Canto número 7. ¿Los cuervos cantan sentencias?

Los cuervos no cantan sentencias.

Pero yo estaba a punto de enfrentar una.

Algunos dicen que cuando una puerta se cierra, otra se abre, pero nadie mencionó jamás enfrentarse a una imponente mujer que te sentencia por un grave error, mientras te encuentras perdido sin saber si estás consciente o inmerso en el peor viaje alucinógeno de tu vida.

—Cometieron un grave error —sentenció con una voz que resonaba con una gravedad capaz de calar hasta los huesos.

Vi mi reflejo en sus ojos; parecía un mocoso que acababa de despertarse de una pesadilla y mojado la cama.

—Oye, Félix, ya sé que... —Kalen apareció a mi lado, pero al ver a la mujer en el umbral de la puerta, se quedó paralizado—. Tú eres...

—Alec Ávila —dijo ella, apoyando sus manos sobre la cabeza de cuervo de su bastón—. Justo a ti te buscaba.

Observé a Kalen con el rabillo del ojo, aguardando su reacción, esperando que dijera algo, pero permanecía inmóvil, sin hacer nada.

—Kalen...

—¡¿Pero qué hacen ustedes dos?! —La abuela de Kalen, Ramona, intervino, disipando el silencio y la tensión que se habían instalado—. Patrona de los cuervos, le ruego que los disculpe. Son un par de brutos.

«¿Patrona de los cuervos?», pensé, volviendo a mirar a la mujer en la puerta, quien había suavizado un poco su expresión al ver a Ramona; incluso creí notar un atisbo de sonrisa en sus labios carnosos.

—Un placer verte como siempre, mi querida Ramona —saludó la patrona, inclinando un poco la cabeza.

Ramona correspondió el saludo y luego le dio un zape nada sutil a su nieto.

—¡Di algo, no te quedes ahí! —reprendió.

Por fin, eso sacó a Kalen de su estupor. Sacudió un poco la cabeza y luego la inclinó de manera respetuosa.

—Patrona de los cuervos, lo lamento mucho; no esperaba verla aquí —admitió.

La patrona suspiró y extrajo un reloj de bolsillo de su vestido. Era de aspecto antiguo y estaba chapado en oro.

—Y, para ser sincera, tampoco esperaba estar involucrada en este tipo de asuntos esta noche, especialmente bajo tan fuerte lluvia y sin una sola estrella en el cielo —comentó. Parecía una mujer educada y refinada, reflejando elegancia en sus movimientos y discursos  elaborados—. Pero, por supuesto, el deber no puede, ni se debe, posponer.

—¡Por supuesto! —concordó Ramona—. ¿Qué es lo que la trae aquí esta noche?

—Verás, Ramona, tuve un presentimiento acerca de tu nieto y... —Me miró—. Tú eres Félix Rangel, ¿me equivoco? —Antes de que pudiera abrir la boca, hizo un gesto desdeñoso con la mano y negó con la cabeza—. No, nunca me equivoco, por supuesto que eres Félix Rangel.

Hice un mohín discreto. Su actitud empezaba a poner a prueba mi paciencia.

—¿Y qué fue lo que vio? —indagó Ramona.

—¿Acaso no es evidente? —inquirió la patrona—. Tu nieto ha revelado la existencia de los Cuervos del Presagio y sus habilidades sobrenaturales a un humano común como Félix Rangel. Tenemos una política muy estricta al respecto, y ustedes lo saben.

—El chico, Félix, es su persona destinada. —Señaló Ramona—. ¿No es así, chamaco?

Kalen asintió.

—Lo es.

—¿Qué es una persona destinada? —pregunté, pero nadie me hizo caso.

—Aunque lo sea, saben que las personas destinadas solo pueden conocer el secreto pidiendo autorización a X'Kau o a los altos mandos, es decir, a mí —proclamó y luego hizo una mueca de disgusto—. Por cierto, ¿piensan invitarme a entrar o debo permanecer bajo esta mediocre techumbre?

Ramona y Kalen se apartaron de la puerta casi de inmediato, cediendo el paso a la patrona. A pesar de no aparentar más de cuarenta y cinco años, la trataban como si tuviera siglos de edad y fuera la encarnación misma de la sabiduría.

—¿Qué podemos hacer al respecto? —preguntó la abuela de Kalen—. Que el chico lo haya descubierto fue accidental.

«Mentira, Kalen lo hizo a propósito para que le creyera», dije a mis adentros.

