Capítulo 54 (parte 2): Estrechando el círculo

—¡Serena! ¡No! ¡Serena! ¡¡SERENA!!

Lydia sería otra de las muchas personas que alertaría con su vocerío, algo que muchos estaban negando a creer. 

Arrodillándose a su altura, sería tomada de malas maneras de su brazo por Liam, antes incluso de que sus piernas pudiesen tener contacto contra el suelo. 

La capitana no era la única que por desgracia había caído de malas maneras. En cambio, eran muchas las que estaban consiguiendo levantarse por su propio pie. 

El asistente médico pediría distancia ante la marea de fisgones, dándoles margen para que pudiesen operar por su cuenta. 

Los semblantes desfigurados por el miedo, se magnificaban en unas animadoras que arrancaban a llorar por un desenlace tan catastrófico. 

Asomándose por encima, Tania tapaba su boca aprendiendo tarde una lección, que prácticamente había costado una vida. Sintiéndose miserable, lamentaba el haber llevado demasiado lejos un juego que no era su guerra. 

Engañarla con su novio por supuesto que no estaba mejor. Pero desde luego, que Tania no era ninguna asesina. Tampoco se iba a librar tan fácilmente de unas acusaciones, cuyas miradas de despecho e incomprensión, ya la sentenciaban como el origen del accidente. 

Con un sudor recorriéndole la frente, Ricardo sería otro de los que curiosearían entre los huecos que el asistente dejaba con sus utensilios. Ni siquiera tenía ánimos para hacerse el valiente, cuando al verla así, experimentaba el peor de los pánicos. 

Con una facción totalmente desencajada, Chester hiperventilaba por una ayuda que no estaba dando sus frutos. Aportándole un ánimo sobreprotector, Marvin apretaría su hombro otorgándole todo su apoyo. Verle así de atormentado, estaba siendo más que descorazonador.

—¡Jeanette! —aún desde las gradas, Madi le pediría a la guitarrista que reaccionase —¡Tenemos que hacer algo! ¡Serena está perdiendo mucha sangre!

Ambas presenciaban unas vistas rocambolescas libres de anteposiciones, comprobando de primer plano las operaciones que se cernían sobre la morena.

—¿Qué cojones quieres que hagamos, Madeleine? Serena está...ella está...

—¡No! Que sea una idiota integral, no quiere decir que merezca que acabe así. ¡Jeanette, reacciona! Podemos ayudarla —le daría una solución que no había contemplado, y la que su compañera terminaría entendiendo. Ella le negaría capando la posibilidad. 

—Por si se te ha olvidado, los Revitalizadores son los únicos que pueden salvarse su propio culo, Madeleine —agrandaría sus luceros grises al máximo, haciéndole parecer una paranoica. —¡Y ni siquiera eso! Te recuerdo que hacer uso de nuestros poderes nos debilita. Ellos no son la excepción. En la mayoría de los casos es hasta contraproducente curarse —la de ojos turquesa le negaría. —Ninguno es capaz de regenerarse al cien por cien por muy desarrollada que tenga la facción. Ni la misma Arcana Revitalizadora podría, ¿lo entiendes? 

Expresaría con rabia por la angustia del momento.

—¿Y qué más da? ¡Somos las jodidas Arcanas, Jeanette! ¿Me vas a decir que no podemos hacer absolutamente nada? ¿Tan pronto te rindes sin ni siquiera haberlo intentado? —le generaba estrés, aún a sabiendas que podrían estar muy limitadas. Una nueva idea se le asomaría por al cabeza. —Llevas uno de esos brebajes tuyos encima, ¿no? —la otra bufaría, lamentándose por haberle comentado en una de las últimas ocasiones, que solía portearlos para ser usados en algún caso de urgencia. —¡Eso podría servir! —le continuaría instigando. 

—¡Ag! ¿Y cómo se supone que vamos ayudarle con tal despliegue de personal delante? ¿Estás loca? —Madi no podía rebatirle algo en lo que llevaba toda la razón. 

Desesperada, la de pelo rosáceo albergaría todos los rincones esperando encontrar algo que les iluminase. El milagro se haría en forma de cajita roja adosada en las paredes exteriores. 

Siendo ágil, Madi se desplazaría veloz camino de las escaleras confiando en que Jeani le siguiera por instinto, aunque no le hubiese mencionado nada. 

