Las aventuras de Tin y Min
- ¿Qué está pasando?
- ¡No sé! ¡Esto es muy raro!
- ¡Es como que nos estamos haciendo más y más grandes!
- ¡Sí! ¡Es eso!
- ¿Y hasta cuándo creceremos? ¡No entraremos en nuestra casa!
Tin y Min hablaban apresuradamente pero susurrando. Solo ellos se podían escuchar.
De a ratos se quedaban calladitos, tratando de descubrir qué era lo que pasaba.
Pero ese silencio se rompía cada vez que explosiones, casi inaudibles, hacían que su crecimiento continuara avanzando ininterrumpidamente.
- ¿Te das cuenta de que a medida que crecemos vamos como en un tobogán, Tin?
- ¡Sí, Min! No quería decírtelo para no preocuparte, pero es eso mismo lo que siento.
De pronto sintieron como que el tobogán se terminaba.
Escucharon atentos pero no sentían nada.
- Tin, ¿tenés miedo?
- Yo no, Min. ¿Y vos?
- ¡Yo tampoco! Es más, me siento muy cómodo.
- ¡Me siento igual!
Fue ahí que comenzaron a reír felices. No paraban de hablar, incluso a veces, hablaban los dos a la vez y decían las mismas cosas, algo que les resultaba muy gracioso.
Los días pasaban lentamente. Tin y Min se sentían flotar en un mar salado y cálido. Hacían piruetas y se divertían mucho.
Un día dijo Min:
- Tin, te noto raro. Un poco diferente.
- ¡Yo también te veo diferente, Min!
Habían pasado varias semanas desde que el tobogán se terminara y se habían divertido tanto que no se habían percatado de los cambios que sucedían en ellos.
- ¡Mirá Min! ¿Vos podés hacer esto?, preguntó Tin mientras se chupaba un dedo.
- ¡Claro que sí! ¡Mirá Tin!, y riendo Min comenzó a chupar su pulgar.
Y así, cada día descubrían cosas que podían hacer. Levantaban los brazos, estiraban sus piernitas, se doblaban por la cintura, y acompañaban cada descubrimiento con risas satisfechas.
- ¡Este es el mejor lugar para vivir!, exclamaron los dos al mismo tiempo.
De pronto sintieron algunos golpecitos en la pared de "su casa". Primero fueron suaves, luego se volvieron más fuertes y frecuentes. Y sin que ellos se lo propusieran, iban de un lado al otro de su casa. También se iluminó "su habitación", por lo que Tin se escondió rápidamente detrás de Min.
Escucharon voces.
Había dos voces muy conocidas, una femenina y otra masculina.
- ¡Son mamá y papá!, exclamaron emocionados.
Pero apareció una tercera voz, desconocida, que decía:
- Solo veo a uno. Se ve que alguien se escondió, agregó divertida.
Nuevamente sintieron empujones en la pared.
- ¡Salí de ahí, Tin! Te están buscando, dijo Min a su hermano.
Tin salió y se dejó ver.
- ¡Ahí está!, exclamaron con alegría del otro lado de la "casa".
Los hermanitos se dejaron ver con mucha alegría, se chupaban un dedo, se estiraban, incluso sonreían a "la cámara", y las exclamaciones que sentían los hacía sentir muy bien.
La luz se apagó y los niños se quedaron en la habitual penumbra, llenos de paz, escuchando la felicidad de papá y mamá. Esas voces siempre les daba mucha seguridad. Se sabían amados. Escuchaban música y muchas veces bailaban dejándose llevar por los pasos de mamá.
A veces, cuando ellos se estiraban mucho, sentían las caricias de mamá y entonces se aflojaban y se dormían profundamente. Cada mañana se despertaban con los besos de papá. Por todo eso no se aburrían de decir:
- ¡Pero qué bien estamos aquí! Estamos abrigados, no pasamos ni frío ni calor, estamos protegidos y somos amados.
Pero un día Tin sintió como que una puerta se abría y su cabecita se dirigió hacia ella. Cuando Min se dio cuenta de eso le gritó:
- ¡No te vayas, Tin! ¡Quiero ir con vos!
- ¡No te alejes de mí, Min! ¡Nos vamos juntos!
- ¿Pero a dónde nos vamos, Tin? ¡Aquí estamos de maravillas!
- No sé a dónde vamos, pero nos vamos juntos y seguramente mamá y papá nos están esperando.
En eso, la puerta se abrió del todo y Tin salió por ella. Se preocupó cuando no vio a Min, es más, lloró muy fuerte al sentirse solo. Pero un ratito después sintió la voz de Min, llamándolo.
Por un momento estuvieron separados, buscándose en medio de manos y voces extrañas, pero de pronto todo se acomodó. Fue cuando se encontraron los dos rodeados de los brazos de mamá y papá. Ellos, tan grandes, también lloraban y decían cosas muy lindas a sus bebés.
Al estar entre esos brazos tan queridos, se dieron cuenta de que también en ellos se estaba de maravillas.
Y si bien ellos se nombran Tin y Min, papá y mamá les llaman Valentín y Benjamín. Son nombres lindos pero largos, así que ellos decidieron que seguirán siendo Tin y Min.
ilargiluna
26/2/2022
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