Canto número 20. ¿Los cuervos cantan confianza?
Los cuervos no cantan confianza.
Pero yo sí la sentía.
Tras lo ocurrido con mi padre, Kalen y yo nos sentamos en la acera en completo silencio. Comenzó a lloviznar y nos mojamos, pero ninguno se quejó por el agua que nos empapaba.
Kalen se mantuvo pegado a mí, esperando a que yo me sintiera listo para continuar. El cuervo, que bauticé con el mismo apodo que el chico a mi lado, se escondió debajo de mi chaqueta, refugiándose de la lluvia y consolándome de cierta manera al rozar su pequeña cabeza contra mi torso. Él me había defendido de mi padre y solo por eso, le tomé un cariño casi instantáneo.
En un punto, Kalen tomó su chaqueta en donde habíamos envuelto al cuervo hace unas horas y usó la manga de esta para limpiar un poco la sangre que manchaba mi rostro, apoyándose del agua de lluvia.
—¿Puedo? —preguntó antes de restregar el corte en mi sien. Asentí, con la mirada puesta en el suelo—. Lo haré con cuidado.
Kalen me tomó por el mentón y me giró la cabeza para poder ver el corte. Lo limpió con delicadeza, pero aún así me ardía. No me quejé, más concentrado en la expresión de él, en sus ojos tan tranquilos, pero a su vez determinados, no, más bien enojados. No era un enfado hacia mí, sino hacia mi situación, hacia el hombre que me lastimó de esta manera.
—Kalen —llamé en voz baja, casi apenado.
—¿Hmm? —respondió, distraído limpiando los cortes.
Sentía mucha vergüenza de hacer una simple pregunta, pedir algo tan sencillo y comprensible. Mi inconsciente siempre me traicionaba, me susurraba con saña:
«No te lo mereces».
Sin embargo, hice oídos sordos a esa voz y, aferrándome a mí mismo con fuerza para anclarme y tragarme la pena, hice una simple petición:
—¿Podemos ir a tu casa?
Eso era todo. Solo quería irme de ahí, quería irme con Kalen, con su familia, a un hogar en donde sí se sentía calidez y amor. No quería poner ni un pie en mi casa, no quería ver a mi padre ni por asomo. Quería ir a ese sitio en donde, a pesar de solo haber ido un par de veces, sentía confianza y tranquilidad, un lugar en donde me aceptaban sin prejuicios.
Kalen apartó la tela de su chaqueta de mi cara y, para mi grata sorpresa, me sonrió casi con un dejo de ternura y se aferró a mi mano, dándole un apretón.
—Pensé que nunca lo dirías —respondió.
(...)
—¡Válgame X'Kau! —exclamó Ramona.
Desafortunadamente, Kalen no traía las llaves de su casa, por lo que tuvimos que tocar el timbre y fuimos recibidos por su abuela quien, aunque al inicio parecía tener un regaño listo en boca para su nieto, lo olvidó por completo al posar sus ojos negros sobre mí y tornarse boquiabierta.
—Disculpe la intromisión —murmuré, avergonzado bajo su escrutinio.
Ramona de inmediato estiró sus brazos hacia mí, agarrando mi barbilla y observando cada corte en mi rostro.
—¡¿Pero qué te pasó, chamaco?! —exigió una respuesta.
—Abuela —intervino Kalen, negando discretamente con la cabeza. Lo noté, pero no me molestó, por el contrario, agradecí que me salvara de tener que dar explicaciones.
Ramona, igual de perceptiva que su nieto, no siguió indagando, en cambio, soltó mi rostro y también un suspiro.
—¿Te sientes mejor? —preguntó.
No cuestionaba si me sentía bien, sino solamente si me sentía mejor. No había manera de que me sintiera vivito y coleando después de lo que pasó.
—Sí —respondí en voz baja.
Ramona me dedicó una suave sonrisa, una que era tanto de compasión como de consuelo. Se acercó, rodeó mi hombro con un brazo y me guió al interior de su hogar.
—Vamos, hay que atender esas heridas —dijo y la seguí sin protestar, cómodo en su cálido y maternal tacto.