La confusión del momento, y los segundos apremiantes para salvar algo de difícil recuperación, lamentablemente sería esa aliada con la que ambas contarían para ganar un tiempo donde no lo había. 

Ni siquiera la carrera repentina y atropellada a espaldas de unos espectadores morbosos, fue suficiente para que alguien advirtiese sus presencias. 

Agradeciendo que hubiese utilizado zapatillas para la ocasión, Madi dejaba que sus suelas de goma rechinasen en el pasillo para terminar en un deslizado, que le conducía directa hacia la alarma de incendios. 

Sin esperar el consentimiento de Jeanette, le propinaba un golpe haciendo que inmediatamente se escuchara el aviso en los alrededores. 

El repiqueo agudo haría de su estridencia, una gran tortura para sus oídos. Su zumbido constante les obligaría además, a llevar sus manos hacia la cabeza. Los gritos se potenciarían reincidentemente, al ser desconocedores de lo que realmente pasaba.

—¡¡FUEGO!! ¡FUEGO!! —Madi gritaría a todo pulmón desde su posición, cerciorándose de que aunque fuese lejano y el sonido más que desagradable, los demás pudiesen escucharle. 

Con sus palmas tapando parte de sus mejillas, Jeanette la miraría con ojos reticentes. No entendía bien cuál era su propuesta, dudando que eso pudiese alejar a todos. Al menos no a ese profesional que cuidaba de una vida. 

—¡Jeanette! ¡Haz que la temperatura suba! ¡Es la única forma de activar el rociador del techo! 

Lanzaría una mirada hacia arriba, apreciando uno de los tantos regadores automáticos. La rubia de reflejos lilas haría lo mismo barajando sus posibilidades. 

—¡Corta también la luz! ¡Haz que la electricidad se vaya! —Madi quería hacerlo pasar como un infortunado cortocircuito. 

Era la única vía posible y lógica para dar razón a un incendio que había surgido de la nada. También paliaría la posibilidad de unas cámaras de vigilancia en el caso de que las hubiese. 

—¡Yo me encargaré que ese fuego sea real! —Madi gritaría desinhibida.

—Per....

—¡Corre, joder!

Temblando por cada extremidad de su cuerpo, dejaría que Jeani desapareciera por uno de los recodos. Madi percibiría cómo sus músculos convulsionaban por una entereza que le abandonaba. 

Sin perder ni una milésima, cerraría los ojos, arrugaría sus dedos y concentraría en ellos un calor que deseaba proyectar. Sintiendo una angustia mortal, su mente le traicionaría reproduciéndose en ella el incendio que acabó convirtiendo su casa en cenizas.

El llanto, la rabia, la desesperación, la injusticia. Todo se canalizaba en su ser de una manera tan mordaz, que podía sentir incluso como la sangre le bullía por cada poro de su piel. 

Las imágenes se distorsionaban probablemente por obra de su abuela. Le parecía increíble que incluso después de haberse ido, continuara manipulándola a su antojo. 

Esa incapacidad que seguía presionándola fuera de su voluntad, haría que su proyección fuese más allá, reviviendo las mismas vistas que Alana en la confrontación del bosque. 

Sus ramas, sus raíces, el cielo cubierto de una pavesa en la que el respirar se hacía prácticamente imposible. Notando las articulaciones de sus dedos arder, Madi abría unos ojos, que por cómo llameaban, no necesitaba jurar que emulaba el mismo plasma escarlata. 

El reflejo cristalino en sus retinas, no sería otro que el de unas llamas imaginarias en las que incluso se apreciaba su olor a carbonizado. En su paladar, conviviría el gusto repulsivo de un vaho propio de la niebla gris. Su crujido abrasador lamiendo el suelo era muy auténtico. 

Justo después, notaría cómo la lluvia artificial bañándola desde su cenit, regaría también a sus paseantes ofreciéndoles ese salvaguardado del supuesto calor infernal. 

La amenaza cobraba a cada momento mayor fuerza. No sabía si sería lo suficiente, pero era una de las pocas cosas con lo que contaban. Sonreiría débilmente al ver que la guitarrista lo había conseguido. 

Oteando su alrededor, no podía creer que aún quedándole bastante por aprender, hubiese sido capaz de hacer aquello con sus propias manos. Sin lugar a dudas, ayudaría además a que el caos fuese a más, hasta el punto de que por sentido común, todos quisiesen desalojarlo. 

Efectivamente tal y como esperaba, escucharía tras el barullo de la sirena, unas piernas agitarse sobre el pabellón dispuestas a abandonarlo. 

