Capítulo 18

Comenzaba a amanecer cuando divisaron los inicios de vegetación en la linde del desierto. La predicción de Sonya se había cumplido, llegaron sanos y salvos a su destino. Viajar durante la noche había sido una gran idea, el calor había desaparecido y corría un frío viento agradable en comparación al sofocante calor de esa mañana. El grupo se aseguró de beber una buena cantidad de agua antes de partir para así no volver a sufrir por la falta de líquidos. Cuando comenzaron a adentrarse en la poca vegetación que señalaba el inicio de otro bosque, fue como si hubieran salido de una burbuja. Era como salir a tomar una gran bocanada de aire luego de estar sumergidos en el agua por mucho tiempo. Los árboles crecían muy separados y había cantidad de plantas solitarias que sobresalían del suelo árido. Flarium se detuvo para olisquear un montículo de hierba antes de arrancarla de un mordisco. Alice sonrió.

—¿Tan bajo ha caído el rey, que se alimenta con hierbas? —se burló Blum.

—Aceptaría un buen corte de filete de parte tuya, Blum —respondió Flarium soltando también una risa.

Swan le había explicado que cuando un elfo moría, y se le daban los funerales adecuados, podía renacer en el cuerpo de un lobo. Aquellos animales eran casi tan sagrados como Orión para todos los habitantes de Astaria. Eso implicaba que también Jarko había sido un elfo alguna vez, razonó Alice. ¿Cuál era la historia de ambos? La chica se lamentó por no haber intentado tener un momento a solas con Flarium para aclarar todas esas dudas.

Se detuvieron de repente y Alice salió de su ensimismamiento con un sobresalto. Frente al grupo se encontraban Jaku y dos lobos grises más.

Los Rebeldes no eran bien recibidos, a juzgar por las miradas de auténtico odio que los lobos lanzaban hacia el grupo.

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El hedor que se respiraba en los calabozos impregnó de golpe su olfato. Despertó con un sobresalto y lo primero que notó fue el intenso dolor en su cabeza. La sangre que escurría por su cuello ya se había secado y le provocaba un intenso picor. Se levantó tambaleándose y no hizo el esfuerzo para gritar enfurecido que alguien lo sacara del calabozo.

Una Sombra, uno de los hombres de Aythana, repartía el rancio desayuno en esos momentos. Pasó frente a la celda que Lord Century compartía con una figura agazapada en las sombras y pasó por entre los barrotes de la celda los cuencos de agua y una hogaza de pan rancio para cada uno. La Sombra se alejó y continuó con su trabajo mientras Lord Century rasgaba las mangas de su traje de caballero para conseguir un trozo de tela. Dejó al descubierto la Marca de Orión tatuada en su brazo izquierdo, pero poco le importó que alguien descubriera que formaba parte de la Rebelión.

Nadie sabía que lo habían marcado, ni siquiera su adorada princesa Swan, pero no importaba mucho ahora que era prisionero. Sus días estaban contados, ¿qué más daba mostrar que formaba parte de la resistencia contra el régimen de Aythana?

Mojó el trozo de tela con el agua de uno de los cuencos y lo utilizó para limpiar la sangre seca de su cuello. El agua estaba tibia así que intentó imaginar que estaba tomando una agradable ducha en casa. Se preguntó si acaso la princesa Swan y Alice eran prisioneras también.

Miró hacia el resto de las celdas, pero no vio ningún rastro de la cabellera castaña de Swan ni de la piel tan blanca como la nieve de Alice. Aquello le dio una agradable sensación de alivio. Se dejó caer en el suelo de su celda y recargó la cabeza en la pared que tenía detrás. Intentó reconstruir en su mente los últimos momentos que recordaba antes de desmayarse. Recordó a la princesa Swan llegando a su casa con una humana inconsciente en brazos.

Swan le suplicó que cubriera su ausencia en el castillo pues pensaba ocultarse en el Campamento Orión para cuidar a la chiquilla. Recordó haberlas acompañado al Paso de los Lobos y que Jaku, el líder de la manada, le impidió pasar para acompañar a la princesa. Volvió a casa y Lord Horus, el padre de Swan, lo estaba esperando. Discutieron y entonces...

