Canto número 22. ¿Los cuervos cantan fantasías?
Los cuervos no cantan fantasías.
Pero mi cerebro sí las creaba.
El día del cuervo era una festividad más grande de lo que jamás pude haber previsto. Los cuervos del presagio se congregaban en aquel amplio valle, instalaban carpas en donde dormían y danzaban por el sitio con los cuervos revoloteando a su alrededor. Parecían idos.
—¿Por qué todos actúan así? —pregunté a Kalen con discreción, señalando a las personas que caminaban con miradas perdidas y con aspecto de no tener preocupación alguna.
Kalen, quien todavía llevaba la maleta de su abuela en la mano, la dejó un momento en el suelo para descansar y se sentó sobre esta para responder:
—Es que no están realmente aquí.
Amplié los ojos, instintivamente aferrándome a la correa de mi mochila, como si así me preparara en caso de que tuviese que escapar sin mirar atrás.
Kalen lo notó y bufó, sacudiendo la cabeza.
—Tienes cara de haber visto un espíritu chocarrero —se burló.
Arrugué el entrecejo.
—¡Prácticamente acabas de decir que estas personas son como espíritus! —refuté, acercándome un paso hacia él como si eso fuese a protegerme de lo desconocido.
«Kalen también es un ser desconocido». Me señaló mi mente.
Pero Kalen no estaba en lo absoluto asustado, sino que comenzó a reírse como si fuese el chiste del año.
—¿De qué diablos te ríes? —pregunté con molestia.
—¡De ti!
—Ya sé que te estás burlando —dije con molestia—. Te pregunté por qué.
—Porque tu percepción de las cosas, Félix, sigue siendo en extremo básica. —Me señaló con su dedo índice—. No digo que esté mal, pero...
—Por supuesto que mi "percepción de las cosas" es más básica que la tuya —acoté—. Conozco menos cosas que tú. Hasta hace unos meses no tenía idea de que este mundo de cuervos existía.
—Cuervos del presagio.
—Lo que sea.
Kalen sonrió ligeramente.
—Tienes razón. —Asintió—. Fui un poco duro contigo.
—No lo decía por eso.
—No, no, estás en lo correcto. No puedo esperar que comprendas todo de la noche a la mañana. —Señaló a las personas a nuestro alrededor con una mano—. No son espíritus, en lo absoluto. Están tan vivos como tú y yo.
Por alguna razón el que me dijera que eran espíritus se me hacía menos perturbador y más creíble a que esas personas que se movían como pájaros revoloteando, eran humanos.
—¿Y por qué están así?
—Cuando digo que no están realmente aquí es porque sus mentes no lo están —explicó, apuntando su cabeza—. Entran en una especie de trance, uno que solo en esta época del año y en este sitio les permite ver a X'Kau.
Amplié los ojos. X'Kau era su dios, un cuervo enorme de ojos rojos que les concedió a los cuervos del presagio la habilidad de ver atisbos del futuro y prevenir desgracias. ¿Acaso era real? ¿Acaso era posible... verlo?
—¿Cómo pueden...?
—¡ALEC ÁVILA! —el grito de la abuela de Kalen me interrumpió. Se acercó a nosotros con pasos firmes y una expresión de enojo en su arrugado rostro—. ¡¿Qué te hace pensar que puedes poner tu trasero sobre esa maleta?!
Kalen se levantó con lentitud, rodando los ojos.
—Ya, abuela, lo siento. No hagas dramas —dijo con cierto grado de hastío. No entendía cómo es que no le tenía miedo a la intensidad de Ramona.
Ramona acortó toda la distancia entre ella y nosotros y le dio un aparatoso zape en la cabeza a su nieto.
—¡Chamaco insolente! —reprendió.
Kalen apenas parecía capaz de aguantarse una risa. Yo no lo comprendía, ¿cómo podía estar tan tranquilo tras un regaño? Cada reprimenda de mi padre me dejaba en un estado lamentable durante días, pero Kalen, en cambio, se lo tomaba como si fuera algo cómico.
—Nos asignaron nuestra carpa. —Marisol apareció detrás de su abuela. Todavía llevaba su libro en mano y se le notaba molesta por los desfiguros de su parentela—. Así que si van a seguir armando escenas, háganlo adentro, por favor.
Ramona por fin tomó su maleta para llevarla ella misma. Ya no confiaba en Kalen para que lo hiciera.
—El plan funcionó —me susurró Kalen con un tinte de malicia.
Rodé los ojos y me eché a andar para seguir a Marisol y a Ramona hacia donde se encontraba nuestra carpa.
