Capítulo 6: Mitos y Leyendas
Las clases que con tanta ilusión esperaba Madi los primeros días de su segundo año, se verían mermadas con el transcurso de las semanas. Su desesperación por encontrar respuestas, le había llegado a creer, que cualquier cosa por pequeña que fuese, podría ayudarle a desenredar el caos en su cabeza.
Era irracional depender de algo cuando no sabía bien qué era lo que buscaba. Pero todo valdría la pena, si podrían ayudarle a explicar por qué experimentaba esos sucesos sobrenaturales. Lo que sí tenía claro era que las charlas de Mitos y Leyendas, no la estaban amparando como creía.
Sentada sobre la característica silla verde de estudiante de un solo ala, apoyaba un brazo que no paraba de dibujar círculos sobre el papel. A su lado, Axel ojeaba por encima su frustrada obra de arte.
—Pensaba que esta optativa te interesaba, y que por eso la eligiésemos aún siendo una asignatura de tercero, cuando no nos tocaba.
Susurraba inclinándose hacia ella, situada en su lateral derecho.
—Las expectativas suelen superar a la realidad —sin despegar la vista del folio, Madi seguía garabateando. —No esperaba que fuese la típica asignatura, dónde el profesor vomita información pasiva, hasta que se acaba la hora. Es una pena porque prometía bastante.
Curvaba sus labios amargos.
—Como se suele decir —el docente continuaba —en las mentiras siempre hay algo de verdad, al igual que en las evidencias, siempre hay un rastro de falsedad. Contrastadlas, es vuestro trabajo.
—El ying y yang de todas las eras —Serena hacía otra más de sus aportaciones.
—Muy buena observación, señorita Molier. Aunque se tiende a creer que el bien está relacionado con la verdad, y que el mal es sinónimo de mentira. Entonces, ¿por qué la gente miente?
—Porque quieren esconder su verdad, o bien disfrazarla.
Ella no dejaba de devolverle las preguntas, lo que hacía que el resto de estudiantes no existiesen, y ellos fuesen los protagonistas de sus conversaciones.
Que Serena hubiese tenido la misma idea de asistir a esas clases, ponía a la otra enferma.
—Esto es el colmo...—decía Madi a media voz hundiéndose en su asiento.
Axel se aguantaba las ganas de empezar a reír de manera escandalosa. Todo le parecía a ética de párvulos. Como bien había intuido, además de que lo explicado era de poco interés para su amiga, estas dos horas se les estaban haciendo una auténtica tortura.
Entendiéndola, buscaba en su ingenio el remedio para animarla.
—¿Se nota mucho que este profesor era de Filosofía? ¿Y que al quemarse el edificio dónde antes daba clases, el centro ha querido darle trabajo y no han sabido muy bien cómo gestionar su reinserción?
—No me extraña que con estos debates, alguien quisiera prenderle fuego.
Axel se tapaba la boca en ese esfuerzo de no carcajear. Madeleine era muy borde cuando quería y eso a él le encantaba.
—Admito que tus gracias sin llegar al humor negro, son demasiado incluso para mí.
—Para reforzar los conocimientos que hemos expuesto hoy en clase —el profesor detenía los barullos a media voz —os voy a mandar un trabajo en grupo.
Las palabras 'trabajo en grupo' ocasionaban varios chasquidos y suspiros pesarosos.
—No os pongáis la tirita antes de haceros el corte. Os doy mi palabra de que esta tarea os va a ser muy enriquecedora.
Su frase hecha arrancaba una sonrisa irónica en Madeleine.
—Tendréis que elegir un caso y exponerlo con las conclusiones a las que habéis llegado. A través de ellas y según vuestro razonamiento, determinar qué hay de veracidad y qué hay de invención en cada historia.
Realizaba una vuelta entre sus alumnos y volvía a su mesa.
—¿Qué dices, Mad? ¿Le damos una oportunidad? —le susurraba Axel buscando su aprobación.
—No valen aquellos sucesos que son reconocidos —el profesor continuaba—. Tiene que ser uno en el que la información sea difusa, y tengáis que recurrir a varias fuentes. Se valorará positivamente aquellos mitos o leyendas que rara vez se hayan oído hablar. Para clarificaros una muestra sobre un buen ejemplo, os hablaré de una en la que no hay información en Internet, y en la que hay muy poca documentación en libros.
Realizaba un inciso pesaroso, en el que se acomodaba por delante de su mesa de cara a sus estudiantes. Luego apoyaba sus manos sobre la madera, y bajaba la cabeza.
—Teníamos el privilegio de poseer unos cuantos ejemplares antiguos en la biblioteca de Filología. Pero ya es difícil recuperarlos.
