Capítulo 25
No tardó en correr la sangre. La manada de Jaku arremetió contra los soldados de Aythana soltando gruñidos y algunos chillidos por parte de los heridos. Los enemigos bloqueaban todas las entradas del castillo, excepto las puertas principales por las que habían entrado los lobos, intentaban canalizar la batalla en los jardines para que los Rebeldes no pudieran ocultarse dentro del castillo. Aythana se había unido también a la pelea. Lanzaba esferas de luz de colores oscuros desde sus manos con las que incineraba todo a su paso. El hermoso jardín no tardó en prenderse en llamas, el suelo se había cubierto de sangre.
Alice hacía todo lo posible para evitar toparse frente a frente con Aythana, había corrido a toda velocidad para alejarse de ella a pesar de que la voz interna le ordenaba que volviera sobre sus pasos para enfrentarse a aquella mujer. Hacía volar su daga por entre los soldados y observaba, satisfecha y un tanto preocupada, cómo salían volando las cabezas y los brazos de sus enemigos.
No le costó esquivar con agilidad los golpes mortales que ellos intentaban asestar en su contra, agradeció a Blum en sus pensamientos por sus tan efectivas lecciones. Acababa de derribar a cinco soldados con un sólo lanzamiento de su daga cuando una afilada hoja de metal pasó a un par de milímetros de su rostro.
Sintió que se formaba una delgada quemadura en su pómulo izquierdo y no tardó en encontrar a su nuevo adversario.
Era una de las Sombras de Aythana quien la encaraba con un par de espadas en sus huesudas manos de un color gris cadavérico. Era un sujeto encapuchado a quien era imposible verle el rostro. Alice tuvo que dar un salto hacia atrás para evitar ser atravesada por ambas espadas y ahí se inició su contienda. La Sombra atacaba con una fuerza excesiva y una velocidad imparable.
Aunque Alice era veloz y ágil a la hora de evitar los golpes, pronto comenzó a trastabillar y a errar sus movimientos. En un segundo tropezó y tuvo que rodar por el suelo para evitar que el filo de las espadas perforara sus ojos. Se levantó y lanzó su daga para intentar decapitar a la Sombra. Su arma no provocó ningún daño y volvió a su mano provocándole un pequeño corte en los nudillos.
—¡Atrapa esto, Alice!
Era Swan quien había gritado. Alice se giró para ver que la princesa le había lanzado un objeto dorado. Alice lo reconoció al instante, era una segunda daga. La atrapó y al tenerla en sus manos pudo sentir como si estuviera recibiendo el abrazo de una vieja amiga. Lo supo sin necesidad de recibir explicaciones: aquella daga le había pertenecido en su otra vida.
De nuevo perdió el control sobre su cuerpo y sus acciones. Tomó las dagas, una en cada mano, y las lanzó en contra de su enemigo. El filo de ambos objetos arremetió contra la Sombra cortando sus manos, aquella criatura soltó un grito gutural y la sangre salpicó por todos lados. Alice aprovechó para tomar una de las espadas de la Sombra y la utilizó para cortar la cabeza de su enemigo. Aquél segundo intento funcionó a la perfección, Alice esbozó una sonrisa tonta al darse cuenta de que había sobrevivido.
A pocos metros de ella, se encontraban Swan y Raziem. Luchaban espalda con espalda y se giraban cada tanto para enfrentar a los soldados. Sus movimientos estaban perfectamente sincronizados, casi parecía que llevaban ensayando aquello durante años. Estando en combate, Swan dejaba de parecer una princesa cada vez que lanzaba un mandoble y soltaba un grito de guerra. Su excesiva fuerza no parecía acorde a su esbelta figura, incluso Raziem parecía débil en comparación con ella. Sin embargo, los soldados los superaban en número y además de luchar para salvar sus cuellos tenían que protegerse mutuamente.
Se escuchó de repente un gruñido proveniente de uno de los pasillos que conducía al interior del castillo. Flarium, Flint, Lord Century y Dristan aparecieron para unirse a la contienda. Lord Century arremetió contra un soldado dejando caer el hacha sobre su cabeza.
Blum detuvo su encuentro con un par de Sombras para lanzarle una de sus espadas al caballero, Lord Century la atrapó con una mano para bloquear justo a tiempo el ataque de otro soldado. Las flechas de Dristan y Henna daban en el blanco sin errar un solo tiro. Una tras otra, los delgados y veloces proyectiles se impactaban en los cuellos, ojos, corazones o espaldas de los enemigos y los abatían en un santiamén.
Jaku y su manada no dejaban con vida a ninguno de los soldados, pronto lograron superar a los hombres de Aythana. Alice acababa de abatir a un par de Sombras cuando Jaku se acercó a ella corriendo a toda velocidad. La chica se horrorizó al ver el pelaje blanco del lobo cubierto de sangre, aunque no logró ver ninguna herida grave además de un par de rasguños.
—¡Majestad! ¡Tiene que irse, antes de que Aythana llame más hombres!
Alice lo entendió a la perfección. Ahora que la mayor parte de los soldados habían caído, existían más probabilidades de conseguir escapar del castillo. Casi de inmediato la asaltaron las dudas sobre el comportamiento de Jaku, se había vuelto dócil y sumiso de una forma tan abrupta que resultaba sospechoso. Acalló a esas voces internas para concentrarse en su escape.
—¡Retirada! —ordenó Alice.
Los Rebeldes, los lobos y Lord Century acataron a aquella orden sin mediar palabra alguna. Siguieron a la manada de Jaku que salió pitando por la entrada principal del castillo. Aythana llamó a sus arqueros para que los acribillaran con una lluvia de flechas, pero Sonya lanzaba hechizos de protección a diestra y siniestra para evitar que hirieran a quienes intentaban escapar.
