Trascender
Sé que pronto encontraré la manera de curar esta soledad. Sí, tengo que hacer algo para vencer mi dolor. A veces quiero decirte que te quiero como amiga, pero si te lo dijera nuestro amor nunca terminaría. A veces abro la puerta de mi casa, aunque haya frío, esperando que entrarás por ti misma.
El doctor Lagner era un hombre calvo y fornido. Se parecía a un monje budista de esos que residen en su monasterio, solo que en este caso es su domicilio. En su residencia tenía una gran sala de estar decorada con un juego de sillones tapizados en un color verde floreado. También había pequeños portarretratos con fotos de su finada esposa, la cual había abandonado este mundo hace dos décadas atrás.
El doctor observó a Lalo sin siquiera tocarlo. Miró la herida en el brazo, mientras llenaba sus pulmones de aire. Acercó la luz de pie y se quedó muy quieto. Así de callado lo miraba detenido como una estatua viviente.
Los segundos transcurrieron apaciblemente, como cuando uno abre una canilla y uno ve el agua correr. El ambiente estaba caluroso y denso, como si fuese a caer un aluvión. El rostro de Lalo estaba sudado y enrojecido.
—¿Y bien? —pregunté—. ¿Está muy infectado?
El médico se encogió de hombros, subiendo su mirada. Se puso un par de guantes de látex color blanco y examinó el rostro de Lalo. El doctor deslizó su manos por las hendiduras de las mejillas poco llenas de mi tío.
—¿Qué ocurre con mi rostro, doctor? — interpeló mi tío.
—Tu cara está poco llena —balbuceó.
—Bajé mucho de peso estos últimos años — respondió Lalo, pálido como una estalactita.
—Dígame, señor Cané. ¿Usted es homosexual? —exclamó, mirándome fijamente para ver mi reacción.
—No... si... no lo creo —farulló Lalo— ¿Me permite meditar un momento?
Me mordisqueé el borde de mi pulgar al pensar en esa pregunta sin lógica.
—¿Usted no usó condones últimamente? — dijo el médico con voz tranquila y relajada.
—Siempre —respondió Lalo, soltando un bufido— ¿Por qué? ¿Qué sucede?
—Tu rostro esta algo hueco. Puede que tengas un virus y esa infección ha aumentado las necesidades de nutrientes del organismo. Es decir, que también reduce el apetito; los enfermos comen menos alimentos, lo que provoca adelgazamiento.
—¿Cual vírus? Vinimos por mi brazo infectado y usted me examina mi cara. ¿Qué rayos está sucediendo? —bramó Lalo, con sus ojos vidriosos y centelleantes.
—Cuando el VIH debilita el sistema inmunitario del cuerpo, puede ocasionar afecciones en la piel que forman erupciones, llagas y lesiones. Similares a lo que te ocurrió trás el tatuaje.
Me pasé una mano por la frente. Estaba sudando mucho más de lo normal.
—¡Señor, no tengo Sida! —rechistó enervado.
—Tal vez utilizaron una aguja infectada cuando te hicieron el tatuaje. ¿Éste es reciente?
—Me tatué hace nueve meses —gruñó Lalo con voz atona— , no sé porque se me infectó ahora, si cuando me lo hicieron no me pasó nada.
—Las afecciones de la piel pueden estar entre las primeras señales de VIH y pueden presentarse durante su etapa primaria
—insistió el calvo, mientras encendía el ventilador de techo y abría la persiana.
—Mirá, Tío, que esto no es un chiste. Esto me inquieta bastante —agregué temblando como una hoja—. Doctor hágale el exámen ahora, por favor.
Esa misma tarde el doctor le hizo firmar unas formas de privacidad y luego sacó sangre. También agregó que la enviaría un laboratorio de confianza. Por desgracia los resultados llegaron a mi e-mail rápidamente.