Me sentó en el sofá de la sala y le ordenó a Kalen que le trajera el botiquín que tenían guardado en el baño. Su nieto obedeció, no sin antes verme a los ojos con la intención de asegurarme que podía sentirme cómodo con su abuela. Yo ya sabía esto, pero de todas formas agradecí el gesto.
Ramona se agachó frente a mí y chasqueó la lengua.
—Es un corte algo profundo —señaló la herida en mi sien—. Agradece que parece que no necesitarás puntos.
—Gracias —musité entonces.
Ramona enarcó una ceja.
—No lo decía de manera literal, chamaco —bromeó, pero al percatarse de la seriedad en mi expresión, desvaneció su divertimento—. Oh, ya veo. A eso te referías.
A lo que me refería es a que estaba verdaderamente agradecido. Agradecido por haberme recibido en su casa con los brazos abiertos, agradecido por la delicadeza de su tacto contra mis cortes, agradecido porque no me cuestionaban, agradecido por permitirme confiar en ellos.
—No tienes nada que agradecer —aseguró Ramona y acunó mi rostro entre sus arrugadas manos—. ¿Me oíste, Félix?
Una lágrima escapó de mi ojo y aunque rogué que se mimetizara con el resto del agua que escurría de mi cabello, supe que no fue el caso cuando la abuela de Kalen la limpió con su pulgar y luego acarició mi mejilla con el dorso de su mano.
—Este es tu hogar, ¿de acuerdo? —continuó—. Si algún día necesitas ayuda o simplemente quieres estar aquí, las puertas siempre estarán abiertas.
Qué extraño era ese sentimiento de pertenecer, de que me dijeran que había un sitio en donde me recibirían así se estuviera acabando el mundo.
—Gracias —repetí. No podía decir más sin que sintiera que me ahogaba por el nudo en mi garganta.
Ramona sacudió la cabeza, como si este simple ofrecimiento no le representara en lo absoluto una carga. Tomó mi mano, envolviéndola entre las suyas tan firmes a pesar de la edad, tan amorosas.
—Esto que sucedió no te define, no define tu valor o lo que mereces —aseguró, tornándose más seria—. ¿Está claro?
Apreté los labios, apenas conteniendo más lágrimas en mis ojos y asentí con premura.
—Lo entiendo —respondí.
Ramona me dio una suave palmada en la rodilla y luego se incorporó para estrecharme entre sus brazos. Me dejé consumir por ese abrazo, ocultando el rostro en su hombro, lamentando estar mojando o ensuciando su ropa.
Me soltó y me dedicó una confiada sonrisa antes de gritar:
—¡Alec Ávila! ¡¿Por qué diablos tardas tanto?!
—Ya, ya, abuela, estoy aquí —dijo Kalen, entrando a la sala con el botiquín y un par de toallas en la mano—. No grites o te quedarás sin voz mucho antes de lo previsto.
—Quedarme sin voz ni que tus narices —masculló y le arrebató el botiquín—. ¿Y dónde diablos está tu hermana?
—Por favor, abuela, ni siquiera porque tenemos invitados —se quejó Marisol, caminando hacia nosotros con una taza humeante en la mano. Se detuvo junto a mí y me ofreció la bebida caliente, era café de olla por su fuerte aroma—. Tómalo, te calentará un poco.
—Gracias. —Acepté la taza, agradecido por cómo calentaba mis gélidas manos.
Marisol me sonrió ligeramente. Incluso ella, a pesar de haber tenido ciertos roces conmigo, se comportaba amable y hospitalaria. Nada similar a la repugnante excusa de padre que tenía.
Kalen se sentó a mi lado y empezó a secar mi cabello con la toalla que llevaba en las manos, notando cómo empezaba a tiritar por la ropa húmeda y el frío del ambiente.
—Cuando acabemos aquí te daré una muda de ropa —dijo.
Asentí y di un sorbo al café. Estaba tan caliente que me escoció un poco la lengua.
—¿Cómo está el cuervo? —indagué. Kalen se lo había llevado cuando entramos a la casa.