Entre las personas que estaban en trance, también había muchas normales que saludaban a los Ávila cuando pasaban a su lado. Todos eran amables entre sí, con ese característico aire ligero y carismático. Me sentí como un frijol en el arroz, lo opuesto a ellos. Yo no tenía un aura ligera, no era carismático y tampoco tenía fama de ser la persona más amable. Los rastros de golpes en mi rostro y el aro en mi nariz tampoco ayudaban en mi caso.
—Creo que este año nos volverá a tocar compartir carpa con los Vela —comentó Marisol.
Kalen gruñó con desagrado a mi lado.
—Maldita sea, no otra vez —maldijo por lo bajo—. Esos tipos encuentran malos presagios hasta en las motas de polvo. Cuando me accidenté el año pasado me dijeron que por derramar sangre en las tierras sagradas de X'Kau solo me esperaría desgracia, haciendo mucho énfasis en que me quedaría tuerto.
—A mí me dijeron que jamás encontraría a alguien que me amara, caería en depresión, me sentaría en una silla junto a una ventana y me quedaría ahí hasta me marchitarme como una flor que nadie quiso —añadió Marisol, apretando el libro contra su pecho—. Es demasiado detallado, no puede ser verdad.
Ramona se detuvo y se volvió hacia nosotros con una expresión seria en su rostro.
—Los presagios así de específicos suelen sonar como auténticas locuras, pero entre tanta desgracia, se oculta un rastro de verdad —explicó y miró a Marisol—. En tu caso, chamaca, harás mejor en verlo como una advertencia para que cambies ese mal carácter.
—No tengo mal carácter —masculló Marisol, indignada.
Ramona reanudó la caminata.
—Solo un poco, niña.
Kalen y yo las seguimos, pero no podía sacarme de la cabeza las palabras de Ramona. Si aquellas detalladas predicciones contenían algo de verdad, ¿entonces eso qué significaba para Kalen?
Lo miré con el rabillo del ojo, seguía andando por el mundo sin preocupación alguna, sin angustiarse por un resquicio de promesa de desgracia. Envidiaba su capacidad de mantener la calma.
—Es aquí —señaló Marisol.
La carpa era blanca y amplia, lo suficiente para que nos quedáramos los cinco y un par de personas más sin problema. Sin embargo, lo que más me sorprendió al entrar, es que había catres para cada uno, luz e incluso una mesa con un florero encima y una pequeña estufa para preparar alimentos al lado.
Y lo que me sorprendió incluso más que todo eso antes mencionado, fue ver a la patrona de los cuervos sentada en dicho comedor mientras conversaba con la mamá de Kalen.
—¡Patrona, qué gusto verla por aquí! —saludó Ramona de manera cortés.
La patrona sonrió con amabilidad. Venía vestida de pies a cabeza en un vestido negro y llevaba un sombrero de ala amplia decorado con plumas. Era de lo más llamativa con su piel pálida, sus labios pintados de un intenso color rojo y esos ojos con los que me miraba tan fijamente...
—Félix —me llamó Kalen, dándome un discreto golpe en el brazo. Me sacó del estado de pasmado en el que me quedé atorado—. Nos están llamando.
Todos las miradas estaban puestas sobre nosotros y fue entonces que me percaté de que me había quedado absolutamente absorto en la patrona de los cuervos, misma mujer que ahora estaba de pie y esperando que Kalen y yo nos acercáramos.
—Lo siento —musité, sintiendo cómo me ardían las puntas de las orejas.
Kalen y yo dejamos nuestras mochilas en el suelo y nos acercamos a la patrona, quien mantenía sus manos entrelazadas frente a ella y una expresión cordial, pero que daba la sensación de que nos estaba haciendo un análisis profundo e invasivo. No podía creer que Claudia Ávila estuvo a punto de ocupar el puesto de la elegante dama frente a mí. Tal vez cuando adquirían el título su ser entero cambiaba para ser más... imponente.
—Alec, Félix, es un gusto volver a verlos —saludó—. Los noto saludables. Me alegra, ambos son muy jóvenes y con largas vidas por delante.
Kalen hizo un discreto mohín. No parecía a gusto con esta conversación, ni siquiera con el encuentro en sí.
—Es un placer verla también —saludó de manera rígida, casi a la fuerza.
Si la patrona lo notó, no hizo alusión a ello, en cambio, me miró a mí con una mezcla de falsa ingenuidad y un rastro de curiosidad.
—Félix Alessandro —dijo—. Cuéntame, ¿cómo te ha ido asistiendo a un cuervo del presagio? Sé que no es una labor fácil para aquellos que no poseen el don.
—No ha sido tan difícil —respondí, sin entrar en detalles.
