Capítulo 41: Minestrone
- - - - - - - - -> 📢 Antes de empezar a leer 💡 <- - - - - - - - -
1) Contenido con escenas (no) + 18. Recalco el "no" porque no lo considero como tal, (ni tampoco llega a +16 bajo mi punto de vista). Como nunca está de más hacer un aviso y todas las perspectivas son válidas, lo recalco por si alguien considera que sí lo sea 😎
2) Tendremos notas de traducción (-se aguanta la risa-) 🤭
Sí, ya sabemos lo que eso significa 😁
-> Sin más, espero que disfrutéis la lectura 📖✨<-
- - - - - - - - - - - - - - - - - - -
El vapor de una sopa humeante se empastaba con el vaho ambiental, dejando en el comedor un olor periférico fluvial, mezclado con el aroma de un caldo de carne y verduras.
De fondo, se apreciaba el ruido cascado de un secador, delatando que Madeleine seguía encerrada en el baño. Pese a ser a marchas forzadas, a Luca le alegraba que le hubiese dado tiempo a hacer todo lo que tenía en mente.
También temía enormemente que Madi pudiese necesitar su ayuda y no estar presente. La había dejado débil y algo ausente. Tampoco se hubiese atrevido a hacer tal insinuación, respetando totalmente su privacidad. Se ruborizaba solo con imaginarlo.
A pesar de eso, no podía negar que a él también le hubiese hecho falta tomar un baño caliente. Reconsiderándolo mejor, uno bastante frío para quitarse de la cabeza la imagen de su cuerpo completamente mojado, en el que se resaltaban todos sus encantos.
Luca sacudía su cabeza preguntándose a sí mismo, qué diablos estaba haciendo. Quizás era hora de admitir que la timidez que le caracterizaba, no quitaba que fuese humano y que ella fuera su debilidad. Pendiente de la del pelo rosáceo, se había contentado con escuchar los ruidos que podrían salir tras la puerta, en el caso de atender a uno contundente que alertara que algo iba mal.
Dando una milésima de vueltas más desde la cocina, hasta al salón de iluminación cálida, permitía que sus zapatillas de casa con suela de caucho, dejara un eco envolvente en sus pasillos al estar prácticamente todas sus puertas cerradas. Luca revisaba que la mesa contuviese todo lo que pudiese representar una buena cena. Alineaba reiteradamente la cuchara desordenándola en su nerviosismo, haciéndola chocar en su tintineo contra el plato de lorza.
Despreocupándose de sí mismo, se maldecía al no poder ofrecerle más que una elaboración tan modesta. Le dolía aún más no demostrar sus capacidades culinarias, al carecer de ingredientes. Las clases por la mañana, el trabajo de la cafetería, como de repartidor, más sus cursos extraescolares, le consumían prácticamente todo su tiempo.
Resoplando, pasaría los dedos por sus cabellos rubios aún mojados por la inmensidad. Dirigiendo una ojeada hacia la ventana desprovista de sus cortinas, preveía que la lluvia seguía rezumando una insensibilidad que crucificaba el cielo. Los relámpagos habían cesado su runrún atronador. Pero seguía habiendo constancia de una noche que quedaría para la posteridad. Luca se había cambiado de ropa, y aún así continuaba sintiendo frialdad en sus huesos.
Alisando los pliegues del sofá, acariciaba después la manta depositada sobre su canto, habiéndola dejado especialmente para ella. Dudaba que fuera a necesitarla. La calefacción central estaba haciendo plenamente su función, pero tampoco estaría de más.
Inclinaría la vista hacia el suelo, apreciando sus botines y su mochila mojados cerca del radiador. También se había preocupado de lavar su ropa, y tenderla para que se secara. Sonreía tímido al haber visto su sujetador, y al haber enjuagado sus braguitas de dibujitos coloridos, sonsacándole un gesto bobalicón en el que se rascaba la nuca.
Quizás había sido demasiado aunque ahora eso fuese lo de menos. Madi necesitaba su ropa cuanto antes. Eran pocas las pertenencias guardadas en su mochila, las que se habían salvado del diluvio. Con la bolsa de deportes no podían contar.
Habiéndole dado prioridad a su bienestar, Luca le había dejado que usara el aseo antes, y se relajara. A pesar de ello, dudaba seriamente que todas esas atenciones fueran a ser suficientes.
Repasando mentalmente los nubarrones que coronaban su cabeza, se impacientaba al entender que las mentiras de las que Madi hablaba eran graves. Sin embargo, le imperaba más que se estabilizara. Odiaba sentirse impotente, como un cero a la izquierda con el que no solía contar.
¿Por qué las cosas no podían ser de otra manera? ¿Qué faltaba? ¿Más autodeterminación?
Como si lo hubiese llamado con sus pensamientos, su teléfono vibraría desde el bolsillo trasero de sus pantalones de algodón. Tomándolo entre sus manos, vería la pantalla iluminada por la notificación de un mensaje en su zona superior.
"Madi tiene su móvil apagado, aunque dudo que me hubiese respondido igualmente..."
"¿Cómo está? ¿Habéis llegado sin problemas?"
