Epílogo. ¿Los cuervos cantan presagios?

10 años después...

Kaux era más bello en otoño que en cualquier otra época del año.

La lluvia jamás cesaba de caer, pero esta siempre venía acompañada del desprendimiento de las hojas muertas de los árboles. Había aprendido a identificar las mínimas señales, interpretar el significado de cada cosa, por más diminuta que sea.

La caída de las hojas era melancólica, pero representaba algo maravilloso: nuevos inicios.

Caminé a lo largo de la carretera para entrar a Kaux, llevaba sobre la cabeza aquel viejo paraguas transparente que solía pertenecer a Kalen y en el hombro iba posado un cuervo, mi compañero de siempre nombrado tras el chico que cambió mi vida hace una década.

Mi nombre es Félix Alessandro Rangel, tengo veintiocho años y soy un cuervo del presagio con una misión muy importante, probablemente la más importante de toda mi vida.

—Recuerda alejarte cuando lleguemos —dije a Kalen cuervo sobre mi hombro—. Ya sabes la razón.

El cuervo graznó y yo continué caminando.

Kaux seguía siendo mi hogar, sin embargo, siempre quise salir de aquí y ver más allá, recorrer todos esos sitios que solo conocía por nombre. Así que adopté la posición de un cuervo del presagio en constante movimiento, viajando a cada extremo del país para salvar a otros. Mi yo del pasado jamás podría concebir lo bien que me siento ahora.

Era mi primera vez poniendo pie en el pueblo desde hace tres meses. Una vez me encargara de mi misión, iría a visitar a mi familia, a los Ávila que me habían aceptado como uno de los suyos. Y cómo habían cambiado todos ellos con el tiempo.

Marisol se mudó de manera definitiva a Kaux, estudió medicina como siempre lo quiso y ahora es una de las doctoras titulares del pueblo. Conoció a un gran hombre al que le salvó la vida, se casaron y hace tres años tuvieron un hijo que, por supuesto, llamaron Alec al igual que su tío. Todos lo llamamos Kalen.

Claudia dejó de viajar tanto, se relajó un poco con sus deberes como cuervo del presagio y, tras la pérdida de Kalen, volvió a acercarse a su esposo. Ambos viven aquí, juntos, llevando una vida tranquila, cuidando del bosque y de su nieto con un cariño solo digno de los Ávila.

Ramona... Ramona sigue siendo igual de maravillosa, la mujer que más admiro. Ahora le cuesta más moverse, pues como bien dice ella, la edad no pasa en vano, pero su carácter perdura, su amor por Ramiro, su amor hacia su familia e incluso su afición a hacer alebrijes. Le debo todo a ella y se lo he repetido en tantas ocasiones que incluso ha llegado a cansarse.

Por supuesto, mis amistades también seguían presentes en mis pensamientos. Tal vez ya no nos veíamos como antes, pero yo jamás los olvidaba y sabía que el sentimiento era mutuo.

Silvia se mudó a la capital y comenzó a trabajar en un teatro pequeño. Al principio fue una actriz de roles pequeños y terciarios, pero sé que ahora trabaja dirigiendo obras y, en sus tiempos libres, escribiendo sus propios guiones que siempre me envía por correo para leerlos. Tiene un personaje llamado Kalen. No me sorprendería que alguien importante en la industria la note muy pronto.

Nicolás se volvió algo llamado "programador". Todavía no me queda del todo claro qué es lo que hace, pero sé que trabaja en una buena compañía e insiste en que algo llamado "internet" será el futuro del mundo. No lo sé, cada vez que habla así me recuerda a Terminator. Fuera de su trabajo, fue el primero en sentar cabeza con una chica que es el extremo opuesto de él. Son tan diferentes que creo que eso es lo que los hace tan compatibles.

Incluso Farrera se había superado a sí mismo, terminando la escuela y estudiando una ingeniería en una buena universidad del país. Ya no vivía en Kaux y, al igual que Nicolás, estaba en proceso de formar su propia familia.

Suspiré al recordar todo esto y me detuve a media calle. Miré a Kalen sobre mi hombro y sonreí.

