Frustración

 
Pasaban los minutos, que parecían noches enteras imaginando como habrían obrado estas mujeres si no estarían bajo los efectos del alcohol. Seguramente la noche habría terminado hace horas.

Rubí balbuceaba palabras indefinidas y su hermana había caído en un sueño profundo, que en unos minutos habría comenzado a babear la funda de mi almohada de algodón. Estaba en medio de las dos, Rubí se había acurrucado en posición fetal con un brazo y una pierna encima mío.

De repente apareció Matheus encendiendo la luz de mi mesita de noche. Fingí estar dormido y contuve la respiración.

—Mathilde, despierta —susurró el rubio— ¿Por qué estas sin tu brasier?

Sentí que ella se sentó en el borde de la cama y luego el elástico del colchón vibró al ponerse de pie.

—Estoy hecha pomada —dijo Mathilde— , ni sé como fuí a parar aquí.

—Vámonos —dijo él— ponte el corpiño y tu abrigo encima.

Miré por el rabillo de mi ojo cuando Matheus la cargó en su hombro izquierdo. El piso de madera crujía a medida que se iban yendo hacia la calle. Cuando escuché el sonido de los goznes de la puerta de calle, corrí por el pasillo y le puse llave.

Comenzaba a amanecer y aproveché para recostarme de nuevo para dormir un poco. Pero ver a Rubí desparramada en mi cama, empezaba a ser cosa difícil. Ahora estabamos solos, aunque sufría internamente los efectos de lujuria. Nada más podia ambicionar en ese momento, porque poseía lo que tanto anhelaba.

Entonces, tomé aire y besé a la hermana de Mathilde. Cerré los ojos e imaginé el beso corto y obligado que nos habíamos dado en el buque. Sentí que estaba mucho más cómodo que en un principio, no había rivales que se disputaran por la soberanía.

El tiempo más valioso era el presente y lo tenía que aprovechar. Rubí abrió sus labios y sentí la suavidad que su boca me regalaba. Ella se posicionó boca arriba y bajé mi cuerpo lentamente hasta llegar a sus pies. Tomé cuidadosamente su pie izquierdo y le di un masaje. Sentí un suave gemido que ella pronunció levemente, entonces seguí haciendolo sin deternerme. En ese momento me sentí pleno, pero mis ropas se volvieron inservibles y me despojé de éstas en un santiamén.

Rubí despertó y se posicionó sobre mi rostro, entonces sentí su húmedad y su calor como en una cueva que yo deseaba explorar. Coloqué delicadamente mi boca en su centro y probé con un gran éxtasis sus mieles. Después ella se sentó en el pico más alto de la montaña y con vaivén de su cuerpo ella, alcanzó las nubes. Me consolaba saber que su piel se había puesto en yuxtaposición con la mía.

Tenía suficiente valor, como para gritar desde el fondo de mis entrañas, entre esa vasta oscuridad. Entonces Rubí también gritó y el fuego colosal crepitó.

....

Lo que tengo es una obsesión atípica, que siempre ensucia. Sí, siempre ensucia mi pensamiento. Ahora ella está jodida y yo me siento usado. Estoy siendo hipócrita, intentando llegar a la meta, hasta que el deseo realizado penetre mis venas.

Rubí me había llamado por teléfono y le dejó un recado a mi madre, que quería verme en la pulpería de la esquina de su casa a las ocho de la noche.

Cuando llegué la vi sentada en una mesa de madera color caoba lustrada, usando una falda dorada, unos zapatos blancos y sobre sus hombros tenía un sweater de cashmere color azul Francia. Respiré hondo y entré al local, la saludé de mano, para ver como era su reacción.

—Demetrius, siéntate que quiero continuar la charla del otro día —dijo, con el semblante serio.

—Rubí sin duda alguna debemos discutirlo, pero no estoy dispuesto a ser igual que tu difunto ex novio —respondí aletargado.

—Yo no te comparo con el Luxemburgués —  gritó Rubí— , no entiendo como me hiciste a un lado tan rápidamente.

—Es que el sábado me dijiste algo que no me gustó —expliqué tranquilo— , y yo no estoy listo para ser tu novio, tal vez pienses que soy infantil. Tal vez lo soy.

—Demetrius no voy a disculparme contigo —chilló con una voz aguda— , dije que deseaba una relación sólida porque estaba ebria.

—Tienes que estar mintiendo, no puedo creerlo ¿Por qué le echas la culpa al alcohol? —exclamé.

—Bueno, la verdad que el sexo estuvo muy divertido y después de eso quise ser tu prioridad —inquirió, mientras jugaba con su cabello.

—Pues, estoy muy feliz por ello, pero también creo que eres dura, áspera y fría — añadí —y yo necesito una mujer más tropical.

—¡Ja! Supongo que ahora me comparas con mi hermana —dijo, elevando una ceja.

