Capítulo 28.

—E-Eric... — Susurro asustada.

Me levanto, y con mis pies me empujo hasta la esquina del sofá. Mi corazón latía tan rápido que lo sentía salir de mi pecho y regresar. Quería estar alejada del malicioso hombre de ojos verde. Eric, estaba rebasando los límites de la cordura. Intentó acercarse, pero forcejeé hasta apartarme y pararme de ahí.

— ¿Qué... qué estás haciendo? — Quería gritar de impotencia al descubrir al intruso, pero el tono de mi voz era muy débil. — ¿Por qué me haces esto? —Una lágrima recorre mi rostro y me las seco con el antebrazo.

En cambio él, camina muy despacio hasta la silla que está en frente del sofá y se sienta, estira su mano y enciende una pequeña lámpara que está en una mesa cercana y solo así puedo confirmar que él ocupante del lugar es Eric. Un grito ahogado sale de mí y cubro mi boca con las manos. Tenía las esperanzas de que no fuera él, quería creer que él no había planeado todo esto... Pero no, la vida nuevamente ha vuelto a darme una bofeteada al descubrir que una de las personas que quiero me engaña. En sus ojos note algo que jamás había visto.

Comencé a retroceder lentamente, tratando de llegar a la puerta para huir, pero tan solo tenía dos opciones, y ninguna de las dos estaba a mi favor, pues, antes de que saliera él seguro me atraparía. Seguí lo que mi mente me indicaba, pero ya una vez me había fallado al quedarse atascada y no permitirme abandonar el lugar. Respirando con dificultad llegue al sitio donde deseaba estar, de espalda a la puerta y con sumo cuidado sujete la manija, pero su ronca voz me hizo detenerme.

—Si yo fuera tu no haría eso. — Dice con una sonrisa burlona que solo produce asqueada en mí.

Mete su mano en el bolsillo derecho de su pantalón, saca las llaves y su móvil, extiende su mano y lo deja sobre la mesita de café en medio del sofá y la silla.

— ¿No piensas sentarte, querida novia? —Pregunta con ironía.

—A las alimañas es mejor tenerlas lejos, así evitas que no te muerdan—Suelto en un tono molesto.

Sujeta su pecho como si le diré un ataque al corazón. Estoy segura que le ha dolido mis palabras, pero en este momento no tengo nada bonito que decirle.

—Auch... Me has dado justo aquí. —Señala su tórax con un dedo — Pero prefiero que estés aquí sentada, no te gustará para nada lo que vengo a decirte. Aunque... pensándolo bien, acá la que tiene muchas cosas que contar eres tú.

Pone una de sus manos en su cintura y alza la americana para que pueda apreciar lo que lleva encima. Saca la pistola del lugar y la deja junto con los demás objetos. Cuando ya estoy sentada nuevamente, no puedo evitar dar un salto de impresión. No puede ser, ¿en qué momento Eric ha cambiado tanto? No conozco a esta persona con la cual compartía techo.

—No me mires así, tú te lo buscaste. Comenzaste a dejarme de querer, me abandonaste, me humillaste al volver con ese tipo, le perdonaste cada una de sus falsas razones y lo que más asco me da... que te acostaras con él. ¡Con ese maldito infeliz! —Vocifera — Mientras dormías aún en mi cama. No madejas un muy buen concepto de ti. —Niega repetidamente con la cabeza.

— ¡Cállate! —Grito — No te permito que hables así de mí. Tú, y nada más que tú, estropeaste lo poco que teníamos. Además tu muy bien sabes que no era amor, te aprecie mucho por estar a mi lado, sin embargo, tus actitudes me hacían cambiar de parecer.

— ¿Ahora yo soy el culpable? — Se señala así mismo — Vaya, vaya señorita Clary, tiene usted una muy buena técnica para hacer sentir mal a los demás.

Hizo un sonido con sus dientes y una señal con sus dedos de un lado al otro indicando que no.

—Conmigo no funcionara.

Estoy asustada. Tengo varias escenas en mi cabeza, y no estoy segura de como terminara esto.