—¿Sabes algo? Tomaremos un pequeño desvío —dije y me di la vuelta para caminar en dirección a uno de mis lugares favoritos de Kaux.

El bosque de almas estaba casi irreconocible, ahora le hacía más honor a su nombre con tantos árboles frondosos y altos, de troncos gruesos y sus copas siempre rebosantes de cuervos que parecían ser los guardianes de aquellas tierras.

Y entre estos árboles, estaba el de Kalen. Ya no era un retoño, sino un árbol de considerable tamaño, con unos fieles cuervos siempre en sus ramas y, al pie del tronco, un nuevo alebrije, una nota de alguno de sus familiares o un ramo de flores.

Me agaché junto a este y como cada vez que regresaba de uno de mis largos viajes, le dejé una sobre con hojas y hojas narrando todo lo que había hecho y fotografías que tomaba con esa vieja cámara que Silvia me dio y todavía conservaba.

Coloqué una mano en el tronco del árbol, cerré los ojos y juré oír la risa de Kalen como un susurro en mi oído, sentir su tacto contra mi mejilla y percibir su desbordante confianza, siempre asegurándome que todo estaría bien, que lo estaba haciendo mejor que bien.

Me aferré al collar con la pluma de X'Kau que Kalen me regaló en Navidad y siempre llevaba puesto, y junté mi frente con el árbol.

—Todo está perfecto, mi querido Kalen —susurré.

Bueno, mentiría si dijera que no he atravesado tiempos difíciles. Los primeros años tras la partida de Kalen fueron los más duros. Logré entrar a una universidad pública para estudiar fotografía, trabajé en miles de puestos de medio tiempo hasta que me gradué con honores y me ofrecieron trabajo en un periódico. He participado en varias exposiciones, recibí críticas y también algún que otro halago, aunque cierto chico volvió a salvarme cuando participé en un concurso de fotografía y al último instante, cuando estaba por rendirme, encontré esa vieja foto que le tomé, la primera, aquella en donde un cuervo se atravesó frente a su cara y por la cual nos reímos durante horas. Es mi foto favorita, siempre lo sería. La titulé «Los cuervos cantan presagios». Gané aquel concurso y revistas conocidas me contratan de vez en cuando para ser su fotógrafo. La única condición que pongo es no asentarme.

Pero por supuesto, en primer lugar, cumplo con el deber que me fue heredado. Soy un cuervo del presagio que viaja para salvar a otros, y debo admitir que es una sensación extraña saber más que los demás, para bien y para mal.

Al inicio fue difícil. Los primeros años siendo un cuervo del presagio fueron confusos, tratando de aprender a descifrar las visiones que recibía, de salvar a otros sin involucrarme de más porque el destino necesitaba seguir su curso. Ramona y Claudia siempre estuvieron a mi lado, guiándome. Incluso la Patrona se encargaba de señalar lo que podía mejorar cada vez que la veía en el Día del Cuervo. Estaba más que dispuesto a aprender, a corregir y ser excelente, por mi promesa a Kalen y porque esta era mi pasión, mi misión.

Fuera de mi trabajo y deber como cuervo del presagio, llevo una vida tranquila viajando, conociendo personas y visitando a viejos conocidos. Mi padre terminó su condena en prisión. No he vuelto a verlo, por nuestro propio bien, pero a veces, cuando puedo, le envío algo de dinero y así me aseguro de hacer, de cierta manera, las paces con ese aspecto del pasado.

A mi madre solo me atreví a buscarla hace tres años. La encontré y nos reconciliamos. Estamos aprendiendo a ser madre e hijo otra vez. Es curioso, algo difícil a veces, pero tengo un buen presentimiento al respecto.

—Gracias, Kalen —agradecí. Nunca me cansaría de hacerlo—. Tú me salvaste del fin del mundo y, por eso, siempre te estaré agradecido.

Me incorporé y, cuando estaba a punto de irme, recordé algo, una petición que pensé hacerle a Kalen hace algún tiempo, pero solo hasta ahora me atrevía a decirla.

