Capítulo 5: "¿Tenemos un trato?"
—Bueno, ¿qué? —caminando a lo largo del pasillo, Axel se dedicaba a atormentar a una Madi muy cansada.
Llevando su propio ritmo, le importaba poco si la zancada de Axel era mayor, y la dejaba atrás. Madeleine no estaba por la labor. Para añadir más leña al fuego, quedaban unos minutos largos para que comenzara la clase. Eso se traducía a más mofas por su parte.
—¿Qué de qué? —preguntaba molesta fijando sus ojos hacia el suelo.
Sus últimas pesquisas antes de abandonar la biblioteca en esa misma mañana, habían tenido en mismo resultado que de costumbre. Que los días pasaran y no sacara nada en claro, hacía que a Madi se le juntara una montaña de malos propósitos.
Ni siquiera el olor a hierbas aromáticas volatilizándose en el ambiente, conseguía sosegarla. Cuando regaban las plantas decorativas del pasillo, su aroma silvestre los envolvía.
—¿No tienes nada qué decirme? —él se inclinaba a conciencia, buscándola en sus pocos ánimos.
—¿Qué mierdas quieres que te diga, Axel? —se le marcaba una mueca desagradable.
—¡Me encanta cuando sacas ese carácter tan arrollador! —su energía estaba por los cielos.
—¡Y a mí cuando te da por ir tocando los ovarios! —él se reía por su arranque tan natural.
—¿Me lo parece a mí, o alguien se ha levantado con un humor de perros? —ya había reparado que bajo sus ojos, su piel clara se oscurecía—. No has dormido nada ¿verdad, nena? ¿Había algo que te impedía conciliar el sueño? ¿O era alguien en particular? —a ella le crispaba su incansable curiosidad.
—¿Vas a decir de una puñetera vez qué es lo que quieres? —la paciencia no era su mayor virtud.
—¿Estás segura de que no tienes nada qué contar?
Harta, Madeleine se paraba en seco plantándole cara. Que arqueara las cejas en una pose bastante amenazante, denotaba un peligro inminente. Después de ese punto, Axel no debería sobrexcederse.
—¡Oh, vamos, Mad! ¿Es en serio? —volvía a reír por lo gracioso que le parecía—. Siento tanta pena por nuestro pobre camarero...
Después de lo dicho, Madeleine intuía por dónde iban los tiros. Sin decirle nada, cambiaba su foco hacia el frente y le dejaba allí plantado. Axel reaccionaba rápido.
—¡Eh, Mad, espera! —le bastó dos míseros pasos para alcanzarla. —Sabes que evitar el tema no va a solucionar nada, ¿no? —le sonreía pícaramente.
—No tengo tiempo para pensar en fiestas, Axel. Ni para perderlo en algo que no me interesa —aceleraba el ritmo. —Tengo otras cosas más importantes por las que preocuparme. Y ya que estamos, si no te importa, deja de hacer de Celestina. Este cuento tampoco va a acabar bien —soltaba enfadada.
—Madi, mírame —la frenaba por sus hombros, esperando a que sus ojos castaños conectaran con los suyos.
Ella se hizo de rogar, pero finalmente accedía.
—Le gustas y yo sé que tú también lo sabes. Está claro por la forma en la que te mira —se pausaba —o mejor dicho, por cómo no te mira. Es incapaz de hacerlo, sin que la cara no le cambie de color. Parece un puto camaleón.
A Madi se le escapaba una media sonrisa.
—¡Vaya, vaya! ¿Eso que estoy viendo es una sonrisa? —ella le empujaba.
—Axel, déjalo. No estoy bromeando —su agotamiento le ayudaba a mostrarse seria.
—Lo siento, pero no puedo. Me parece tan jodidamente adorable, que me es imposible.
—Entonces olvídate de mí y de que existo —se le hacía un lado y continuaba el recorrido.
—Tú siempre tan drástica —se quedaba en el mismo punto sin moverse—. ¿A dónde vas, petarda?
—Al único sitio dónde no puedes seguirme —triunfante, se dirigía a los aseos no contando con que antes de alzar la vista, se diera de bruces con alguien mucho más alto que ella.