Llegaría a leer sin llegar a desplegar el texto con su pulgar, pensando que después de todo, Marvin merecía una contestación. Sus dedos desplegaban la aplicación, viendo por sí mismo que el guitarrista se encontraba en línea. Comenzaría a teclear ágil con sus pulgares, diciéndole que todo estaba bien, pero no le llegaría a enviar el mensaje.
Se vería paralizado cuando la puerta del baño se desplazaba, y con él, el sonido chirriante que le reconducía con la realidad. El rubio apagaría la pantalla y dejaría por impulso el teléfono encima de la mesa. Mientras tanto, unas pisadas descalzas se acercaban hasta su posición, cruzando tras un sofá que ocultarían la parte baja su nueva indumentaria.
Deteniéndose ante él, Madeleine se presentaría con la misma camisa azul que Luca había llevado a la fiesta. Le quedaba grande y un tanto ancha, pero no lo suficientemente larga como para ocultar los bordes de encaje de sus braguitas blancas. Luca abría la boca costándole horrores cerrarla. Por muy descarado que estuviese siendo, sus ojos zafiros intensos no podían apartarle la vista.
También le había dejado uno de sus pantalones, pero por lo que veía, Madi había decido prescindir de ellos. Lo que no sabía, es que le angustiaba que continuamente se les estuvieran cayendo. Teniéndole confianza, prefería al fin y al cabo presentarse así, aunque eso supusiera elevar la frecuencia cardíaca del joven de los lunares. Agradecía al fin y al cabo, que al menos una de su ropa interior hubiese quedado impugne del aguacero.
El repentino cambio de temperatura de una habitación a otra, hacía que la a la piel de Madi le costara regularse. Se magnificaría en un vello que se erizaba, así como en las puntas de sus pechos desprovistos de protección. Sus cabellos largos, sedosos y ondulados, los había recogido con uno de sus coleteros sobrevivientes. No podían por tanto ser usados como armazón.
Madi se estaba dando cuenta del pequeño espectáculo bajo la tela de su camisa prestada, por lo que los ocultaría cruzándose de brazos, acariciándose los codos. A su vez, admiraba la peculiar ropa de estar por casa de su compañero. Luca llevaba una camiseta roja de manga larga holgada, contradictoriamente opuesto al gris pegado de sus pantalones.
De tejido fino, se apreciaban los músculos que componían sus piernas, así como algo más que crecía ligeramente bajo los cordones que anudaban su cintura. Luca estaba teniendo un pequeño problema bajo sus pantalones. Pero no parecía darse cuenta por la imagen que tenía delante.
—Es...es estás..., estás... —Luca tartamudeaba agilizándose con unas manos en movimiento.
—Prácticamente desnuda —completaba la frase por él.
—¡Sí! —Luca rectificaría de inmediato —¡NO! —se palmearía automáticamente la frente—. ¡Mierda! ¡No! ¡No era eso lo que quería decir!
Exponía con un nerviosismo, que disiparía al ver que ella le dedicaba una sonrisa cómplice. Aquel gesto tan desacostumbrado en la del pelo rosáceo, le hacía doblemente absorbente. También significaba que se mostraba mucho más consciente y enteriza.
—Estás preciosa, Madi —exponía en voz alta antes incluso de pensarlo.
Después esbozaría una sonrisa afligida que se haría mayor, al ver que su compañera no le pondría barreras. Era difícil no sentirse vulnerable cuando se trataba de ella. Madi le importaba, aunque su falta de valor le capaba de todo aquello que estaría dispuesto a hacer por su principessa. Los sucesos de pocas horas atrás, habían constituido un paso abismal.
Admirándola absorto, se perdía en las curvas que dibujaban su cuerpo, quedándose en la perfección de sus muslos. Olvidaría por un momento el pudor, a cambio de continuar admirándola de una manera un poco desvergonzada. Era cierto que la veía más delgada, pero en definitiva, seguía siendo ella.
Luca comprendía que era idiota ponerse trabas a sí mismo, cuando la propia Madeleine le daba incentivos para que fuera más auténtico.
¿No era al fin y al cabo él mismo su propio enemigo? ¿No era precisamente la determinación de Marvin lo que tanto admiraba de él? ¿Qué tan malo podría ser entonces decir lo que realmente pensaba?
El italiano abría su boca, dejando un suspiro en el que expulsaría algo más que una simple exhalación.
—Estás preciosa —repetiría—. Preciosa e irresistiblemente sexi, Madeleine.
Tornaría su sonrisa cohibida, sintiendo el rojo frenético en sus mejillas al no ser capaz de apartarle el contacto visual. Sí, desde luego que se sentía extraño, pero jodidamente bien.
¿Por qué no lo había hecho antes?
—¿Quién eres tú, y qué has hecho con Luca? —ella alzaría su ceja sin dejar de sonreírle.
—Es muy posible que el Luca que conoces también sea este —encandilándose con un aire soñador, se llevaría una mano hacia el pecho—. El que siempre lo ha pensado, pero nunca se ha atrevido a decirlo —arrancaba en una pequeña carcajada nerviosa—. ¡Lo siento!
