Capítulo 7

Alice recuperó la conciencia poco a poco. Lo primero que percibió fue la suavidad de las sábanas que la cubrían. El único sonido que se escuchaba era el chisporroteo del fuego encendido en una chimenea. Percibió que estaba semidesnuda. La habitación en la que se encontraba era pequeña y cuadrada. Las paredes parecían hechas de madera y el suelo estaba cubierto por una alfombra similar al pelaje de un oso pardo. Estaba amueblada sólo por una cama individual, una chimenea y un pequeño armario de dos puertas tallado en caoba. En la habitación había únicamente una ventana redonda. Alice miró a través del cristal y se percató de que había anochecido. Se incorporó, sintiendo un fuerte mareo y cubrió su pecho con la sábana. Su cuerpo estaba lleno de pequeños rasguños, algunos cubiertos por pequeños trozos de tela que tenían una pequeña mancha circular de sangre. Se percató de que, en la orilla de la cama, había una muda de ropa con una pequeña nota.

Cuando despiertes, vístete con esto y baja a comer algo.

Espero que te sientas mejor.

Estaba escrita con lo que Alice reconoció como el alfabeto griego.

La puerta de la habitación estaba cerrada, así que se levantó. Le costó mucho trabajo apoyar su pierna derecha pues ahí había recibido la mordida de Jarko. La herida estaba vendada. Extendió la muda de ropa, era un vestido de tirantes, de color rosa pastel, liso y sin adornos.

Al ponérselo, el largo le cubrió un par de centímetros por debajo de las rodillas. El escote no era muy pronunciado, pero servía para lucir su busto. La tela también era similar a la seda, le provocaba que el picor en su espalda se sintiera aún más intenso e incómodo. Los zapatos eran un par de zapatillas del mismo color que el vestido. Se las calzó y se tambaleó un poco al intentar caminar, no estaba acostumbrada a usar tacones.

Salió de la habitación y un corto pasillo oscuro la condujo a una pequeña cocina. En la cocina había un horno de piedra, un par de mesas talladas en madera y un pequeño comedor circular para cuatro personas. Sobre la mesa había un cuenco de sopa caliente y una hogaza de pan recién horneado. Sentada a la mesa había una persona. Era el caballero que la había rescatado de Jarko, mantenía su rostro oculto con el ala de su sombrero. Alice se aclaró la garganta sin atreverse a acercarse a él. El caballero la miró y esbozó una sonrisa. Aquellas facciones tan finas que se alcanzaban a distinguir no podían pertenecer a un hombre.

—¿Te sientes mejor?

La voz tampoco le pertenecía a un hombre.

—¿Swan? ¿Eres tú?

Swan emitió una dulce risa y se sacó el sombrero, dejando al descubierto su cabellera castaña que iba peinada con una desaliñada coleta. Miró a Alice y dejó su sombrero sobre la mesa.

Estaba tan desaliñada, que no parecía una princesa.

—¿Cómo te sientes, Alice?

—Estoy bien... ¿Por qué estás vestida así?

—Es una larga historia —sonrió Swan y señaló el cuenco de sopa—. Eso es para ti. Debes estar hambrienta.

—¿Qué hora es? —preguntó Alice.

—Poco más tarde de la media noche.

—¿Dónde estoy?

—En la Ciudad Imperial. Esta casa le pertenece al general de la armada de Astaria y un muy querido amigo, Lord Century. Cuando hayas comido algo, te llevaré de vuelta al Campamento Orión y nos ocultaremos ahí.

—Swan, tengo tantas preguntas...

—Me lo imagino. Ahora tenemos un momento a solas, hasta que Lord Century vuelva para escoltarnos una parte del camino. Así que resolveré todas tus dudas en cuanto hayas terminado de comer.

La chica se empeñó en terminar su sopa, con tal de obtener respuestas.