—Siempre me pegunte el, ¿por qué lo perdonabas tan rápido? ¿Cuál era la causa de que él se fuera? — Va hasta la cocina y yo lo sigo con la mirada.

Abre un estante, saca un vaso de cristal y una botella de ron. Se toma su tiempo al verter el contenido, del frigorífico extrae unos cubos de hilo que deposita en el vasito. Pasa su dedo por el borde y luego lo prueba, al terminar repasa sus labios con su lengua y regresa a su lugar.

— ¿Por dónde iba? — Pregunta para enfadarme — Ah, ya lo recordé. Entonces investigue sus razones y pues, te sorprenderá lo que descubrí. —Realiza un gesto de sorpresa.

—Suéltalo. ¡Que diablos quieres! —Ahora más que sentirme secuestrada, me siento furiosa con ganas de levantarme y darle una bofetada.

Como un rayo se subió al sofá y se sentó de nuevo encima de mí.

—Estamos solos, amor, nadie escuchara lo que tengas que decir — Vi en sus ojos como gozaba al tenerme así, ante su poder.

— ¡Aléjate de mí! — Le di un empujo bajo sus constantes risas.

Extiende su mano y de un trago se toma todo el alcohol que había en su vaso. Se limpió el resto que sobresalió de su boca con las manos y anclo la mira en mí.

— ¿Entonces? ¿Me contaras o prefieres que yo te ayude? —Acaricia mi mejilla y yo aparto mi rostro. —Yo no te voy a amordazar, apuntar con una pistola o mejor aún no le contare a tu querido novio nada. Tú solita lo harás, porque el remordimiento pesa más que mil kilos de oro, te consumirá hasta dejarte paranoica. No te obligare a nada, todo estará en ti y sé que con lo profesional que eres, todo saldrá excelente.

Estaba acabada, mi tiempo había terminado y mi felicidad con ello. Quería tener por unos minutos mi cuento de hadas y solo obtuve al mostro de las cavernas. Él me odiará, lo hará por el resto de su vida, pero prefiero morir sola y saber que por lo menos me ha perdonado. O eso espero.

—No tengo todo el día... —Me presiona. — ¡Dilo! — Se acerca a mí — ¡Maldita sea, dilo Clary! —Golpea el sofá

— ¡Está bien, yo lo hice! — Suelto un gemido al escuchar mis propias palabras, en cambio él sonríe.

Se aproxima, besa mi frente y yo lloro con el alma desgarrada.

—Fui yo la que lo alejo de mi... yo fui... Y le mentí al decir que no lo sabía. —Golpeo el pecho de Eric.

—Buena chica —Palmea mi rostro.

—Eres un cerdo, chantajista y miserable. —Lo acuso.

—Y tú... no estás muy lejos de la realidad.

Acerco su boca a la mía y me rozo con sus labios. Me está provocando. Pero los recuerdos de Leo llegan a mi mente y continúo sollozando. ¿Cómo pude ser capaz de hacer esto al hombre que amo? Tan perdida estaba entre mi melancolía que no divise el momento en que Eric junto sus labios con los míos estrechándome con fuerza entre sus brazos, comenzó a besarme de una manera tan asquerosa que jamás hubiese imaginado, me cabreé completamente y en cuanto pude mordí su labio inferior tan fuerte que quedé con sangre en mi boca, cuando se separó toco su labio y al ver la sangre enloqueció.

Bajo su mirada al vaso de cristal y pago su rabia con la pared al estrellarlo contra ella, se levantó y me trajo consigo de un brazo.

—Eres una ramera — Susurro tan cerca de mi boca que su aliento entro en mí. —Oh, no, eres peor que eso. Ellas aún se acuestan por su trabajo y tú, tan solo te los follas porque te place.

— ¡Cállate! — Y con una fuerte bofetada le hago voltear su rostro hacia un lado.

—En mi vida solo hay tres hombres, y me arrepiento enormemente que tú seas uno de ellos. —Digo con desdén.

Grité de nuevo, está vez con un rotundo ¡No! Él iba a golpearme.