Todos ya sabían el motivo.
—El caso del que os voy a hablar, es sobre "La Leyenda de Adesterna". No se sabe con exactitud el siglo en el que está ambientada. Pero se tiene constancia que surgió durante los años posteriores a la Edad Media.
Su revelación no ocasionaba mucho entusiasmo. Madi seguía haciendo circunferencias de tal manera, que poco le faltaba para rasgar el papel.
—Las creencias siempre han tenido en la historia, un fuerte grado de convención sobre bases no sólidas. Por algo se les llama creencias. El poder disuasorio en las masas guiadas por el desconocimiento, hicieron de ellas marionetas, que no buscaban una explicación. Se dejaban llegar por la oratoria o por la convección social, sin darle una oportunidad a lo extraordinario por miedo al rechazo. Nadie quiere ser diferente.
Madeleine paraba el delineado de su lápiz, quedándose en los trazos de grafito sin alzar la vista.
—Que el mundo sea tal y como lo conocemos hoy día, es en parte gracias a todas esas manipulaciones que, ciertas o inciertas, fueron las que siguieron nuestros antepasados. Indirectamente, han constituido una guía que en la mayoría de los casos es errónea. La traducción a ciertos sinsentidos es fácil. Se le llama miedo. El mayor instinto de defensa primitivo.
Se quedaba mirando a sus alumnos, que no pestañeaban con su discurso.
—Solemos rechazar todo aquello que roza la línea de lo anormal. Y si eso es así, es porque lo consideramos una amenaza cuando no tiene por qué serlo.
Madi bajaba sus dedos, dejando el lapicero sobre las hojas encima de su archivador. Cabizbaja, parecía que no le estaba prestando atención. Pero sus palabras las consideraba tan verdaderas como el mismo sol.
—Os preguntareis a qué viene todo este rollo sin sentido.
Separaba sus manos de la mesa, y terminaba por sentarse sobre su canto a medio lado.
—Para los que no lo entiendan, deciros que sirve para poneros en antecedentes sobre el ejemplo que os quería ilustrar. Si os gustan las fábulas o las historias para no dormir, conoceréis que en la antigüedad, existían personas con las mismas cualidades que las presentes, pero con un cierto matiz que los diferenciaban. Se decía que existían gentes cuyos ojos, eran de un color poco convencional. Eran juzgados como personas con poderes sobrenaturales, cuando era el miedo a lo diferente el que hablaba por ellos.
Ante lo dicho, Madeleine sentía que el corazón quería salirse de su pecho. Llegó a dudar enormemente si estaba soñando, o seguía viviendo en el mundo real. Intentaba tranquilizarse. Pero ante tal revelación expuesta en voz alta, era más que lógico que el ejercicio de controlarse fuese nulo.
Su respiración comenzaba a ser irregular. Era muy difícil ocultar las emociones precisamente con ese tema que le afectaba tanto. Axel no se estaba dando cuenta y eso le favorecía. Pero tampoco tardaría mucho en reparar en que no estaba bien.
Ayudándose de sus manos, llamaba a la calma apretando sus puños. La desesperación al no querer ser el blanco de miradas, hizo que se hincara sus propias uñas sobre sus palmas.
—Miles de inocentes fueron juzgados por sus habilidades o por sus altos grados de conocimiento, siendo esa la excusa para borrar cualquier huella no-tradicional. Sin embargo, esta leyenda es un cuento aparte.
Lo matizaría.
—La villa de Adesterna era conformada por una comunidad pequeña, dónde existía un pacto de hermandad compuesto por unos clanes que se respetaban. Consiguieron vivir en armonía durante muchos años. El problema vino por la envidia de aquellos a los que se les consideraban especiales, al tener la idea equivocada de que no eran mortales.
El profesor proseguiría con sus explicaciones, de no ser porque se vería interrumpido por una voz ubicada al fondo.
—¿Y no son los celos parte del propio miedo?
Tras aquella pregunta, un silencio sepulcral invadía un aula cuyas miradas, se encaminaban hacia un epicentro en concreto. Indiferente a la curiosidad que despertaba, una joven rubia de labios berenjena, miraba al profesor esperando su respuesta de brazos cruzados.
Cuando Axel se giraba, reparaba en que se trataba de Jeanette. Le chocaba enormemente que ella asistiese a esa clase. Pero tampoco le disgustaba topársela de cara. Por su parte, Madeleine estaba experimentando tanta ansiedad, que ni advertiría la comparecencia de la guitarrista.
—Sí, muy cierto.
El catedrático recuperaba el hilo argumental.
—Era justo lo que iba a decir, ¿señorita...? —caía en la cuenta de que no la reconocía.
Tenía el detalle de recordar todos los apellidos.