Su acción defensiva fue la de estampar sus manos hacia lo que tenía delante. Éstas irían a parar sobre un pecho marcado, entre los pliegues de una camiseta roja y una cazadora vaquera.
Evitando que pudiera caerse, unos brazos fuertes la rodeaban por la cintura tomándola con viguería. Antes de que la realidad devolviera a Madi en su lugar, un perfume suave a cítricos bastante familiar le aceleraba el corazón.
El resurgimiento de esos recuerdos dormidos, hacía que sus piernas temblaran en un impulso eléctrico. Aumentarían al alzar la barbilla y encontrarse con una cara conocida, que a su vez, tampoco creía qué era lo que veía.
En sus ojos canela convivían trazos de un verde oliva, que se avivaban con la luz del sol. Su pelo de un castaño cobrizo, caía en mechones escalonados en sus mejillas, siendo tintado en sus puntas por un rojo bermejo.
La parte de atrás de su cabellera, acababa tras su nuca en un corte menos denso. Sus labios definidos y carnosos eran muy provocativos.
Aunque sus rasgos habían madurado, sus pecas sobre el tronco de su nariz permanecían intactas. Sus orejas seguían perforadas con sus habituales anillas de plata. La de su izquierda se coronaba en su lóbulo, y la de la derecha, eran dobles amoldándose en la orilla intermedia de sus bordes.
Otra anilla de las mismas características, se anclaba en el orificio nasal de su ala izquierda. A diferencia de las otras, ésta era una nueva incorporación.
La sorpresa en ese impacto por parte del no ya tan desconocido, era relajarse al advertir quién era la que arropaba en sus antebrazos. A Madeleine le costaba reaccionar, quedándose en un estado de piedra en el que se le hacía difícil respirar. Tampoco le ayudaría que sus ojos brillantes se clavaran en los suyos, regalándole una sonrisa leve a boca cerrada.
Al hacerlo, se señalaban levemente sus preciosos hoyuelos.
—Cuanto tiempo sin verte, Madeleine —su voz grave y aterciopelada le erizaba la piel. Bajando sus brazos, la liberaba en el amago de no hacerle sentir incómoda. Como intuía, ella daba un paso atrás.
—Podría decir lo mismo —manteniendo el control, ahogaba los nervios mojando sus labios.
—¿Qué tal estás? —sonaba casual, siendo sus expresiones las que preguntarían otras cosas.
—¿Tú qué crees? —resistía como podía aquella lucha inútil por no mostrarse vulnerable.
—Por tu cara, diría que no muy bien —su sonrisa se abría al parecerle adorable sus moñitos—. Por tu ímpetu, diría que sigues siendo la misma de siempre —la mirada intensa de sus ojos la desarmaban.
—¿Qué haces aquí, Marvin? —decía, ignorando que su mejor amigo llegaba justo a tiempo para hacer de las suyas. Nadie tuvo que hacer las presentaciones formales, para que Axel supiera que era él.
—No sé. ¿Por qué crees tú? Dime —la reprendía, sin importarle que el que le era un desconocido se les acercase y le escuchase.
—Aquí hay una tensión sexual que hasta corta.
Los dos cambiaban su foco hacia el del pelo verde, tardando poco en dedicarle un semblante de malhumor. Él, por no saber quién era ese tipo con complejo de punkie, y ella, porque Axel siempre metía las narices dónde no debía.
—Axel Novoa —se presentaba —el mejor amigo de esta loca sin cura —se le acercaba dándole dos besos en la mejilla que le supieron a poco.
Marvin estaba como un tren, y era más que lógico que despertara su interés. Al hecho de que era un tío guapísimo, se le añadía que su cuerpo hacía subir la temperatura. Por no hacerle el feo, Marvin correspondía el saludo un tanto desconcertado.
Para más diversión, alguien más se uniría al grupo avivando el bullicio desde la espalda del primer dúo.
—Habíamos acordado poner más carteles dónde no había, y no a ponernos a hablar con el primero que pasara de largo.
Tras Axel, un joven de un pelo castaño tan claro que parecía naranja, se abría paso ubicándose a su lado. Antes de dirigirse nuevamente al guitarrista, sonreía a los otros dos alegremente.
Al hacerlo, dejaba al descubierto unos incisivos separados, que le daban un toque de niño travieso.