— ¿Qué quieres escuchar? —Dije rápidamente — ¿Que fui yo la que alejo a Leo por unos años de mi lado? Pues sí, ¿Qué fui yo la que hizo que parara en prisión? Si, fui yo la que lo hizo. —Le hablo con la misma fuerza con la que se quebranta mi corazón. —Y déjame decirte que eso no es de tu incumbencia —Hundo mi dedo en su pecho.

Mis pesadillas se hacen realidad cada vez más, y temo que todo vaya peor de lo que está. Tan solo necesito unos momentos a solas, y le explicare a Leo lo que sucedió. Estoy muy confundida y siento mi cuerpo desvanecer, pero tengo que ser fuerte por nosotros, por nuestro amo.

—Eres una hipócrita... —Musita.

La música del móvil sonó sobre la mesa rompiendo con la tensión que había entre los dos. Con un brusco movimiento me quite su brazo de encima y tome el teléfono entre las manos, en la pantalla salía en nombre de Patrick y conteste cuando por fin mis palabras salieron de la boca.

— ¡Clary! — Pregunta para confirmar si soy yo la que está tras el teléfono.

—H-hola... —Balbuceo.

—Clary, escúchame, no hay mucho tiempo. Tienes que venir al The Portland Hospital, Leo ha llegado con contusiones graves, ha tenido un accidente.

Mi mente se nublo, el cuerpo me pesaba y no era capaz de mantenerme de pies, me desvanecí en una centésima de segundo chocando con dureza contra la fibra resistente del sofá. ''Ha tenido un accidente'' Se repetía una y otra vez como si de una música se tratara, torturando mis pensamientos. Recostándome en ella me senté flexionando mis rodillas hasta que estuvieran cerca de mi pecho. —No, no, no, esto es una pesadilla. ¡Despierta Clary! —Comencé a darme pinchazo, pero nada sucedía, seguía aquí tirada en el suelo. Termine quebrándome en pedazos. Llore durante casi quince minutos, llore por el simple hecho de que la situación en la cual me encontraba era algo inesperado e inimaginable. Me sentía desdicha, quería morir en su mirada, volver a sentirme segura entre sus brazos, amarlo hasta más no poder y pedirle perdón por lo que hice.

— ¿Qué sucedió? — Pregunta Eric desorientado.

—Accidente... Morir... Leo... No hay tiempo — Mis mejillas estaban enrojecidas al igual que mi nariz, sujetaba mi cabeza para que no estallara del dolor que sentía.

— ¿Leo tuvo un accidente y no hay tiempo porque morirá? — Trata de unir las palabras que le dije.

Escucharlo de su boca es aún más desgargante, y en un arrebato de locura imagino una extraña escena donde él es el culpable del lamentable hecho. Me levanto con movimientos inestables, pero consigo ponerme en pie. Lo fulmino con la mirada, y mi dedo tiembla al señalarlo

— ¡Júrame por lo que más quieras en el mundo que no fuiste tú! —Sus ojos salen de órbita por la fuerte acusación. — ¡Júralo! Por qué te vas arrepentir si le llegas a tocar. —Mis dientes titiritan de la furia.

— ¿Qué? ¡No, no, claro que no! —Niega con sus palmas.

Se hace un silencio incomodo, el apartamento se quedó pequeño ante la tensión que existe entre los dos, es tan palpable que podría cortarse con un cuchillo. Pero es rota por su voz ronca al decir:

—Te juro por el amor que un día te tuve y que aún siento, que no le he hecho nada. Lo odio, detesto su presencia y más aún al ver lo histeria que estas por él, pero mi asunto es contigo... No me mal intérpretes, ganas no me faltan para matarlo, pero no, no he procedido en esta situación. Temo decepcionarte en tu búsqueda.

Al oír lo que me dice, me agacho y tomo el móvil que ha caído en el suelo y salgo de casa tropezando con cada objeto que impide que llegue a mi destino. No me importa haber dejado a ''Eric el maniático'' en mi casa, me importa poco saber si se lleva algo o esculca entre mis cosa, ahora solo tengo cabeza para Leo, quiero llegar y saber que él está bien.

