Capítulo 26.

Leo.

Paso mis manos repetidamente por la línea de su columna, su preciosa piel brilla con el destello de los primeros rayos de sol. Mi adicción a su aroma, me embriaga, revitalizándome y recargando mis energías de la mejor manera posible. Su tez bronceada me enloquece, queriendo morder cada parte que cubra su cuerpo. Es hermosa. Una mujer fascinante, inteligente, astuta, divertida y entre muchas cualidades más. ¿Cómo pude ser capaz de alejarla de mí? Ella tan solo quería una historia de amor. ¡Junto a mí! ¿Por qué no se lo di? A mí, me escogió a mí, entre tantas personas. ¿Acaso era tan difícil pronunciar esas simples palabras? ¿Era muy difícil decir: Te amo, Clary? Y ahora todo es un lio, las cosas están más enredadas y no sé por dónde empezar. Ella merece mi sinceridad y yo merezco dormir tranquilo sabiendo que todo entre nosotros está mejor. ¡Necesito hablarle de mi familia! Pero temo su reacción, temo a alejarla de mí. Soy un hombre fuerte, de esos que tienen el letrero de invencible en la frente, de aquellos que las personas jamás pensarían que lloraría o diría algo cursi. Un hombre egocéntrico, sarcástico, mandón, que no le gusta mostrarse débil ante nadie, el que detesta la compasión. Pero aquí estoy, rendido ante esta menuda mujer de cabello dorado. Comportándome de la manera que creí imposible. ¡Acabare con este misterio que me envuelve!

La repaso con mis dedos y bajo mi rostro hasta el comienzo de la parte baja de su espalda. Voy dejando pequeños besos, dedicándome a mimarla y endulzar su mañana con mis caricias. Cuando estoy cerca de su nuca, me dirijo a su hombro y doy un pequeño mordisco, provocando que se estremezca. Entre gemidos, ella voltea para verme y al hacerlo, me quedo impresionado con sus bellos ojos color miel, esta preciosa con el pelo alborotado. Soñolienta hunde su cabeza en mi cuello y se acurruca posando sus delicadas manos en mi pecho. Oh, Clary, mi dulce mujer.

—Buenos días, hermosa. —Susurro cerca de su oído.

Murmura un par de palabras inentendible y se acerca más a mí. ¡Está muy cansada! Y no esperaba menos, ayer desato toda la fogosidad que había tenido retenida por mucho tiempo, se entregó como lo haría la luna y el sol. Confiando que al atardecer volvería a encontrarse y así estar unos minutos unidos, esperando sus próximos encuentros.

—Clary, tengo que salir hacer un par de cosas, prometo volver pronto. Te he dejado el desayuno listo. —Le doy un beso en su sien y me aparto cubriéndola con la colcha.

Tomo mí calzando del suelo y me los pongo sentado en la cama observándola mientras da vueltas para buscar una mejor posición. Voy hasta la mesita de noche, cojo mis llaves y teléfono. Al salir de su casa cierro cuidadosamente para no despertarla. Camino hasta el ascensor y pulso el botón. En su espera, introduzco mi mano en el bolsillo y saco el móvil para llamar a Violet, la cual contesta al segundo tono.

— ¿Cómo han amanecido mis dos amores? —Escucho tras el teléfono las risas de mi dulce bebé, y sonrió al recordarla mostrando su único dientecito.

—Estamos bien, ¿y tú dónde estás? —Pregunta en un tono nada agradable.

—Pues, ya voy camino a casa. — Me adentro en el ascensor hasta que lo siento descender.

—Vale, es mejor que lo hagas. Hay algo de lo que tienes que ocuparte.

Llego al parking y me dirijo a dónde está mi auto estacionado. Abro la puerta y lo enciendo mientras me coloco el cinturón de seguridad.

—En unos minutos estaré ahí. —Digo y finalizo la llamada.

