En la playa... (Parte 1)

EN LA PLAYA
Había sido un día de calor agobiante, por lo que todos disfrutamos de la playa. Jugamos en la arena y bailamos con las olas. Las risas se sintieron desde muy lejos. La espuma blanca, al llegar a la orilla, nos ofrecía su mejor carcajada, y los niños estallaban en risas y saltos. Un día perfecto.
Al caer la nochecita, volvimos a la playa, munidos, simplemente, de una pelota.
Una luna inmensamente llena, le daba un toque plateado a la arena, a la vez que dibujaba sombras fantasmagóricas en ella. Parecían seres reales corriendo de un lado a otro...
Al principio, corríamos con ellas, las atrapábamos, nos dejábamos atrapar y nos reíamos mucho. Mas al tirar lejos la pelota, vimos que una sombra se elevó desde la arena y la atrapó...
Se apagaron las risas, nos miramos y nos tomamos de la mano... asustados, muy asustados...
De pronto, la sombra nos devolvió la pelota,  los niños olvidaron todo y siguieron jugando; pero la sombra seguía allí, expectante. Corría, se detenía y volvía a correr, dejando salir una carcajada, que a veces se confundía con el romper de las olas.
Y otra vez una fuerte patada elevó hasta el cielo a la pelota. Esta vez fueron dos las sombras que se despegaron del suelo para atraparla. Nuestro asombro no tenía límites!!!
La pelota iba de una cabeza a la otra, o de una enorme cola hasta unas fuertes patas. Qué cosa era éso???
En su inocencia, los niños quisieron jugar también,  pero a medida que nos acercábamos, las sombras se alejaban. Era como si fueran ellas las que ahora sentían miedo.
Esta situación continuó por algunos minutos.
De pronto, todo oscureció. La luna se ocultó detrás de unas nubes negras y la playa toda, quedó sumida en una oscuridad muy densa.
Fue entonces que a la orilla del mar comenzaron a aparecer extrañas construcciones iluminadas con una luz muy tenue. Y de esas constucciones salían extrañas voces, muy agudas y lastimeras.
Nuevamente sentimos que el aire se cargaba de misterio... misterio pero no miedo...
Nos sentíamos curiosos. Estábamos juntos y nada podría pasarnos. Nos tomamos de las manos y marchamos a las ruinas... sí... las construcciones eran ruinas, casuchas de piedra, derruídas.
Intentamos espiar hacia adentro, pero no vimos nada. Escuchamos un susurro justo a nuestras espaldas y al darnos vuelta, allí estaba aquello...
Era una criatura grande... muy grande... Su tamaño atemorizaba así como su forma. Una cabeza pequeña coronada por dos orejas también pequeñas, unida a un larguísimo cuello; un tronco muy grande del que salían cuatro patas enormes y una cola dentada tan larga como el cuello.
Si bien su tamaño atemorizaba, la mirada transmitía serenidad y dulzura. Arqueando su cuello, acercó su cabeza hasta nosotros y entonces comprendí... era muy parecido a Akito, pero no era él.
Nos invitaba a seguirlo y lo hicimos con pasos firmes, sin miedo, más bien con alegría.
Adentro había tres criaturas más, y una de ellas era Akito. Nos prendimos a su cuello, abrazándolo, y pronto estuvimos todos unidos en un mismo abrazo.
Los niños reconocieron al Akito, mascota de su iaia, y no daban crédito a sus ojos. Pensaron que todo era un sueño.
Sin embargo, cuando la más pequeña de las criaturas se acercó con nuestra pelota en sus manos, para devolvérnosla, entendieron que aquello era real y mágico a la vez. Tal como la iaia lo había contado... cientos de veces.
Los niños y los hijos de Akito se pusieron a jugar a la pelota, mientras la iaia y los dinosaurios adultos se enfrascaron en un diálogo de miradas y gestos, que sólo ellos entendían.
A la hora de partir, los niños dejaron la pelota de regalo.
Y salimos de regreso por la arena fresca, rumbo a nuestra casa.
Aún estaba muy oscuro...
En el momento en que la luna comenzó a salir muy lentamente de su escondite, nosotros nos giramos para echar un vistazo a las ruinas y a nuestros amigos. Lo que vimos nos dejó maravillados...
A medida que la luna enviaba su luz hacia la playa, las ruinas, así como Akito y su familia, iban desapareciendo. Lo último que vimos fueron dos grandes colas, jugueteando con la pelota.

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