Capítulo 17

En silencio cabalgaron hasta que el sol se detuvo en su punto exacto del medio día. Alice no se atrevía a hacer ningún tipo de comentario acerca del calor que hacía ese día, de cómo comenzaba a incomodarle ir sentada sobre el caballo, o de lo hambrienta y sedienta que estaba. Estaba consciente de que suficientes problemas había causado al intentar salvar a Henna como para además comenzar a soltar su larga lista de quejas. Los elfos también parecían exhaustos y ni qué decir de los corceles.

Se detuvieron luego de unos minutos y Alice sonrió ante la idea de tomar un descanso. Bajó del corcel de un salto y se tomó un par de segundos para admirar el sitio donde se encontraban. Hacía horas que el bosque se había quedado, ahora estaban en una zona árida y los rodeaban centenares de rocas gigantescas. La Ciudad Imperial ya podía verse a lo lejos, no estaba a más de un día de camino. Los esqueletos de algunos animales adornaban el suelo rocoso y no había ni rastro de vegetación. El grupo se resguardó del inclemente sol en la sombra que proyectaba una de las gigantescas rocas. Los corceles también se echaron al suelo para descansar.

Alice deseó haber avanzado más para encontrar un lago o algo semejante, pero tuvo que mostrarse conformista para evitar crear conflictos. Se sentó con las piernas extendidas frente a ella y recargó la espalda contra la gran roca, le angustiaba que sería víctima de un ataque de insolación si no bebía algo antes de continuar con la travesía.

—Este sitio solía ser un bosque —comentó Swan mientras se dejaba caer junto a la chica—. Aythana sabía que la Rebelión iría a buscarla tarde o temprano y transformó el bosque en un desierto para asegurarse de que nadie llegara a la Ciudad Imperial con vida... Aquí murieron de sed algunos de los primeros rebeldes.

Lo más angustiante de aquella explicación no era la clara sentencia de muerte, fue el hecho de que Swan hablara con la respiración entrecortada como si hubiese corrido un maratón. Alice vio entonces a Sonya tanteando con sus manos el suelo rocoso y deseó que la joven hechicera estuviera buscando agua.

—Si es tan peligroso viajar en este desierto, ¿qué hacemos aquí?

—Para este momento, Aythana ya debe haber colocado compañías de soldados en los bosques cercanos a la Ciudad Imperial —comentó Flint—. Si vamos por el desierto, entonces no nos verán llegar.

—Pero, los caballos... —exclamó Alice angustiada.

—Morirán si Sonya no nos da agua pronto —dijo Henna.

Alice volvió a fijarse en la hechicera. Sonya había excavado un pequeño y profundo agujero en una pequeña zona terrosa. Se levantó y enjugó el sudor de su frente con el dorso de su mano derecha, ensuciándose con un poco de tierra.

—¡Flint! ¡Raziem! ¡Ayúdenme a cavar un agujero más grande!

Los dos muchachos acudieron con ella para realizar esa tarea y tras veinte minutos de arduo trabajo lograron cavar un profundo agujero. Alice miró esperanzada cuando Sonya extendió ambas palmas de sus manos y comenzó a recitar una letanía de palabras en una lengua desconocida. Sus manos se iluminaron con un resplandor de color azul y el grupo no tardó en escuchar el sonido del agua que iba ascendiendo desde el fondo del agujero.

Al terminar su trabajo, Sonya se tambaleó y Dristan tuvo que sostenerla para que no cayera. Alice supuso que hacer magia era de por sí extenuante como para además tener la osadía de realizar encantamientos en el estado en el que se encontraba Sonya. El grupo esperó a que ella se recuperara lo suficiente para tomar el primer trago.

—En otras circunstancias, tú deberías beber primero —explicó Blum—. Pero Sonya lo necesita más y...

—Puedo esperar —respondió Alice.

Blum la fulminó con la mirada tras esa interrupción, pero Alice ignoró aquél gesto. Había sido totalmente sincera en cuanto a sus palabras.