Le sonreiría más dulcemente al saber que no estaba molesta. Ella le asentiría perdiéndose en los rincones de la habitación.
—Vaya, esto es nuevo —mantendría una sonrisa ladeada denotando que no le molestaba.
Que Madi se viera con ánimos para bromear, seguía siendo otra de las buenas señales que avisaban de que no se sentía tan abrumada. Después, se centraría en sus ojos zafiros cándidos, sin decir nada por un solo segundo. Luca no podía dejar de extasiarse como si ella era un maldito imán. Madi continuaría hablando.
—Nunca pidas disculpas por decir algo que piensas de verdad. No estarías siendo honesto.
Bajaría la cabeza y apretaría sus brazos más fuerte sobre sí, sabiendo que era la menos indicada para hablar sobre sinceridad.
—Te pido perdón entonces, por todas esas cosas que estoy pensando justo en estos momentos, pero que me voy a guardar para mí.
Ella alzaría la cabeza, apreciando que su semblante angelical se endurecía dándole una perspectiva mucho menos aniñada. Fue en ese momento en el que se percataba, de lo mucho que su amigo había crecido como persona.
—Madi, —realizaría un inciso tenso, pero sin llegar a ser irritante—tenemos que hablar. No te quiero presionar, pero me gustaría saber qué está pasando.
En el acto reflejo de escudarle, ella divisaría el par de puertas cerradas en su costal izquierdo.
—Puedes estar tranquila, —su intervención le haría otearle de nuevo —seguimos estando solos —Luca soltaba un jadeo producido por los nervios—. Lydia raramente aparece por aquí, suele avisar. Gina se quedará esta noche en casa de un amigo, vendrá mañana. Me encantaría presentártela y que la conocieras. Es un encanto —agilizaría mucho menos inquieto.
—Ya...—Madi titubeaba mimando sus antebrazos para finalmente dejarlos ir.
Después dirigiría una mirada hacia la mesa impregnándose a un olor delicioso, protagonizado por una sopa dónde entreveía legumbres, verduras y pasta. Se veía a simple vista el gran esmero que había tenido el camarero en prepararla. Sin embargo, Madi no entendía por qué solo había un plato cuando debería haber dos.
—¡Perdona, debes tener hambre!
Luca se apresuraba pasando por su lado, arrimándole más el sofá como si hubiese sido su silla en el más elegante restaurante. Dándole la espalda, su instinto fue el de fijarse sin querer en la parte baja de sus caderas. Un calor interno se apoderaba de él, cuando veía que los bordes arqueados de sus braguitas, dejaban parte de sus nalgas a la vista.
Apartando los ojos con un notable sonrojo por bandera, murmuraba para sí frases en italiano sin creer que eso podría estar pasando.
—¿Luca? —Madi se volteaba mirándole con un ceño marcado.
—¿Sí? —él tosía, alegrándose de no haber sido cazado con las miras puestas en su trasero.
Habiéndolo acomodado en su arrastre, se acercaba a ella costándole tragar saliva. Madi realizaría una sugerente inclinación hacia la mesa, preguntándole algo que no necesitaba pronunciar.
—¡Oh, no te preocupes! No tengo mucha hambre.
Se sentenciaba a sí mismo cuando pocos segundos después, su estómago rugía reclamando sustento. Luca tosería aún más fuerte no valiéndole de nada encubrir la pequeña mentira. Madi deducía que posiblemente esa iba a ser su cena, antes de esperarla como invitada.
—Siento mucho las molestias que te estoy causando. En realidad soy yo la que no tiene mucha hambre.
Luca inspiraría torciendo sus labios, lamentándose del estruendo tan importuno de sus tripas.
—Madi —la miraba intensamente tomándola por los hombros. Sus ojos turquesas parecían más livianos después de haberse relajado—. Tienes que alimentarte apropiadamente. No te preocupes por mí. Venga, siéntate —le sonreía invitándola a que lo hiciera—. Si no te importa, me sentaré a tu lado. Tu ropa estará seca mañana a primera hora —decía a toda velocidad para evitar las preguntas—. También he dejado esto por aquí por si lo necesitas —señalaba la manta que había preparado para ella —aunque creo que la calefacción está especialmente alta hoy.
Se masajeaba la frente haciendo un esfuerzo sobrehumano, en no fijar la vista sobre sus bonitas piernas. Ocultaría momentáneamente la cara entre sus manos, sabiendo que la situación no ameritaba pensar en otras cosas, que no fueran de índole más seria.
Reincidiría en sí mismo, en que no podía luchar con sus sentimientos, ni tampoco contra sus instintos. Tampoco podía evitar pensar en lo que no debía, cuando Madi se presentaba así ante él. Por su parte, ella desenfocaba la mirada hacia la sopa, no teniendo fuerzas siquiera para tomar la cuchara y probarla.
¿Cuándo había sido la última vez que había disfrutado de una comida como esa?
—Espero que te guste mi minestrone —Luca le sonreía despertándola de su burbuja.
—No quiero hacerte un feo, pero tengo el estómago cerrado. Además, es tu cena.
—No me es ningún problema. Haría cualquier cosa por ti, Madi —decía sin atreverse a mirarla tan abiertamente—. Pero si te hace sentir menos mal, entonces compartámosla.
