¹ | Debo hacerlo.

§

Miro el puerto desde su habitación. Los barcos desembarcando mercancía y los marineros de un lado a otro. Un nuevo barco saldría de la costa, con el sol a punto de ocultarse en las sombras. Jungkook no pudo evitar un cosquilleo en el estómago. La dulce sensación de la emoción de ir más allá de su reino y de sus tierras lo envolvió de ansias. Apartarse un momento de todo y todos. Pasó una mano por el cristal de la ventana, acariciando la vista. Como si fuera una pintura en la pared del palacio, sólo que más real, muy vivo y colorido. El mar no tenía fin desde ese punto. Era azul, tranquilo y en calma como el cielo en plena primavera. Con el atardecer cayendo sobre la marea, haciendo brillar las costas.

Busán era bastante hermoso. En cualquier época del año, poseía una belleza pintoresca, digno de ser mencionado en los futuros libros. El azabache se sentía realmente afortunado por crecer en aquel hermoso lugar, por ser gobernante y apreciar cada invierno, los otoños y los frescos veranos. Pero eso no era suficiente, él quería ver más allá de las fronteras de su palacio. Poder sentir el aire en el rostro, el sabor a agua salada en los labios, poder presenciar el sol en vivo y en directo al amanecer. Rozar el mar con sus dedos, sentir lo fresco y lo resbaladizo que podía ser en la palma de su mano. Necesitaba buscar, observar con sus propios ojos que el mundo es más que coronas, trajes y bailes prestigiosos. Vivir, aunque sea un pequeño momento, antes de unir su vida a la del Príncipe Yugyeom.

—Todo listo, querido —anunció el rey, su padre, entrando a la habitación de su hijo más pequeño. Se frotó las palmas de las manos, cubiertas por un par de guantes blancos, algo nervioso. Jungkook apartó la mirada del ventanal para mirarlo de frente —. El Capitán Jackson está listo para zarpar, ¿Necesitas más tiempo, hijo?

—No, no —contestó rápidamente, antes de que su padre encontrará una excusa más para no dejarlo partir —. Solo necesitó un momento. Tengo que despedirme de Yugyeom.

Su padre asintió con seriedad, apretando los labios en una línea severa. Habían hablado y su padre no estaba de acuerdo con que su hijo estuviera solo en el mar, bueno no del todo solo, pero no acompañada de la familia real. Jungkook, tampoco le había contado el verdadero destino de su viaje, se había excusado diciendo que iba a Daegu por la tela perfecta para su traje de bodas. Pero que era algo que deseaba hacer sin compañía, ni siquiera la de sus hermanos. De haberle contado a su padre que se aventuraría a Daegu para cuidar y saber más del Príncipe maldito del que todos hablaban, estaba seguro de que su padre lo hubiera encerrado de por vida en su habitación, o al menos hasta que "recapacitara". Pero Jungkook no quería hacerlo, porque estaba muy seguro de querer hacerlo, algo le decía que era lo correcto. Aunque tuviese que mentir para lograrlo. La intención de conocer el poder de una maldición y saber lo que pasaba con la persona que la portaba era su motor, lo que lo alentaba a entrar en terreno peligroso, por lo menos cinco noches.

—Bien. Me parece que está en el ala oeste, sin embargo, no creo que él esté muy de acuerdo con tu pequeña expedición, querido.

—Sí, bueno — vaciló el azabache, tomando su valija del suelo de madera oscura. Casi de inmediato, su padre se la quitó de las manos para evitar que su príncipe se lastimara —Va a tener que entender que ya tome una decisión, Padre.

El castaño asintió inconforme. Todo le resultaba una locura, no necesitaba que su hijo se pusiera en riesgo, exponiéndose a los peligros bravos del mar, y en general, todo lo que había afuera. El rey era un hombre influyente y sabía de todo y de todos. Sus hijos eran su mayor tesoro, sin dudarlo un segundo podía cambiar el trono y el poder por la felicidad de todos ellos. Sobre todo, por la felicidad de su pequeño hijo. Su más grande orgullo y el último regalo de Hoseok antes de partir del mundo. Sabía que Jungkook tenía coraje, tenía la ambición de aprender y comprender el mundo. Algo que pocos príncipes y princesas querían. Su hija mayor, Sooyoung, soñaba despierta todo el tiempo. Era buena persona, pero solía ser muy distraída y el rey a veces dudaba que pudiera ejercer su papel de reina en un futuro. Esa era su mayor preocupación. Por otro lado estaba la sucesora de Sooyoung; Jihyo su hija era una niña increíblemente buena. Pero, para su desgracia, una niña bastante enamoradiza. No muy buena opción.

Jimin y Jungkook eran sus hijos más pequeños, y también, los más maduros y sabios. A veces el rey lamentaba que ninguno de ellos pudiera tomar la corona. Porque eran sus herederos más calificados, bondadosos e inteligentes. Cada uno poseía habilidades y personales que los distinguían de sus hermanas mayores. Pero las diferencias, no importaban. Él los amaba por igual y de la misma intensidad. Sus dos princesas y sus dos príncipes era lo único que lo hacía sentirse como un verdadero Rey.