De: Laboratorio de citometría
Fecha: 23 de diciembre de 2003
Para: [email protected]
Asunto: Resultados de prueba de VIH-SIDA
Virus de inmunodeficiencia adquirida humana
Método: RT-PCR
Resultado del exámen de sangre: Detectable/Positivo
Determinación de superpoblaciones linfocitarias por citometría de flujo.
.......................................................................
Yo sé que esto no es un caso clásico. Solo mira su cara de desencanto. ¿Puedes culparlo? Ahora tendrá que luchar y el diablo se sentará a esperarlo. Es todo o nada.
La idea de poder salvar a alguien es tan ingenua como poderosa. Es como un largo viaje hacia la nada. Todos estamos seducidos por el futuro. ¿Qué ocurre en su mente? Para empezar, deberíamos salvarlo ...¿De qué? ¿De quiénes? ¿De nosotros? ¿De su enfermedad o de sí mismo?
Todo esto es como una negra pesadilla que nos aplasta como un árbol quebrado y nos sorprende en la madrugada. Salvar es hacer algo: transformarlo en un ser más vivible.
La enfermedad de Lalo fue un viaje, que duró once meses. Duró menos que esa serie de salvavidas de playa que pasan por la televisión ¿Cómo se llama? Ah, sí, Baywatch. Duró como docena de capítulos de un libro de filosofía o duró un poco más que una gestación.
En ese momento Lalo estaba parando en casa. Estaba bien de ánimo, aunque bastante debilitado mentalmente y estaba desconectado de la realidad.
28 de Noviembre de 2004.
Naturalmente, y como siempre estaba en el trabajo. Mi madre apareció en el hipermercado. Estaba con el maquillaje corrido y unos ruleros en la cabeza.
Eran las nueve y media de la mañana. Un cliente la había reconocido y le preguntó que le había pasado. Mi vecino se apellidaba Giménez. Comerciante de telas. Tenía una sedería a dos cuadras de mi casa. Él era un hombre algo rellenito y bigotón.
Giménez le había dado las llaves de su auto a mi madre, le indicó que espere en la butaca del acompañante y le había dicho que él iría a buscarme.
En ese preciso momento, Matheus estaba jugando con un cubo Rubik, nos mostraba como poder armarlo con solo veintinueve movimientos. En ese momento pensé que el rubio era uno de los tipos más astutos de los que he conocido. Sonreía, como de costumbre viendo las payasadas que hacía mi amigo y colega.
Entre el barrullo del viejo ventilador de hojalata, escuché una voz repitiendo mi nombre.
—Demetrius. Hay un señor abajo que pregunta por ti —dijo Monique.
Cuando asomé mi cabeza por el barandal de hierro, pude ver a mi vecino narrando a mi jefe lo que había sucedido y terminó precipitadamente pidiéndole que me deje salir del hipermercado en ese mismo momento. Aunque en ese momento no entendía nada.
Un cuarto de hora después llegaba a mi casa con mi vecino y mi madre. Giménez entró tranquilo, confundiéndose entre la luz de la mañana.
—No tiene pulso este hombre —dijo el tipo.
Al ver a Lalo acostado e inmóvil en el sillón de la sala, sentí un vendaval de tristeza. Sin embargo, quise correr a buscar al médico para que prestara auxilio.
—Demetrius ¡Ven aquí! —gritó mi madre con la voz trémula.
—Buscar al doctor Langner iría a ser en vano. Inútil, ya —inquirió Giménez.
—Hijo, Lalo está duro como una mesa — chilló mi madre, mientras borbones de lágrimas caían sobre sus mejillas.
Esa misma noche fue empleada en velar los restos de mi tío Lalo y hacer los sencillos preparativos para sepultarlo durante la tarde.
No fue sencillo porque el dinero era escaso. Quisimos comprar un ataúd de pino, ya que era el menos costoso. Pero los vecinos decidieron reunir dinero entre todos, los cuales hicieron un gran gasto de elocuencia.
En mi cabeza no aceptaba lo que estaba pasando. Para mí era una situación superflua y temeraria.
....
Resulta demasiado extraño de pensar que una enfermedad tan oscura y compleja traería consigo a la muerte.