Tomaba la cuchara por su mango, la sumergía en el caldo caliente, y se la aproximaba a su propia cara colocando la mano libre debajo. Soplaría dulcemente sobre su superficie cóncava. Con delicadeza, observaría a Madi y se la acercaría queriendo que al menos le diera una oportunidad.
—Pruébala al menos y dime qué te parece.
Madi dudaría por un momento, pero terminará accediendo a ser alimentada por su mano. Aquella explosión de sabores cálidos, calmaba un paladar que ansiaba consumir más de aquella sopa espectacular. Podía haber probado miles, pero ninguna superaba su nuevo descubrimiento.
—Está...está deliciosa, Luca.
A él le sería imposible no mostrarle una sonrisa de oreja a oreja. Que ella probase sus comidas, lejos de las muestras de confitura que solía hacer en la cafetería, era un sueño hecho realidad.
—Eres un gran cocinero, se nota que te sigues formando en el curso de hostelería.
—No es un gran talento. Es solo una sopa, Madi —se atrevería a mantenerle la conexión aún estando bastante avergonzado—. Pero me hace muy feliz que te guste.
La forma en la que lo decía era extremadamente tierna.
Evitando los silencios incómodos, Luca realizaría otro viaje con la cuchara llenándola de ingredientes. Volvería a soplar manteniendo una sonrisa en la que la observaría de soslayo. Terminaría borrando lentamente su gesto risueño, quedándose en unos ojos turquesas que inevitablemente, se estaban cristalizando.
Sin poder soportar que la viera así, Madi bajaba la cabeza. Ella apreciaría por el ruido metálico contra la lorza, que Luca había abandonado sus intentos por hacerla comer. Sentiría que sus dedos eran acogidos por otros, afianzando cada uno de ellos con los suyos.
El italiano no se sentía muy orgulloso de ello, pero había aprendido gracias a Marvin, que esa era la manera de tranquilizarla. Esperó paciente a que Madi tuviese el valor de alzar la barbilla y de mirarle a los ojos. Cuando lo hizo, vio que los zafiro de Luca transmitían una tristeza inconsolable.
—Te daré el tiempo que necesites —sus rasgos se volvían mucho más serios, pidiéndole que siguiese confiando en él, como lo había estado haciendo hasta entonces—. Intuyo que no está siendo fácil. Te conozco, Madi —afligía inconforme sus muecas—. No sueles exteriorizar tus emociones. No quiero imaginar cómo te tienes que estar sintiendo, como para haber explotado de esa manera.
El camarero la sorprendía, no viniéndole de nuevas lo observador que era con ella.
—Es...es solo que...es así cómo solía dar de comer a mi abuela. Me han venido los recuerdos y... —se atragantaba con sus propios fluidos, pareciéndole mentira que la misma Celina le hubiese engañado tan retorcida y vilmente—. Lo siento... —bajaba sus párpados humedeciéndolos.
—Alguien me ha dicho hace unos dos minutos, que no tenía que pedir perdón por decir lo que realmente pensaba —conseguía que esbozara una mínima sonrisa—. Solo te estás desahogando, Madi. Llevas mucho tiempo haciéndote la fuerte, tomando un papel que no te corresponde —acariciaba sus manos dándole conformidad—. Te has llevado al límite, sobrepasando una carga que pesaba más de lo que podías soportar. A lo largo de estos maravillosos años en los que he podido conocerte, lo he visto.
Luca realizaría un inciso en el que se afligía.
—Tengo que admitir que eres una incógnita para mí. Una incógnita realmente preciosa. Una que quiero descifrar, por mucho que me cueste estar a su altura. Hay muchas cosas que desconozco. Sé que no quieres hablar de ellas y está bien. Pero no me apartes, por favor. No lo hagas porque me duele. No te imaginas cuánto. No me importa repetírtelo las veces que hagan falta. Aunque estés cansada de escucharlo, no estás sola, Madeleine. No lo estás. ¿Por qué no me ves? ¿Por qué no te apoyas en mí?
Luca se desesperanzaba, costándole horrores mostrarse más sólido en cada pregunta.
—Me destroza verte llorar y no poder hacer nada para consolarte...
—Estás haciendo más de lo que imaginas... —era realmente lo que pensaba.
—¿Y por qué me siento tan inútil? ¿Por qué siento que siempre me quedo atrás? —su tono se quebraba.
—No pienses así, porque eres mucho más que eso. Esto no tiene nada que ver contigo. Es una historia que viene de largo, tan enredosa que no sabría ni por dónde empezar. Pero es que aunque lo supiera, no podría decir nada. Estoy terriblemente cansada de tantas mentiras. No quiero continuar diciendo cosas que no siento, y seguir pidiendo perdón, ¿lo entiendes? —le atisbaba dolida—. Las mentiras duelen. Duelen muchísimo, y más si vienen de las personas que te importan.
Luca apenaba sus facciones al saber perfectamente de lo que hablaba. Ella también le había mentido. Madeleine gimotearía al ver que su abuela las había llevado demasiado lejos.
