Prólogo.
§
Maldito.
El Príncipe que el pueblo adoraba no era más que una farsa con malas intenciones disfrazadas. No tenía piedad. Era un ser ruin, manipulador y escoria de la sociedad. El título le quedaba grande. No sé puede ser un príncipe cuando se es tan malvado, abusador de poder y egoísta. Sin escrúpulos, corazón o alma. No tenía el tiempo ni las ganas de poner a los demás antes que él.
El cabello plateado calló por su frente, adhiriéndose con el agua de lluvia que lo empapaba por completo. Tenía el cuerpo helado, casi tanto como el clima de uno de los reinos que alguna vez visitó. Sus ojos no mostraron mucho. Poco más de una profunda oscuridad chocolate, pero con el corazón demasiado congelado para sentir algo. Con los dedos de las manos entumecidos y llenos de su propia sangre, las piernas temblorosas y el labio punzante por el golpe recibido.
La lluvia cayó con más fuerza, convirtiendo la tierra en fango y los pequeños agujeros en charcos para los sapos. Olía a tierra mojada y olía a metal. Una vez que volvió la mirada al precioso chico asustado en el suelo, su nuca dolió mucho. El muchacho tenía una marca roja en el ojo izquierdo. La marca que había dejado su propio puño. Él sabía que nada acabaría bien.
-Es tu culpa, Hoseok -escupió con ira y desprecio. Mirando al chico tumbado en el fango con la ropa sucia, los ojos horrorizados y los labios resecos -. Conmigo no se juega.
-Ya para -le pidió, en un suave y sutil murmullo asustado -. Si me amas no lo hagas.
El pecho de Taehyung bajó y subió rápidamente. Estaba molesto con el chico que lloraba en el suelo. Sin ningún resentimiento de por medio. Matar ya no era un problema para él, esta no era la primera vez que lo haría. El encantador príncipe tenía su propio cementerio personal, desde doncellas, mozos, duques y plebeyos. Ninguno podía escaparse de la ira del príncipe heredero al trono cuando la noche caía sobre él. Ni siquiera Hoseok el rey de Gwangju podía hacerlo en estos momentos.
-Lo hago -asintió él con una sonrisa siniestra en los labios. Hoseok tembló de miedo -. Y por eso me perteneces.
-Taehyung -sollozó su nombre, como el exigía ser llamado al anochecer, limpio las lágrimas y el fango de su cara con su antebrazo descubierto -... Yo no puedo estar contigo. Quiero volver a Gwangju mi pueblo me necesita.
Taehyung se echó a reír con amargura. Con la bilis subiendo por su garganta, quemándole al pensar que Hoseok se marchará y otro pobre idiota lo reclamará como suyo. Cuando era exclusivamente de él. "Su propiedad" se decía orgulloso.
El pobre rey sintió su corazón correr a una velocidad impactante. Si bien Taehyung no lo mataba, posiblemente tendría un infarto allí mismo. Sus dientes chocaron ente si, tenía frío y tenía mucho miedo. Nunca imaginó que el príncipe resultará un ser cruel sin alma y por supuesto falto de corazón. Él era un monstruo.
Inevitablemente, lo conoció en una reunión de exportación de bienes. Su relación comercial empezó bien, porque era coqueto y le aseguro que lo único que quería era un buen trato para ambos pueblos. Hoseok amaba a su pueblo, era justo y siempre pensaba en el bienestar de su gente. Y por mala suerte se enamoró de un príncipe misterioso y desconocido en sus tierras.
Taehyung por otro lado no tomaba nada en serio, conseguía lo que quería y lo que no, bueno... Lo tomaba a la fuerza. Era un niño caprichoso y peligroso. Atractivo pero asqueroso y podrido por dentro. Despiadado, dispuesto a conseguir su propio bienestar, aun teniendo que pasar sobre la gente que más le importaba.
-Teníamos un trato -vociferó, sacando su espada de un costado de su cadera -. Y tú serias mi esposo... ¿Qué pasó que te arrepentiste? ¿Alguien te hablo del verdadero Taehyung?