—No creo que mi nombre sea algo relevante. Solo soy una oyente —permanecía en su pose firme.
—Una lástima.
Se levantaba y reanudaba la habitual vuelta entre los huecos libres, que dejaban las sillas. Los alumnos viajaban con sus vistas de nuevo al profesor.
—Volviendo al tema, ¿qué hay de verdad? ¿Pensáis que se trata de una mera fábula narrada por juglares, para entretener a las afluencias? De haber sido así, ¿eso no favorecía a esas personas que eran juzgadas constantemente? ¿Quién no nos dice que en ese caso, a éstos los hubiesen metido en el mismo saco por defenderlos? Si esta leyenda no es tan inverosímil, ¿qué hubiese pasado si en el pacto hubiese seguido perenne? ¿Veríamos hoy día por la calle a gente con ojos amarillos? ¿O rojos quizás?
Siéndole imposible aplacar sus nervios, ni los impulsos que bombeaban cada una de las partes de su cuerpo, Madi echaba por alto los útiles de su mesa. En esa estampida que iba a parar irremediablemente contra el suelo, se esparcían varios de sus folios, el estuche abierto liberando sus subrayadores, y un libro que a Axel no se le pasaría desapercibido.
—Veo que algunos se han entusiasmado de más con estas pesquisas al aire.
El docente generaba las risas de los estudiantes, encontrando en ella el foco de cuchicheos. Axel se incorporaba ayudándola a recoger.
—Como falta poco para que la clase termine, empezaré a conformar los grupos de trabajo.
Tornaba hacia su sitio, y tomaba el listado de asistencia entre sus manos. Luego empezaba a llamarles.
—¡Buah! ¿El significado de los sueños? —Axel se fijaba en su portada—. Esto es nuevo ¿Qué mierdas lees ahora, Mad?
Avergonzada, ella no llegaría a contestarle. Evitando el contacto visual, simplemente se lo arrebataba para devolverlo a su escondite.
—¿Mad?
Apreciaba que estaba temblando y le costaba tragar saliva. Era un manojo de emociones incontrolables.
—¿Mad, qué te pasa? Estás más blanca que la leche y eso que parecía imposible.
Ella no le contestaba.
—¡Joder, Madi, no me asustes!
—Estoy bien. Estoy bien...
Expresaba desinhibida, pensando que si no lo hacía, Axel montaría un espectáculo mayor.
—Ha debido ser un bajón de azúcar o algo...—escudriñaba su mochila celeste tirada a sus pies.
Una vez en su poder, probaba suerte en su bolsillo bajo delantero buscando algún dulce. Calmándole, no dudaba en continuar con la farsa desenvolviendo el envoltorio de un bombón, que terminaría en su boca.
—¿Ves? Ya estoy mejor —le miraba, rezando para que no le diese por insistir.
Odiaba cada mentira que salía de su boca. También el tener que fingir una normalidad que no sentía. Axel entrecerraba sus ojos analizándola, marcando en el sombrado de su maquillaje oscuro cierta sospecha. Ella no le culpaba. Le dolía incluso más que acabara creyéndola.
Una parte de ella se resistía. Pero sabía que si la situación continuaba, llegaría a convertirse en lo que siempre había detestado. En una persona que enterraba sus sentimientos, sentenciándola a ser fría e indiferente con el mundo.
—El quinto grupo lo conformarán Novoa, Rovira, Molier y Altava —percibían entre altibajos.
—Cuando pensábamos que la mañana ya era rica en emociones, viene Aristóteles y nos la mejora.
Madi se atrevía a bromear, más que nada para que Axel la dejara en paz. Acompañándola, él le sonreía
—Al menos soportaremos esta pesadilla juntos —se le acercaba al oído—. Aunque si te digo la verdad, tampoco tenemos por qué verle el careto a Serena. Que cada quien haga su parte y listos.
A su mejor amiga le parecía una idea brillante, pero no llegaría a consolidarla.
Un zumbido procedente del mismo bolsillo donde había sacado la chocolatina, hacía vibrar unos instantes más su tela rígida. Madi no solía recibir mensajes a no ser que fueran de Axel o de Evans. Lo que le hacía reticente de examinarlo, al reducirse a una sola posibilidad.
Pese a no ser de su incumbencia, su mejor amigo le pedía indirectamente que desvelase la incógnita. Expirando hondo, Madeleine accedía cumpliendo con su capricho.
Al tenerlo de frente leía claramente el remitente en la app de mensajería instantánea, siendo en segundos el objeto de cachondeo del joven del pelo verde. A Madi tampoco le importó que él leyese un texto, que prometía estar lleno de balbuceos e inseguridades.