—Ojalá te hubiera matado cuando tuve la oportunidad...

Aquella voz le dio todas las respuestas. Lord Horus era quien lo acompañaba en la celda. No le sorprendió verlo ahí dentro. Sabía que Aythana no pretendía compartir el reino con nadie, mucho menos con ese sujeto. Lo fulminó con la mirada y se levantó cautelosamente mientras pronunciaba su respuesta.

—No me sorprendería que lo hubieras hecho, maldito asesino.

Jamás en su vida pronunció palabras tan rebosantes de odio como en ese momento. Lord Horus salió de la oscuridad para mostrarse ante él, las heridas que Aythana le provocó con su bofetada ya estaban cicatrizando. Lord Century supo sin lugar a dudas que había tratado sus heridas con magia. Lord Horus soltó una carcajada, parecía enloquecido.

—¿Asesino? ¿Puedo saber qué es lo que te hace pensar que yo he matado a alguien?

—¿Crees que no lo sé? Conozco a la perfección todos tus crímenes, Horus. Sé que traicionaste a tu hermana mayor por celos de que ella heredara la corona. ¡Sé que tú ayudaste a Aythana para que tomara el control de Astaria! ¡Sé que tú ayudaste a Jarko a darles muerte a tu hijo y a tu propia esposa!

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Swan bajó de su corcel y tuvo que tirar del brazo de Alice para que la chica la acompañara. Avanzaron hasta colocarse frente a Jaku y sus dos guardaespaldas. Swan sujetó a Alice por los hombros para que no escapara, la chica deseó poder ocultarse detrás de la elfa. Jaku tardó unos segundos en quitar su mirada de odio, sus secuaces se mantuvieron firmes en su actitud.

—Escuchamos el cabalgar de los caballos, teníamos que estar alerta —se excusó Jaku.

—He cumplido mi palabra, Jaku —dijo la princesa—. La Gran Reina Alicia ha vuelto, Orión ha brillado una vez más. Exijo ahora que cumplas con tu parte del trato.

Los Rebeldes permanecieron en silencio mientras esperaban su respuesta. Flarium, con la Nympha sentada en su cabeza, se acercó a Swan y Alice y miró a los tres lobos con frialdad. Una voz interior le decía que debían ser más cautelosos a partir de ese momento.

—Te recordaba más alta, niña. ¿Te has encogido en ese inmundo lugar del que has venido?

Alice no pudo evitar sentirse mortalmente ofendida. Apretó los puños con fuerza hasta que sus nudillos se pusieron blancos para evitar responder a los insultos del lobo blanco. Recordó sus lecciones de modales con Swan, la primera regla era que una reina no debía responder con osadía a las agresiones de otros. Levantó el rostro y trató de mostrar su actitud altiva.

—Inmundo es el que degrada e insulta a otras especies por el simple hecho de ser diferentes —respondió la chica con severidad, vio por el rabillo del ojo que Swan intentaba reprimir una sonrisa.

Los Rebeldes intercambiaron miradas intentando preguntarse los unos a los otros si aquellas palabras habían salido de los labios de la insolente chica que horas antes casi moría en el incendio. La Nympha no dejaba de mirar a Alice y Jaku alternativamente intentando adivinar cuál de los dos iniciaría la pelea con fuerza bruta que la tensión entre ambos anunciaba. Jaku se mostró ofendido y contraatacó.

—Eres una mocosa insolente, Alice Orchide.

La chica se enfureció al escuchar a Jaku pronunciar su nombre como si le provocara infinita repugnancia.

—Alicia. Soy la Gran Reina Alicia, y exijo que se lleve a cabo la reunión que estaba prevista entre los Rebeldes y tus lobos.

Jamás, desde que había descubierto su verdadera identidad, se habría imaginado que se llamaría a sí misma de esa manera. El título le resultó extraño, era como si Alice Orchide y la Gran Reina Alicia fueran personas distintas.