—¿Dónde los has dejado?
En sus ojos verdes agua, existían unas minúsculas motas amarillentas que los hacían muy atrayentes. En ellos se reclamaba una respuesta, siendo el arqueado de sus cejas gruesas y descuidadas, las que les decía que bromeaba.
Copiando el estilo de Marvin, tenía el mismo pendiente perforándole las orejas. Solo que poseía una y en su izquierda.
Axel le escaneaba de arriba abajo percibiendo su carisma. Él tampoco estaba nada mal. Su indumentaria a base de sudadera gris, pantalones deportivos y zapatillas de lona, le hacían recordar a Ricardito y eso le quitaba puntos.
—Pues donde se suponen que deberían estar, ¿no crees, Chester? —evidenciaba la ironía.
—¿No me vas a presentar a tus amiguitos? —cambiaba rápidamente de intereses.
—¿Qué amiguitos?—le conocía como para saber que no pararía hasta que le hiciese caso. Bufando, Marvin accedía. —Chester Dunai, batería de Dark Lips. Ellos son Madeleine y su compañero Axel.
—¿Madeleine? —se quedaba con lo primero—. Espera un momento —abría sus ojos. —¿Es ella?
—¿Conoces muchas Madeleines por el mundo? —como era de esperar, Axel se unía al circo.
—¡Hola! Sigo aquí —ella lo expresaba con un tono cantarín, que para nada le pegaba.
—¡Aaaah, claaaroooo! —Chester potenciaba el alargado de sus sílabas. Apoyando su codo encima del hombro de Marvin, le acechaba con una mirada muy genuina—. Ahora entiendo por qué...
—Sea lo que sea que vayas a decir, guárdatelo para ti —le devolvía una sonrisa un tanto artificial.
—Pues es una pena, pero va a ser que no. Jeani pegó unos cuantos carteles en los tablones de estos pasillos la semana pasada. Perdóname que te lo diga. Pero que estés justo aquí no es casualidad, melón.
—¿No escuchas cuando se te habla? Me harías un gran favor si cerraras la boca de vez en cuando.
Chester soltaba una carcajada en su represalia. Al quitársele de encima echaba una ojeada hacia atrás, percatándose que su amigo ocultaba algo bajo su lumbar.
—Y tú que fueras más ágil con tus manos —sacaba del bolsillo trasero de los vaqueros de Marvin, unos carteles que había doblado por sus extremos. —¿Cuándo pensabas pegarlos? —le reprendía.
—Dadme una razón convincente, por la que estáis ahí parados como dos monigotes, y no haciendo lo que se supone que deberíais hacer.
Una voz femenina sorprendía a todos, desde una ubicación cercana.
Su melena rubia muy clara, en la que había mechones violetas, no llegaba a rozar sus hombros. En su estado natural su cabellera debería tener un alisado perfecto. Pero en ella, se amoldaban unos pliegues propios de unas ondulaciones, hechas con una plancha para el pelo.
Sus ojos grises eran intimidantes. Su carácter potente se reforzaba con un piercing que unía los dos orificios de su nariz, y su collar de púas pegado al cuello. Sus labios perfilados se pintaban de un morado intenso.
Con el frío asolando en las inmediaciones, no se entendía cómo podía permanecer tan tranquila, en su camiseta de tirantes negra. Sus pantalones rotos grises eran cubiertos hasta sus gemelos, por unas botas altas de plataforma. Cruzando sus brazos, se dejaban ver unas uñas pintadas, con una laca del mismo tono berenjena que su pintalabios.
Por cómo movía su boca, se intuía que estaba masticando algo. Luego inclinaba la cabeza amenazante, esperando una respuesta que no llegaba.
—¡Jeani! —Chester mostraba un entusiasmo muy sentido—. ¡Esta chica siempre tan silenciosa! ¡Ven acércate! —ella le contestaba entrecerrando sus ojos asqueada—. Jeanette Saavedra, segunda guitarrista de Dark Lips. Él es Axel y ella es Madeleine; la ex de nuestro pequeño cabeza hueca.
Haciéndole ver lo mucho que le importaba, Jeani ni se inmutaba manteniéndose en la misma pose indulgente.
