Capítulo 13
La lección de Swan de aquél día consistía en geografía. Había pasado una semana y los cambios ya eran notables. Su transformación estaba casi completada. Entre los Rebeldes ya se le conocía como la Elfa Miniatura, pues tenía todos los rasgos que diferenciaban a sus compañeros a pesar de seguir midiendo casi cuarenta centímetros menos. Se notaba incluso más esbelta y sintió que su busto crecía cada noche. Sus orejas ya eran largas y puntiagudas. Sonya le había obsequiado pendientes decorados con joyas preciosas de tonos negros y grises que Alice lucía sin lograr olvidar la forma en la que Sonya hizo las perforaciones: con esa maldita vara de ópalo que traspasó la piel de sus lóbulos con destellos de luz blanca. Sus almohadas se llenaron de sangre aquella noche y tuvieron que quemar la tela que cubría cada almohada al ver que las manchas no salían.
Luego de un par de noches estudiando modales con Swan logró aprender a caminar con la misma gracia que ella.
Se contoneaba entre los otros Rebeldes de tal forma que todas las miradas se centraban en ella y en el par de alas que portaba en la espalda, de vez en cuando le dedicaban reverencias o inclinaciones de la cabeza en señal de respeto. Aprendió a saciar su apetito comiendo sólo un par de pequeños bocados. Incluso a la hora de sentarse se mantenía erguida, igual que lo hacía la princesa. Aprendió a no cruzar sus piernas, pero se enteró de que podía hacerlo con los tobillos, así como dejó de cruzarse de brazos para entrelazar sus manos sobre su regazo. Se sintió satisfecha consigo cuando logró mostrar la actitud altiva.
Lo que más aburría a Alice en su entrenamiento eran las lecciones de Historia que Swan le impartía con ayuda de imágenes generadas mediante la magia de Sonya.
Sonya proyectaba ilustraciones para ayudar a que Alice comprendiera lo que Swan decía. Gracias a esto la chica logró aprender la historia bélica de Astaria, que era casi lo único que podía enseñarle pues el reino se había construido a base de guerras, batallas, muerte y sufrimiento.
Aquella noche, Swan desplegó un par de mapas sobre el comedor. El de la derecha, que se veía más viejo, plasmaba lo que Astaria era antes de la desaparición de la Gran Reina Alicia. La Ciudad Imperial se marcaba con un pequeño castillo dibujado cerca de las costas del norte, a juzgar por los puntos cardinales señalados en una esquina del mapa. A pocos kilómetros de la Ciudad Imperial se encontraba el Paso de los Lobos. El resto no eran más que bosques y aldeas, Alice contó veinte de ellas. En el otro mapa, más nuevo, estaba dibujada la misma extensión territorial, excepto que las aldeas habían desaparecido casi en su totalidad. Ahora sólo permanecían intactas la Aldea Lunar y tres más, ubicadas al sur de Astaria. El resto de los puntos que marcaba el mapa eran ahora pequeñas estrellas que marcaban la posición de los otros campamentos de la Rebelión. La Base, el sitio donde vivía Alice con sus amigos, se marcaba con la estrella más grande al oeste de la Aldea Lunar.
Swan explicó que Astaria se dividía en regiones. Existía la Región de los Lagos, la Región de los Bosques, la Región de los Mares, la Región de las Montañas y la Región de las Catacumbas. Alice se enteró entonces que su posición exacta era en el Bosque Lunar, ubicado en la Región de los Bosques. Supo que cada Región tenía distintos campamentos de la Rebelión, excepto la Región de los Mares que era donde estaba la Ciudad Imperial.
Alice comenzó a quedarse dormida mientras Swan le explicaba los sitios importantes de la Región de las Catacumbas. Sintió que sus párpados se cerraban cuando recibió un golpe en la cabeza.
—Lo lamento —dijo Alice y ofreció una inclinación de la cabeza.
El dolor en su cabeza era agudo, pero llevar su mano a la cabeza para examinar si estaba sangrando iba en contra de los modales.