—No me preguntes algo que no puedo contestar, —las lágrimas comenzaban a deslizarse crueles por su tez —al menos no ahora...
—Pues cuando pueda ser, aquí estaré. Esperándote. Tengo todo el tiempo del mundo para ti, Madi.
—Gracias. Gracias por todo lo que estás haciendo. No quiero que pienses que eres insuficiente.
—No hay nada que agradecer. Haría lo fuera por hacerte sentir bien, por hacerte feliz. Por mucho que me mate la curiosidad y esté preocupado por ti, lo respetaré. Probablemente esté hablando de más al no saber realmente qué sucede. Pero no voy a dejar que sigan haciéndote daño, Madi. Quédate aquí el tiempo que necesites mientras buscamos una solución. Aunque te mentiría si te dijera que no me encantaría que te quedaras aquí, conmigo.
Luca dejaría ir una exhalación antes de que Madi abriese la boca para decir algo.
—Antes de que digas nada, piénsalo. Como ya te he dicho antes, Lydia no suele venir por aquí. En cuanto a Gina, no le va a importar. Está deseando además conocerte.
En sus labios se contornearía una sonrisa tímida, pintando nuevamente sus pómulos de color.
—Le he hablado de ti.
—¿Por qué eres tan dulce conmigo? —la respuesta era más que evidente, y aún así la formulaba.
Luca la miraba fijamente a los ojos, tornando sus gestos a unos mucho más serios. Dejando el silencio correr, le apartaría las lágrimas de su rostro, tomando justo después nuevamente sus manos.
—Porque te amo, Madeleine —expresaba templado, sin que le temblara la voz.
Esta sería la tercera o cuarta vez en la noche que la había llamado por su nombre completo. Era una manera implícita de decirle que era lo que sentía por ella, era algo serio y honesto.
—Mis sentimientos siguen siendo los mismos, no han cambiado. No he dejado de pensar en ti ni un solo segundo.
Se mordía los labios intentando mostrarse enterizo. Verla así hacía que sus preciosos ojos zafiro también se aguasen.
—Me gusta recordar continuamente los momentos que tenemos juntos —le ofrecería una sonrisa emborronada —como el buen idiota que soy torturándose con algo, que sabe que es difícil que pueda ir a más —ella movería la cabeza negándole que se hostigara tanto.
Sabía por qué lo decía, sus sentimientos no eran recíprocos. Que Luca tuviese esos pensamientos, más que ayudarle, en cierta medida le perjudicaba.
—Siempre estás en mi cabeza. No te puedo sacar por mucho que lo intente. Si seguimos jugando a ser sinceros, desde el primer día en que te vi entrando por el café, supe que serías tú. Siempre has sido tú, Madi —su mirada terminaría por anegarse, transmitiéndole su pureza.
—Luca... —no sabía cómo controlar todas aquellas emociones tan vivas.
—Déjame quererte. Déjame que cuide de ti. Permíteme estar contigo —iría bajando la voz gradualmente, hasta convertirla en un cálido susurro—. ¿Podría ser, Madeleine?
Abducido por todos esos sentimientos a flor de piel, se acercaba a ella lentamente dándole suficiente espacio sin atosigarla.
Las lágrimas surcarían la cara de una Madi, que permanecería quieta en el mismo punto sin rebatirle. Los ojos azules de Luca brillaban más que nunca, haciendo de ellos el más precioso cielo, momentos antes de empezar a llover. Sus palabras, cómo la trataba y sobre todo cómo la miraba, le hacían recordar el por qué Axel había dicho en más de una ocasión, que le resultaba jodidamente adorable. No era para menos. Aunque se había encargado de no darle la razón, ella sabía que no existían objeciones.
Luca permanecería inquieto. Los nervios se manifestaban en él, cada vez que tomaba la iniciativa de acortar una distancia más reducida. Más que por realizar ese paso crucial que se moría por dar, por evitar que su compañera se llegara a sentir obligada a hacer algo que podría no desear. Ella era consciente de eso, por lo que aceptándolo, cerraba lentamente sus ojos completamente rendida por su encanto.
Terminando por eliminar la barrera del espacio, Madi sentía su respiración alzándose a la altura de su frente. Con una dulzura incuestionable, Luca le daría un beso en la sien prometiéndole con ello que la protegería. Bajaría hasta su mejilla, llevándose con sus labios la humedad de sus lágrimas, asegurándole así que curaría sus penas.
También sentiría el calor de sus dedos desligarse de los suyos, llevándolos ahora bajo su barbilla de relieves mojados. Con todo el amor que sentía por ella, le daría un último beso a la altura de sus comisuras matando el deseo, pero sin llegar a ser un beso propiamente.
Luca se alejaría de ella, lo suficiente para ver esos ojos turquesas que tanto amaba despertar tras sus pestañas claras. Una vez lo haría, Madi se fijaría primero en su azul intenso roto en su agua, y luego en el lunar por encima de sus labios haciéndolos condenadamente atractivos.
Las fuerzas de Luca por contenerse estaban siendo inhumanas. Quería que fuese ella la que rompiese el hielo. Si era Madi quien tomaba la iniciativa, luego no tendría nada de lo que arrepentirse. No deseaba que algo que consideraba tan sumamente especial, se echara a perder como un mal recuerdo al no ser mutuo.