~ ҉ ~ ~ ҉ ~ ~ ҉ ~

Los Rebeldes Orión tuvieron suerte de llegar a su refugio con vida. Cuando Sonya se hubo recuperado de su crisis nerviosa pudo hacer una serie de encantamientos para curar las heridas de sus amigos. Todos los demás miembros de la Rebelión se vieron afectados con la noticia de que sus líderes habían sido atacados. Los seis amigos se encontraban en la cabaña de las mujeres. Gracias a la magia de Sonya, todos se encontraban plenamente conscientes. Vendaron sus heridas e intentaban recuperarse.

Yaris les preparó un delicioso estofado de carne para devolverles el ánimo. Sonya y Blum estaban juntas, sentadas en el mismo sofá con cuencos de estofado de carne en las manos. Raziem estaba sentado en el mismo sofá. Dristan tenía un vendaje en el brazo que Jarko le había mordido. Henna estaba sentada en las piernas de Flint. Flint le rodeaba las caderas con un brazo y con el otro sostenía un cuenco de estofado. Dristan rompió el silencio.

—Jarko ha dicho sabe lo que ocurre, antes de atacarnos. No cabe duda de que Aythana lo ha enviado a buscar a Alice.

—Jarko no tendría forma de saberlo —intervino Sonya.

—¿Qué diablos vamos a hacer ahora? —Dijo Flint—. ¿A dónde se la habrá llevado Jarko?

—A la Ciudad Imperial, no hay otra opción —respondió Henna.

—No podemos ir —dijo Blum—. Si ponemos un solo pie dentro de la Ciudad Imperial, estaremos condenados.

—No podemos dejar a Alice ahí —dijo Sonya.

—¿Estás segura de que viste sus alas, Sonya? —inquirió Raziem.

—Estoy totalmente segura. Está convirtiéndose en una de nosotros.

—Debemos traerla aquí lo antes posible —insistió Henna.

—¿Y cómo piensas hacerlo? —Le espetó Blum—. ¿Irás a la Ciudad Imperial y tocarás las puertas, suplicando que te devuelvan a una prisionera humana?

—Alice no sabe lo que está ocurriendo —intervino Sonya—. Está indefensa y no podrá hacer nada para evitar que Aythana la asesine.

—Ella es parte crucial de nuestros planes —secundó Raziem.

—¡No podemos llevar a Alice a la guerra! —exclamó Sonya—. Utilizarla para conseguir la victoria sería algo demasiado cruel.

—¿Y qué piensas hacer entonces? —Inquirió Henna—. ¿Le pedirás a Aythana que te invite a tomar el té para pedirle que retire a sus tropas y libere nuestro reino?

—Este no es siquiera nuestro reino —comentó Blum—. Astaria le pertenece a la nobleza.

—Es por eso que Flint solía salir con Swan —dijo Dristan—. Necesitábamos que un miembro de la familia real...

—¡Hablas de Swan como si fuera parte de la Rebelión! —estalló Henna.

—Lo es, aunque te cueste aceptarlo —le espetó Dristan.

—Tenemos a Lord Century, aunque yo sea el único que confía en él —secundó Flint.

—Swan no es parte de la Rebelión —insistió Henna.

—¡Bien, basta de discusiones! —Exclamó Raziem—. Este asunto no trata de Swan.

—La defiendes sólo por ser tu amante —le espetó Henna con desdén.

—¡Basta! —Secundó Sonya—. Discutir entre nosotros no nos llevará a nada. Hoy leeré nuestro futuro en las estrellas y les diré qué día es propicio para ir a la Ciudad Imperial.

—Y mientras haces eso, Aythana torturará a Alice hasta matarla —dijo Henna—. Brillante plan, Sonya. Te has vuelto más inútil de lo que fuiste en la casa de Yma.

El tono hiriente de Henna logró provocar un nudo en la garganta de su amiga. Sonya agachó la mirada y sintió cómo sus ojos se cubrían con una capa de lágrimas. Se levantó de golpe y se marchó de, dando un portazo a la puerta principal de la cabaña.