Swan ya le había explicado que los reyes y reinas son siempre los primeros en comer, beber o recibir atenciones de cualquier tipo. Luego siguen los príncipes y princesas. El resto de la nobleza son los terceros y el pópulo va al final. Sin embargo, decidió quedarse en silencio mientras Sonya se recuperaba.

Diez minutos después ya se habían congregado los viajeros y los corceles en el oasis fabricado por Sonya. Los muchachos y Blum sumergían sus rostros en el agua cual animales, el resto la recogía con sus manos para beberla o lavarse el rostro. Flint incluso se talló el cuello y parte de la espalda. La Nympha chapoteaba alegremente cerca de la orilla y Alice se preguntó si la diminuta criatura podría seguir revoloteando luego de mojar sus alas.

Para evitar que el intenso calor evaporara el agua, Sonya hizo un encantamiento protector alrededor del grupo. Su hechizo cubrió dos kilómetros a la redonda con un domo invisible similar al que protegía al Campamento Orión. Alice logró ver un intenso destello de color blanco que se extendía sobre ellos antes de volverse invisible. Ahora el sitio donde se encontraban estaba fresco y habitable. Alice se sintió decepcionada cuando Sonya le explicó que no podía aparecer comida mediante magia.

—El agua no es problema, pues es uno de los cuatro elementos —había dicho—. Puedo crear ventiscas, hacer agua, crear rocas gigantescas y encender fuego. Pero no puedo hacer un banquete para cenar juntos esta noche.

Al escuchar aquello Alice se preguntó si Sonya habría podido detener el incendio del Campamento. Decidió no preguntar pues sería como culpar a Sonya de lo ocurrido. Al parecer ninguno de los elfos se había detenido a pensar en ese pequeño detalle así que era mejor guardar silencio y olvidarlo.

Su estómago rugía y tuvo que seguir bebiendo agua para evitar rendirse ante el hambre y terminar por devorar a la Nympha. Sonrió al imaginarse a su amiga siendo rostizada y al punto se preguntó si esos pensamientos eran culpa del hambre o si comenzaba a enloquecer. Deseaba que fuera lo primero, así como anhelaba salir de ese desierto para conseguir algo de comida.

El grupo decidió descansar hasta que anocheciera.

Seguir andando con el abrazador calor del desierto era una misión suicida, por la noche no haría tanto calor y podrían incluso ir al trote. Flint aseguró que si se daban prisa llegarían al Paso de los Lobos al amanecer. Alice se preguntaba qué tan extensas eran las tierras de Astaria como para acercarse a la Ciudad Imperial tan rápidamente. Sus amigos pronto se quedaron dormidos luego de acordar que harían turnos para montar guardia. Alice y Swan no formaban parte de ese plan, aunque ambas reclamaron con inconformidad que eran también parte de la Rebelión. Aquello inició una acalorada discusión entre Henna y ambas chicas.

—¡Nosotras también somos Rebeldes! —decía Swan.

—¡Es nuestro deber protegerlas! —Respondió Henna—. ¡Orchide y tú no van a arriesgarse igual que nosotros!

—¡A callar, ambas! —Intervino Flarium—. ¡Alicia y Swan descansarán, el resto montará guardia! ¡Está decidido!

Nadie se quejó. Aunque Alice intentó conciliar el sueño, le resultaba imposible dejar de pensar. En las últimas horas habían ocurrido tantas cosas que le sorprendía el hecho de seguir con vida. Su última lección con Swan se le antojaba tan distante como si hubiese ocurrido mil años atrás. Se incorporó intentando no despertar al resto de sus amigos y permaneció sentada con la espalda recargada en una enorme roca. Los elfos, Flarium y la Nympha dormían plácidamente, la chica se preguntó si a ninguno de ellos le afectaba haber perdido su refugio.