La quería. La deseaba con todo su ser. Pero por encima de ese amor, estaba ella misma.
Madi se aproximaría unos centímetros a él, llevando su mano a la altura de su cuello. La subiría, hasta entrelazar los mechones cortos de sus cabellos rubios humedecidos entre sus dedos. Aquel gesto singular, fue el inicio de salida para algo en lo que ambos entendían, que no habría retorno.
Con un deseo desenfrenado por probar su boca, Luca se le aproximaría cerrando los ojos, abordando unos labios carmesí que le corresponderían una vez se encontraban.
Siendo suaves y muy dulces, sus movimientos bailarían en un ritmo lento, haciendo de su contacto uno en el que ambos, contenían la respiración. Mientras que Luca sentía miles de impulsos químicos bombeando el vientre y sus piernas, para Madi significaba dejarse llevar después de tanto tiempo.
La mano de Luca abandonaría su barbilla, para llevar ambas hacia sus mejillas irradiándola del perfume de su piel, y de su calor. Ella haría lo mismo arraigando entre sus palmas unos cabellos, cuyas caricias harían gemir sin control a su dueño.
La inexperiencia de Luca era palpable en la forma en la que sus labios tímidos, querían perpetrar más allá de las orillas de los de Madi, pero sin ser demasiado evasivo. Eso le hacía doblemente adorable, aunque probablemente él hubiese preferido verse mucho más varonil.
La del pelo rosáceo se despegaba de sus labios, buscando un aire momentáneo que no le facilitaban sus vías nasales al tenerlas taponadas. Luca abriría la boca hiperventilando con una leve sonrisa que se haría mayor, al ser consciente de lo que acababa de pasar.
Ella le miraría sin apartarle aún las manos de su pelo, sabiendo que aunque había sido corto, había sido muy intenso. Ambos habían experimentado una corriente eléctrica, que los había atravesado dejándoles con ganas de más. Mucho más.
—Ti voglio bene (*). Ti voglio bene, Madi! ¡No sabes cuánto! —le diría mirándola a los ojos.
Decidido, el italiano volvería a abalanzarse contra sus labios, dando rienda suelta a las ganas desmedidas que tenía de seguir bebiendo de su boca. La rozaría una y otra vez contra la suya, probando en esta ocasión cómo sería besarla en una fricción más pausada, durando poco tiempo, pero sin llegar a romper la conexión para que Madi pudiese respirar.
Adquiriendo una confianza que creía inalcanzable, las manos de Luca abandonaban sus mejillas, para una desviarse hasta su hombro, y la otra, tras su nuca sintiéndola mucho más cercana. Incómoda por una posición en la que se abrazaban de costado, ella se erguiría dejando que sus piernas terminaran por arrodillarse sobre los cojines bajeros del sofá.
Sin dudar, y sabiendo perfectamente dónde encajaría a la perfección, Luca llevaba las manos hacia sus caderas y la levantaba sin esfuerzos dejándola encima de él. Madi se sorprendía por la fuerza tan descomunal que tenía, recordando justo después, que aunque no estuvieran lo suficientemente definidos, Luca marcaba unos buenos bíceps.
También debía decir que su peso había mermado, y que eso le había dado más facilidad para arrastrarla. Sin dejar que la magia se perdiera, el de los lunares se hacía con el control afincándola en su centro, dejando que el cuerpo de Madi se acomodara de tal manera, que acabaría sentada sobre él a horcajadas.
Sin despegar sus manos desde dónde las tenía, el italiano la besaría con más fuerza, apretando entre sus palmas unos muslos que empezaban a mecerse sobre él. Madi jadearía al sentir cómo el tejido fino de sus pantalones, dejaban que el bulto de su entrepierna sobresaliese, hincándose en la tela delgada de sus braguitas. Luca estaba bastante excitado. No había más que ver cómo de rígido lo sentía bajo sus ingles, o cómo se estremecía cada vez que la tocaba.
—Mi stai facendo impazzire, Madi, molto pazzo —jadearía con un tono desinhibido.
—No tengo ni idea de lo que estás diciendo, pero...suena bien...con ese acento tan tuyo...
Luca reiría, no sabiendo hasta ese momento que le gustaba que hablara en su lenguaje natal.
—Que me vuelves completamente loco, Madi. Loco, loco a rabiar...
Ahogaría un gemido en su garganta por todo lo que ella le hacía sentir. Era impresionante que un ruido así pudiese salir de su boca.
—Llevaba esperando este momento...tanto...tanto tiempo...Lo he soñado tantas veces, principessa, y ni aún así me he acercado a la realidad. Tus labios son dulces, muy dulces... ¡Oh, Dios! quiero seguir probándolos sin que esto tenga un final.
Sus dedos cambiarían de destino llevándolas hacia sus nalgas.
—Sei bellissima. Sei una vera dea. Mia dea... (**) —gemiría sintiendo una explosión de placer—. Mi diosa.