Blum la siguió. El grupo se sumió en un sepulcral silencio. Henna también tenía la mirada agachada. Se había arrepentido de sus palabras en cuanto salieron de su boca, pero su enorme orgullo le impidió levantarse y seguir a Sonya para pedir una disculpa. Sintió la palmada de aliento que le dio Flint en la espalda para demostrarle su apoyo.

~ ҉ ~ ~ ҉ ~ ~ ҉ ~

Alice vació totalmente su cuenco. Swan sonrió de oreja a oreja cuando la chica le pidió una segunda hogaza de pan y un gran trozo de queso para acompañar su estofado. Alice se dio cuenta de que su compañera no paraba de lanzar inquietas miradas hacia la puerta de entrada de la pequeña vivienda donde se ocultaban. Cuando terminó sus alimentos, Alice esperó pacientemente a que Swan comenzara con las explicaciones. Lo primero que hizo fue pedirle a Alice que se levantara para inspeccionar cada centímetro de su cuerpo. Alice se sintió incomoda al percibir el dedo índice de Swan recorrer el borde de su oreja derecha. Parecía haber crecido un par de centímetros.

—Necesito que descubras tu espalda.

Se sacó el vestido, pues no vio otra opción. Con ambos brazos cubrió su busto mientras Swan la tomaba de los hombros para girarla. Sintió los dedos de Swan acariciando levemente su espalda. El picor desapareció y dio lugar a leves punzadas de dolor.

—Puedes vestirte de nuevo, Alice.

Obedeció y encaró a Swan. La chica castaña se mostró pensativa y un poco perturbada. Se sentó sobre el borde de la mesa en la que Alice había comido y sopesó en su mente las palabras que utilizaría para responder a las preguntas de Alice.

—¿Qué pasa, Swan? ¿Por qué mi espalda causa tanto revuelo? Una mujer, Yma, se aterró al verla. Y ha comenzado a doler cuando tú la tocaste.

Swan miró sus dedos como si no creyese que Alice dijera la verdad acerca de eso último. Esbozó una sonrisa y soltó un pesado suspiro antes de responder.

—Están creciendo alas en tu espalda, similares a las mías. Si un hechicero toca tu cuerpo, aunque sea mínimo el roce, acelera el proceso. Yo soy hechicera, y es por eso que has sentido dolor. Con mis dedos, he provocado que tus alas se dispongan a salir antes de lo previsto, así que te esperan días sumamente dolorosos.

Alice se sostuvo del borde de la mesa para no caer.

—Explícate. ¿Por qué mi cuerpo está cambiando?

—Las leyendas dicen que, si un humano pasa demasiado tiempo en nuestro mundo, comenzará a convertirse en uno de los nuestros. Después de todo, Astaria es una tierra donde la magia flota en el aire. Sin embargo, tus alas...

—¿Son una mala señal?

Aunque se creía víctima de una broma, muy dentro de su ser sabía que Swan decía la verdad. Había visto, hecho y escuchado tanto en los últimos días, que ya nada podía sorprenderle. Nada, excepto saber que estaba dejando de ser humana.

—¿Me has escuchado?

La impaciente voz de Swan sacó a Alice de sus pensamientos. Se maldijo a sí misma en su mente por tener ese mal hábito.

—Lo lamento. ¿Podrías repetirlo?

—He dicho que las alas son una marca exclusiva de la realeza. Es lo que nos distingue de los aldeanos y son hereditarias. Salen en nuestra espalda durante el décimo año de vida, son dos semanas terriblemente dolorosas... Recuerdo que cuando yo obtuve las mías, dormía en una tina llena con agua tibia pues sólo de esa forma lograba menguar el dolor...

