¹ | Debo hacerlo.
§
Miro el puerto desde su habitación. Los barcos desembarcando mercancía y los marineros de un lado a otro. Un nuevo barco saldría de la costa, con el sol a punto de ocultarse en las sombras. Elsa no pudo evitar un cosquilleo en el estómago. La dulce sensación de la emoción de ir más allá de su reino y de sus tierras la envolvió de ansias. Apartarse un momento de todo y todos. Pasó una mano por el cristal de la ventana, acariciando la vista. Como si fuera una pintura en la pared de el palacio, sólo que más real, muy vivo y colorido. El mar no tenía fin desde ese punto. Era azul, tranquilo y en calma como el cielo en plena primavera. Con el atardecer cayendo sobre la marea, haciendo brillar las costas.
Arendelle era bastante hermoso. En cualquier época del año, poseía una belleza pintoresca, digno de ser mencionado en los libros futuros libros. Elsa se sentía realmente afortunada por crecer en aquel hermoso lugar, por ser gobernante y apreciar cada invierno, los otoños y los frescos veranos. Pero eso no era suficiente, ella quería ver más allá de las fronteras de su palacio. Poder sentir el aire en el rostro, el sabor a agua salada en los labios, poder presenciar el sol en vivo y en directo al amanecer. Rozar el mar con sus dedos, sentir lo fresco y lo resbaladizo que podía ser en la palma de su mano. Necesitaba buscar, observar con sus propios ojos que el mundo es más que coronas, vestidos y bailes prestigiosos. Vivir, aunque sea un pequeño momento, antes de unir su vida a la del Príncipe Hans.
—Todo listo, querida —anunció el rey, su padre ,entrando a la habitación de su hija más pequeña. Se frotó las palmas de las manos,cubiertas por un par de guantes blancos, algo nervioso. Elsa apartó la mirada del ventanal para mirarlo de frente —. El Capitán Hook está listo para zarpar, ¿necesitas mas tiempo, tesoro?
—No, no —contestó rápidamente, antes de que su padre encontrará una excusa más para no dejarla partir —. Solo necesitó un momento. Tengo que despedirme de Hans.
Su padre asintió con seriedad, apretando los labios en una línea severa. Habían hablado y su padre no estaba de acuerdo con que su hija estuviera sola en el mar, bueno no del todo sola, pero no acompañada de la familia real. Elsa, tampoco le había contado el verdadero destino de su viaje, se había excusado diciendo que iba a Francia por la tela perfecta para su vestido de bodas. Pero que era algo que deseaba hacer sin compañía, ni siquiera la de sus hermanas. De haberle contado a su padre que se aventuraria a Overland para cuidar y saber más del Príncipe maldito del que todos hablaban, estaba segura de que su padre la hubiera encerrado de por vida en su habitación ,o al menos hasta que “recapacitara”. Pero Elsa no quería hacerlo, porque estaba muy segura de querer hacerlo ,algo le decía que era lo correcto. Aunque tuviese que mentir para lograrlo. La intención de conocer el poder de una maldición y saber lo que pasaba con la persona que la portaba eran su motor, lo que la alentaba a entrar en terreno peligroso, por lo menos cinco noches.
—Bien. Me parece que está en el ala oeste ,sin embargo, no creo que él esté muy de acuerdo con tu pequeña expedición, querida.
—Sí, bueno — vaciló la rubia, tomando su valija del suelo de madera oscura. Casi de inmediato, su padre se la quitó de las manos para evitar que su princesa se lastimara —,va a tener que entender que ya tome una decisión, Padre.
El pelirrojo asintió inconforme. Todo le resultaba una locura, no necesitaba que su hija se pusiera en riesgo ,exponiéndose a los peligros bravos del mar, y en general, todo lo que había afuera. El rey era un hombre influyente y sabia de todo y de todos. Sus hijos eran su mayor tesoro, sin dudarlo un segundo podía cambiar el trono y el poder por la felicidad de todos ellos. Sobre todo, por la felicidad de su pequeña hija. Su más grande orgullo y el último regalo de Elena antes de partir del mundo. Sabía que Elsa tenía coraje, tenía la ambición de aprender y comprender el mundo. Algo que pocas princesas querían. Su hija mayor, Anna; soñaba despierta todo el tiempo. Era buena persona, pero solía ser muy distraída y el rey a veces dudaba que pudiera ejercer su papel de reina en un futuro. Esa era su mayor preocupación. Por otro lado estaba la sucesora de Anna ,su hija Giselle era una niña increíblemente buena. Pero ,para su desgracia, una niña bastante enamoradiza. No muy buena opción.
Hiccup y Elsa eran sus hijos más pequeños, y también, los más maduros y sabios. Aveces el rey lamentaba que ninguno de ellos pudieran tomar la corona. Porque eran sus herederos más calificados, bondadosos e inteligentes. Cada uno poseía habilidades y personales que los distinguían de sus hermanas mayores. Pero las diferencias, no importaban. El los amaba por igual y de la misma intensidad. Sus princesas y su único príncipe era lo único que lo hacía sentirse como un verdadero Rey.