Alice, Blum y Flarium fueron los últimos en salir. La chica pelirroja llevaba a empujones a Alice hasta la entrada principal, aunque ella quería seguir luchando. Sin embargo, Aythana no iba a permitir que escaparan tan fácilmente. Hizo aparecer con sus manos una densa bruma negra que se solidificó formando una gigantesca oz cuando Alice ya tenía un pie fuera del castillo. La oreja derecha de Blum dio una sacudida cuando escuchó el filo de la oz cortar el aire y se giró para enfrentarla.
Alice escuchó el grito que soltó Blum cuando el filo de su espada se impactó el filo de la oz de Aythana y extendió una mano para intentar evitar que Blum tomara aquél riesgo.
Ocurrió algo en ese momento.
De la mano de Alice salió un resplandor de luz blanca que cegó a Aythana y la hizo retroceder. La oz salió volando hacia donde se encontraba la chica y Blum dio un salto para tomarla por el mango antes de que cortara a Alice por la mitad.
El filo, sin embargo, logró cortar una buena parte de la oreja derecha de Flarium, que se había lanzado contra Alice para sacarla del camino de la oz.
La pelirroja lanzó lejos el arma de Aythana y echaron a correr para alejarse de aquél sitio. Aythana volvió a tomar la oz y los siguió transformando la mitad inferior de su cuerpo en una nube de humo negro. Estaba volando mientras lanzaba golpes con su oz a diestra y siniestra. Blum se detuvo para enfrentarla y lograr que Alice y Flarium ganaran tiempo. La pelea que se desencadenó entre ambas sólo podía asimilarse a la eterna disputa que llevarían dos enemigas que se habían detestado toda la vida. Alice no pudo evitar sentirse furiosa con Blum por haber enfrentado a su rival, aunque muy en el fondo le agradecía que fuera ella quien luchara contra Aythana.
Blum esquivaba la oz como si no hubiera un mañana. No importaba lo fuertes y veloces que fueran los golpes de Aythana, Blum siempre conseguía esquivarlos y no dejaba de reír a carcajadas como si aquella pelea fuera un juego divertido.
Sonya se percató del peligro que corría su amiga y corrió a toda velocidad para unirse a la contienda, mientras Flarium se encargaba de derribar a Alice para que la chica cayera sobre su lomo y pudieran escapar.
—¡Sonya! —Exclamaba Alice—. ¡Blum!
Flarium no se detuvo aún a pesar de los alaridos de Alice, la chica le ordenaba que volviera para enfrentar a Aythana y defender a sus amigas. Pronto las perdió de vista, se encontraba ya fuera de la Ciudad Imperial. Sonya lanzó un potente hechizo protector que encerró a las tres mujeres en un domo invisible para que ninguno de los hombres de Aythana se interpusiera.
Intercambió una mirada de complicidad con Blum y ambas lanzaron sus ataques contra la mujer de negro que también atacó a su vez. Aythana dejó caer la oz entre ambas y las chicas se separaron para evitar el golpe.
Blum sacó cinco cuchillos de debajo de sus ropas y los lanzó contra su enemiga como si cada una fuera un shuriken. Aythana logró esquivar todos y cada uno de los cuchillos y Blum bufó antes de saltar para evitar que sus pies fueran cortados con la oz.
Sonya no paraba de lanzar esferas de luz de color celeste en contra de Aythana. Cuando la luz hacía contacto con la piel de aquella mujer, provocaba severas quemaduras que no le afectaban en lo más mínimo pues todas sus heridas sanaban en cuanto se abrían. No podía decirse lo mismo de Blum, quien cayó al suelo luego de que la oz alcanzara a hacerle un corte en la mejilla izquierda.
Estando en el suelo dio un salto y tomó su espada con ambas manos para asestar un golpe contra el mango de la oz de Aythana. Hubo una explosión y la oz se partió por la mitad, para la sorpresa y el enojo de la mujer de negro. Blum sonrió con suficiencia cuando Aythana quedó desarmada. Ella, por otro lado, no estaba indefensa. En sus dos manos aparecieron esferas de luz púrpura que lanzó contra Blum con la intención de quemarla viva.
Sonya contraatacó haciendo aparecer una estela de luz blanca que hizo rebotar los hechizos de Aythana, prendiendo fuego a una de las casas pertenecientes a la Ciudad Imperial.
—¡Congélala y vámonos de aquí! —ordenó Blum preparándose para correr.
Sonya asintió con la cabeza y lanzó un último resplandor de luz para congelar a Aythana. La mujer se quedó quieta, rígida, mientras Sonya tomaba a Blum de la mano y echaban a correr. La chica pelirroja alcanzó a distinguir a Lord Horus, quien asomaba su cabeza desde un escondite en la entrada principal del castillo. Se indignó ante la cobardía de aquél hombre. ¿Dónde se había metido mientras los soldados y Aythana arriesgaban sus pellejos durante la pelea?
—¡Esto aún no acaba, maldito cobarde! —exclamó la chica.
Sonya tuvo que correr más velozmente para que Blum apretara el paso. Durante su huida, se toparon con Jarko. El lobo negro se abalanzó sobre ellas para intentar clavar sus fauces en la tierna piel de las chicas. Sonya no tuvo ningún problema en lanzarle el mismo hechizo que había utilizado para congelar a Aythana y siguieron su camino hasta adentrarse en el bosque que rodeaba aquél pueblo de nobles.
Los jardines del castillo ardían, la Ciudad Imperial estaba hecha un desastre. Y los intrusos, los Rebeldes Orión y la manada de Jaku, habían logrado escapar.
Su misión se había cumplido casi satisfactoriamente.
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