Pues claro que les importaba, pensó. Todos estaban enfurecidos. Deseaban saber que los sobrevivientes habían conseguido escapar y ahora estaban a salvo en su nuevo refugio. ¿Cuántos muertos habían sido en total? Alice no recordaba haber visto cuerpos cuando visitaron por última vez el campamento, aunque suponía que todos los cadáveres habían sido incinerados con el incendio.

O tal vez Aythana se los había llevado en su retirada. El rostro pálido, los ojos rojos y la boca cocida de Aythana volvieron a la mente de Alice. ¿Qué era ella? Tenía el físico de una elfa, pero su piel cadavérica y el resto de sus facciones eran tan distintas al resto que no podía hacerla formar parte de alguna familia de criaturas que Swan le hubiera enseñado durante sus clases.

Quizá tanta magia negra y oscuridad la habían convertido en semejante monstruo. ¿Habría sido hermosa alguna vez?

Alice miró sus manos en ese momento y se imaginó a sí misma con la piel de Aythana, su vestido negro y el aura oscura que la rodeaba. ¿Se transformaría en un ser tan aterrador algún día? Intentó pensar en algo distinto para evitar angustiarse con esas ideas, pero Aythana había ocupado un lugar en todos sus pensamientos.

Agachó la mirada cuando se hizo a la idea de que no estaba lista para vencerla y de que quizá nunca lo estaría. Necesitaba más tiempo para entrenarse, debía conocer todos los movimientos que esa mujer pudiera realizar durante una batalla de cuerpo a cuerpo para idear una estrategia y derrotarla. Sintió un dolor punzante en su cabeza, el estrés comenzaba a causarle un ataque de migraña. Justo lo que le faltaba, pensó.

Vio a Sonya haciendo la guardia, el cielo comenzaba a oscurecerse y pronto tendrían que continuar con su viaje. Se levantó y caminó lentamente para acercarse a Sonya. La hechicera había dispuesto un grupo de pequeñas rocas sobre el suelo árido y los miraba fijamente mientras susurraba palabras en la misma lengua desconocida que usaba para pronunciar sus encantamientos. Alice se sentó junto a ella con las piernas cruzadas mientras Sonya tomaba un puñado de rocas y volvía a lanzarlo al suelo para esparcirlas de forma distinta.

—¿Qué haces? —Preguntó Alice y Sonya se sobresaltó ante la interrupción—. Lo lamento —se excusó, mientras Sonya volvía a recoger las rocas.

—Leo nuestro futuro —respondió Sonya y abandonó su tarea para mirar a Alice—. Si te sirve de consuelo, llegaremos al Paso de los Lobos sin contratiempos.

—¿Si me sirve de consuelo?

—Sé que te angustia demasiado lo que pasó con el Campamento. No debes preocuparte, todos estamos pasando por lo mismo. No es fácil para ninguno de nosotros ir al Paso de los Lobos sabiendo que dejamos atrás a nuestro ejército.

—Eso no responde mi pregunta.

—Ninguno de nosotros morirá durante el resto del trayecto. He leído nuestra fortuna y todos viviremos un día más.

—¿Eres una especie de gitana o algo parecido?

—Bueno, es algo largo de contar —sonrió Sonya—. Pero no soy una gitana, Alice. Soy una hechicera.

El resto del grupo comenzaba a despertar ya. Arrastraron los pies mientras se desperezaban para reunirse con Alice y Sonya. Se sentaron en círculo junto a las dos chicas y miraron fascinados el cielo. Orión, la estrella más brillante, lucía todo su esplendor aquella noche. Henna sonrió y suspiró aliviada.

—Creí que jamás volvería a brillar —comentó y le dio una palmada en la espalda a Alice—. Lo lograste, Alice Orchide.

Alice sonrió y un sonrojo apareció en sus mejillas. Hubiera deseado que Orión brillara por primera vez durante la cena en el Campamento para que todos los Rebeldes pudieran verlo. Se preguntó si todos los sobrevivientes estarían ya en el refugio, cenando y riendo de cómo habían burlado a los soldados de Aythana. ¿Habrían ofrecido ya sus respetos a los muertos? Esperaba que sí. Intentó convencerse a sí misma de que habían fabricado pequeños altares para todos y cada uno de ellos.

