Capítulo 15
Se desató el caos. Los Rebeldes corrían en todas direcciones para buscar sus armas. Alice se quedó pasmada sin poder mirar a otro punto que no fuera el aterrador rostro de Aythana. Escuchó a los soldados chocar espadas con los Rebeldes mientras los más viejos y los niños eran trasladados al establo de donde salían pitando los caballos para alejarse. Henna, Dristan y otros arqueros disparaban sin cesar flechas contra Aythana, pero ella se protegía con campos de fuerza. No había dejado de reír, Alice sintió que sus piernas temblaban y supo que moriría esa noche.
—¡Raziem, sácala de aquí! —escuchó gritar a Henna mientras peleaba cuerpo a cuerpo contra uno de los soldados de Aythana.
Alice retrocedió un par de pasos y tropezó cayendo de espaldas. Sin embargo, aún no comenzaba la masacre. Vio a los Rebeldes defenderse con ahínco, no había muertos aún. Al menos ninguno del bando de la Rebelión. Ningún Rebelde se dejaba vencer ni se doblegaba ante Aythana.
No pudo continuar observando la masacre pues Raziem llegó para levantarla cual costal de patatas y llevarla al establo velozmente. Alice buscó con su mirada al resto de sus amigos y encontró a Swan enfrascada en una pelea contra un par de soldados de Aythana. Era la primera vez que la veía lucha y le pareció que la princesa perdía toda su elegancia cuando lanzaba los mandobles de la espada.
Swan no tuvo problemas para dejar fuera de combate a sus contrincantes y unirse a Raziem en el camino hacia el establo. Escuchó gruñidos y chillidos de los lobos que luchaban contra Jarko. Alice comenzó a patalear para que Raziem la liberara, pero su amigo no se detuvo hasta lanzarla sobre el lomo de un caballo. Swan llegó pisándoles los talones y subió al mismo corcel.
—¿A dónde la llevo? —preguntó Swan.
Alice no pretendía quedarse sin hacer nada. Bajó del corcel de un salto y tomó su daga por la empuñadura para desplegar todas las hojas filosas que formaban la figura de la estrella. Echó a correr fuera del establo y Swan maldijo por lo bajo al verla escapar.
—¡Alice...!
Alice buscó entre la multitud a Flarium, pero se topó con Blum en su lugar. Le sorprendió la forma en la que la pelirroja se movía en el combate. Llevaba dos espadas en las manos y las movía con agilidad y destreza para acabar a sus contrincantes. En un momento lanzó una espada al cielo para tomar un cuchillo de su cinturón y lanzarlo contra un soldado de Aythana antes de atrapar la espada que iba cayendo del cielo. Al ver a Alice, se quedó quieta y la miró angustiada, momento que un soldado aprovechó para golpearla en la cabeza y derribarla. Alice gritó, pero sus piernas no le respondían, quería ayudar a Blum que ahora se levantaba bastante atontada. La pelirroja logró degollar a aquél sujeto antes de que él hiciera lo propio con ello. Se acercó a Alice con una sangrante herida en la cabeza y la llevó a rastras de vuelta al establo.
—¡No, alto!
—¡Debes ocultarte, asquerosa!
No pudo continuar con su reprimenda pues tuvo que entrar en combate con un par de sujetos más. Alice aprovechó la confusión para echar a correr en busca del lobo pardo. Vio a Sonya luchando contra Aythana y se paralizó ahora que veía más de cerca a la aterradora usurpadora de su trono. Aythana lanzaba destellos de luz negra desde sus manos y Sonya hacía lo mismo. Era magia, se atacaban con variedad de hechizos. Alice entonces recordó que su único objetivo era asesinar a Aythana y la empuñadura de su daga especial pareció comenzar a cosquillear en su mano. Sin dudar por un segundo más, lanzó su daga con la esperanza de que se clavara en el cuello de Aythana. Sin embargo, la mujer vio venir el ataque y utilizó un encantamiento para devolver el ataque. La daga giró sobre sí misma para dirigirse hacia Alice y la chica cerró los ojos para recibir el impacto.
—¡Alteza!