—No. Si tú y yo estuvieramos perdidos en el mar, nuestro barco se destruyera y tendríamos que nadar hasta alguna isla, lo más probable es que te morirías primero. Porque tú no resistes — dije, intentando encontrar un ejemplo.

—Claro, que analogía estúpida —inquirió Rubí— , pongámoslo de este modo: Si estuviéramos solos en una isla, como Robinson Crusoe, no moriría porque practicaría el canibalismo con tu cuerpo.

—¡Aja! Debe ser porque tengo mucha carne —dije en un tono risible.

—Demetrius, todo esto es muy curioso, ambos esperamos algo del otro, como si fuera un filete que deseamos devorar en un segundo —aseguró Rubí.

—Pero tú me comparaste con tu ex, en lugar de dejar todo en el pasado —añadí.

—Yo no me voy a disculpar por nada. El está en el cielo. Ten respeto por los muertos — dijo con la voz bastante alta.

—Ok. Mi lealtad a partir de ahora esta contigo, sin importar nada, nunca elegiría a nadie más —aventuré a decirle con voz temblorosa y grave.

—¡Ja! —respondió, aumentando la confusión lingual— , Mathilde me dijo que tú y Matheus andan detrás de una colega del trabajo, Patty Boyd

—¡Rubí!  ¡Oh, Rubí! —eso fue todo lo que salió de mi boca.

—Creo que me siento incómoda siendo tu amiguita y si tú en el supermercado sigues haciéndole insinuaciones a esa pelirroja...

.....

Rubí se culpaba de la situación, decía: Es mi culpa que esté todo perdido contigo, que lo que alguna vez inició hoy se esté desmoronando. Ella decía que quería tener una relación perfecta y no estoy seguro si lo que dice alguna vez existió.

—Oye Rubí, tranquila todo esta bien, no me gusta verte así y no mereces esto —dije en voz alta— , eres joven y muy atractiva, puedes elegir a quien quieras.

Con la esperanza de despejar su mente, Rubí recurrió a unos de sus pasatiempos favoritos, salir a beber. Pensé que ese era su momento para meditar en silencio, sin amigos que le esten llenando la cabeza y diciéndole que hacer. Ella me dijo por teléfono que saldría a un bar sola para despejarse y así volverse a centrar. Pero de pensarlo durante una hora, decidí levantarme del sillón e ir a ver si ella estaba bien.

—Hola Rubí —dije, mientras me sentaba en la barra del local

—¡Demetrius! —dijo ojiplática.

—Lo siento no quise asustarte, estabas tan alterada por teléfono que quise venir aquí para ver como seguías —añadí placidamente.

—¿Qué estas haciendo aquí? —preguntó frunciendo el ceño.

—Es que recordé que este sitio no es muy popular en la ciudad y temí que algo malo te pasara —agregué.

—Si, yo... estoy bebiendo tequila... estoy apurada y tengo que irme —respondió, deslizando su cuerpo por el banquillo.

—Esta bien, me iré yo primero, no es seguro que alguien como tú este por aquí tan tarde.

—Son las once de la noche —dijo Rubí, mientras le echó un vistazo a su reloj pulsera dorado— no tengo la voluntad de hablar.

Después de esa noche, pasé días sin cruzar palabra, ni llamadas telefónicas, entonces me pregunté si Rubí me estaba ocultando cosas. Pero su hermana, llegó a su punto de quiebre y dijo que mi rechazo había afectado el autoestima de su gemela, y que debía hacer algo al respecto.

Deseé nunca haber conocido a Rubí, se volvió un sentimiento insostenible para mí. Hice lo que estaba a mi alcance y seguí el consejo de Matheus. Él me había dicho que era mejor que yo juegue a su juego: La ley del hielo y aunque lo hice la vida no se me hizo simple de comprender. Entonces volví a hacer algo que solía hacer antes, apostar, beber e intentar salir con otra mujer, con Patty Boyd.

Patty era una reina y todos los empleados del hipermercado brincaban a sus pies. Pero no tuve suerte está vez. La había invitado a un motel y ella había aceptado con tanta naturalidad, como si fuese una invitación casual para tomar el té.

Pero Matheus no podía lidiar con ser un perdedor, entonces él hizo que mi plan se frustre. Le dijo a la pelirroja que no podía aceptar mi invitación porque si lo hacia él mismo se ocuparía de divulgar la información entre los colegas del supermercado. Entonces ella se asustó y me dijo que se quedaría en casa.

Matheus dijo que lo hizo por mí y por mi honor, que no me convenía acostarme con una bella joven por venganza o para quitarme el peso del enfado. Así que pensé que tal vez me había salvado de perder la cabeza. Pero por otro lado, aún me estremezco al recordar esa noche de pasión desenfrenada con Rubí plácidamente.

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