—Fue difícil separarlo de ti. —Se carcajeó—. Creo que lo embelesaste con tus encantos.
—No exageres. —Lo miré con incredulidad.
—Está bien —aseguró—. Lo sequé, le di algo de comida y lo dejé con los demás cuervos.
Ramona sacó un par de pedazos de algodón del botiquín y los presionó de súbito contra el corte en mi sien, haciéndome sisear.
—¿De qué cuervo hablan? —interrogó.
—Del que rasguñó a Kalen —se burló Marisol, sentándose en el descansabrazos del sofá.
—Al menos a mí sí me escuchan —refutó Kalen, molesto con su hermana.
Marisol entornó los ojos.
—Pues no lo parecía.
Ramona exhaló y terminó de limpiar la herida, tomando luego una gasa.
—Eso no responde mi pregunta.
—Félix aquí salvó a un cuervo —relató Kalen como si fuera la más grande hazaña—. Merece una celebración, ¿no?
Ramona untó un poco de ungüento en la herida de mi cara mientras asentía.
—Por supuesto, salvar a un cuervo es casi tan importante como salvar un alma —aseguró y me miró a los ojos—. ¿Sabes qué representa?
—Ni idea.
—Un futuro prometedor, buenas cosas vendrán a ti, chamaco —explicó y me guiñó un ojo—. Tú solo espera, después de cada tormenta...
—Espera un reluciente cielo azul —completó Kalen, dejando la toalla sobre mi cabeza.
Marisol, por otro lado, bufó.
—Qué cursis —dijo, pero la leve sonrisa de ternura en sus labios delataba su gusto por ese tipo de frases.
De hecho, verla me recordó al último día de escuela cuando atrapé a Kalen en mis brazos y vi la cicatriz que tenía en la cabeza. Él no recordaba cómo se la hizo, pero me dijo que, cuando viera a su hermana, se lo preguntara a ella, pues estuvo ahí cuando ocurrió.
—¿Cómo es que Kalen se hizo esa cicatriz en la cabeza? —pregunté, mirándola.
Marisol, a diferencia del resto de su familia, no tenía los ojos de un imponente color negro que reflejara a quien los viera, los suyos solo eran de un típico color café al igual que los míos.
—Por tonto, así es como se la hizo. —Rodó los ojos—. Siempre apresurado, nunca se fija en lo que hace.
Ramona se carcajeó por lo bajo.
—Qué forma de arruinar la festividad —añadió—. Casi matas a tu padre del susto cuando le dijimos lo que pasó. Siempre es muy chistoso asustar a ese hombre.
—¿Festividad? —pregunté, curioso.
—Fue durante el Día del Cuervo —relató Marisol—. Se celebra en un valle detrás de las montañas Kau, pero para llegar ahí tienes que atravesar un sendero algo peligroso. Obviamente, Alec, tan descuidado como de costumbre, se resbaló y cayó. Se abrió la cabeza, había sangre por doquier, fue horrible y ni siquiera se murió.
—¡Oye! —exclamó Kalen, aunque no parecía ofendido, en realidad parecía encontrarlo gracioso—. Tengo amnesia, por si eso no es suficiente para ti.
—¿Y qué es el Día del Cuervo? —pregunté entonces, ahora más intrigado por esto que por el accidente de Kalen.
—Es una festividad en la cual, el tercer fin de semana de verano, nos reunimos todos los miembros de la comunidad del cuervo del presagio y festejamos a X'Kau —explicó Ramona, abriendo una gasa y colocándola sobre el corte en mi sien—. El año pasado ocurrió el accidente con Kalen y no pudimos disfrutarlo del todo, pero...
—Este año definitivamente sí lo haremos —interrumpió Kalen, sonriendo de oreja a oreja—. Ya no falta mucho. ¿Te gustaría ir con nosotros?
Marisol de inmediato se alarmó y se incorporó.
—¿Qué? —inquirió, casi espantada ante la mera sugerencia.
Ramona terminó de vendar mi herida y también se enderezó, tronando su espalda.
—Me parece una buena idea —concordó.