De: Luca D'Angelo
"Buenas tardes, signorina "
"No sabía si era un buen momento para escribirte...Teniendo en cuenta la hora, estarás a punto de salir de clases. Siento si soy inoportuno... no es mi intención molestarte. Después de pensarlo mucho, he decido que terminaría escribiéndote"
A continuación su estado cambiaba de "escribiendo" a "en línea" constantemente.
"Quería saber cómo estabas, si habías dormido bien, y si te encontrabas aunque fuese un poco más animada. Los muffin de chocolate normalmente hacen milagros jeje ☺."
"Si no te sientes con fuerzas, necesitas quedarte en casa o simplemente quieres tomarte la tarde para ti, no me importaría cambiarte el turno. Lo único que quiero es que no te agobies"
"Por Eddie no te preocupes. Tengo la ligera sospecha de que le gusta meterse conmigo. Con este cambio de horarios, todos saldríamos ganando"
"Por supuesto por mi parte, no habría ningún problema. Contéstame cuando puedas, por favor"
"No hay prisa ni nada. Pero sería genial que fuese antes de las cuatro para estar preparado"
"Sea como sea, ten un bonito día ♡"
—¿Eso de ahí es un emoticono de un corazón? —apenas Axel lo evidenciaba, el italiano se apresuraba en enviar otro de sus textos.
"¡Lo siento! ¡Soy idipta! "
"¡He enviafo alho que no devía pot error!"
"Las teclad están muy juntad y... merde! ...asdfasffsasd ¡Piénsate lo de la fiesta! "
Axel empezaría a carcajear.
—Me parece estar oyéndole desde aquí farfullando en italiano.
Lograba decir entre risas.
—Se ha puesto tan nervioso, que se le ha olvidado cómo escribir. Dirás lo que quieras, pero a mi me tiene ganado. Es jodidamente adorable.
—Axel. No empieces —Madeleine agilizaba sus dedos, tecleando a una velocidad pasmosa.
—¿Qué le vas a contestar? —potenciaba su curiosidad con un gesto notablemente picarón.
—Estaréis de acuerdo en que cuanto antes nos lo quitemos de encima, mucho mejor.
Para desconcierto de los dos, Serena se presentaba ante ellos de pie, y con unas ganas notables de no hacerse repetir.
—Os propongo quedar mañana en mi casa a las ocho. Mis padres están de segunda luna de miel. No habrá nadie que nos moleste. Como Joanna está enferma, le comunicaremos su parte por correo.
—¿A las ocho? —Axel arrugaba su semblante al parecerle bizarro.
—¿Tienes algún problema? —ella le desafiaba arqueando sus cejas.
—¿No es un pelín tarde como para ponernos a hacer un trabajo? —la morena curvaba su boca.
—A diferencia de vosotros, tengo una vida. Pero ya que parece que os interesa, tengo prácticas con el club de animadoras. El entrenamiento requiere de tiempo, algo que a vosotros dos os sobra. Por supuesto, olvidaos de hacer algo el sábado o el domingo. Tengo una agenda muy apretada.
Observaba a Madi, que ni se había preocupado de apartar la vista de la pantalla de su teléfono.
—Siempre es un placer oír de ti información extra que no nos interesa —Axel usaba la ironía.
—No hay de qué —Serena le respondía con la misma sonrisa artificial—. Sed puntuales, hacedme el favor —decía antes de girar sobre sus talones y abandonarles.
—¿Eso lo habías visto venir?
Le preguntaba, mirando de reojo su réplica saltándose la discreción.
—¿Perdona, qué?
Madi hundía su móvil en el pecho, evitando que siguiera metiendo sus narices.
—He escuchado un moscardón cojonero volando por ahí, pero ni caso.
Axel soltaba una risa por su contestación.
—¿Alguna vez te he dicho que te adoro?
Se le acercaba y le daba un beso en la frente, alegrándole entre otras cosas, que Madeleine hubiese recuperado su color de piel habitual.
Luego giraba su cuello hacia atrás, intrigado por encontrar a Jeanette compartiendo confidencias en el mismo retículo.
Pero ella ya había desaparecido, como si nunca hubiese estado allí.
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-> ¡Buenas a todos! :)
-> ¿Qué os ha parecido la clase del profe? ¿Os ha hecho reflexionar? ¿Os ha gustado?
-> ¿Y la leyenda de Adesterna, ¿será verdad? ¿Qué conclusión sacáis?
-> ¿Qué creéis que hará Madi? ¿Y qué le contestará a Luca?
-> ¿Qué pensáis sobre Jeani? ¿Ocultará algo?
-> ¡Espero que os haya gustado el capítulo! ¡Feliz viernes!
-> Nos vemos el martes con el capítulo 7 :)
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