12. Tatuajes

–¿Por qué tienes dos serpientes entrelazadas tatuadas en el hombro?

–Es el símbolo celta de la fuerza.

–¿Y el de tu espalda?

–El símbolo celta de la madre y la hija. En honor a mi madre.

–¿Te gustan los celtas, eh?

–Me gustan los símbolos.

–¿Y el de tu antebrazo?

–Significa 'guerrero'. No me acuerdo si estaba en chino o qué.

Sonreí. La besé en los labios acariciando su torso desnudo.

–¿A qué tanta curiosidad?

Me encogí de hombros.

–No sé. Me gustan tus tatuajes. Te quedan bien.

–Gracias, enana.

–¿Duele mucho?

–¿El qué?

–Hacérselos.

–Depende de dónde y de lo grandes que sean. Pero sí, sí duelen. De hecho si son muy grandes no se puede hacerlos en el mismo día porque te puedes desmayar.

–Ups.

Ella se rió acariciando mi cabello. Me encantaba estar tumbada encima de ella, tranquilamente.

–¿Sabes? He pensado que a mí también me gustaría tener un apodo. Ya sabes, para mi arte y eso. Un pseudónimo.

–Mmm... Podrías jugar con tu nombre. Algo que tenga que ver con el azul. Azul celeste, como tus ojos.

Sonrió mirándolos, siempre decía que eran preciosos.

–Sería guay. Pero no se me ocurre qué.

Ishtar se quedó observándome, pensativa. Sonreí. No sé por qué, sólo sonreí. Ishtar decía que era la persona más sonriente que conocía en el mundo, que le encantaba que no necesitara ningún motivo, simplemente sonreía feliz. Sobretodo me pasaba estando con ella.

–¿En español o inglés?

–No lo sé. Quizá en inglés, para que se entienda en más sitios.

–Blue Smiling.

Sonreí.

–Me queda perfecto.

–Sí. Podrías firmar con una carita sonriente celeste.

–Me encanta. Es muy yo.

–Tan tú que me enamoro.

Me reí. La besé.



Días después, Ishtar llegó feliz a mi lado. Se levantó el pantalón mostrándome su tobillo. Se había tatuado una enorme sonrisa celeste de lado. Sonreí ampliamente. La besé.

–¿Te he dicho ya que te amo?

–Un par de veces.

–¿Qué pasa si rompemos?

–Eso no pasará. Te amo, cielo. Eres el amor de mi vida. Te necesito. Nunca te dejaría. 

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