—Yo nací en un sitio llamado Velhotur —dijo Sonya sacando a Alice de su ensimismamiento—. Es ahí donde nacen los hechiceros.

—¿Es decir que tú no naciste en Astaria?

—Mis padres eran originarios de la Región de las Catacumbas. Es tradición que las mujeres embarazadas visiten a un hechicero para que lea la fortuna del bebé. Si se predice que será un hechicero, la mujer debe viajar hasta Velhotur para recibir todas las atenciones necesarias hasta que su hijo nazca. Mi madre murió durante el parto y mi padre, un líder de la Rebelión, tuvo que quedarse en Astaria para continuar con su lucha. Así que yo crecí con una nodriza. Fue entonces cuando aprendí a leer el futuro en las estrellas, en las ondas que se producen en el agua y de una infinidad de maneras más... Tenía nueve años cuando mi padre fue asesinado. Mi nodriza tuvo que trasladarme a Astaria para tomar el liderazgo de la Rebelión. No tengo recuerdos de él ni de mi madre... Pero son ellos mi razón para ser parte de la Rebelión.

Era la primera vez que alguno de ellos explicaba su pasado y lo que su vida había sido antes de ser líderes de la resistencia contra Aythana. Alice conocía parte de la historia de Swan, necesitaba conocer también la de los seis líderes, la de Flarium e incluso la de la Nympha. Quizá todas sus historias juntas podrían seguir llenando espacios acerca de su vida pasada. Separó los labios para preguntarle a alguno de sus amigos su historia, pero no fue necesario ya que Flint fue el siguiente en hablar.

—Henna, Dristan y yo crecimos juntos en la Aldea Lunar —dijo el muchacho—. Mi padre también era un líder de la Rebelión y nos abandonó a mí, a mi madre y a mis hermanas menores para cumplir con su deber. Yo tenía ocho años cuando mi padre murió y tuve que ir a tomar su lugar. Desde entonces, jamás volví a ver a mi familia. La única forma de proteger a los míos era alejándome lo más posible de ellos.

—Yo llegué a la Rebelión cuando tenía diez años —dijo Henna—. Mi madre era una de las líderes de los Rebeldes. Mi padre estaba muy enfermo y yo tenía que cuidarlo, pero cuando mi madre fue asesinada tuve que dejarlo bajo los cuidados de una de las vecinas de la Aldea Lunar. Cuando llegué al Campamento Orión sólo quedaban tres de los seis líderes. Flint y Sonya ya estaban ahí. Jamás volví a la Aldea Lunar hasta que pasaron uno o dos años luego de que mi padre falleciera... Él no soportó mi partida.

Alice no pudo evitar sentirse mal por aquella anécdota. Todos los Rebeldes habían sacrificado mucho por Astaria, el peso que caía sobre sus hombros se acrecentaba con cada una de esas experiencias. ¿Cómo podría defraudar a aquellos valientes guerreros que habían dejado sus vidas atrás con tal de ver vencida a Aythana?

—Me obligaron a ir al Campamento Orión cuando tenía doce años —dijo Dristan—. Me alegró un poco reencontrarme con Flint y Henna, pero no quería quedarme y los líderes adultos tuvieron que persuadirme de otra manera. Me azotaron durante varios días seguidos hasta que finalmente accedí quedarme.

—Qué terrible —comentó Alice—. No debieron haberte lastimado, no era tu obligación ser un líder.

—Sí lo era, Alice —sonrió Dristan—. Como hijo de uno de los viejos líderes, yo tenía que ocupar su lugar tarde o temprano.

Alice guardó silencio y no pudo evitar sentirse culpable. Si la Gran Reina Alicia no hubiera desaparecido entonces la Rebelión no habría existido. Esos seis chicos pudieron haber tenido una vida mejor, totalmente lejos de la guerra, del sufrimiento y del dolor. Un nudo apareció en su garganta al pensar en lo mucho que sus amigos estaban arriesgando.