Jaku la fulminó con la mirada y la chica adivinó que no estaba acostumbrado a recibir órdenes por parte de un ser bípedo y con pulgares oponibles. Sus dos guardaespaldas soltaron gruñidos y los Rebeldes se prepararon para atacar en caso de que ese par de lobos se lanzara sobre Alice.

—Bien... Pueden venir con nosotros, pero esas bestias de carga no entrarán con ustedes.

Los Rebeldes hacían un gran esfuerzo para no asesinar ahí mismo al lobo blanco. Jaku y sus secuaces echaron a caminar para mostrar el camino al grupo de viajeros. Alice se quedó quieta y miraba a Jaku con el mismo odio que solía demostrarle a Leve. Sin duda se sentía superior a ella y eso era algo que no podía permitir. Pensó entonces en la única forma de remediarlo.

—Reverénciame —ordenó la chica.

Era la primera vez que la chica exigía un trato digno de la realeza. Alice se sintió apenada y deseó poder retractarse, pero se mantuvo firme en sus palabras y su actitud. Jaku respondió con desdén:

—Jamás me inclinaré ante ningún elfo.

Continuó avanzando mientras los Rebeldes bajaban de sus caballos. El bufido que soltó Blum sacó a Alice de su ensimismamiento. Se dio cuenta de que los elfos habían atado las riendas de los caballos al tronco de un árbol. Sonya estaba colocando un hechizo protector sobre ellos, mientras Flint y Dristan cortaban manzanas de la copa de otro árbol y las dejaban cerca de los corceles.

Al terminar su tarea repartieron una manzana por cada miembro de la comitiva, excepto para la Nympha. La pequeña criatura había encontrado sus semillas especiales ocultas en un hueco del tronco del manzano. Alice se preguntó cómo era posible que no se hubieran perdido la mitad de esas flechas, como mínimo, durante la batalla en el Campamento. Le dio un mordisco a su manzana y sintió que era el primer alimento que probaba en años.

No tardó en devorar el bocadillo y se preguntó si podría tomar uno más antes de continuar. No creía que los lobos fueran a recibirlos con un banquete de bienvenida y no sabía cuándo volvería a comer.

—Será mejor que vayamos ya, antes de que Jaku y sus secuaces vengan para ponernos un grillete al cuello y obligarnos a ir de rodillas —bromeó Blum arrancando una carcajada al grupo.

Echaron a andar siguiendo a Flarium, que era el que mejor conocía el camino. Alice tomó un profundo respiro y se preparó mentalmente para su siguiente encuentro con el lobo blanco. Sintió las palmadas en la espalda de todos sus amigos y supo que había hecho bien su trabajo. La Nympha se posó sobre su hombro mientras exclamaba con voz triunfal:

—¡Le ha dado una lección a Jaku, alteza!

—Aún no ha terminado —intervino Swan—. Cuando se lleve a cabo la reunión, Jaku y los demás lobos harán todo lo posible para dejar a Alice en ridículo.

—Quisiera ver que lo intentaran —dijo Alice—. No he llegado hasta aquí para ser insultada y degradada por ese sujeto.

—¡Propongo quemar el Paso de los Lobos! —Bromeó Blum—. ¡Y cocinar a Jaku a fuego lento!

El grupo volvió a reír, Alice incluida. Motivada con la alegría de Blum, Alice intentó formular en su cabeza la mayor cantidad de frases, argumentos, preguntas e incluso algunos insultos que podrían serle de utilidad durante la reunión. Si de algo estaba convencida era de que no tomaría la Ciudad Imperial. Al menos no todavía. Necesitaban recuperar el fragmento perdido que Henna llevaba oculto bajo sus ropas.

Viajar a aquél sitio desconocido era la única forma de llenar los espacios en blanco sobre su vida pasada. Una voz interior decía casi a gritos que no debía revelar ninguna información sobre el mapa. ¿Era un secreto o algo así? ¿Aythana lo sabía? ¿Resguardaría acaso el otro retrato bajo mucha vigilancia? Dejó de lado todas sus preguntas cuando vio a sus amigos internarse en una pequeña cueva que daba paso a un túnel iluminado por antorchas.

Alice lo adivinó mientras se internaban en ese camino.

El Paso de los Lobos era una ciudad subterránea. 

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