Conduzco por las calles de Londres con una sola mano en el volate, la otra la tengo apoyada sobre el marco de la ventanilla y sujetando mi cabeza. La cual no ha parado de darme vueltas desde que me aleje de ella. Decía que era estúpido pasar las veinticuatro horas del día pensando en una persona, pero he comprobado que veinticuatro hora no es suficiente para saciar mis ganas por ella, ¡quiero saber todo! Si ha comido, si está bien de salud, si se siente cómoda en su trabajo, todo quiero saberlo todo. Quiero cuidarla, darle todo lo que este a mi alcance y hasta lo que no tenga seré capaz de conseguir por ella. Pero es tan contradictorio que piense todo este montón de palabrerías, cuando ni siquiera tengo el valor que confesarle lo que tanto deseo decirle.

Piso el freno con fuerza, al estar cerca de un auto. El estrepitoso sonido de las llantas resuena con intensidad. Todos los transeúntes voltean a ver al coche que ha realizado tal sonido. Mi corazón palpita debajo de mi garganta a un ritmo irregular. Me he saltado una luz y por ende no he visto el auto que iba a pasar, ¡esto me está atormentando! Los gritos y palabras obscenas llegan a mi oído, provocando una gran irritación de mi arte. Quisiera volver y decirle unas cuantas cosas, pero no sería sensato. Yo fui el que falto, no ellos. Debo dar gracias que tan solo fue un susto y no una lamentación.

Retomo la marcha y cruzo a la derecha por la calle Abbey Road, recorriendo el noroeste a sureste a través del distrito de St Jhohn's Wood. Estoy cerca de casa y todavía no he salido del asombro. Debo calmarme si no quiero preocupar a Violet, ella es muy histérica en lo que a mi seguridad se refiere. Aparco en la parte de afuera, y voy directo a la puerta de madera, inserto la llave y esta se abre. Oigo el llanto de Ara y apresuro el paso para tomarla en mis brazos.

— ¡Hasta que por fin apareces! —Dice un tanto cabreada.

— ¿Qué sucede ahora, Violet? —Balanceo a Ara, de un lado al otro para que deje de llorar.

— ¡El teléfono no ha parado de sonar! Dicen que necesitan que vayas a donde Christina.

Suelto un bufido y me paso las manos por la cara. ¡Este día no podía ir peor!

—Vale, gracias. —Camino hasta la cocina y cojo una botella de agua.

Tomo hasta la última gota, sintiendo como el líquido recorre mi cuerpo y alivia el estrés. Violet me volverá loco si sigue así, solo escucho murmullos y más murmullos sobre que no hago nada. Decido cortar por lo sano y me voy con mi pequeña a su lugar de amor. La habitación rosa. Me siento en la mecedora y le canto canciones de cuna. Ella no para de sonreír, haciéndome el papá más feliz que puede haber en el planeta tierra.

Cuando ya está dormidita, la dejo en su cama, besando su rostro y acariciando su suave piel. Bajo las escaleras y consigo a Violet molesta aún.

— ¿Se puede saber qué te pasa hoy? — Le pregunto confundido.

— ¿A mí? — Se señala así misma. —Oh, no, nada. —Niega furiosa. —Solo que me gusta que te vayas y aparezcas varios días después. Dejándome la carga a mi sola. ¡Pero no es nada! —Levanta sus manos.

Es cierto, me entretuve tanto con Clary que olvide hasta el lugar y la hora. Y no ha estado bien abandonar a mi familia, al fin y al cabo ellas estarán siempre para mí. Necesito hablar con Clary, y pronto. Antes de que esta bomba estalle y hiera a quienes más amo.

—Lo siento. —Susurro por lo bajo.

— ¿Qué dices? —Coloca una mano en su oído, como si quisiera escuchar mejor.

— ¡Que lo siento! —Bajo el ultimo escalón y me acerco a ella.

Pero Violet se aparta.

—Vamos, Violet. ¡Dame un abrazo! —Niega con la cabeza.

—No querrás que vaya a tu en encuentro, ¿o sí?

Vuelve a negar y doy un paso hacia delante.

—Quizás — Cambia de idea.

—Violet...

—Bueno, está bien. Ven y dame un abrazo —Los abre y yo sonrió satisfecho. —Pero esto no quiere decir que hayamos hecho las paces. —Me informa.

—Pero es un buen paso. —Digo sujetándola con fuerza.

Mi móvil suena y me sobresalto al escuchar tan sonido en la tranquilidad de mi hogar.

—Deberías cambiar ese tono — Aconseja por el pesado repique de campanas con frecuente llantos que simulan la muerte.