En esas carreras continuas imperando la tremenda desorganización, Madi también percibiría el golpeteo fluvial, así como su chasquido acuoso esparciéndose por la solería. 

Sus cabellos rubios rosáceos humedeciéndose en la inmensidad, serían otros de los tantos que estaban recibiendo las consecuencias de sus acciones. 

Por si quedaba alguna duda después de semejante algarabía, mentira o no, nadie en su sano juicio querría seguir celebrando el partido. 

No llegaría a realizar un par de zancadas pisando con fuerza el falso fuego, cuando Jeani aparecería nuevamente en su campo de visión en una prisa aturullada. Haría gracia que algunos de sus mechones claros se hubiesen calado, llegado a adherirse a su frente. 

Visualizando el panorama, ella se sobrecogería ante una humareda en la que entendía que nada de lo que veía era real. Madi estaba haciendo unos progresos cada vez más meritorios.

—¡Serena no está en el pabellón! —le informaba agitándose en sus prisas.

—¿Cómo que no está en el pabellón? ¿Dónde se la han llevado? —había subestimado que en su debilidad, la hubiesen podido trasladar en una celeridad pasmosa. Como cabía de esperar, tampoco iban a dejarla tirarla a su suerte, desechando de un plumazo su ética profesional. —¡Mierda! —Madi se percataba que después de todo, la operación no iba a ser tan sencilla.  

—¡Vamos, no te quedes ahí parada! —ahora sería Jeanette la que tiraría de ella, haciendo un tándem perfecto en eso de tomar decisiones. 

Siguiéndole los pasos, Madeleine no dudaría en acatar su buen criterio. Las botas altas de plataforma de Jeanette, se compaginarían con otras suelas desde atrás, tardando poco en llegar al origen de la controversia. 

El poder mental de Madi había conseguido traspasar los muros que componían sus paredes, quemando una pista en la que solo quedaba el desagradable estampado del charco de sangre. Siendo inofensivas, las flamas llegarían a dorar sus extremidades sin provocarles daños.

Siendo poco escrupulosa ante una situación acuciante, Jeani doblaría sus rodillas rozando con la yema de sus dedos un flujo rubí, densificándose en sus articulaciones. 

Los hilos violáceos convergiendo en su palma, le ayudarían a saber qué había pasado con ella, y dónde podrían localizarla. 

En cambio, los rasgos de Jeani se remarcaban ensombreciéndose en su inherente maquillaje purpúreo, difuminándose con las salpicaduras de agua en su semblante. Aquella apariencia le daría un toque mucho más turbulento. 

No necesitaba decir más, para que Madi entendiera que algo había salido nefastamente mal.

—No puede ser...No puede ser. Ella...ella... —diría Jeani en una voz conmocionada.

—¿Qué es lo que no puede ser? ¡Jeanette, habla! ¡No me asustes! 

Dejándole con unas dudas agobiadas, la guitarrista se dirigiría hacia uno de los pasillos concretos, seguida de una Madeleine que no sabía a qué atenerse. 

Correteando en un trote veloz, notarían que el agua continuaría rociando sus coronillas, llegando a calar todo a su paso. 

Admirando los muros que la enclaustraban en un laberinto de puertas y túneles, advertirían en su trayectoria fugaz, las señales que les apuntaban hacia la salida de emergencia más próxima. 

Jeanette no se equivocaría cuando intuía, que aquellas indicaciones podrían constituir ese pasaporte con el que ganar algo más de tiempo.  

Dirigiéndose en sentido inverso, no tardarían en toparse con otras puertas oscilantes de cristales circulares, en su material translúcido. En su interior, habían adecuado a las prisas una camilla, en la que Serena seguía debatiéndose entre la vida y la muerte. 

Como preveían, no podían haber desplazado su cuerpo muy lejos en ese estado tan sumamente delicado. 

La pregunta del por qué alojarla allí, y no directamente en el exterior, no era otra que la necesidad de suministrarle con excesiva urgencia los mismos fármacos, que se encontraban en aquellas paredes. 

El apremio con el que habían operado, se deducía en el desorden de unos estantes en los que parecían no haber los suficientes recursos. 

Encontrándose de cara con un señor, que lideraría en sus canas la experiencia de su profesión, no les causaría más sorpresa que la presencia de ellas mismas en aquellas condiciones. 