—¡¿Qué?! —repitió Marisol—. Tienen que estar bromeando, él no es miembro de la comunidad.
—Y técnicamente tú tampoco, Marisol, así que no seas maleducada —reprendió su abuela—. Cualquiera que conozca y respete el secreto acerca de la comunidad y X'Kau es invitado a formar parte del festival.
—Pero...
—Además, Félix es mi ayudante —añadió Kalen.
—Más bien esclavo —me quejé en voz baja.
Pero Marisol simplemente no parecía estar de acuerdo. Su buen humor y amabilidad hacia mí se esfumaron por completo, adoptando la misma animosidad y cara de malos amigos de siempre.
—Hagan lo que quieran entonces —siseó, se dio la media vuelta y se marchó con pasos firmes. No estaba nada contenta.
Me sentí de alguna manera responsable por su reacción. Dejé la taza de café a medio tomar en la mesa frente a mí y negué con la cabeza.
—No necesito ir —comenté—. No quiero causarles conflictos.
—No es tu culpa, Félix —aseguró Kalen—. Marisol es... Bueno, así como la ves.
Ramona acomodó todo dentro del botiquín y lo cerró.
—Ya he hablado con ella muchas veces al respecto, pero sigue sin querer abrirse a nuevos horizontes. —Suspiró—. En fin, ¿alguien tiene hambre? No me importa si la tienen o no, de todas formas haré algo de comer. —Señaló a Kalen—. Mientras tanto, tú le darás una muda seca a tu amigo.
—A la orden —replicó como si fuera un soldado.
Kalen me llevó al segundo piso, a su habitación para ser específico. Cerró la puerta una vez estuvimos dentro y encendió la lámpara que tenía en el escritorio, iluminando la habitación con una tenue luz amarilla.
—Dame un segundo, buscaré algo cómodo —dijo, rebuscando dentro de su armario.
Recorrí su habitación, se veía tan viva como la última vez que estuve aquí, aunque noté que estaba un poco más limpia y ordenada.
—Veo que seguiste mi recomendación de poner algo de orden —señalé.
—Ya era demasiado caótico incluso para mí —dijo y se volvió hacia mí con unas prendas de ropa en la mano—. Creo que esto te quedará. Eres un poco más alto que yo, pero creo que no será mucha la diferencia.
Me tendió una simple camiseta blanca y unos pantalones que parecían de pijama. Alcé una ceja.
—¿Esto no es una...?
—Obviamente te quedarás a dormir —acotó y tomó mis manos para obligarme a agarrar la ropa—. Ni loco te dejaré regresar, al menos no esta noche.
Vi nuestras manos rozándose entre sí y eso, combinado con las palabras de Kalen, con sus latentes intenciones de protegerme, me hizo sentir... algo que no sabía describir.
Kalen se dio cuenta de que todavía tocaba mis manos y se apresuró a apartarlas, dando también un paso hacia atrás.
—Lo siento —farfulló con un dejo de... ¿Nerviosismo?
Me apresuré a negar con la cabeza.
—No es nada —aseguré y luego señalé la ropa—. Gracias por esto. Por todo.
Kalen hizo un gesto desdeñoso con la mano, como si no fuera gran cosa, y retrocedió hacia la puerta.
—Esto no es nada, créeme —insistió, abriendo la puerta y poniendo un pie afuera—. Dejaré que te cambies. Cuando termines, baja a comer.
Antes de que pudiera siquiera responder, Kalen ya se había ido y cerrado la puerta tras de sí. Me quedé encerrado en su habitación, solo y muy confundido.
Había cosas que Kalen hacía, pequeños gestos como tocar mi mano o grandes demostraciones como abrazarme, que me provocaban algo que no... algo que no sabía identificar.
«O tal vez sí sabes qué es pero no quieres enfrentarlo», pensé.
Lo único que tenía claro después de esta noche de mierda que solo logró ser un poco mejor gracias a ese chico que generaba en mí reacciones indescifrables, es que no me comprendía a mí mismo tan bien como pensaba.
Quiero ser adoptada por los Ávila 😭
¡Muchísimas gracias por leer! 💜
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top