La patrona asintió.
—Me alegra que nos acompañes en esta festividad, es un día de suma importancia para nosotros. —Estiró la mano y la colocó sobre mi hombro—. Espero que llegues a un nuevo nivel de entendimiento.
«¿Entendimiento?» Pensé.
Claudia dio entonces un paso al frente.
—Y dígame, patrona, ¿solo venía a saludar a este par de mocosos? —intervino, había una palpable tensión en su voz.
La patrona no me quitó la mirada de encima cuando le contestó.
—Nunca olvido mis pendientes y el trato con tu hijo, Claudia. El trato que hice con Alec sigue muy presente en mis pensamientos.
Por fin apartó los ojos de mí y casi lo sentí como si pudiera respirar otra vez. ¿Qué es lo que quería de nosotros?
—El trato sigue en marcha —añadió Kalen entonces, serio—. Pienso llevarlo a término, si eso es lo que le preocupa.
—En lo absoluto, Alec —aseguró la patrona—. Yo sé que llegará a término, así que no es un tema de confianza, sino uno de responsabilidad por mi parte. Me imagino que lo comprenderán.
—Lo comprendemos —contestó Kalen.
La patrona asintió.
—Entonces mi labor aquí está hecha —concluyó sin más.
Se despidió con la misma educación de siempre y se marchó, dejando un par de plumas de cuervo atrás, como si ella misma fuese una de estas aves.
—¿Y eso qué fue? —cuestionó Claudia a Kalen, colocando una mano en su cintura—. ¿De qué trató hablaba esa mujer?
—Claudia —la detuvo Ramona—. Es asunto de Kalen y la patrona. No debemos interferir y lo sabes.
Claudia no dijo más. Sabía tan bien como su madre que no podían hacer nada. Pero yo, en cambio...
—Kalen —llamé en voz baja, tomando su brazo para voltearlo hacia mí—. ¿Qué fue todo eso?
—No te preocupes por ello —respondió con esa misma sonrisa amable de siempre y se alejó de mí.
Odiaba esa expresión porque era una barrera impenetrable entre yo y la verdad que su propietario ocultaba.
(...)
La festividad de los cuervos del presagio no empezaba sino hasta que entraba la noche. Cuando las estrellas estaban en su punto, la luna era llena y cuando los cuervos se posaban sobre las ramas de aquel enorme roble al centro del valle, con sus ojos rojo granate brillando de manera antinatural en la oscuridad.
Un poco de extrañeza ya no me espantaba en lo absoluto. De hecho, podría aparecerse un cuervo de tres cabezas frente a mí y lo único que saldría de mi boca sería algo como:
«¿Va a hacernos trizas y repartirnos entre tres cabezas o cuál cabeza es la que me comerá a mí?»
Este mundo no era fácil de digerir. Por un lado, cuando te rehusabas a ver, te encontrabas con normalidad, por el otro, cuando veías de más, encontrabas algo sacado de un cuento de hadas.
—Escucha, jovencito, la mala fortuna te sobrevuela como un ave carroñera —dijo la voz de un hombre. Era uno de los dichosos Vela que habían mencionado antes. Los Vela eran una pareja de cuarentones, un hombre que parecía no haberse afeitado en años y una mujer que siempre iba descalza y tarareando alguna tonada.
Kalen, quien estaba probándose una especie de capa recubierta de plumas negras, apenas y le prestó atención.
—¿Ah, sí? —inquirió, distraído—. Yo pensé que era lo opuesto.
—No, no, escúchame...
Yo solo podía carcajearme ante la forma en que lo molestaban con sus predicciones fatalistas. Me resultaba intrigante ver hasta dónde llegaría el límite de la paciencia de Kalen.
—Oye, chico, te habla tu catrín —me señaló la mujer Vela. Ninguno jamás decía su primer nombre, incluso entre ambos siempre se llamaban a sí mismos Vela.
Me di la vuelta y vi a Ramiro parado atrás de mí cargando una capa de plumas en sus huesudos brazos. Al final resultó que lo que llevaba Ramona en su maleta no eran rocas, sino huesos, los huesos de su amado Ramiro que no iba a dejar solo en casa. Lo reconstruyó en cuanto llegamos y cumplía su misma función de siempre.
—Gracias. —Acepté la prenda, aunque hice un leve mohín al verla. Me parecía un tanto...
—¿Te parece ridícula? —preguntó Kalen, apareciendo frente a mí. Él ya llevaba la capa puesta, pero no se veía estúpido, de hecho parecía hecha para él, combinando a la perfección con su piel pálida y ojos negros.
—¿En serio tengo que usarla? —pregunté—. No soy un cuervo del presagio.