Aparté la mirada para evitar delatarnos y noté que Marisol estaba asomada en la puerta principal de la casa, acompañada por ese inquietante catrín de antes, Ramiro. Sostenía una toalla en sus manos esqueléticas y parecía dirigirse hacia mí para entregármela, pero la hermana de Kalen lo detuvo.

—Accidentalmente o no, tú conoces mejor que nadie cómo funcionan estas cuestiones, Ramona —comentó la patrona—. Luchaste mucho para obtener el permiso de revelar la verdad a tu persona destinada, quien luego se convirtió en tu esposo. Tu hija experimentó algo similar.

Aquello puso a la abuela de Kalen algo tensa y ya no dijo más, observando a su nieto con una mirada que no supe interpretar.

Pero Kalen ya no parecía nervioso; por el contrario, mostraba una calma notable. Esbozó una amable sonrisa y se acercó a la patrona.

—¿Qué es lo que procede entonces? —inquirió.

—Deben venir conmigo para que podamos discutir las condiciones de este asunto. Un breve juicio debería ser suficiente —contestó con formalidad.

Negué con la cabeza y retrocedí varios pasos hasta que escuché un maullido a mis espaldas, dándome cuenta de que estuve a punto de pisar a un gato.

—No iré a ningún sitio —declaré, observando cómo el felino se erizaba y me ignoraba. Era completamente blanco, con un ojo amarillo y otro azul, tan peculiar como todo en esta casa.

—No es opcional —replicó la patrona, viendo al gato con cierta animosidad—. En todo caso, si sigues negándote, te llevaremos por la fuerza.

—¡Eso es un secuestro! —exclamé.

—Los Cuervos del Presagio no operamos dentro de la ley —refutó.

—¡Pero yo no...!

—Irán —acotó Ramona, interviniendo en nuestra disputa—. Y usted, mi patrona, los traerá de vuelta sanos y salvos, ¿no es así?

La patrona asintió.

—Por supuesto —afirmó—. No tengo intenciones de mancharme las manos esta noche.

Amplié los ojos.

—¡¿Qué?!

—¡Entonces perfecto! —exclamó Ramona, tomándome del brazo para acercarme a Kalen y luego empujarnos hacia la patrona—. Solo le pido que estén de regreso antes de la medianoche.

—Concedido —cedió la patrona.

—Ya dije que no iré a ningún lado con ella —mascullé, recibiendo un codazo por parte de Kalen, quien me miró con la misma confianza que en la mañana cuando la directora me llevó a su oficina y me dijo que él se encargaría de todo.

—Déjamelo a mí —volvió a decir en esta ocasión.

Obedecí, ¿qué otra opción tenía? ¿Seguir negándome? La patrona de los cuervos parecía muy seria al mencionar la posibilidad de llevarme por la fuerza. En ese momento, la única salida lógica era cooperar. Es lo sensato cuando alguien te amenaza y no tienes medios para defenderte.

—Síganme —ordenó la patrona.

Se encaminó hacia la puerta que daba a la calle, la abrió y lo primero que vimos fue el aguacero que seguía cayendo. El gato blanco de antes rozó la pierna de Kalen y luego se colocó junto a la patrona, lo cual pareció disgustarle con creces.

—Entre más rápido acabemos aquí, mejor —dijo, volviendo a fulminar con la mirada al felino. ¿Cuál era su problema?

—Quédate adentro —siseó Kalen al gato.

Fruncí el ceño.

—¿Es tuyo?

—No exactamente, es...

—Saldremos —interrumpió la patrona.

Me volví hacia ella.

—¿Qué no ves la tormenta que está cayendo? —pregunté y me señalé a mí mismo—. Ya estoy empapado.

—¿Entonces cuál es el problema? —preguntó, de verdad parecía confundida. Era muy extraña.

—No te mojarás —aseguró Kalen—. Créeme.

Ya no tenía ánimo para seguir protestando, así que me limité a suspirar y quedarme en silencio. ¿Qué más daba si me mojaba o no? El peor escenario no era ese ni de lejos.

La patrona de los cuervos azotó su bastón dos veces contra el suelo, un sonido apenas perceptible entre el estruendo de la lluvia. Permaneció inmóvil y en silencio, lo que me llevó a mirar a Kalen con confusión. Él solo se carcajeó para sí mismo con un tono algo burlón.

«¿Por qué sigue tratándome como si fuera estúpido?», pensé con un rastro de indignación.