Se interrumpió y Alice percibió un atisbo de lágrimas en los ojos verdes de la mujer. Supo entonces que algo terrible le había pasado a la mencionada madre de Swan. Recordó de nuevo a su padre, a menudo en el colegio se veía afectada ante la simple mención de su carencia de una figura paterna y su simple recuerdo le provocaba un nudo en la garganta.

—Como decía... Un humano que se convierta en uno de nosotros, jamás obtendría un par de alas. Pero la razón de que tú estés obteniéndolas es que no eres una humana común y corriente, Alice.

Aquello era algo que ya esperaba escuchar. Sabía que no cualquier persona podría llegar a semejante mundo de fantasía y volver a casa para la hora de la cena. Apremió a Swan con una mirada para que continuara con su relato.

—Alice, creo que los Rebeldes Orión te han hablado ya de sus propósitos.

—Algo me han dicho.

—Pues bien, ahora escucharás mi versión. Te pido que no hagas preguntas hasta que haya concluido con mi relato.

Alice sabía que aquella historia que estaba por escuchar contenía las respuestas a todas sus preguntas, así que permaneció en total silencio.

—Hace ya muchos años, Astaria fue gobernada por mi tía, la Gran Reina Alicia, y su esposo, el rey Flarium. La Gran Reina Alicia tenía dos hermanos: la princesa Dakota y mi padre, Lord Horus, quien abdicó al trono a muy temprana edad. Durante su reinado, la Gran Reina Alicia defendió con ahínco las tierras de Astaria de Aythana y sus hombres hasta que un día, sin previo aviso, Alicia y Dakota desaparecieron sin dejar rastro. Mucho se dice acerca de que la causa de la desaparición fue el uso desmedido de la Magia Negra. Creo que no hace falta decirte que Dakota estaba involucrada con Aythana. El rey Flarium fue asesinado, pero Astaria se mantuvo firme. Yo era tan sólo un bebé cuando esto ocurrió y no había descendientes de la Gran Reina Alicia para que subieran al trono. Yo era la única alternativa, pero ni siquiera ahora puedo ser reina pues debo casarme antes. Astaria se volvió presa fácil para Aythana y sus hombres, que invadieron nuestras tierras. Aythana se proclamó como la reina y todos en la Ciudad Imperial debíamos ser parte de su corte o morir. Yo, por supuesto, acepté quedarme junto con toda mi familia, pues se decía que tarde que temprano volvería la Gran Reina Alicia para liberarnos. Y es aquí donde entras tú. Las leyendas cuentan que la Gran Reina Alicia volvería en la forma de una chica humana que comenzaría a tener su Conversión desde el primer momento en que pisara nuestras tierras. Al estar entre nosotros, nos llevaría a la libertad y lucharía contra Aythana. Esa humana eres tú, Alice. Tú eres la Gran Reina Alicia.

Alice sintió que su cabeza comenzaba a doler. Repasó mentalmente la información recién obtenida, incrédula y completamente insegura acerca de su destino. Todo comenzaba a cobrar sentido. Era por eso que Jarko la perseguía y Flarium la protegía. Pero, si estaba convirtiéndose en una elfa, ¿qué sería de Alice Orchide? Se sintió como una lunática. Estaba aceptando que no era una humana común y corriente. ¿Acaso su padre y Leve eran una pantalla que Flarium o alguna fuerza superior habían utilizado para protegerla hasta que estuviera lista? ¿Orión, quizá? ¿Desde niña había sido marcada con esa maldición que la compelía a liderar la Rebelión? A eso se refería Swan, ¿cierto? Ella era la mujer que aparecía en ese hermoso retrato colgado de la pared en la casa de Henna, Sonya y Blum. Le causaba tanta intriga ver a esa mujer porque era como verse en un espejo. Ahora lo entendía.

—¿Estás bien, Alice? —preguntó Swan.

—Necesito tiempo para asimilarlo...

—Lamento haber tenido tan poco tacto. Te ruego, discúlpame.

—Alicia... Ese es mi nombre... ¿Cuánto tiempo me queda como humana?