—Si no conoces tus tierras, ¿cómo esperas presentarle tu estrategia ofensiva a Jaku y sus lobos?
—Lo lamento.
—Como te decía, en las catacumbas se encuentran ocultos un par de asentamientos de la Rebelión. Están ahí con la única finalidad de servir como refugio en caso de que la Rebelión sea descubierta y...
—¿Cómo fue que te volviste parte de la Rebelión?
Ya era costumbre de Alice interrumpir las clases de Swan con sus preguntas. La princesa bufó y la miró de nuevo con desaprobación. Alice se inmiscuía en sus asuntos personales de tal forma que le resultaba exasperante. Sonya tuvo que interceder a favor de Alice un par de días atrás alegando que necesitaba más información sobre todos ellos antes de presentarse con Jaku. Swan no lo creía necesario, pero era incapaz de negarse.
—Conocí a Flint cuando intentaron infiltrarse en el Castillo de Cristal hace algunos años... Teníamos quince años, éramos unos niños... Ellos eran demasiado jóvenes como para ser los líderes, pero de igual manera entraron en la Ciudad Imperial y se dirigían a los aposentos de Aythana con la esperanza de asesinarla mientras dormía. Pero cuando los hombres de Aythana se dieron cuenta de que algo ocurría, lanzaron la alarma. Henna y los demás escaparon, pero Flint se perdió dentro del castillo. Yo sabía que si Aythana lo encontraba entonces lo mataría así que le ofrecí que se ocultara en mi habitación mientras pasaba la conmoción... Aquella noche, nos besamos.
—Creí que Raziem y tú...
—Eso ocurrió después. Como sea... Lord Century nos ayudó a sacar a Flint de la Ciudad Imperial y comenzamos a vernos en el Paso de los Lobos cada noche. Eso fue antes de que Jaku estipulara que sólo pueden atravesar sus tierras los miembros de la Rebelión. Así que cuando Henna se enteró de mi relación con Flint, decidió sacarle provecho para no demostrar lo celosa que estaba de mí. Comencé a mantener informado a Flint acerca de las decisiones de Aythana y sus movimientos militares. Eso me hizo acreedora de muchos castigos, pero seguí haciéndolo con ayuda de Lord Century, por Flint y la Rebelión.
—¿Por qué hacías eso si Aythana se enfurecía?
—Aythana sabe que, si me asesina, toda Astaria se levantará en su contra.
Alice separó los labios para formular otra pregunta, pero Henna y el resto de los líderes entraron en la cabaña. Swan se vio obligada a retomar su lección. Alice aceptó continuar escuchando la letanía de Swan, aunque por dentro la consumían más y más dudas sobre su pasado. Como siempre, tenía que esperar a la lección de la siguiente noche.
Luego de una sustanciosa cena y un baño bien merecido, Alice arrastró sus pies hasta la hamaca de color gris que Raziem le había construido. Ahora compartía la habitación con Henna, su cama se encontraba cerca de una de las ventanas de la habitación. La Nympha dormía con ella, como siempre. Si había algo que Alice extrañaba de su antiguo mundo eran sus cómodas pijamas. Las dudas sobre si sería capaz o no de lograrlo se habían esfumado desde el día que comenzó con sus lecciones y se alegró de no sentirse insegura en aquél momento.
—¿Se encuentra bien, majestad?
La voz de la Nympha la devolvió a la realidad y Alice asintió con la cabeza mientras dejaba en el piso sus ropas y se metía bajo las sábanas. Dirigió una mirada hacia el cielo intentando buscar a Orión, pero la Nympha volvió a llamar su atención.
—Podrá hacerlo, alteza. Yo tengo fe en usted.
Era como si la Nympha pudiera leer sus pensamientos. Alice le dedicó una sonrisa como agradecimiento y la Nympha se acurrucó sobre la almohada para intentar conciliar el sueño. La chica volvió a dirigir su mirada al cielo, preguntándose cuándo volvería a brillar Orión.
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