El contacto directo de sus dedos hundiéndose en sus carnes sin la tela de por medio, agravaban más aún sus instintos. Madi llegaría a gemir por un agarre, que aunque fuera delicado, eran tomados con viguería. Luca la continuaría besando apretando sus cachetes contra sí, arremetiéndoles con sus caderas pequeñas sacudidas.
Madi jamás habría imaginado que la faceta tan espontánea de Luca en el terreno sexual, pudiese ser así. También intuía que experimentaba conforme la marcha, dejándose llevar por sus estímulos. La forma en la que actuaba, delataba la poca experiencia que poseía en ese aspecto, y sin embargo, el italiano se crecía con cada movimiento oscilante de su pelvis.
A Luca empezaba a molestarle la poca ropa que los separaba de un rozamiento mucho más físico. Sería algo que se potenciaría, cuando Madi abandonaba por un momento sus labios. Arquearía su espalda siguiéndole en la vibración constante, manejada entre sus muslos.
Luca proferiría una respiración irregular notando que le temblaba cada miembro de su ser. Los hormigueos latentes en su estómago, le hacían jadear cada vez más fuerte. Sentía además cómo toda su sangre parecía concentrarse en su zona más íntima. Le dolía, le dolía bastante. Y sin embargo, se callaría la información para no evidenciar de más que era un ridículo principiante.
—Sonno tutto tuo, fai di me quello che voui —le traduciría con una entonación irregular—. Soy todo tuyo... ¡ha...! haz conmigo lo que quieras.
Alzaba su barbilla buscando un beso que prometía ser menos torpe que los anteriores. Madi besaría en su lugar el lunar sobre su boca, robándole otro más de tantos jadeos dejándole con las ganas. Su contacto le haría resaltar unos escalofríos, en los que Luca ya no podía soportarlo más. Necesitaba sentirla. Necesitaba hacerla completamente suya.
—Mi fai impazzire! Voglio fare l'amore con te, Madi. Voglio che tu sia...la mia prima volta...(***)
—Mia...mia prima volta... —repetiría ella entre jadeos, sin saber bien lo que acaba de decir.
—Sí... ¡ah! ...Quiero...quiero que seas mi primera vez, Madeleine... —ella se detendría exaltada.
—¿Tu primera vez? —aunque ya lo había intuido, que él mismo se lo confirmara era diferente.
—¡Mierda...! —gemía—. No... no tenía que haber dicho eso... —la miraba a los ojos notando que se había distanciado—. ¿Hay...hay algún problema? —no la dejaría responder.
Sentía un fuego interno tan inmenso, que creía que acabaría por devorarle. Jamás había experimentado algo igual en su vida.
—Madi...—suspiraba—. ¡Uuummm! Madi, Madi... —notaba una presión que necesitaba soltar—. ¡Joder, Madi! ...
La observaba con una sensualidad en la que le decía que se sentía en el séptimo cielo. Mismo momento en el que ella parecía reconectar con su yo más joven.
Había pasado mucho tiempo desde que había sido tocada de esa manera, por no hablar de su primera vez, y de lo especial que Marvin le había hecho pasar ese momento crucial. Con tan solo recordar el tacto sobre su piel, llegaba a erizarla hasta lo más profundo de su existencia.
Cerrando los ojos, se preguntaba qué diantres estaba haciendo. La primera vez de Luca también tendría que ser única. No así. Encauzando con él, le advertía con un semblante desesperado, rogándole por favor que continuara, aunque a vista estaba que a ella le habían entrado las dudas.
—¡Ah! ... —su respiración se densificaba—. Podría morir ahora mismo...
—No digas eso... —permanecería retirada de su torso en una respiración desacompasada.
Después de todo lo que había vivido, lo último lo veía como una broma de poca gracia.
—Va bene, va bene! Ma per l'amor di Dio, Madi, baciami e non fermati. Bésame, bésame y no pares.
Madi continuaría admirándole en un silencio, en el que terminaría por replegarse hacia atrás y bajar la cabeza. Llevando las manos a sus propios labios, los tocaría y después cerraría sus ojos profundamente. Dejaría que en ese mutismo extraño, la respiración cortante del italiano se agravara.
Un zumbido procedente desde la mesa, les alertaba de que alguien reclamaba a su portador. Luca haría de él un sonido invisible, tornando sus muecas a unas culpables cuando seguiría verberando segundos después. Teniendo en cuenta la poca paciencia de Marvin, había aguantado mucho después de ese "escribiendo" en el que finalmente Luca no había enviado nada.
Aunque no la tuviese todas consigo, Madi sospechaba que podría ser él. No sabiendo mentir, la impaciencia de Luca terminaba por delatar que ella estaba en lo cierto. El italiano gruñiría, maldiciéndose el no haberlo puesto en silencio. Intentando captar su atención, Luca procuraría reconducir el enorme caos que le dominaba.
—Madi —la llamaba acariciándole la muñeca—. Madi, cosa c'é che non va in te? ¿Estás bien?—meditaría en el silencio interrumpido por la lluvia ambiental—. ¿Es por lo que he dicho sobre...eso?
—Debíamos parar antes de hacernos más daño, Luca... —se masajearía pesarosa la frente.