—No estoy segura...

La puerta de la cabaña se abrió de golpe entonces y Swan se levantó de un salto. Se relajó al ver a Lord Century en el umbral de la puerta de entrada. El caballero saludó a Alice con una inclinación de la cabeza y miró a Swan.

—Es hora, princesa.

Swan asintió con la cabeza.

~ ҉ ~ ~ ҉ ~ ~ ҉ ~

—¡Inútil! ¡Sabandija estúpida! ¡Bestia despreciable!

Aythana no tuvo problemas para soltar todo su repertorio de insultos contra Jarko. El animal yacía a sus pies y soltaba agudos chillidos con cada azote del látigo. Ni siquiera se había dignado a trasladarlo a un calabozo. Jarko había sido azotado en la entrada del castillo, justo donde había recibido Aythana la noticia de que un caballero misterioso se había llevado a Alice.

—¿Has descubierto al menos en qué punto se ocultan esos malditos Rebeldes?

Volvió a azotarlo al no tener respuesta.

—¡Levántate, imbécil!

Aythana escupió sobre él y se retiró. Toda Astaria sabría pronto que la Gran Reina Alicia había vuelto y recuperarían la esperanza. Muchos tendrían el valor de levantarse en armas, no podía permitirlo. La única manera de asegurar que el miedo continuara propagándose entre los aldeanos era asesinando de una vez por todas a su único símbolo de esperanza.

Sabía que Swan debía contraer matrimonio con un caballero de la Corte Real para subir al trono como reina de Astaria. Era Lord Century el hombre con el que se casaría, según lo acordado por sus padres mucho antes de su nacimiento. Y cuando eso ocurriera, sabía que Swan lucharía contra ella.

Debía asesinarla.

De esa forma, no quedaría ninguna duda de que era Aythana la legítima dueña de esas tierras. No tenía miedo de Alicia, no sabiendo que no era más que una humana débil y patética que seguramente no creería a nadie que le explicara lo que significaba para la Rebelión. Pero Swan... Swan representaba un verdadero peligro. Sin embargo, al abrir la puerta de los aposentos de la princesa, Aythana se dio cuenta de que Swan ya no estaba.

~ ҉ ~ ~ ҉ ~ ~ ҉ ~

Alice tuvo que abrazarse a la cintura de Lord Century para no caer del corcel que montaban. Swan y el caballero parecían llevar mucha prisa, por un momento se preguntó si acaso alguien los estaba siguiendo. Lord Century no había explicado nada, era como si tuviera una forma de comunicarse con Swan que Alice no podía escuchar o comprender. Luego de la información recibida pocos minutos antes, a Alice no le habría sorprendido saber que ellos dos se comunicaban telepáticamente o algo similar. Alice no podía ver por dónde galopaban, tenía los párpados cerrados pues el frío viento nocturno le escocía los ojos.

La otra teoría que tenía era que Lord Century y Swan querían alejarse lo más posible de la Ciudad Imperial mientras los abrazara la oscuridad de la noche. Se moría de frío, hubiera querido que alguno de sus dos compañeros de viaje le cubriera la espalda y los brazos con un abrigo. El corcel sobre el que viajaban se detuvo de golpe y se irguió sobre sus patas traseras soltando un relinchido. Escuchó entonces los gruñidos de las bestias que provocaron que el caballo se detuviera. Sus recientes experiencias le dijeron que eran lobos. Abrió los ojos, una manada de esos cánidos les impedían el paso, Swan los miraba con auténtico odio.

Alice buscó entre la manada el pelaje pardo de Flarium, pero su atención se centró en un hermoso lobo blanco de ojos azules. Parecía ser el líder y era protegido por dos lobos grises a modo de guardaespaldas. El lobo blanco se mantenía en silencio e impasible, los gruñidos provenían de los dos lobos grises. Se encontraban en la linde de una zona parcialmente árida, la Ciudad Imperial estaba a poco más de cincuenta kilómetros desde ese punto. Había cantidad de pequeñas cuevas hasta donde alcanzaba la vista. Desde ese punto podían verse dos o tres pequeños oasis. No estaba segura de qué lugar era ese, pero sabía que los lobos lo protegían, a juzgar por su actitud territorial.

