Hawksilver

Había una vez un joven llamado Clint Barton, que había nacido con el privilegio de no sentir miedo de nada, por lo que todos le conocían con el sobrenombre de Clint Sin Miedo.

Un día quiso salir de su pueblo para recorrer el mundo, deseoso de hallar algo que le hiciera sentir miedo.

Una noche se detuvo en el bosque a descansar y encendió un buen fuego. A otro cualquiera le hubiera dado temor estar a solas, a aquellas horas, en un país desconocido; pero como ya sabemos, el joven Clint no le tenía miedo a nada y se durmió enseguida.

Amaneció y Clint Sin Miedo divisó un negro castillo que se alzaba en una colina. Al poco rato vio a un hombre acercarse por el sendero. Clint le preguntó:

-Buen hombre ¿podéis decirme qué castillo es ese?

-¿No lo sabéis?-contestó sorprendido el hombre-. Es un castillo abandonado donde nadie tiene el valor suficiente de permanecer en él ni una noche. El rey ha prometido la mano de su hijo, el principe Pietro, a quien sea capaz de pasar tres noches dentro del castillo. Pero nadie ha sido lo bastante valiente para conseguirlo.

Clint Sin Miedo se despidió del hombre y marchó al Palacio Real. Solicitó del rey permiso para pasar tres noches seguidas dentro del castillo abandonado. Al soberano le gustó mucho la serenidad del joven y le otorgó el permiso, aunque se imaginaba que él, al igual que todos los demás, abandonaría al primer día.

-¿Estas seguro de lo que vas a hacer?-el hermoso principe de cabellos blancos y ojos celestes se acercó al valiente Clint una vez que estuvieron solos.

-¡Por supuesto!-le sonrió- siempre quise probar mi valor y esta es la oportunidad perfecta... además, la recompensa es muy bella.

Besó la mano del príncipe y este se sonrojó.

Clint Sin Miedo entró en el castillo al día siguiente y se preparó para dormir allí. Se acostó en una cama mullida y grande y esperó. Hubo un silencio tan grande en la mansión tenebrosa que solo se podían sentir los latidos del corazón del valiente joven pensando en los bonitos ojos del príncipe Pietro.

Se durmió tranquilamente con una leve sonrisa en sus labios.

De repente, unos fieros rugidos le hicieron despertar y vio a tres enormes gatos, tan grandes como elefantes, que amenazaban saltar sobre su cama enseñando sus amenazadoras garras. Clint Sin Miedo se levantó tranquilamente y con su zapatilla hizo huir a los gatos, después volvió a la cama y enseguida se quedó dormido.

Al día siguiente el rey se sorprendió de comprobar que el muchacho había pasado la noche tranquilo.

-¡Esto es sorprendente! Pero os aseguro que no aguantará la segunda prueba.

Llegó la noche y Clint Sin Miedo estaba sentado en un cómodo sillón cuando empezó a oir un pesado arrastrar de cadenas. Un horripilante fantasma capaz de asustar a cualquiera surgió de la pared. El joven le dijo de mala gana que no hiciera tanto ruido porque interrumpía su descanso.

El fantasma, al ver que no lograba aterrorizarlo, se fue por la ventana y Clint Sin Miedo durmió hasta avanzadas horas del día siguiente.

El rey se extrañó de que tampoco en la segunda noche pasara miedo.

-No importa-dijo cada vez más nervioso-. En esta tercera noche se morirá de espanto.

La noche vino nuevamente y Clint Sin Miedo oyó una rugido atronador que venía del extremo superior de la chimena.

Cayó por el hueco de la chimenea un hombre enorme y verde.

-¡HULK APLASTA!

-El sol ya está bajo- dijo Clint tranquilamente sobre su cama- acercate a la chimenea, seguro que tienes frío. Hoy hace una noche gélida.

El gigante se quedó dudoso al ver que no le había hecho ni temblar un poco. Pasó toda la noche gruñendole y rompiendo cosas ,pero al ver que no lograba aterrarlo, se fue por donde había venido.

El rey no tuvo más remedio que casar a su hijo con Clint Sin Miedo. Ambos estuvieron muy contentos durante la ceremonia.

Una noche, mientras dormía, el príncipe le hechó una jarra de agua en la cara mientras reía y Clint se despertó muy asustado, poniendose de pie de un salto. Por primera vez en su vida había sentido miedo. Pero lo olvidó pronto gracias al amor que sentía por su esposo.