Seguidamente abría la boca y forma una pompa de chicle rosa bastante considerable. Chester esperaba a que explotara para seguir hablando.
—No suele hablar mucho, y a veces hasta se le agradece. A cambio, es una persona muy inteligente.
Llamándole la atención, Jeani pasaba olímpicamente del resto, acercándose hacia una de las pequeñas macetas encima del mueble. Alzando sus dedos, tomaba una de sus hojas masajeándolas impregnándolos a romero.
—Estudia su tercer año de Diseño Gráfico. El año pasado obtuvo nada menos que cuatro matrículas de honor. También le gustan los animales y la jardinería, lo que echa tierra abajo su teatro de tipa dura por la vida —ella misma pararía su monólogo.
—Chester. Cállate. Pareces la puta voz en off de un narrador de documentales —le decía sin mirarle.
—¡Y ahí lo tenéis! Jeanette en esencia pura —Axel se reía, pensando que ella ya le caía genial.
—¡Ey, Jeani! —desmarcaba un paso—. Encantado de cono...—apenas le vio venir, se le apartaba.
—Se me olvidaba comentar que suele evitar el contacto físico —Chester seguía haciendo el papel de su analista. —No es nada personal, colega. A nosotros ya nos conoce y también nos evita —Axel dibujaba una sonrisa totalmente abierta en sus labios. Quizás porque ahora ella era su nuevo reto.
—Si estáis buscando vocalista, Axel os podría hacer el favor —Madi les recordaba qué hacían allí. —Aunque entonces os convendría llamaros Colorful Hair, en lugar de Dark Lips —su reflexión, hacía que los ojos verde agua de Chester se encaminaran hacia los de su amigo.
Marvin le suplicaba que no dijera lo que tenía en mente. Pero a Chester le encantaba montar una fiesta allá donde iba.
—Qué propuesta tan interesante, ¿eh, Marvin? Sobre todo teniendo en cuenta que lo elegiste tú —él gruñía, intentando encontrar algo coherente qué decir. Para su alivio, Axel le sacaría del apuro.
—¡Muy graciosa, Mad! —rechazaba la oferta—. No le hagáis caso, cantar no es mi causa.
—Pues yo sé de una que lo haría genial —sin rodeos, Marvin se detenía en la que fue su ex.
—Jeani, aquí tienes tu respuesta —Chester la buscaba—. Ya sabemos por que este desalmado andaba como jinete sin cabeza por estos lares.
Ruidosa, ella seguía mascando su chicle, dándole a entender que le importaba tres pimientos.
—Te equivocas si piensas que el puesto me interesa —esquiva, Madi dejaba claro que no insistiese.
—¡Ouch! ¡Eso ha dolido! ¿Eh, Goldack? —le daba codazos a su mejor amigo importunándole.
—Vete a pastar un rato, Chester —sonaba grosero a consciencia.
—Qué fácil es sacarle de sus casillas—soltaba otra de sus risas, enseñando sus dientes separados.
—Fácil es adivinar por qué estos dos llegaron a entenderse tan bien —Axel aportaba su granito.
—Me estáis enfermando —con un evidente mal humor, Madeleine alzaba sus brazos con sus manos en alto. Luego se despegaba del grupo sin esperar una réplica por ninguna de las partes.
—¡Mad! ¡Espera! —Axel pretendía detenerla —No se lo tengáis en cuenta. Hoy está más susceptible que nunca —sonreía al saber que ella nunca estaba de buen humor—. Nos vemos por ahí.
Se despedía de los tres, regalándole una sonrisa más condescendiente a Jeani. Ella fruncía el ceño.
—Tienes un problema muy, pero que muy gordo, hermano.
Chester era el primero que hablaba después del espectáculo. Marvin sabía que se estaba dirigiendo a él.
—Te va a costar recuperarla.
—¿Quién te ha dicho a ti que quiera hacerlo? —su fachada de indiferente no valía con él.
—Tus comentarios de alma en pena, al no poder sacártela de la cabeza. ¿Te recuerdo por qué aceptaste entrar en la banda, Marvin? —él callaba, doliéndole el no poder argumentar.
—Eres de lo peor —Marvin movía su cabeza negándole, mientras que Chester palmeaba su espalda.