—Oh, mierda, estoy seguro que ese lo ha colocado Cla...

Me detengo antes de decir algo de lo cual haga sospechar a Violet. Ella me mira con una ceja alzada y se aparta de mí. La miro, descuelgo la llamada y hablo.

—Leo Smith.

—Buenos días, señor Smith. —Una voz tímida me saluda. —Le habla Laura, del centro de rehabilitación Bethlem.

—Sí, diga. — La animo a proseguir.

Ya sé a qué se debe su llamada, pero igual espero a que ella me informe de lo sucedido.

—Bueno... —Carraspea y dice: — El Doctor. Flyn necesita conversar con usted. —Comunica, y yo exhalo pesadamente. Lo que menos quiero ahora es poner un pie en ese lugar. — Es de suma importancia que acuda hoy lo más temprano posible al centro.

—Hágale saber al Doctor. Flyn, que mí tiempo es valioso y espero que la convocatoria sea de vital importancia. O de lo contrario me marchare. —Espeto de mala gana. Y me arrepiento al hacerlo, ella no tiene la culpa del rechazo hacia ese lugar.

Finalizo y volteo al ver la figura de Violet detrás de mí.

—Ha surgido un inconveniente y necesito ir.

—Sí, bueno, eso ya lo sabía. ¡Adelante! Yo me ocupare de todo. —Se aproxima y besa mi rostro. En cambio yo acaricio su mejilla y me aparto.

Camino hasta la salida para encender el auto y aparcarlo en el garaje, hoy me apetece usar la moto, así liberare un poco mi mente y en un abrir y cerrar de ojos estaré en ese caótico lugar. Introduzco la llave en el encendedor y con un rugido salgo de casa.

Me alejo del sureste de Londres, zigzagueando los vehículos que me encuentro en la carretera. El aire choca contra mi cuerpo y siento vivir mi alma un momento. Si no fuera por el casco que cubre mi cabeza no podría ni ver por donde ando, con la velocidad que conduzco me haría imposible visualizar mi camino. Un recuerdo de Clary conduciendo la moto en New York, cuando íbamos camino a Brooklyn llega a mí. La destreza con la que manejaba y lo confiada que se le veía al hacerlo. Y pensar que me había creído que se asustaría cuando le dije que ella manejaría, ¡me hizo quedar como un ingenuo! Lo hace hasta mejor que yo. ¿Dónde habrá tomado esas clases? ¿Él se las habrá pagado? Alejo todos esos pensamientos. Simplemente no me importa quien estuvo en mi lugar, ahora yo la hare feliz.

A lo lejos diviso el centro de la ciudad, sin embargo aún me faltan unos cuantos kilómetros para estar cerca de ella. Sentía que un auto me seguía y yo no entendía el porqué, tal vez sean alucinaciones, pero lo percibía muy cerca de mí. Acelere un poco, solo para tener algo de espacio. Cuando sigo por el camino perpendicular a la ruta, a unos treinta metros por delante de mí, intenta cruzar un animal y no logro divisar si atraviesa. Me espanto al escuchar frenar el auto, así que yo hice lo mismo. Pero este no frenaba porque aún seguía desplazándose, quizás por la humedad del suelo no conseguía detenerme. Una rueda del coche se soltó y pude oír el silbido que hizo al pasar por mi lado. Me siento asustado, estoy entrando en pánico y no es bueno en esta situación. En una milésima de segundo el impacto se produjo, mi moto se deslizo por la carretera y solo pude sentir el choque contra un árbol de roble. Pero aun así, detectaba el humo entrar en mis pulmones. Los gritos se hicieron presente y todo oscureció. Quería moverme, trataba de hacerlo, pero no podía. Era como si algo me sujetara al suelo o simplemente mi torso no respondía a las señales de mi cerebro. Gritaba y gritaba y mi voz no salía. ¡Qué exasperante situación! Luche tanto, que mis energías se agotaban rápido, en un intento de llamar a alguien por ayuda, me desvanecí y no volví a ver la luz del día o la sonrisa que iluminaba mi rostro. 


                                                                                                      ∞∞∞∞∞

Dejare este capítulo por acá e iré a esconderme en el armario...

¡No olviden que yo los quiero mucho!





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