Capítulo 2:

Un pequeño demonio de color azabache se acercó correteando hacia mí y me tendió una carta. Sorprendida cogí el sobre y leí lo que en tinta dorada había escrito. Una carta de Elijah Pendragón, heredero de Arturo Pendragón, dirigida a mí. Aquello si que era extraño. Una pequeña llama azul se desprendió de mis yemas y comenzó a quemar el envoltorio sin dañar lo más mínimo la carta en su interior. A pesar de lo que habían insistido en colocar cantidades ingentes de kaelita, un mineral que inhibía la magia, había podido desarrollar mis poderes a la perfección. No por nada mis padres eran tan temidos. Leí la carta con atención y no pude evitar pensar que debía ser una broma. No podía haber alguien tan estúpido. Leí de nuevo la carta pero era auténtica. Con una sonrisa divertida busqué a mi padre. Le encontré en medio de una tortura a una pobre alma en pena.
- Tengo una gran noticia - dije con voz cantarina.
Mi padre me miró extrañdo.
- Al parecer el hijo del rey Arturo ha invitado a unos pocos habitantes de los Dominios Oscuros para ir a Travesía y asistir a la Academia.
- Cariño, no es momento para bromas.
- Sabes que mis mentiras no suenan tan estúpidas - le reproché.
Le tendí la carta y la leyó.
- ¿Y qué tipo de heredero con el cerebro de un mosquito ha educado este Arturo? - reprochó mi padre sorprendido.
- Más estúpidos son los de la Mesa Redonda que han aceptado. Aunque ya imaginaba que los humanos no serían muy inteligentes sin tan alegremente hacían tratos contigo.
- Cielo, no le quites mérito al negocio.
- Así que mi niña va a ir a Travesía - dijo mi madre apareciendo en la sala.
Se desplazó hasta mí en forma de una neblina oscura y rodeó la carta que aún sostenía mi padre. Cuando se materializó era sus manos las que ahora tenían la carta.
- Vas a hacer muy feliz a mami - dijo acercándose a mí para rodearme con su brazo.
- Vosotros sois a los que menos afectó el destierro. Tenéis vuestros propios reinos y un poco de inhibidores no os pueden retener.
- Jugar con mortales era divertido pero puedo hacer eso sin salir de casa, ¿no es verdad? - la pregunta la hizo mi padre con un tono bobalicón mientras apretaba los mofletes de su pobre víctima.
- Sabes que me divierte ver como transcurre la historia y como los pequeños actos pueden crear grandes desenlaces. Solo quiero ver de que es capaz mi pequeña - explicó mi madre.
Realmente eran los únicos que podían abandonar los Dominios Oscuros a placer y aunque mi padre no lo hacía sabía que mi madre sí. De vez en cuando le gustaba disfrazarae para jugar con los mortales. Solo lo hacía por pura diversión y tampoco habían notado nada lo que hacía que su supuesto destierro fuera algo inútil. Solo fue un acto de venganza por parte de los reyes de Syracusa para deshacerse de ella. Aunque claro estaba que no lo habían conseguido.
- Espero que sea tan divertido como lo hacéis parecer - añadí antes de abandonar la habitación.

****

Tal y como decía la carta, esperé junto a la salida de los Dominios Oscuros. Al parecer era la última en llegar. Vi a Regina retocando su maquillaje en un pequeño espejo dorado.
- Me alegra tanto que también vengas tú - dije lamzándome a sus hombros.
- No sé quien tuvo la idea de invitarte pero deberíamos darle las gracias - contestó con una enorme sonrisa.
Se había recogido la larga y rojiza cabellera en un recogido de lo más elegante y había adornado sus ojos rubí con un maquillaje experto.
- Buenas, señoritas - nos interrumpió un chico.