-Nadie -titubeo con miedo, con las palmas enterradas en el fango -... Lo juro, mi señor. No puedo casarme, es todo.
Taehyung lanzó una carcajada con la vista en el cielo oscuro y tormentoso. El agua le empapó la cara y el cabello castaño, haciendo que se pegara a su frente, algunas gotas se resbalaron por sus mejillas, encontrando un final en sus labios boquiabiertos por la carcajada. Aferro sus dedos, empuñando la espada con decisión e ira. Hoseok tembló.
Nunca en su vida había tenido tanto miedo, ahora estaba aterrado. La mirada sobre él, el lluvioso alrededor, la sonrisa siniestra y su corazón desaforado. Latiendo salvaje por una sola sensación. En los reinos se creía que cuando estabas a punto de morir las imágenes de toda tu vida aparecían frente a tus ojos. Así podías hacer una rápida evaluación de lo que estuvo bien o mal. De lo que faltó o de lo que sobro. Una vez que tu vida aparecía frente a tus ojos ya no había salida. Tu día había llegado. Desafortunadamente en la mente de Hoseok aparecieron cientos de imágenes sobre su vida. Estaba perdido y eso ya lo había entendido.
Su preciosa niñez vino a él como lo hace un beso de mamá antes de dormir. Su adolescencia apareció más complicada y confusa como la sensación de estar perdido en un laberinto sin salida. Su coronación, con el sabio y reconfortante consejo de su padre... Su pecho dolió cuando como una bofetada, en esas imágenes apareció el día que conoció al príncipe Taehyung. El día que se condenó. Encantador, sutil y lleno de habilidades llegó al pelirrojo para hacerlo caer.
Desde un principio, como una trampa en la que cae un siervo. Hoseok había caído en la trampa más antigua y peligrosa de todos los tiempos: el amor. Tumbado en el fango helado, empapado y temeroso, Hoseok, se arrepintió de conocerlo. Pero también se perdonó asimismo, por caer, por no ser más fuerte... Por regalar su corazón a un hombre que los coleccionaba como trofeos de cacería. Por ser la presa del asesino. Por dejar a su gente en la nada, desprotegida.
-Eres repulsivo -escupió el muchacho con rencor. Con el dolor ahogando su garganta -. ¡Cobarde!
Tan pronto aquellas palabras abandonaron sus labios, la mano de Taehyung se estampó contra su mejilla color canela. El impacto fue tan fuerte que su mejilla punzó y pico. Hoseok sollozo con fuerza. Con toda la fuerza que poseían sus pulmones. Lloro como nunca había llorado. El pelirrojo tenía una tormenta en los ojos, su llanto simulaba truenos. Su corazón ardía en furia pura, dolía y al mismo tiempo temía.
- ¡Soy tu amado príncipe! -exclamó el peligris apretando la mandíbula con fuerza -. ¿No lo ves? Soy tu príncipe... Quizá no azul, pero lo soy, cariño.
Hoseok tuvo la necesidad de vomitar al escucharlo hablar. Taehyung nunca sería un príncipe, estaba lejos de serlo. Su rostro podía parecer tallado por los propios ángeles. Pero el demonio había tejido su alma. "Príncipe oscuro" pensó el pelirrojo con dolor. Porque su alma, su corazón y su conciencia eran de ese color. Sombrío y vacío. No había nada allí más que crueldad infinita. Había cascadas y cascadas de inmenso odio dentro de él. No tenía respeto por la vida ajena, solo se amaba así mismo.
-Ese es solo un título -murmuró Hoseok, con la mirada fija en el fango bajo su cuerpo -. Tú eres una bestia... Un cruel demonio.
-Oh, Hoseok -se burló él, con la mirada en sus grandes ojos cálidos, ahora aterrados -. Hermoso, pero ingenuo... Ya entendiste que no todos los príncipes damos finales felices.
El pelirrojo lo miro por última vez. De pie frente a él. Alto, más alto que las otras veces. Con los ojos vacíos, oscuros como abismos profundos sin final. Firme y recto como roble fuerte, Hoseok se sintió tan frágil como un pequeño cristal... Como la seda a punto de romperse. La boca de su estómago dolió como lumbre que quema la piel. Soltó un grito, crudo y cargado de agonía cuando la espada penetro su vientre. Fuerte y sin piedad.
