿Por qué me miras como si quisieras castigarme?
—Basta ya, Isethnofret. No tienes que repetirme todo lo que has hecho por mí y lo que harás, no tienes que sacarme en cara eso. Claro que eres mi hermana. Todos ustedes lo son, mis inmortales. Todos somos uno, de muchos escogidos con los dones de los que vinieron del cielo, solo ustedes son mis hermanos para la eternidad. ¿Qué afán es ese de insultarse? ¿De ofenderse por cosas que pasaron hace tanto tiempo? Iseth, si yo no estoy ofendido por mi pasado con Ismael, ¿por qué deberías estarlo tú? Estoy seguro que Ismael no quiso ofender a Bruna, ¿verdad?
—Es así —afirmó Ismael. El ángel oscuro habló con calma, pronto todos se tranquilizaron, incluso yo.
—Aún así me ha ofendido —le dijo Bruna—. Y dijo cosas horribles sobre Jehane, ella no merece estar en medio de nuestros pleitos.
—Que estés envidioso porque le prestamos más atención a ella que a ti es problema tuyo —le dijo Iseth.
—Ustedes generan una energía horrible, lo digo en serio —habló al fin Actea. Ella bebía despacio su vino, se notaba que no quería saber nada de esa discusión.
—Solo quiero tus disculpas, nada más —le pidió Bruna—. Quizá para ti decirme esas cosas está bien, pero a mí no me gusta. Y no quiero que lo vuelvas a hacer, a mí vas a respetarme.
¿Usó su encantamiento en ese momento? Quizá sí. Estoy segura que si. Ismael solo miró a Bruna fijo y asintió despacio.
—Bien hecho —le dijo Iseth con una sonrisa—. Hay que educar a este esperpento. —En ese momento estuve más segura, Bruna lo encantó. Y los demás no hicieron nada, ni siquiera Esmael.
—Lo lamento, Bruna —le dijo con voz compungida. No sé si era real o no, pero lo dijo y sonó muy en serio.
—Y pídele disculpas a Jehane por el mal rato —temblé de escuchar mi nombre, pero Bruna fue muy clara al hablar. El inmortal se giró a verme, otra vez tenía ganas de huir.
—Lo siento, Jehane de Cabaret.
—No pasa nada, señor Ismael. Haré como que lo olvido —dije yo algo nerviosa.
—Apuesto a que no —comentó él con amargura—. Apuesto a que lo escribirás. Me gustaría leer eso algún día, quizá en un futuro. Capaz y hasta te los robo.
Me miró a los ojos, sentí eso como una amenaza. Temo que un futuro este diario acabe en las manos de ese inmortal. Sé que lo va a hacer.
*****************
OH HONEY
Hoy tuvimos exceso de shade para el Ismael XD Me encanta el shade inmortal, es divino ❤ Ya antes les había contado en La Dama que Iseth e Isma no se llevaban nada bien, ella lo detesta y él le teme. La egipcia hoy ha soltado interesante té sobre Ismael, ¿tienen teorías? Cuenten y exageren.
En fin, acá tenemos representación gráfica de la muchachada durante su estancia en oriente xdddd
También tuvimos momento especial para las Team Caleane ❤
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top