Era realmente alto y musculoso, y para que negarlo también era realmente atractivo. Su piel estaba tostada por el sol lo que combinaba a la perfección con su pelo negro y ojos dorados. No había que ser muy listo para saber quien era. Jude, el hijo de Damian y por tanto futuro alfa de la manada.
- ¿Es que dejan llevar mascotas? - preguntó Diaval a nuestra espalda.
- ¿Qué has dicho? - preguntó Jude claramente ofendido por el comentario.
Se abalanzó sobre nuestro amigo y le levantó sin problemas por el cuello de la camisa. Aunque eran casi de la misma altura, Diaval era bastante esbelto y nunca utilizaba la fuerza bruta. El cabello oscuro le caí por los hombros y estaba recogido en un media coleta algo descuidada. A pesar de estar en desventaja mostraba una sonrisa pícara y sus ojos brillaban divertidos. Un ojo tan oscuro como su ropa y otro tan blanco como su piel. Junto con Regina y él, había crecido, jugado y aprendido. Los 3 éramos grandes amigos y nada se interponía entre nosotros.
- ¿Por qué no le sueltas? - pregunté incendiando una de mis manos con fuego azul.
Jude me enseñó los colmillos y soltó un rugido pero tan solo alcé una ceja como respuesta. Finalmente le dejó caer cuando una limusina apareció en la distancia.
- Venga chicos. ¿A qué esperáis? - se apresuró a decir Yaiza con voz cantarina.
Era una chica realmente guapa, con la piel morena y los ojos y el pelo oscuros. De un salto se abalanzó sobre la limusina y abrió la puerta. De cerca le siguió Alek, con quien había oído que se llevaba bastantes. Ambos solían estar por el bazar causando problemas. El último en entrar fue Einar. Era un chico tranquilo y callado que rara vez había abandonado su hogar. Su presencia era tan fría como la de su madre. En cuanto subimos a la limusina el conductor se dio la vuelta y se aseguró de que estábamos todos.
- El viaje no durará mucho - nos informó claramente nervioso.
Acto seguido subió una ventanilla que separaba su asiento de los nuestros. El viaje fue silencioso hasta que Regina comenzó a acicalarse de nuevo.
- ¿Aún no hemos llegado y ya te crees una maldita princesa? - preguntó Jude.
Regina no le hizo el menos caso. Tenía una habilidad increíble pra no ofenderse por nada, sin embargo, yo no era tan amable como pra dejar psar ese comentario.
- Cierra la boca o tendremos que ponerte un bozal - dije con una sonrisa amable de lo más falsa.
- Pues dile a la estúpida de tu amiga que se esté quieta - gruñó.
Quité la sonrisa y le fulminé con la mirada. En pocos segundos se llevó las manos a la cabeza por el dolor.
- Karma, dejalé - me dijo Regina aún repasando el rojo de sus labios.
- Cuando se disculpe - respondí seria.
- No - gruñó Jude.
Aumenté la presión y se encogió aún más de dolor. Le estaba haciendo sentir como todas las neuronas del cerebro estallaban a la vez. Aumente tanto la presión que solo me di cuenta cuando el consuctor comenzó a hacer eses por el dolor.
- Karma, no hace falta - dijo Regina.
- No le des la razón a este imbécil - añadió Diaval.
Muy a mi pesar dejé de utilizar mis poderes para hacerle daño. Jude me fulminó con la mirada pero no añadió nada. Oí que preguntaban al conductor que había sucedido pero ni él mismo lo sabía. Tal y como nos había advertido, no tardamos mucho en llegar. Noté un cambio en la atmósfera cuando abandonamos la barreea creada por kaelita. De pronto, me sentí inundada por un gran poder. Notaba como fluía por mis venas y casi me parecía imposible que fuera mío. Aprender a usar mis poderes bajo los efectos de la kaelita había echo que los desarrollara hasta puntos inimaginables sin ella. Era bastante seguro que había cosas de mi poder que aún podría descubrir. Cuando el coche se detuvo, aún estaba algo absorta en el placentero cosquilleo que había despertado. Bajamos de la limusina y nos encontramos con una enorme calle de gente que nos abucheaba. Era tan patético que me daban hasta pena. La muchedumbre estaba separada en dos lados dejando un pasillo con alfombra roja en el centro y al inicio de ese pasillo se encontraba el príncipe Elijah Pendragón y varios guardias.