—Dudo que sea peor que esos macarrones asquerosos con virutas de colorines, que siguen creándome un trauma —Jeanette se atrevía a hablar. Viéndola receptiva, Chester se giraba hacia ella.
—Yo también me conciencio con el medio ambiente, Jeani —ponía su mano sobre su pecho—. Hay que reciclar. Si queremos hacerlo bien, con todo lo que eso implica, había que aprovechar los toppings que no se usaron en la tarde de cumpleaños de Marvin.
A su compañero le daba por sonreír. Acto totalmente contrario por una joven que no veía dónde estaba la gracia.
—La comida es sagrada, Chester —lo enunciaba como si fuese cuestión de vida o muerte—. Hoy te toca el almuerzo. Procura evitar los experimentos. Más que por el nuestro, hazlo por tu bien. Por.tu.bien —lo acentuaba sonando a intimidación amarga.
Luego giraba sobre sus pasos y se distanciaba.
—Y yo que pensaba que compartir piso de estudiantes con una chica, iba a ser divertido.
—Puedes decir lo que quieras. Ya nos echarás de menos el año que viene cuando no nos tengas. Vas a llorar lágrimas de sangre. Más que en todos estos cuatro años, con la carrera de Ingeniería Informática.
—¡Habló el universitario de tercer año de Filología Hispánica! —usaba los carteles todavía en sus manos, para vapulearle como si le estuviese quitando el polvo. Marvin le esquivaba sin mucho acierto.
—¿Sabes ya dónde vas a hacer las prácticas?
Chester paraba su juego, abriendo la boca dispuesto a exponer sus dudas. No llegaría a hacerlo. En su campo de visión, una joven de tez morena y rasgos afroamericanos, le nublaba la razón y el sentido de la palabra. Según él, ella era un bellezón en potencia.
—¿Marvin? —asombrada, Serena los alcanzaba en un par de pasos saltarines—. ¡No lo puedo creer! ¡Eres tú! —le abrazaba—. ¡Hace siglos que no nos vemos!
Le depositaba dos buenos besos una vez llegaba a su altura. Él la correspondía con una sonrisa.
—¡Chester! —conectaba con sus ojos verdes agua —¿Cómo tú por aquí y a estas horas?
Entre risas, repetía la misma acción con un joven que se los devolvía con mucho gusto.
—A él le veo más a menudo —hacía carantoñas a Chester —A diferencia de alguien que no quiero señalar, él no nos dejó tirados cuando empezó su vida universitaria.
—¿Verdad que sí? Marvin es un traidor.
Hacía el mismo uso de los carteles ahora para despeinarle.
—Más que traidor, es un sinvergüenza. Dudo mucho que después de tres años, se haya dignado a pisar Salmadena, y que haya sido solo para visitar a sus viejos amigos de instituto.
Divertida, Serena cruzaba sus brazos. Marvin resoplaba por la regañina.
—Sabes que Rick te recibiría con los brazos abiertos si te unieses. No necesitas ser miembro. Chester tampoco lo es. Solo juega con "Los Lobos" de vez en cuando en los entrenamientos, y por diversión. Nestrambul solo está a hora y media de aquí.
—Si vais a empezar con vuestro acólito de reproches, mejor me largo —su sonrisa le traicionaba.
—Y pensar que cuando lo conocimos, era un cachorrillo desvalido, buscando desesperadamente interacción social.
La jerga de Chester hacía que Serena empezara a reír. Marvin les hacía burlas infantiles con sus muecas.
—¡Y así nos lo paga! ¡Qué desagradecido! —seguía machacándole.
—Lo siento —expresabas unas condolencias poco sentidas—. Pero el baloncesto nunca fue lo mío, además de que me da toda la pereza del mundo —reincidía —Y si no nos vemos tan a menudo, Serena, agradéceselo al incendio en el edificio donde se supone que iba a estudiar. Fue eso lo que hizo que me quedara en Nestrambul, con este pesado que tiene como pasatiempo el de hincharme las pelotas.
—¡Vaya! Ahora la culpa va a ser del cortocircuito, ¿eh, Chester?