—Ya lo conoces —dijo el rey, haciendo un ademán con la mano para que uno de los guardias entrará. Jungkook rodó los ojos disimuladamente y con gracia cuando el guardia se llevó la valija —. Es un hombre tenaz, él sólo...

—Quiere atarme —sonrió Jungkook, a completando la frase. Su padre negó levemente.

—Cuidarte, Kook —repuso.

El azabache asintió con una pequeña sonrisa albergando sus labios rosados. Sabía que Yugyeom sólo deseaba lo mejor para ella, deseaba cuidarlo y darle su vida entera. Pero por el momento, él no quería nada de eso. Quizá más tarde. Su padre lo miró con inmenso cariño, sabiendo que jamás podría dejarlo de querer. Ni de protegerlo.

§

—No creo que sea la mejor idea —comentó Yugyeom, apretando su mano entre las suyas, mientras caminaban por el muelle, con el atardecer bañando los de un púrpura degradado con naranja vibrante. Jungkook detuvo su caminar, planteándose delante de él, lo miro a los ojos y apretó su otra mano con cariño.

—Debo hacerlo —murmuró, mirando como el atardecer hacía brillar su cabello castaño rojizo. Admiro lo atractivo que era, los ojos canela y la nariz perfilada. Al verlo Jungkook sabía que no se había equivocado con él —. Será por poco tiempo, ¿o es que no quieres que lleve un traje perfecto para mi día especial?

A los ojos de muchos Kook podía parecer un Príncipe mimado con pensamientos vacíos, pero Yugyeom ya lo conocía bien. Sabía que en trajes y joyas era en lo último que pensaba. Por eso fue que le extrañó su tan repentina ansiedad por ir a Daegu por tela. Jungkook no era de esa clase de chico, aunque él supuso que como cualquier chico soñador, Jungkook, también deseaba verse precioso para su boda. Independientemente de que aborreciera la idea de dejarlo solo en alta mar con un puñado de marineros... Eso, no sabía cómo tomarlo. Lo había conocido hace dos años, cuando él mismo lo eligió para desposarse. Ambos eran los más pequeños en sus familias y el ser reyes parecía algo muy lejano, así que planeaban servir a ambos pueblos. Ayudar lo más que se pudieran. Tenían mucho en común y eso era algo bueno a la larga, cuando vivieran juntos.

—Es solo —Yugyeom suspiró, mirándolo con un destello de súplica entre sus pupilas color canela —... No quiero que te hagan daño.

—No me pasará nada.

—Eso no es todo —agregó, acunando su rostro entre las palmas de sus manos —. Te extrañaré.

Jungkook se mordió el labio, con una hermosa sonrisa rosada, él también lo extrañaría. Sus besos y los escapes nocturnos para entregarse el uno al otro. Adoraba a Yugyeom, era muy romántico y cuidadoso cuando hacían el amor. Siempre lo cuidaba y aunque el sexo con él era algo soso, Jungkook no podía pedir más. Yugyeom cumplía y a él le encantaba como la tomaba; con cariño puro y muchas buenas intenciones. Si su padre supiera que él ya no era virgen seguro se molestaría, con Yugy y con él. Pero cuando su noviazgo comenzó a avanzar, su deseo también lo hizo y no pudieron resistir la tentación de tomar al otro.

—También lo haré —susurro, tocando la punta de su nariz —. No bromeó, en verdad te echaré de menos.

Yugyeom sonrió, era una sonrisa traviesa porque sabía a lo que Jungkook se refería y aunque el también extrañaría eso se preocupaba más otra clase de cosas. Su bienestar, el peligro al que se exponía, ¡Todo él! aun así no pudo evitar besarlo. Sus labios chocaron y se unieron en un beso lento. De despedida.

—Entonces no te vayas —murmuró él en medio del delirante beso. Jungkook río, pasando sus brazos alrededor de su cuello para profundizar el beso y que dejará de hablar sobre su viaje. Porque aún no se iba y ya le estaba doliendo la despedida. Ya dolía dejarlo.

Cuando la noche cayó sobre el muelle, con una luna llena increíble y el mar más tranquilo del mes, Yugyeom y Jungkook tuvieron que separarse. Cuando el azabache subió al barco, Yugyeom se sintió solo, él era su única compañía en Busán. Su príncipe y su futuro esposo. Sin él estaba completamente solo, envuelto en pendientes y trabajo para ambos reinos. Kook sintió que parte de su corazón se quedaba en casa junto a su familia y a Yugyeom, pero no pudo evitar sentir que la otra parte ya le pertenecía al mundo. Al subir al barco sintió que se desprendía de algo. Algo nuevo la esperaba en alguna parte del mundo y eso él lo sabía.

Se despidió de Yugyeom agitando la mano, con una sonrisa ansiosa y nerviosa al mismo tiempo. Sólo por una vez en su vida, pero más feliz de lo que nunca estuvo. El capitán Jack se acercó a él, educadamente mostró una reverencia.

— ¿Rumbo a Daegu, mi señor? —le preguntó con complicidad. Jungkook asintió del mismo modo, cómplice. Semanas antes Jungkook ya le había contado su plan y, como un trato de bienes, el azabache le ofreció bastante dinero por su lealtad.

—A Daegu, Capitán.

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