- Bienvenidos a Travesía. Es un placer teneros aquí. Me hustaría agradeceros que hayáis aceptado la invitación. Pero antes de acompañaros a la Academia, debo pediros que os pongáis esto.
Los guardias nos entregaron dos brazaletes plateados. Kaelita. Parecía ser que no eran tan tontos como esperaba, aunque esa pequeña cantidad de kaelita no tenía nada que ver con la del ambiente de los Dominios Oscuros. De mala gana todos nos colocamos los brazaletes. Inmediatamente después traté de ver cuanto poder aún conservaba. Al intentar encender una chispa, no fui capaz de controlar la gran cantidad de poder que aún conservaba y un fogonazo azul estalló en mis manos. El príncipe que había comenzado a hablar de nuevo y toda la multitud que berreaba insultos, se callaron al instante.
- Perdón por la interrupción. Y gracias por las joyas - contesté con tono sarcástico.
- Comprobad que están bien puestas - ordenó Elijah a dos guardias.
Extendí mis manos al frente con alre inocente para que inspeccionaran las muñecas y los brazaletes.
- Están perfectamente colocadas - contestó uno de los guardias.
- ¿Y aún así puede usar sus poderes? Compruebalo otra vez.
- Puedes comprobarlo tu mismo si así te sientes más seguro - dije caminando hacia él.
Los dos guardias desenvainaron sus espadas y me apuntaron con ellas. Levanté las manos ligeramente y sonreí. Antes de que pudieran hacer nada sus espadas se fundían rápidamente al calor de una llama azul. Seguí caminando hacia Elijah y le tendí mis manos. No fue tampoco difícil introducirme en su cabeza para leer sus pensamientos.
"Es realmente bella" pensó.
Levanté ligeramente las muñecas para invitarle de nuevo a insepccionarlas. Comprobó que los brazaletes funcionaban perfectamente mientras escuchaba como su corazón se aceleraba por mi cercanía. No pude evitar sonreír encantada por la situación.
"Esto no le va a gustar nada a la Mesa Redonda" pensó preocupado.
- Si todo está aclarado, prosigue - dije volviendo a mi sitio.
Elijah permaneció unos segundos más en silencio aún tratando de procesar todo lo que acababa de suceder.
"Pobrecito. Ya le has roto" pensó Diaval sabiendo que le escucharía.
Le lancé una mirada divertida como respuesta. Cuando todos los pueblerinos también sorprendidos volvieron a gritar y desporticar, Elijah pareció salir del trance en el que había entrado.
- Os guiaré a la Academia - dijo algo confuso.
Le seguimos por la alfombra roja. Jude solo se sentía más fuerte gracias a los insultos y el resto simplemente los ignorábamos. Aún no conseguía controlar mis poderes por lo que al intentar escuchar las mentes de mis compañeros, se colaron voces del público. Traté de centrarme en ellos y buscar alguna que variara la retalía de insultos pero nada. Pronto comencé a notar sus sentimientos de odio y miedo hacia nosotros. Habitualmente aquello me requería más concentración pero en este momento comenzaba a irse de las manos mi control y aquellos sentimientos me ahogaron sin que pudiera apagarlos. No me importaban, no me herían, pero los estaba sintiendo y consiguieron abrumarme. Desee que se callaran. A mi aleededor todos aquellos que al peecer nos estaban gritando, se desplomaron al instante. Solo unos pocos que habían observado en silencio por el miedo habían sobrevivido a aquel ataque que había llevado acabo inconscientemente. Noté la sorpresa de mis amigos que caminaban a mi lado. Incluso alguno de los guardias también había caído redondo. Elijah miró a su alrededor y después a mí. En él percibí algo de miedo pero también una admiración. Aquello me sorprendió y alentó mi curiosidad hacia el príncipe que nos había invitado tan alegremente a su reino.