Contemplar a dos intrusas con pintas estrafalarias, más el necesario sentido de abandonar el perímetro, haría que el encargado presente de sus cuidados les interpelara. 

—¿Qué estáis haciendo aquí? —no les daría tiempo a parpadear. —¡Fuera! ¡Debéis salir cuanto antes! ¡Hay un incendio! ¡¿Es que no lo habéis visto?! 

Les exigiría encarecidamente que abandonaran el recinto a las primeras de cambio. 

Viendo que las malas pulgas de Jeani se potenciaban en los rasgos de su faz, Madeleine se antepondría a la de mechones violáceos ocultándola. 

Al hacerlo, dejaría sin querer que sus ojos rojos tan aclamados como un sol naciente, se presentase ante él generándole una impresión muy burda. 

Ni la propia Madeleine captaría que el escalofrío dignificado en ese hombre, se debía a uno más de tantos descuidos que se estaban acumulando. La joven Receptora, se exhibía arrebatadoramente amenazante con su apariencia real. 

Dándole una explicación que pretendía ser científica, el otro mortal en un juicio rápido, lo acusaría el fenómeno a unas llamas cuyo humo, había lastimado sus corneas. 

—¡Necesitan ayuda ahí fuera con la ambulancia! ¡Solo hemos venido a avisar! ¡No hay tiempo! 

El sanitario otearía unísonamente a una y a otra, saliendo con una zancada ligera de la habitación. 

Pasándoles de largo, a ambas le sorprendían lo fácil que había sido desentenderse de él. Ameritaban que por el caos noqueando su mente, no comprendiera que era prácticamente imposible la rapidez con la que habían gestionado el auxilio de socorro. 

Una vez las alas dobles de la puerta oscilaban suponiendo una despedida abrupta, divisaban a una joven a la que por los instrumentos que la rodaban, le habían suministrado algún tipo de calmante. La intervención había sido bastante ágil. 

La Sabia dejaría correr unos instantes a propósito, en los que percibía las pisadas lejanas de aquel hombre. 

Aunque cualquier ínfimo minuto contaba, prefería perder unos segundos en atar ese inconveniente que les ocasionaría con su regreso, una vez el señor hubiese descubierto la mentira.

Dándose repentinamente la vuelta bajo la mirada incongruente de Madi, asomaría la cabeza al pasillo, justo en el mismo momento, en el que escuchaban el bamboleo lejano de otras puertas abrirse. 

Jeanette vería de primera mano y en sentido opuesto, cómo el sanitario había elegido tal y como sospechaba, la salida de emergencia para contactar con el supuesto vehículo. 

 —¿Se puede saber qué estás haciendo? —siguiéndola en sus haciendas, Madeleine le llamaría la atención, incitándole a que se pusieran manos a la obra. 

Sin llegar a contestarla, Jeanette comenzaría a soplar a la nada, generando una brisa repentina a la que la Receptora no le encontraría sentido.

A diferencia de su predilecta, Jeani sabía que si aquellas puertas en especifico llegaban a cerrarse, cualquiera que estuviese fuera de sus límites, no podría volver a perpetrarla a menos que diese un rodeo. 

Cayendo en su juego silencioso, el portón metálico cedía de espaldas a un auxiliar, que se preocupaba de encontrar con su mirada perdida una ayuda que no llegaba. 

De forma fulminante, el ala cedería siéndole indiferente a un hombre, que caería tarde en el error de no haberle puesto una sujeción. 

El impulso de sus manos alzándose hacia arriba, difundiendo alguna interjección desesperada, se iría perdiendo en una ranura que finalmente se tapiaba. 

—Ganar tiempo —acabaría respondiéndole, ejecutando una sonrisa con poca gana. Intuía que al obligarle a darle la vuelta, contaban con un par de minutos extras. 

Volviendo a la sala, arrugaría sus labios berenjena intuyendo una panorámica poco amigable, acorde con su falta de paciencia.

—Esto va a empeorar aún más las cosas —entrecerraría sus ojos sintiéndose cansada. 

No sería la única. Con una adrenalina a flor de piel, Madeleine comenzaría a notar los estragos de la magia fatigando su sistema. 

Acercándose a la camilla, la guitarrista apreciaría que el pecho de Serena se movía en una respiración muy lenta. Habían conseguido estabilizarla. Pero no sabía hasta cuánto podría aguantar.

—¿Me vas a decir ya qué cojones está pasando? 