De pronto, mis pensamientos fueron interrumpidos por el graznido de un cuervo, seguido por otro y otro más, formando una especie de coro junto con el ruido de sus aleteos. La patrona salió de la casa y se detuvo en medio de la calle, indicándonos con la mirada que la siguiéramos. Kalen fue sin dudarlo y yo lo seguí de manera renuente, pero curiosa, ya que ninguno de ellos se mojaba en absoluto. Al salir, me di cuenta de la razón.

Sobre nuestras cabezas, revoloteaba una parvada de cuervos, pero no eran comunes. Estos pájaros tenían un tinte transparente, como si fueran fantasmas en lugar de seres de carne y hueso. Sin embargo, cumplían la función de ser una especie de domo que nos protegía del agua helada. Era tan...

—¿Extraño? —completó Kalen como si hubiera leído mis pensamientos—. Y no, no puedo leer tu mente, pero tu cara lo dice todo.

—¿Cómo es esto posible? —pregunté en voz baja, incluso nuestras voces eran audibles con claridad, no ahogadas por la lluvia.

—Este es el poder de X'Kau —contestó la patrona en cambio—. Como podrás notar, no es cualquier tipo de don, es uno especial, fuera de la compresión humana, es por eso que se le considera un secreto casi sagrado.

Sí, ahora lo entendía. Que un humano supiera esto era una promesa de destrucción; eso era lo único que sabíamos hacer con lo maravilloso y lo puro.

—¿A dónde iremos ahora? —preguntó Kalen a la patrona.

—No iremos a ningún sitio, nos quedaremos aquí. La privacidad es suficiente, además, creo que comienzo a entender qué es lo que está ocurriendo —dijo ella, volviendo a apoyar sus manos enguantadas sobre la cabeza de su bastón—. Así que, dime, Alec Ávila, parla con la verdad.

Kalen sonrió, mostrando esa misma sonrisa confiada y astuta, quizás un poco cínica.

—Quiero hacer un trato discreto —confesó.

Fruncí el ceño.

—¿Y eso qué es?

—Es un secreto, por eso se llama discreto —replicó.

La patrona entornó los ojos.

—¿Y crees que podrás lograrlo? —interrogó ella. No tenía idea de qué estaban hablando; parecía que se comunicaban solo con sus miradas y palabras vagas.

Kalen asintió.

—Yo sé que lo lograré.

La patrona reflexionó unos momentos. Estaba sumida en un profundo pensamiento, o al menos eso parecía por la forma en que sus ojos se movían de un lado a otro. Después de largos y tensos minutos, levantó el rostro y miró a Kalen con severidad.

—Conoces las consecuencias si fallas —sentenció.

—Las conozco —afirmó Kalen.

La patrona asintió y se volvió hacia mí.

—Félix Alessandro Rangel —llamó—. Para que no sufras las indeseables consecuencias de haber conocido el gran secreto de la comunidad de los Cuervos del Presagio, tendrás que cumplir una condición vital.

«¿Condición vital? ¿Qué es esto? ¿La novela de las diez?», pensé.

Bufé, cruzando los brazos.

—Sí, está bien, supongo.

—De ahora en adelante, asistirás a Alec Ávila con su deber como Cuervo del Presagio —condicionó.

—Ni siquiera sé qué es eso.

La patrona omitió por completo mi confusión y, en cambio, volvió a sacar su reloj de bolsillo para comprobar la hora.

—Me retiro.

—¿Eso es todo? —pregunté sin tacto alguno—. ¡Nadie me ha explicado qué está pasando! ¡No entiendo absolutamente nada, pero de alguna manera ya estoy involucrado en este maldito embrollo!

—Alec Ávila —llamó la patrona—. Instrúyelo sobre todo.

Kalen asintió.

—Así será.

La patrona volvió a golpear el extremo de su bastón contra el suelo dos veces y, de repente, nos cayó encima el aguacero. El domo de cuervos se dispersó y la mujer misma desapareció con ellos, dejando atrás solo una pluma negra.

Me cubrí la cabeza con un brazo y recogí la pluma con incredulidad, pero incluso esta se desvaneció cuando la toqué, dejando solo cenizas en mi mano, las cuales fueron lavadas por la lluvia.

Nada de esto podía ser real o, tal vez, yo no quería que lo fuera. No me permitía creer en lo imposible, y eso no cambiaría.

Este fue un capítulo un poco más corto, pero espero poder actualizar con más frecuencia de ahora en adelante.

Creo que esta es la parte más loca del libro, ahora nos enfocaremos un poco más en la relación entre Kalen y Félix 👀

¡Muchísimas gracias por leer! 💜

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