La sangre se empezó a escurrir de su vientre, filtrando la tela y mezclándose con el fango y la lluvia. Se sintió más débil que nunca. Taehyung retiro la espada de su vientre con fuerza, rasgándolo todo en su interior. Como las garras de un animal salvaje. Hoseok prefería morir con la vista del sendero a casa, con el sol en la punta del risco, con cualquier cosa que no fuera el peligris. Ese ángel podrido que le había prometido la gloria y fallando le había llevado al mismísimo infierno.
Los parpados de Jung por fin cayeron. La sangre se derramó por completo y muy pronto el fango se volvió color carmín. La respiración de Hoseok se alentó, hasta que se redujo a cero. Su corazón se detuvo y antes de morir agradeció no poder verlo ya más. Que esos ojos grises no lo quebraran más. Que esa piel suave no lo enloqueciera más. Que sus manos cálidas no lo tocarán más. Y que ese encanto suyo no l volviera a tentar. Se fue odiando lo, maldiciendo su existencia.
Taehyung lo miro perder el conocimiento de poco a poco. Se sintió bien consigo mismo cuando noto que ya no vivía. Soltó un suspiro al cielo, cerró los ojos y dejó que la lluvia le siguiera empapando el rostro. Refrescando y apagando la furia en su interior. Para cuando la lluvia paro y el sol comenzó a mostrarse en el horizonte el verdadero Tae volvió en sí como todos los amaneceres. Sólo que este no era como todos.
Sus ojos dolieron con la luz del día, se cubrió con el antebrazo y se dejó caer de rodillas al césped, sin ningún conocimiento previo, aún cansado y confundido. Su cabello volvió a la normalidad, rubio e impecable como solía ser todas las mañanas. Cuando pudo abrir los ojos estos brillaron como lo hace el mar cuando el amanecer toca sus olas. Azul sereno calmado y bueno.
Que mal que no pudo controlarlo esa noche.
Cuando los ojos de Tae se adaptaron a la luz y pudo abrirlos por completo, se encontró con la escena más tétrica del mundo. El aire se estancó en sus pulmones, la sangre se congeló en sus venas... La imagen de Hoseok le destrozo el alma entera. Noto la espada entre sus manos, manchada de sangre, chorreando gotas del crimen de madrugada y pronto la arrojó lejos de él. Su cabeza punzó, pero su corazón se rompió.
-No puede ser -titubeo, estaba atónito, asustado -. Yo no... Yo... ¡No pude hacerlo! ¡No, no, no!
Tae se acercó al cuerpo casi a gatas. Se manchó la ropa de lodo y de sangre cuando tomó a Hoseok entre sus brazos. Y lloró, lloró fuerte. Escondiendo su rostro en el cuello del joven que no despertaría más. Tae tembló. Tenía miedo, se odiaba... Hoseok... Pensaba y el corazón le dolía, el alma le dolía. Todo él dolía.
Apartó los cabellos de su cara y lo beso con mucho cuidado. Con sus lágrimas cayendo por el rostro sucio del príncipe sin vida en sus brazos, sin vida por causa suya.
Él lloro y se odió. Se odió más de lo que nunca lo había hecho. Estaba maldito. Siempre lo había estado y ahora la maldición tomaba mayor fuerza y control sobre él. Maldijo el día de su nacimiento. Y maldijo a aquel bastardo hechicero de magia oscura. Era su culpa que él ya estuviera condenado, era su culpa por haberlo maldecido desde la cuna. Por su culpa el Príncipe de Daegu había matado una vez más.
-Maldito seas Taehyung -susurro con la voz rota y áspera.
Holaaaa vengo con nueva adaptación uwu, quería agradecer a Jelsa-City por dejarme adaptar esta historia, y todos los derechos respectivos hacia ella por favor.
DENLE AMOR A MIS OS DEL CONCURSO PORFA >:c SI LO HACEN LES DOY DEDICACIÓN UwU.
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