Obviando su pregunta, Jeanette acercaría lentamente su mano hacia su frente de tez oscura, haciendo más visible las ondas lavandas que le otorgaba su poder. 

Venciéndose finalmente a un contacto que repudiaba, las líneas rodeando su mano cambiaban de color, tornándose levemente ambarinas. Alzando la vista, le pediría ayuda a su confidente.

—Tenemos que hacer que se despierte. Ella es la única que puede salvarse —le crearía confusión.

—¿Podrías dejarte de rollos místicos y ser más concreta, por favor? —la imitaría tocando su frente, sin llegar a rozar los dedos finos de Jeanette. 

Suponía en cambio, que de un momento a otro sacara alguno de sus preparados y no ponerse a jugar con sus habilidades.  

La Receptora no sabía hasta que punto podría serles de ayuda. Llegaría a pensar que probablemente había pecado de impulsiva, cuando una vida estaba en juego. Aunque habían interpretado el papel de salvadoras, lo cierto era que Jeani sabía mucho más del tema, y quizás sus esfuerzos no servirían de nada. 

Si eso fuese así, estaban condenando a Serena a un juicio con un resultado horrible. 

Jeani alzará sus ojos grises anclándose en otros, que le decían que hicieran el favor de apagar su volcán en erupción. Nuevamente había cometido una imprudencia que no sabía si les saldría caro después. 

Apartándole la vista, Madi intentaría que el turquesa coloreara sus iris pese a sentirse realmente cansada. 

Jeanette abría sus labios en el propósito de darle esa condenada información que su confidente le pedía. No obstante, no llegaron a producir ningún sonido a cambio de visualizar a una morena, que conseguía entreabrir la cortina de sus largas pestañas.

—Serena, ¿puedes escucharme? —Jeani realizaba a la perfección el mismo interrogante, que habrían llevado a cabo en un aburrido protocolo. Como bien preveía, la animadora no era capaz de pronunciar ni un mísero vocablo. —Intenta hacer un esfuerzo. Procura mantenerte despierta y repetir conmigo —con todo el vigor que le suponía ejercer alguna cursilería, Jeani comenzaría a recitar—. Bajo el yugo de la herida, permite que el daño sacie su malicia. Erradica su fisura, borra su cicatriz, perdona al siervo pecando de aprendiz.

Repetiría una vez más las primeras frases que Moira cantaba, cuando se pinchaba con las bayas de ocludena. Madi marcaría una mueca de incomprensión en la que se leía que estaba completamente perdida. 

¿Qué sentido tenía lo que Jeanette le pedía? 

—Si no puedes hablar, no importa. Solo reprodúcelo en tu cabeza. Aunque sientas que no puedas más, sigue. Sigue adelante y no te detengas.

Solidificaría su poder incidiéndolos en la punta de sus dedos, aún manchados con los restos de un carmín ferroso. 

Admirando los de Madi, ambas apreciarían que la bruma bajo sus nudillos no llegaría a ser lo suficientemente potente. 

Si Madi entendía bien, cuando tocó la canción en la fiesta de Serena, llegó a sentirse mejor después de entonar su voz. Los efectos de la estúpida borrachera perdurarían. Pero le habían dado un momento de claridad entre tanto caos. 

Sabiendo que esa mejora era producto de su poder Revitalizador, entendía que robusto o no, fuese capaz de proyectar su habilidad en esas coyunturas. Alzando la cabeza, Jeani invitaría a Madi a que la imitase en su cántico absurdo. 

—Sana en el tiempo, muta en el espacio, vuelve a mí revirtiendo el daño. Olvidaos de la congoja, de ella no seréis más esclavo.

Como si fuese una magia invisible, cada vez que Jeani lo reiteraba, en la garganta de Serena se forjaba un ovillo brillante dorado luminiscente, que se potenciaba a cada segundo. 

Madi se congelaría, sin dar crédito a que la propia Serena pudiese ser uno de los suyos. La pregunta impaciente de sus ojos turquesas emborronados, le pedían a Jeani que le desmantelara las dudas. 

Lo que Madeleine no entendía además, es que si Serena tenía la capacidad de emular tal habilidad, sería porque inequívocamente también poseía en su sangre en mayor o menor medida, el poder mental de un Receptor

Que Jeanette y ella poseyeran rasgos del linaje curativo, podría llegar a ayudarla aunque no llegase a ser suficiente. No, cuando su estirpe tenían como principal otra facción. 