"Oficialmente estoy perdido. En cuanto les deje en la Academia mi padre me mata" pensó Elijah.
- Ups - dije con fingida inocencia -. Si sirve de algo admitiré que ha sido sin querer.
- Ahorraté las mentiras, bruja - gruñó uno de los guardias.
- Te sorprenderá saber que yo nunca miento. Y aunque admiro a las brujas, no soy una de ellas - contesté con tranquilidad.
- Basta - ordenó Elijah -. Tan solo sigamos.
"¿Qué ha sido eso?" me preguntó Regina.
"Parece que tengo bastante más poder del que acostumbro a controlar. Tradaré un poco en controlarlo" les expliqué a mis dos amigos.
Seguimos de nuevo al príncipe.
- Debo decir que cada vez me caes mejor - me susurró Jude.
- No te entrometas en mi camino y podremos ser amigos - le contesté.
Dejó escapar una risa. No tardamos mucho en llegar a la Academia. Allí nos esperaban varios de los hijos primogénitos de los 12 Reinos.
- Compartiréis cuartos por parejas. Jude y Alek, habitación 203. Diaval y Einar habitación 204. Yaiza y Regina, habitación 309. Karma, habitación 310.
Nos entregó una llave a cada uno con el número de la habitación.
- Para enseñaros esto, a cada uno os acompañara alguno de nosotros. Jude - dijo acercándose a él -. Te presento a Ezra y a Enya.
Un chico un poco más alto que Jude, con un peindado similar al de Diaval y una espalda ancha y musculosa se acercó a él seguido de cerca por una chica vestida de forma algo masculina y con una brillante y rizada cabellera anaranjada.
- Alek - dijo pasando a él -. A ti te guiarán Jasper y Alegria.
Un chico de ojazos verdes realmente atractivo y una chica del pelo violeta que parecía que se había vestido y maquillado a oscuras, se acercaron a saludarle.
- Diaval - dijo colocándose frente a mi amigo -. Contigo irán Jonathan y Calíope.
Un chico parecido a Alegria pero con el pelo rubio despeinado dio unos saltitos para acercarse a él y una chica realmente guapa con el cabello negro largo contoneó las caderas de forma espectacular para ponerse a su altura. De ambos me llamaron la atención sus ojos. Los del chico eran de un color amarillo y verde intensos y los de ella eran violetas. Sin duda muy a juego con los de Diaval. Me despedí mentalmente de mi amigo y le deseé suerte.
- Einar. Tus acompañantes son Idris e Iduna.
Un chico con aspecto tan tímido como el de Einar y un mono al hombro siguió algo nervioso a una alegre chica que no tardó en presentarse ella misma.
- Es un placer conocerte por fin. Al fin y al cabo somos primos - dijo antes de empujarle suavemente para enseñarle emocionada la Academia.
- Yaiza y Regina. Si no hay inconveniente vosotras ireís juntas. Vuestras guías serán Marea, Celeste y Evangelina.
La primera la reconocí. Hija de Sinbad. Mi madre hablaba mucho de su padre. Tenía el pelo castaño oscuro y llevaba un pantalón de cuero negro y una ancha camisa blanca. Nuestras miradas se cruzaron y noté su desconfianza hacia mí. La segunda chica también me miró aunque en su caso fue con desprecio. Tenía el pelo dorado y vestía de forma exageradamente elegante. La tercera tenía una apariencia dulce y serena y llevaba consigo un libro. Al igual que con Diaval, me despedí telepáticamente de Regina que parecía emocionada por entablar conversacion con las tres princesas.
- Imagino que tu serás mi guía - le dije a Elijah.
Asintió.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top