Ella buscaba apoyo en el del pelo anaranjado. Éste a su vez, aprovecharía el instante para devolvérsela. Pero Marvin no se quedaría callado.
—De Chester lo entiendo, ¿pero tú, Serena? ¿Por qué no usas toda esa energía para hacer cabriolas en el aire, en lugar de meterte con el cachorrillo? —lo dicho le hacía recordar algo al de ojos verdosos.
—Por cierto, ¿cómo sigues? —la examinaba sin éxito, al estar sus extremidades cubiertas. —La caída de la semana pasada fue brutal. Todos nos asustamos muchísimo —se volvía más serio.
—Le das mucha importancia a algo que no lo merece, Chester. Estoy más que acostumbrada —lo subsanaba con una sonrisa preciosa —Bueno —recapitulaba —ya que sospecho que Marvin no va a hablar —se dirigía hacia con el que tenía más afín —dime, qué es lo que él hace por aquí.
—¿No lo adivinas? —a Chester se le escapaba y Marvin le daba un codazo—. Pues además de evitar de que Jeani juegue con nuestros muñecos vudús, —alzaba los pósters —haciendo propaganda.
—¿No ha habido suerte? —lamentándolo, observaba a uno y a otro.
—Aún es pronto para venirse abajo —era Marvin quien replicaba esta vez.
—Según tengo entendido, es algo provisional. Estoy segura de que Hernán volverá a cantar en los escenarios junto a vosotros.
Tanto Marvin como Chester intercambiaban miradas, ocultando tal vez, que el accidente de su compañero iba para largo. Muy seguramente la persona seleccionada, se quedaría para unos meses.
—Hablando del tema —Serena generaba un inciso. —¿Tenemos un trato, no? —a Chester se le formaba una sonrisa muy difícil de ocultar. Dejaba que fuese Marvin quien se explayara.
—Ya sabes cuál es la condición —mientras Marvin replicaba, al otro le daba por reír.
—¿Estás seguro? —Serena no parecía muy feliz con lo que oía. Marvin no se andaría con bromas.
—Pensé que había sido claro —determinante, él no dejaba que nada ni nadie le condicionase.
—Sí, claro —contestaba con un desagrado bastante evidente—. Haré lo que pueda. Pero no puedo garantizarte nada —mostraba cero entusiasmo por lo que tendría que hacer. Chester seguía riendo.
—Lo mismo digo —Marvin lo remarcaba. —Inténtalo, no pierdes nada. Háblame cuando lo tengas.
—Vale —suspiraba—. Nos vemos.
Antes de marcharse, le lanzaba una mirada divertida a Chester al tenerle mayor complicidad. Él se la correspondía, esperando que Serena se perdiese para dialogar. Rápido como un rayo, Marvin le impediría recrearse de más.
—Haz un solo comentario, y juro que en cuanto lleguemos a Nestrambul, confisco todos los paquetes de palomitas que encuentre por el piso.
Sin borrar su gesto risueño, Chester ejercía con sus dedos la mímica de una cremallera cerrando su boca. Al final Marvin también sonreía, arrebatándole los pósters de sus manos, evitando que los volviera a usar en su contra.
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-> ¡Hola a todos! ¿Qué tal el día? ❤
(Inserte sonido - ding-dong-ding - seguido de "Atención señores clientes") 😂😂
Antes de pasar a las preguntas, quería comentaros que estuve barajando la posibilidad de que este capítulo fuera dividido en dos partes (tengo testigos jajaja)
Después de ver mil y una posibilidad, vi que era un poco complicado porque el 90% del texto eran diálogos. (No era plan de dejarles con la palabra en la boca. Eso está feo XD)
Ya fuera de bromas, los únicos puntos dónde "supuestamente" podría haber hecho la división, hacía que ambas partes se quedaran muy desproporcionadas . Por eso el dejarlo así. Si alguien tiene alguna propuesta, encantada de escucharle :)
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-> Y ahora sí, contadme, ¿qué os ha parecido el capítulo?
-> ¿Qué os han parecido estos nuevos personajes?
-> ¿Os imaginábais que los integrantes de Dark Lips fueran así?
-> ¿De qué trato habla Serena? 😉
-> Espero que os haya gustado ❤❤❤
-> Nos vemos el viernes con el capítulo 6
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