—Todos las usamos —contestó y Ramiro le tendió otra cosa, una máscara. Kalen se la puso, le cubría la mitad de la cara y también estaba recubierta de plumas, además de tener un sobresaliente pico—. Junto con esto.
—Pareces payaso —me burlé.
Kalen se carcajeó y luego me arrebató la capa de las manos, rodeándome para colocarla sobre mis hombros.
—Ahora tú también —dijo a mi oído y, sin que yo lo viera venir, me colocó la máscara en el rostro. Era algo pesada y picaba.
—Está horrible —mascullé.
—¡Están perfectos! —exclamó el hombre Vela, caminando a nuestro alrededor con las manos extendidas al cielo—. ¡Se complementan como uña y carne!
«Qué asco». Pensé.
Pronto su esposa se unió, tomando las colas de nuestras capas para agitarlas.
—¡Son como dos pájaros revoloteando entre sí durante la primavera! —canturreó—. ¡El amor se respira en la brisa matutina!
Sentí que me atragantaba.
—¡¿Amor?!
Kalen solo negó con la cabeza.
—Me temo que lo único que Félix siente por mí es molestia —replicó con un tono de decepción—. Así que dejen de asustarlo, por favor.
No estaba asustado y tampoco solo sentía molestia hacia Kalen. En realidad, yo...
—¡El amor no da miedo! —exclamó el esposo Vela.
—¡El amor viene cuando los tiempos son perfectos! —añadió la esposa.
Kalen me tomó del antebrazo y me instó a dar un paso hacia atrás.
—Me parece que el único tiempo perfecto ahora mismo es el del ritual —dijo y retrocedió, llevándome con él.
Salimos de la carpa, escuchando las sonoras carcajadas de los Vela incluso desde el exterior. Kalen suspiró, aliviado, y yo mientras enderezaba la máscara en mi rostro.
—Muy agradables nuestros vecinos —dije con sarcasmo.
—No les hagas caso —pidió Kalen—. Ahora ven. No podemos llegar tarde o mi abuela me matará.
Fuimos hacia el gran roble en el centro del valle. La mayoría de los cuervos del presagio ya estaban reunidos en el lugar, algunos pronunciaban cánticos y otros danzaban alrededor del árbol, moviendo sus capas de plumas como si fueran alas.
Kalen me llevó hacia donde se encontraba su familia reunida. Las tres mujeres Ávila también llevaban las capas, pero junto con estas, unas faldas igualmente hechas de plumas, sin olvidar las máscaras con picos. Nos sentamos en el pasto junto a ellas y presenciamos los cánticos y las danzas.
—Tengan, beban esto —indicó Marisol, pasándonos una botella de vidrio con un líquido blanco—. Disminuirá los efectos secundarios —añadió al notar mi escepticismo. No aclaró ninguna de mis dudas.
Kalen la agarró primero y se empinó un gran trago antes de dármela a mí.
—Es agua de rambután —explicó—. Créeme que agradecerás haberle dado un gran trago antes de lo que se viene.
Aunque no estaba muy seguro al respecto, acabé aceptando la botella y dándole un trago. Nunca había probado el rambután, sabía que era una fruta, pero aún así me sorprendió su dulzor.
Kalen me sonrió y volvimos a presenciar el espectáculo. Claudia nos pasó un plato con chapulines fritos y cacahuates y los comimos mientras esperábamos a que empezara lo que ellos denominaban "El ritual".
—¡Bienvenidos sean a otra gran festividad de los cuervos del presagio! —exclamó la patrona de los cuervos, parada frente al árbol. Esta vez traía un vestido de plumas aún más llamativo que su usual vestimenta—. Como digo cada año: prevengan el futuro, salven a los desgraciados y limpien el nombre de nuestro adorado X'Kau. Y siempre, siempre, mantengan sus almas puras.
Sus últimas palabras me atravesaron el cuerpo entero como un escalofrío, como si me hiciera cosquillas en mi subconsciente para que la obedeciera sin oponer resistencia.
La patrona de los cuervos fue alabada con aplausos y luego, con un movimiento de su mano, ordenó a los cuervos en el roble que emprendieran vuelo. Las aves negras revolotearon por todo el lugar, soltando plumas y graznidos.
Me quedé hipnotizado viéndolas, como si solo ellas fueran todo el espectáculo.
—Félix —llamó Kalen. Tenía un cuenco de madera en las manos y dentro había un líquido de un tono rojizo—. Bebe esto y acuéstate en el pasto.
Fruncí el ceño.
—¿Por qué debemos acostarnos?
—Porque de otra forma vas a desplomarte y créeme que no será grato.