Abrió los ojos cuando escuchó ese alarido y escuchó el sonido del cuerpo cayendo a sus pies. Sonya lanzó un destello de luz blanca contra Aythana y la mujer de negro se quedó paralizada como si Sonya la hubiera congelado. Alice se arrodilló ante el lobo que había caído con la daga clavada en su corazón. Era Kruth quien se había sacrificado. Intentó retirar la daga, pero ya era demasiado tarde, Kruth había dejado de moverse y la sangre no dejaba de salir de la herida. Alterada, Alice levantó la mirada en busca de ayuda, pero tan sólo se encontró con Gora. La hermana del valiente lobo gruñía furiosa. Se lanzó sobre Aythana, quien ya comenzaba a moverse nuevamente, pero no pudo alcanzarla pues Jarko la prendió por el cuello y la derribó. Un chillido fue el último sonido que emitió Gora antes de que Jarko le arrebatara la vida.
Sonya tomó a Alice por el brazo y echaron a correr antes de que Aythana recuperara la completa movilidad de su cuerpo, en esos momentos se movía muy erráticamente. Alice estaba dolida por la muerte de Kruth y se negaba a avanzar con Sonya quien no paraba de tirar de su brazo para echar a correr.
—¡Vamos, Alice!
Alice la miró entonces y no pudo evitar fijarse en la herida sangrante del pómulo izquierdo de la joven hechicera. Una lágrima corrió por la mejilla de Alice antes de que se liberara del agarre de su amiga con una sacudida y lanzara su daga contra Aythana.
La mujer recuperó su agilidad e intentó esquivar el filo de las hojas de metal, pero estas cortaron los puntos que mantenían cosida su boca, salpicando sangre por todos lados. Aythana cubrió su boca con una mano y lanzó un destello de luz negra contra Alice. Sonya evitó el impacto con un hechizo protector. Alice accedió correr y se alejó de Aythana cuando la daga volvió a ella.
Corrieron sin parar hasta volver al establo donde ya se encontraban los líderes de la Rebelión montados en sus corceles. Swan había vuelto y Alice se fijó en la grave herida que tenía en el hombro, sin duda la había atravesado una flecha. Todos sangraban de alguna parte de su cuerpo, pero estaban en una pieza. Incluso Flarium se encontraba ahí, tenía una pata levantada y cojeaba a causa de una mordida de Jarko.
Alice intentó excusarse por el destino de Gora y Kruth, pero en ese momento escucharon los gritos de los Rebeldes que aún no escapaban. Sonya y Alice subieron a un corcel para escapar hacia el escondite. Fue entonces que escucharon la voz de Aythana, amplificada de tal forma que era posible que toda Astaria estuviese escuchando.
—¡La Rebelión ya no existe! ¡Maten a todos los rezagados que encuentren!!
El humo comenzó a entrar en el establo y todos los ahí congregados supieron lo que ocurría. Su base se quemaba. Henna comenzó a respirar tan agitadamente que no habría sido sorpresa que fuera víctima de un ataque. Palideció y exclamó con voz susurrante:
—El retrato...
Saltó del lomo de su corcel y corrió a toda velocidad para internarse en el incendio. Sus amigos la llamaban desesperados, se negaban a salir de ese sitio seguro sin ella. Las llamas los alcanzaron y también el establo comenzó a arder, tuvieron que salir al galope sin Henna. Sonya, Blum, Swan, Raziem, Dristan y Alice emprendieron su escape para alejarse de ese sitio, Flint se rezagó y se internó igualmente en el incendio. Lo que antes había parecido una pequeña aldea ahora no era más que casas ardiendo, escombros, cuerpos mutilados y charcos de sangre.
Flint se perdió entre las llamas y el humo, los soldados de Aythana habían desaparecido casi en su totalidad y Alice se preguntó si la mujer se había retirado ya. Al instante se angustió por Henna y Flint. Se negaba a continuar su aventura sin ellos dos así que saltó del lomo del caballo sin que este se detuviera y cayó al suelo.