—Quiero pedirte una cosa un poco egoísta —dije en voz alta, sintiendo como un cuervo posado sobre aquel árbol me veía fijamente. Sonreí al pensar que, tal vez, ese fuese el espíritu de Kalen, siempre cuidando de mí—. Cuando llegue mi momento, quiero que seas tú quien me reciba. Que sea durante una tarde lluviosa, con una parvada de cuervos a tus espaldas. Contigo sosteniendo un paraguas transparente sobre mi cabeza y, en lugar de ofrecerme un pañuelo, ofreciéndome tu mano para que la tome y nunca la deje ir.

El cuervo que me observaba graznó y, de alguna manera, sentí que mi petición había sido escuchada.

Abrí mi paraguas y me di la media vuelta, saliendo del bosque de almas.

Volví a caminar por la calle y entonces la vi, ahí sentada en una vieja parada de autobús estaba una chica, abrazando sus rodillas, con el maquillaje corrido en sus mejillas.

Ahí estaba, la razón por la que había regresado. Al verla, lo sentí, una sensación de cercanía y de deber.

Ella era mi persona destinada.

Me acordé de mí mismo al verla, no debía pasar de los diecisiete años. Una joven chica tan vulnerable, sola, llorando, con una mochila a su lado y con una desesperación y miedo tan palpables. Buscaba escapar, igual que yo en ese entonces.

Kalen, quien me sobrevolaba cerca, se posó sobre el techo de la parada de autobús en donde estaba ella y yo me acerqué, parándome a su lado.

Volví a cerrar el paraguas y rebusqué un pañuelo dentro del abrigo que traía puesto.

—Estás llorando —señalé, ofreciendo el pedazo de tela.

La chica me miró de reojo con animosidad, sus barreras tan firmes como las mías a su edad.

—No te metas en donde no te incumbe —siseó.

Me carcajeé a mis adentros. Al final parecía ser un ciclo, al igual que yo fui salvado, me tocaba hacer lo mismo por alguien más, y estaría dispuesto.

—Entonces cuéntame qué te sucede —pedí con amabilidad, sentándome a su lado e insistiendo con el pañuelo—. Permíteme ayudarte.

Ella, al igual que cuando yo conocí a Kalen, debió sentir una leve confianza y curiosidad, esa que el destino que nos unía provocaba. No sería fácil ganarme toda su confianza para que pudiese ayudarla, pero no me daría por vencido, la salvaría y sería su cuervo del presagio.

Tras unos instantes más de renuencia, aceptó el pañuelo y limpió sus ojos y el maquillaje corrido en su rostro. Volvió a mirarme con extrañeza, y preguntó:

—¿Quién eres?

La historia se repetía, el destino me había puesto aquí y no podía estar más agradecido.

Le sonreí y encogí los hombros.

—Solo un ave de mal presagio.

Un cuervo graznó a lo lejos y otro le siguió a pesar de estar ocultos entre las ramas de los árboles por la lluvia.

¿Los cuervos cantan presagios?

Sí, cantan los más bellos.

FIN

¿Qué puedo decir respecto a este final?

Tengo muchas emociones encontradas, pues este libro ha sido el que más me ha costado escribir por diversas razones personales, por tantos sentimientos que reflejé en cada párrafo y en estos queridos personajes. Desde el inicio ya tenía muy claro que la historia terminaría así, por lo tanto no, la muerte de Kalen no fue un capricho ni un acto de maldad por querer hacerlos sufrir, simplemente era lo que tenía que suceder para que todo tuviera sentido, era el gran pilar escondido que sostenía toda esta historia, la historia de Kalen y Félix.

Voy a extrañarlos mucho a ambos, a todos los personajes (excluyendo al padre de Félix, claro), a Kaux, incluso a esos cuervos chismosos que estaban en todas partes.

No me queda más que agradecerles de todo corazón haberme acompañado en este trayecto, por cada comentario, voto y mensaje que me enviaron diciéndome lo mucho que aman a los personajes y su historia. ¡Mil gracias!

Y, como siempre digo...

¡Nos leemos muy pronto! 💜

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top