Tomé el cuenco entre mis dedos y miré a Kalen una última vez. Él me asintió con la cabeza y yo, confiando casi ciegamente en él, le di un gran trago a aquel líquido rojizo.
Sabía a mierda.
Comencé a toser, casi a punto de escupirlo, pero lo aguanté y me tendí sobre mi costado para no ahogarme. Una vez pasó la peor parte, exhalé y me giré para quedar acostado de espaldas. Cerré los ojos unos instantes y, cuando los volví a abrir, no había nadie a mi alrededor.
Me alarmé y cuando estaba a punto de incorporarme, sentí algo posarse sobre mi pecho. Era un cuervo que me miraba fijamente, con tal intensidad como si pudiera leerme como a un libro abierto.
—¿Qué...? —comencé, pero el sonido no abandonaba mis labios.
El cuervo en mi pecho se apartó y comenzó a crecer. Aumentó su tamaño al de un humano y luego se volvió aún más grande.
Me senté de súbito y me aferré al pasto debajo de mí con fuerza. El corazón me latía con estrépito ante la presencia de esa criatura, era imponente y su mirada, sus ojos rojos, parecían querer decirme algo.
Intenté calmarme. Relajé el cuerpo y tranquilicé mi respiración acelerada. Dejé de escuchar mis latidos desbocados como un eco en mis oídos y, en cambio, me enfoqué en los sonidos de afuera. Había un distante ulular en el viento y, detrás de este, una voz. Una voz sin género, sin identidad, y que me decía una sola cosa: «Bienvenido».
Lo repitió una y otra vez hasta que comprendí que venía del enorme cuervo frente a mí, de X'Kau. Estaba viendo a X'Kau y este me hablaba, me daba la bienvenida.
—Gracias —dije y esta vez mi voz sí fue audible.
X'Kau cerró la distancia entre ambos, acercando su cabeza a la mía. Aproximé mi mano a esta y la rocé con delicadeza, con las puntas de mis dedos. El cuervo, complacido, emitió un fuerte graznido.
Cerré los ojos por reflejo y, al volver a abrirlos, estaba en un sitio completamente diferente.
Y me dolía la cabeza como si me hubiera partido el cráneo.
—Carajo... —mascullé, volviendo a cerrar los ojos con fuerza y agarrando mi frente con una mano.
—Buenos días, bella durmiente.
Separé los párpados y por fin procesé que estaba de vuelta en la carpa, tendido sobre un catre. Kalen estaba parado a mi lado con un vaso de agua en la mano.
—¿Kalen? —pregunté, confundido. Me sentía como la primera vez que bebí con Farrera y compañía, al día siguiente la resaca me estaba matando.
Kalen me ayudó a sentarme en la cama y me tendió el agua.
—Todos nos sentimos igual la primera vez —aseguró.
—¿Te refieres a cuando te drogas por primera vez? —pregunté con molestia, tomándome el vaso entero de un trago—. Mi boca sabe a rambután y a esa porquería de brebaje.
Kalen asintió.
—Sí, debí advertirte al respecto, pero eso le habría quitado el elemento de la sorpresa, ¿no crees? —dijo—. Además, estás bien, no te quedaste perdido en el viaje y no pareces tener daños cognitivos, así que salió perfecto.
Amplié los ojos.
—¡¿Daños cognitivos?! —exclamé—. ¿De qué...?
Me detuve a mí mismo cuando, al bajar la mirada, vi que había una pluma de cuervo sobre mí. Era más grande de lo normal, más brillante y con un tinte tornasol. La tomé con cuidado, recordando a X'Kau, cuando acaricié su cabeza y graznó.
«¿Acaso es de X'Kau?» Pensé.
Kalen se inclinó hacia mí, dejando nuestros rostros a escasos centímetros el uno del otro, y rodeó con su mano la mía que sostenía la pluma.
—Esto es un buen presagio —dijo, viendo la pluma con un tinte de melancolía.
Estaba por cuestionarlo, la curiosidad me estaba matando vivo, pero en ese momento Marisol entró a la carpa con una cara de fastidio y nos gritó:
—¡Apúrense, par de tontos, ya todo está empacado en el coche para irnos!
Ese día no recibí respuestas, pero ahora poseía algo incluso más valioso, la pluma y, sobre todo, la aceptación de X'Kau en su precioso mundo de los cuervos del presagio.
Y eso, al menos por ahora, me era más que suficiente.
La confusión de Félix me representa 😔✊
Por cierto, ya vamos a la mitad del libro... Muy emocionante, ¿no lo creen?
¡Muchísimas gracias por leer! 💜
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