A la capitana le costaría cada vez menos mantener los ojos abiertos, mostrándoles a ambas cuando fue capaz de saludarles, un matiz áureo coloreando su iris. 

El color oscuro que tanto le caracterizaba, a había sucumbido en su oscuridad y había renacido con una nueva luz. 

Haciendo burbujas etéreas con su boca, Madeleine seguía sin comprender qué diantres estaba pasando. Tampoco había que realizar demasiadas cavilaciones para llegar a la misma conclusión.

—Aunque parezca una idiotez e incluso contradictorio, los Revitalizadores son los más vulnerables frente a la medicación. Los químicos hacen un choque con la magia curativa portadora en sus venas. Esa es la razón por la que evitan tomarlos. Es posible que Serena jamás haya consumido ninguno hasta ahora. Por otro lado, ha sido la propia medicación la que ha activado su poder oculto. No descartemos que Serena no tenga ni puta idea de nada.

Madeleine bufaría al vaticinar que quedaba un camino largo por delante. 

—Son además los únicos que para poder ocultarse de los Comunes, necesitan por narices llevar lentillas. Algo que por lo que se ve, no puedo decir de otra persona.

Jeani utilizaría el mismo enunciado que Madi le había soltado anteriormente, devolviéndole el continuo pique que se traían.

—Cállate —ella se atrevería a sonreír, retándola a sabiendas que nada era personal.

—¿Qué...qué ha...? ¿Qué ha...pasado? —Serena volvía a la vida con un tono quejica.

—Nada. Tú sigue cantando. Te hará bien —Jeani le replicaría mucho más calmada.

—¿Cómo...cómo quieres...que cante..., anormal? —ambas se reirían por el insulto.

—De nada por salvarte la vida —Jeani alzaría la vista, queriendo aportarle un pequeño detalle que su compañera desconocía—. ¿Qué prefieres primero? ¿La buena o la mala noticia? —le daría a elegir.

—¿Tengo opción? —Madi bromearía más tranquila. —Supongo que la buena es que Serena está fuera de peligro.

Aunque no erraba del todo, lo estarían ellas como el sanitario volviese antes de tiempo. Las llamas falsas fluctuando en el ambiente, era otro factor que le frenaría. 

Mientras tanto, Madeleine trataría de asimilar lo más eficazmente que podía, que Serena también era un ser real.

—Sí y no. El golpe ha sido fuerte y no debemos confiarnos. Me refería a que podemos descartar con total seguridad a Lydia como la Arcana de las Revitalizadoras —realizaría una inclinación baja—. La tenemos justo delante —haría que la de matices rosáceos en el pelo abriese sus ojos como platos.

—¡¿Qué?! —las emociones del día ya habían cumplido con creces sus expectativas. —¡No!

—¿Qué...? ¿Qué es eso...? ¿También estáis...drogadas...?

—Lo siento, pero esta vez te va a tocar a ti tener que explicárselo todo. Esa es la mala noticia. ¡Ah, sí! —haría un énfasis fingido—. Y también vas a proyectar un color de ojos para ella y poder sacarla de este condenado lugar.

Le seguiría una sonrisa falsa, que tornaría a una auténtica al verle el careto a su nueva adepta.

—Genial... —Madi no sabía si después de todo la prefería a ella, o a la cargante de Lydia.

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-> ¡Hola de nuevo! 😊​ ¡¿Qué tal?! 💖​

-> ¿Qué os ha parecido este capítulo? 💬​ Muchas cosas en muy poco tiempo, ¿verdad? 🙈​

Había muchas pistas a simple vista que parecían que no tenían importancia, pero ya estáis viendo que sí 😁​ La guitarra en su habitación. Que hacía mucho tiempo que no cantaba. No tomar medicinas (la negativa a tomar pastillas anticonceptivas en la sugerencia de Ricardo). La sensación de que antes de los rumores, sus heridas se curaban más rápido...) 

-> ¿Creéis que Serena realmente no sabe nada? Si es así, ¿cómo pensáis que se lo tomará?

-> ¿Alguien más ha escuchado desde aquí a Madeleine suspirar?  😂​

---> ¿Qué esperáis que suceda? <---

Me gustaría avisaros de que el próximo capítulo (dividido en TRES partes) es bastante denso y es de los más largos junto a los finales. Sin embargo, también es uno de los TOP importantes.

Habrá muchas explicaciones 💯​

💖​💗​💕​ ¡Nos vemos! 💖​💗​💕​


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