—Raziem y yo estuvimos escapando de la Rebelión por un par de años —dijo Blum y Alice deseó que alguien cambiara el tema para no tener que escuchar—. Los soldados de la Ciudad Imperial me perseguían pues es contra la ley que una mujer porte armas y aunque sabíamos que liderar el Campamento Orión era nuestro destino, nos negábamos a formar parte de él. Pero una noche fuimos parte de una pelea para defender a un grupo de aldeanos que intentaban ahuyentar a los soldados de Aythana de sus tierras y Raziem resultó gravemente herido... Todos sabían que éramos hijos de líderes de la Rebelión y para evitar que Aythana les diera caza, nos enviaron lejos para no causar problemas... Henna y el resto nos acogieron y ocupamos nuestro lugar como líderes para agradecerles que salvaran a Raziem.

—Desde entonces nosotros seis nos hemos vuelto inseparables —dijo Raziem con una sonrisa—. Tenemos un pacto. Viviremos o moriremos juntos, sin dejar a ninguno de nosotros atrás.

—Fue por eso que Flint volvió para salvar a Henna —razonó Alice—. No podía dejarla morir ahí.

—Y tú has ido detrás de ambos —le recordó Swan.

—Tenía que salvarlos —se defendió Alice—. No habría vuelto al Campamento si Henna no se hubiera separado en primer lugar. ¿Qué había de especial en ese retrato como para arriesgar tu vida por él?

Los Rebeldes, Swan y Flarium intercambiaron miradas como si Alice acabara de preguntar la mayor tontería de la historia. Henna bufó y sacó el retrato que había rescatado.

Henna colocó el retrato sobre el suelo árido dejando al descubierto la parte trasera.

Era un mapa dibujado a mano con tinta de color negro.

Alice lo miró sorprendida, era totalmente distinto al mapa de Astaria que Swan utilizaba en sus lecciones de geografía.

El dibujo mostraba sólo la parte norte de Astaria y el océano que rodeaba el reino. Y mucho más al norte, luego de recorrer una buena cantidad de agua salada, se encontraba una isla gigantesca y alargada que llevaba escrito su nombre con lo que parecían ser letras griegas con ligeras modificaciones. Velhotur.

Sin embargo, el mapa estaba visiblemente incompleto. Estaban escritos los que parecían ser versos incompletos en el lado izquierdo del mapa y la mitad de otra extensión territorial en el lado derecho.

—No sabemos a dónde dirige ese mapa —explicó Henna—. Las runas ahí escritas nos indican que hay que viajar a Velhotur. Pero esos versos, ¿los ves? El retrato de la Gran Reina Alicia tenía esos versos escritos y se han quemado con el incendio.

—Los antiguos líderes de la Rebelión creían que ese mapa conduce a un sitio que es crucial para poder vencer a Aythana —aportó Flint.

—Desgraciadamente, ahora hemos perdido los versos —se quejó Henna.

Alice se sintió un poco aliviada. Si debían visitar aquél sitio antes de luchar contra Aythana entonces aún tenía oportunidad de entrenarse más para lograr vencerla.

No creía que Velhotur fuera su destino real, de lo contrario nadie se habría molestado en ocultar el mapa detrás de un retrato. La respuesta tenía que estar en esa incompleta extensión territorial que había sido parcialmente consumida por el incendio, razonó Alice.

Y esos versos que ahora tampoco podían leerse debían ser las instrucciones para llegar a aquél sitio.

—Hay un retrato idéntico en la Sala del Trono —aportó Swan—. ¿Qué posibilidades hay de que haya dos mapas como estos, ambos dibujados detrás de un retrato de la Gran Reina Alicia?

Nadie respondió, pero todo el grupo intercambió una mirada de complicidad.

Alice no necesitaba palabras para entender que de cualquier forma debían infiltrarse en el castillo para recuperar ese retrato.

¿Qué había de especial en ese mapa?

¿Por qué era tan importante para los Rebeldes? 

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