Cayó y rodó por la inercia antes de detenerse y quedar de cara al césped. Nuevamente estaba herida de gravedad, su cuerpo aulló de dolor cuando se levantó y sintió la sangre escurrir por sus rodillas. Su daga le había provocado un profundo corte en el brazo izquierdo, pero igual la recogió del césped y echó a correr de vuelta al Campamento...
O lo que quedaba de él.
No recordaba en qué momento se había vuelto tan veloz, pero en pocos minutos recorrió el kilómetro que ya habían aventajado, escuchó el galope de los caballos a sus espaldas y supo que sus amigos iban tras ella. Se encontró con un par de soldados de Aythana a los cuales les lanzó su daga y los fulminó a un par de metros de distancia. La adrenalina que sentía en ese momento comenzaba a actuar como analgésico.
Al estar dentro del caos, entre el humo y sintiendo el calor del destructor fuego, comenzó a quedarse sin energías. Tuvo que cubrirse la nariz con una mano para evitar respirar demasiadas cantidades de humo, pero aun así se quedaba sin oxígeno. Logró llegar trastabillando hasta la entrada de la casa de Henna, ni siquiera ese sitio se había salvado de las llamas. Entró dándole una patada a la puerta para derribarla y ahí la vio. Para su horror, Henna estaba inconsciente en el suelo con un cuchillo clavado en su costado derecho.
Alice supo al instante que quien la hubiera herido había preferido encerrarla ahí dentro para que muriera incinerada en lugar de terminar con su trabajo. Se arrodilló junto a su amiga y sacó el arma de su sitio. Escuchó a Henna quejarse y le buscó el pulso. Era débil, Henna estaba a punto de morir por la falta de oxígeno. Alice no podía respirar, comenzaba a sofocarse. Miró suplicante el retrato de la Gran Reina Alicia que debía estar colgado sobre la chimenea. Se dio cuenta de que esa magnífica obra de arte comenzaba a consumirse también con el fuego y sintió cómo su esperanza se derrumbaba.
Se imaginó que la mayoría de los Rebeldes habían escapado, quería creer que era así. Lo contrario era inimaginable. Estaba aterrorizada y enfurecida por el destino del Campamento. Ese sitio tan hermoso y acogedor ahora se convertía en escombros. De esa forma logró hacer acopio de todas sus fuerzas para levantarse y tomar a Henna en sus brazos. La elfa era mucho más pesada de lo que parecía, pero Alice logró sacarla de la casa antes de que ésta comenzara a caerse en pedazos. Alice se preguntó en qué sitio se encontraba la Nympha y deseó poder verla cuando se reuniera con sus amigos.
Afuera no se sentía tan sofocada, aunque el incendio continuaba. Dejó a Henna sobre el suelo cuando vio a Flint. El elfo bajó de su corcel de un salto para auxiliar a las dos chicas que ahora se debatían entre la vida y la muerte. Alice escuchó a Flint gritar el nombre de Henna mientras la tomaba en sus brazos.
—¡Aquí, alteza!
Era como si la Nympha hubiese leído sus pensamientos. Alice, con los ojos entreabiertos, vio llegar a la pequeña y brillante criatura. Sin duda estaba herida pues no podía volar tan velozmente como siempre. La tomó con una mano y la ocultó del humo debajo de sus ropas.
—¡Vamos, Alice, levántate!
La voz de Flint se escuchó muy lejana cuando él la tomó por el brazo para ayudarla a subir al corcel. Alice subió detrás de Flint y tuvo que abrazarlo para no caer inconsciente al suelo. Le parecía un milagro que el caballo soportara el peso de Flint, Henna y Alice, pues la bestia salió corriendo para reunirse con los demás líderes. Flint parecía desesperado por encontrar un sitio donde tomar un respiro para así tratar las heridas de Henna. Alice comenzaba a desmayarse cuando escuchó los gritos de júbilo de sus amigos, el calor del incendio había quedado ya demasiado atrás. Su visión se nubló cuando la recostaron en el suelo y colocaron su cabeza sobre las piernas de alguien para mantenerla levantada. Vio emborronado el rostro de Sonya y se rindió, perdiendo la consciencia.
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