Lalo abandonó la tierra, llevándose consigo sus propios demonios, pero todavía hay quienes piensan que realmente existe, quizás en un más allá.
Algunos ven a esa enfermedad como una mancha difícil de borrar y esto alimentó la curiosidad de muchos, reforzando la teoría de el vírus es mucho más poderoso de lo que realmente se piensa. Sin embargo, Lalo no será recordado por su turbia dolencia, si no por su magnífica vida.
Mi madre lo amó ayer. Él le mintió a su hermana diciendo "todo está bien". Ahora el tendrá que vivir detrás de carretera por siempre. Hoy enterramos sus cosas; su ropa, sus libros, sus magazines y sus casettes.
Mi tío me enseñó desde pequeño que no había meta que no pudiera alcanzar. Era de los que aconsejaban con prudencia. Recuerdo que una vez me dijo: Viví mi vida locamente. Si yo me detengo, seré un esclavo de la sociedad; nunca te preguntes si hay algo positivo en la locura.
Lalo tenía la locura de Shumann, el genio de Beethoven, la pureza de Mozart y vibra de Tchaikovski. Era una persona con una genialidad tremenda.
Ahora tendremos que desarrollar algunas reglas artificiales. Tenemos dos muertos y mucho que resolver. Un taller mecánico vacío y una casa decorada con pinturas del arte pop. Por lo tanto, era mi responsabilidad ayudar a mi madre con todo eso. Aquí es donde me vuelvo loco porque me doy cuenta que no sé que hacer.
—¿Tienes miedo de volverte demente? — exclamó mi madre, mientras lavaba la vajilla.
—Hasta cierto punto, sí. Solo soy un Data entry. Trabajo de eso.
—Demetrius, ya lo dimos todo. Ahora te toca a ti empezar de nuevo. Tienes que capacitarte en algo nuevo. Algo que te genere más ingresos.
—Madre, estamos todavía en una etapa experimental del internet. Yo trabajo con las computadoras y veo que algunas cosas han madurado bastante, pero todavía no tenemos innovaciones y cambios radicales.
—Entiendo —interrumpió mamá.
—El internet aún no están los países emergentes. Pero podría pensar en una propaganda local, sin panfletos. Tal vez cuando se incorporen miles de usuarios podría hacer una página para promocionar artículos en oferta del hipermercado.
—Es buena idea, hijo —masculló mi madre.
—La mayoría de la gente piensa que la imprenta es superior al internet y que no hay comparación con ella, pero también hay que pensar que es un invento de lo más democratizador en la humanidad.
—¿Dices que hay democracia en el internet?
—Es lo que deberíamos pensar todos, ya que es una herramienta útil con grandes posibilidades.
—Creo que en cierta forma es real, pero no me gustaría que en un futuro no existiera el el periódico, las revistas y los libros — sentenció mamá, con los brazos cruzados.
—Creo que eso nunca pasará. Hay mucha gente que aún se rehúsa a usar tecnología.
—Es verdad, hijo. Yo me niego rotundamente a usar una computadora — aludió elevando una ceja.
—Está bien. Pero por otro lado yo tengo una meta bastante grande. Quiero hacer algo con mi vida. Quiero trascender.
—Hijo. ¿Podrías ir a vivir a casa de Lalo? Es que le temo a los okupas —gimoteó mi madre.
—Es verdad. Hay objetos de valor y algunas piezas de arte. Lo pensaré.
—No es solo una casa. Esa propiedad es el resultado del crecimiento intelectual de mi hermano. Estamos viviendo tiempos difíciles me gustaría que tú vayas a vivir a esa casa.
Luego de escuchar a mi madre me di cuenta de que el único pensamiento que giraba en torno a sobrevivir, era recuperar la independencia. Aunque mirando en retrospectiva jamás viví solo.
La desesperación de mi madre se coló sigilosamente dentro de mi mente y me hizo pensar en varias cosas... como si fuera un envión hacía el crecimiento y la libertad.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top