—Ya lo conoces —dijo el rey, haciendo un ademán con la mano para que uno de los guardias entrará. Elsa todo los ojos disimuladamente y con gracia cuando el guardia se llevó la valija —. Es un hombre tenaz, él sólo...
—Quiere atar me —sonrió Elsa, a completando la frase. Su padre negó levemente.
—Cuidarte, Elsa —repuso.
Elsa asintió con una pequeña sonrisa albergando sus labios rosados. Sabía que Hans solo deseaba lo mejor para ella, deseaba cuidarla y darle su vida entera. Pero por el momento, Elsa no quería nada de eso. Quizá más tarde. Su padre la miró con inmenso cariño, sabiendo que jamás podría dejarla de querer. Ni de protegerla.
§
—No creo que sea la mejor idea —comentó Hans, apretando su mano entre las suyas, mientras caminaban por el muelle, con el atardecer bañando los de un púrpura degradado con naranja vibrante. Elsa detuvo su caminar, planteándose delante de él, lo miro a los ojos y apretó su otra mano con cariño.
—Debo hacerlo —murmuró, mirando como el atardecer hacía brillar su cabello castaño rojizo. Admiro lo atractivo que era, los ojos esmeralda y la nariz perfilada. Al verlo Elsa sabía que no se había equivocado con él —. Será por poco tiempo, ¿o es que no quieres que lleve un vestido perfecto para mi día especial?
A los ojos de muchos Elsa podía parecer una Princesa mimada con pensamientos vacíos, pero Hans ya la conocía bien. Sabía que en vestidos y joyas era en lo último que pensaba. Por eso fue que le extrañó su tan repentina ansiedad por ir a Francia por tela. Elsa no era de esa clase de chica, aunque él supuso que como cualquier chica soñadora, Elsa, también deseaba verse preciosa para su boda. Independientemente de que aborreciera la idea de dejarla sola en alta mar con un puñado de marineros... Eso, no sabía como tomarlo. La había conocido hace dos años, cuando ella misma lo eligió para desposarse. Ambos eran los más pequeños en sus familias y el ser reyes parecía algo muy lejano, así que planeaban servir a ambos pueblos. Ayudar lo más que se pudieran. Tenían mucho en común y eso era algo bueno a la larga, cuando vivieran juntos.
—Es solo —Hans suspiró , mirándola con un destello de súplica entre sus pupilas color esmeralda —… No quiero que te hagan daño.
—No me pasará nada.
—Eso no es todo —agregó, acunando su rostro entre las palmas de sus manos —. Te extrañaré.
Elsa se mordió el labio, con una hermosa sonrisa rosada, ella también lo extrañaría. Sus besos y los escapes nocturnos para entregarse el uno al otro. Adoraba a Hans, era muy romántico y cuidadoso cuando hacían el amor. Siempre la cuidaba y aunque el sexo con él era algo soso, Elsa no podía pedir más. Has cumplía y a ella le encantaba como la tomaba; con cariño puro y muchas buenas intenciones. Si su padre supiera que ella ya no era una virgen seguro se molestaría, con Hans y con ella. Pero cuando su noviazgo comenzó a avanzar, su deseo también lo hizo y no pudieron resistir la tentación de tomar al otro.
—También lo haré —susurro, tocando la punta de su nariz —. No bromeó, en verdad te echaré de menos.
Hans sonrió, era una sonrisa traviesa porque sabía a lo que Elsa se refería y aunque el también extrañaría eso se preocupaba más otra clase de cosas. Su bienestar, el peligro al que se exponía, ¡toda ella! Aún así no pudo evitar besarla. Sus labios chocaron y se unieron en un beso lento. De despedida.
—Entonces no te vayas —murmuró él en medio del delirante beso. Elsa río, pasando sus brazos alrededor de su cuello para profundizar el beso y que dejará de hablar sobre su viaje. Porque aún no se iba y ya le estaba doliendo la despedida. Ya dolía dejarlo.
Cuando la noche cayó sobre el muelle, con una luna llena increíble y el mar más tranquilo del mes, Hans y Elsa tuvieron que separarse. Cuando la rubia subió al barco, Hans se sintió solo, ella era su única compañía en Arendelle. Su princesa y su futura esposa. Sin ella estaba completamente solo, envuelto en pendientes y trabajo para ambos reinos. Esa sintió que parte de su corazón se quedaba en casa junto a su familia y a Hans, pero no pudo evitar sentir que la otra parte ya le pertenecía al mundo. Al subir al barco sintió que se desprendía de algo. Algo nuevo la esperaba en alguna parte del mundo y eso ella lo sabía.
Se despidió de Hans agitando la mano, con una sonrisa ansiosa y nerviosa al mismo tiempo. Sola por una vez en su vida, pero más feliz de lo que nunca estuvo. El capitán Hook se acercó a ella, educada mente mostró una reverencia.
—¿Rumbo a Overland, mi señora? —le pregunto con complicidad. Elsa asintió del mismo modo, cómplice. Semanas antes Elsa ya le había contado su plan y, como un trato de bienes, Elsa le ofreció bastante dinero por su lealtad.
—A Overland, Capitán.
×Continuará...
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