Hago los cambios con brusquedad, pues, no tengo otra manera en la cual desahogar mi dolor, gimoteo golpeando el volante para liberar la opresión en mi pecho, pero es tan fuerte que me imposibilita respirar. El hospital esta ha unos cuantos minutos de donde vivo, podría estar ahí en un abrir y cerrar de ojos, pero en mi estado parece que llevo horas desplazándome. Tengo que estacionarme a un lado de las calles, las lágrimas no cesan y no me dejan conducir.

—Leo... —Susurro para escuchar su nombre. —Amor, recite, no me dejes.

Regreso al camino y manejo con precisión hasta llegar al hospital, estaciono donde primero veo y bajo a toda velocidad. Entro corriendo por las puertas de cristales e inmediatamente algunos voltean a verme, hago caso omiso a su existencia y sigo con paso apresurados por los pasillos buscando una recepción. El pulcro blanco me da la bienvenida junto con el olor a desinfectantes, todos con ese olor extraño tan... Hospital. Tropiezo con varias enfermeras y ninguna medan información de él, no atienden esa área, por lo tanto no saben nada. Me frustra no saber nada. Los demás pacientes caminan de un lado a otro, muchos pasan adoloridos otro tan solo caminan animadamente. Llegó hasta una pequeña recibidor donde se encuentra una enfermera hablando por teléfono, espero con la poca paciencia que me queda golpeando con mis dedos el frio mármol para que se dé prisa y pueda atenderme. Cuando finaliza anota unas cosas en una agenda, me dispongo hablar pero la amable señora toma de nuevo el teléfono y empieza a parlotear otra vez. Alza un dedo para que aguarde unos segundo y yo suspiro desesperada, caminado de un lugar a otro. Finaliza la llamada y me pregunta en que me puede ayudar.

—Señorita necesito información del paciente, Leo Smith. —Digo exasperada.

— ¿Es usted un familiar? —Pregunta despacio.

—No. Si. Bueno, soy su novia. — Ella me mira alzando una ceja y teclea en el ordenador.

Pasan unos segundo cuando me informa que él si se encuentra acá.

—Oh, gracias a Dios. —Suspiro aliviada. — ¿Puede pasar a verlo? — La ansiedad se apodera de mí.

Noto confusión en su mirada.

—Me temo que no. — Dice con pesar. —Los demás acompañantes tiene que permanecer en la sala de espera, solo los familiares estarán en la habitación.

—No, señorita, usted no me ha entendido. Yo soy su novia, él debe de estar ahí adentro preocupado porque no me ha visto. —Le hago entender.

—Le pediré por favor, que acuda a la sala de espera y permanezca hasta que los familiares del señor Smith decidan que puedan pasar. ¡No se lo volveré a repetir!

—Pero... ¿Familiares? ¡Yo soy su familia! —Mi voz se escucha en el rotundo silencio de los pasillos del hospital.

—Tendré que llamar a seguridad — Coge el teléfono y comienza a hablar con alguien, acerca de un acompañante con comportamiento inadecuado.

Sin importar lo que ella haya dicho, voy hasta el final de un pasillo a mi derecha buscando la habitación en donde Leo debe de estar. Números tras números se reflejan en las puertas. La enfermera viene detrás de mí y la acompaña un personal de seguridad. Pongo mis pies en marcha y camino más rápido pero al entrar en una habitación me quedo paralizada y el seguridad me sujeta por el brazo.

— Le he dicho que no puede pasar. ¡Solo familiares!, él señor Smith ya se encuentra con la señorita Violet y su hija.

La mandíbula me llega al suelo al escuchar tal atrocidad, la retorcida enfermera acaba de decir las palabras más estúpidas que he escuchado. Pero no puedo evitar la puntada en mi corazón, ¿Ha hablado de familia? ¿Señorita Violet Smith? Mi mente regresa a la sala de mi apartamento el día que una tal Violet llamo a Leo. Cierro mis ojos saboreando la decepción en la punta de mi lengua.

— ¿Qué? —Fue lo único que pude decir antes de caer al suelo. 


                                                                                             ∞∞∞∞∞

Quiero saber sus impresiones, así que cuéntenme acá abajo lo primero que se les paso por la cabeza al leer todo este gran lió. 

Igual me gustaría saber  ¿que piensan de la historia? ¿Todavía les agrada?  



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top