—Por milésima vez, princesa—dijo el lobo blanco—. El Paso de los Lobos es territorio restringido.

Swan bajó de su caballo y encaró al lobo blanco, los lobos grises gruñeron con más fiereza.

—Jaku, te ordeno que nos dejes llegar al Campamento Orión.

—Conoces la ley, princesa. ¿Qué hay en el Campamento Orión para ti?

—Yo soy parte de la Rebelión. ¿Cuántas veces he de decirlo para que lo creas?

—Sin la marca, no eres nada para nosotros.

—Llevo a la Gran Reina Alicia conmigo.

Por poco cae del corcel a causa de la impresión. No hacía más de media hora que había descubierto su verdadera identidad y ahí estaba Swan, diciendo a una manada de lobos salvajes quién era ella.

Alice sintió escalofríos cuando Jaku la escudriñó con la mirada. Deseó estar cerca de Flarium. Ahora sabía la razón, habían estado juntos en otra vida.

—¿Es ella?

—Sí. La llevo al Campamento Orión para que termine ahí su conversión.

—¿Es ella la Gran Reina Alicia?

—Sigue siendo una humana por ahora. Necesita un poco de tiempo para terminar de transformarse.

—¿Eso significa que por fin entraremos en acción? ¿Se levantará en armas la Rebelión, ahora que ella ha vuelto?

—Necesita entrenamiento —intervino Lord Century.

—Dos semanas faltan para la reunión de mi manada con la Rebelión —dijo Jaku.

—Dos semanas es más de lo que necesito—dijo Swan—. Yo me encargaré de eso, la volveré una guerrera.

Jaku la miró incrédulo por un segundo.

—¿Estás dispuesta a cumplir tu palabra?

—Yo quiero liberar a Astaria tanto como tu manada o la Rebelión. Dame dos semanas, estará lista para el día de la reunión.

Jaku asintió sin considerarlo.

—Sólo pasarás tú, princesa. Lord Century se queda aquí.

Alice se preguntó cómo era que Jaku conocía a ese hombre y si acaso el caballero pertenecía también al grupo de los Rebeldes.

—Y para cumplir mi palabra a Flarium, y asegurar tu seguridad y la de la Gran Reina, enviaré a dos de mis lobos contigo. ¡Gora! ¡Kruth!

Dos lobos de pelaje gris oscuro y brillantes ojos amarillos se separaron de la manada. Ambos ofrecieron una inclinación de la cabeza hacia Alice, la chica no supo cómo responder. Se mudó de corcel para viajar con Swan, mientras su compañera se despedía de Lord Century.

—Nos separamos aquí, mi Lord. Tenga cuidado en la Ciudad Imperial.

—Volveremos a vernos pronto, princesa. Que Orión bendiga su viaje.

—Y el suyo, mi querido y fiel amigo.

Alice se preguntó si entre ellos dos no habría algún tórrido romance. Swan montó en su corcel y con Alice a sus espaldas y los dos lobos, Gora y Kruth, continuaron su camino.

Jaku permaneció en silencio hasta que su manada se dispersó y Lord Century se retiró. No confiaba en Swan ni en Alice, esperaba impacientemente a que terminaran las dos semanas para saber si Flarium y la princesa decían la verdad acerca del regreso de la Gran Reina Alicia. Anhelaba la libertad tanto como Henna y sus compañeros, aquellos Rebeldes tenían el entero apoyo de la manada de cánidos que Jaku lideraba. Pero aquella chica humana... ¿Era ella la futura líder de la guerra que se avecinaba?

Dirigió una mirada al cielo. Orión tampoco brillaba esa noche. 

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