—¿Qué? ¡No! Madi, escúchame, no estamos haciendo nada malo —la tomaba por las mejillas.
—Lo será cuando creas unas expectativas que no puedo cumplir.
Suspiraría, terminando por bajar a tierra firma desligándose de sus piernas. Luca se despegaría del respaldo del sofá, tomándola cariñosamente de la muñeca antes de que se distanciara de más. De pie, Madi le admiraría apreciando cómo el deseo seguía latente en él.
La inflamación potente entre sus piernas no había hecho más que crecer. Pese a que en otras circunstancias se muriese de la vergüenza, Luca entendía que no tenía sentido ocultar lo que su amiga le hacía sentir, y cómo su cuerpo se manifestaba ante eso.
—Madi, por favor, no pienses...déjate llevar sin tener que arrepentirte después... —jadeaba fuerte.
—Me estás pidiendo que te vea como alguien que no significa nada para mí. Vacío. Yo no soy así...
—No, no es eso...Madi, tú... —respiraba hondamente—. ¿Lo que acaba de pasar ha sido vacío?
—No. No lo ha sido —lo reafirmaba con certeza—. Me molestaría que pensaras lo contrario.
—Entonces, puedo conformarme con eso —le sonreía pletórico—. Es más que suficiente para mí.
—Es que yo no quiero que te conformes con eso, Luca —resoplaba angustiada, parpadeando varias veces—. Mereces mucho más —mediría sus palabras—. Y yo no soy esa persona que te lo puede dar...
—Sí. Sí que puedes porque me lo acabas de demostrar. Has estado... ¡uf...! Fantástica...
—Luca, —le tomaba de las manos —me gustas. Me gustas mucho.
Que ella misma le admitiese tal confidencia, hacía que a Luca se le saliese el corazón. Por un momento le costaba incluso reaccionar, dudando de si debía o no pellizcarse después de todo lo que acababa de pasar.
—Pero eso no es suficiente...
—¿Qué no lo es? ¡Para mí lo es todo! —se exaltaba—. ¿Qué lo es para ti? ¿Quién decide que lo es?
—Alguien que ha amado y ha sido amada en igualdad de condiciones.
Madi se arrepentiría nada más decirlo. Las facciones de Luca, pletóricas hasta el momento, se borraban de un plumazo con aquella sentencia que hería más que cualquier otro rechazo. Él resoplaría soltándola de su retención.
—Entiendo que no queda por mi parte...
Mojaba sus labios, pillando a Madi en lanzarle una mirada fugaz sobre su teléfono. Por su inactividad se mostraría apagado.
—¿Es por él, verdad?
En su rostro se leía dureza. Más que por la contradicción de sentimientos, por una suficiencia que él no podría llenar nunca.
—Luca... —le había pedido ser honesta y lo estaba siendo.
Hacía tanto tiempo que no recurría a la verdad, que había olvidado lo dolorosa que podía ser a veces. No había más que ver los últimos sucesos.
—No, no lo digas —bajaba sus párpados cansados por una lucha, que le estaba costando la vida—. No digas que te estás arrepintiendo, porque me matarías... —en él se instalaría la desesperación.
—No. No me arrepiento. Me ha gustado, pero es mejor que no se vuelva a repetir.
—No lo entiendo —abría sus ojos azules alzando sus cejas—. ¿Por qué no querrías repetir algo que te ha gustado? —movía su cabeza buscando su réplica—. Somos adultos ¿no? Sabemos lo que hacemos.
—Sí, es lo que quiero creer. Pero hay sentimientos de por medio, y claramente tenemos más que perder, que ganar. Quiero tenerte a mi lado, pero no de la forma en la que tú quieres que sea, Luca.
—Madi, no...No quiero que esto acabe así... —la aflicción se leería en él como un libro abierto.
—Yo tampoco. Me importas y aún así, sigue siendo muy injusto para ti —taparía sus brazos.
—Deja que sea el que decida si lo es —pese a seguir perenne, sus ojos se volvían a humedecer.
—No puedo dejarlo estar si sé que te vas a hacer daño —titubearía admirando cualquier otro punto antes que su azul marcado por la pena—. Luca estoy... Estoy cansada, ha sido un día largo y... —gesticularía con sus manos pidiéndole sutilmente desertar. Él no se lo pondría difícil.
—Claro...Te acompaño —se levantaba, sintiendo una pesadumbre abismal en el corazón.
—No hace falta, puedo quedarme aquí —cabeceaba hacia el mismo asiento dónde habían estado.
—No voy a permitir que duermas en el sofá. No mientras tengas mi cama —le quedaban fuerzas para sonreírle sin hacerle sentir miserable—. Mi habitación es la del pasillo que queda delante del baño.
Señalaba con sus dedos hacia una dirección random sin saber bien cómo actuar.
—Gracias —Madi esbozaría una sonrisa contradictoria—. Gracias por todo, Luca —se le acercaba y le daba un beso en la mejilla que para nada esperaba—. Buenas noches.
Bajaría la cabeza y procedería a darle un rodeo al sofá camino a desaparecer de la habitación.
—Madi.
El italiano la llamaría antes de que cruzara el umbral por completo. Ella se voltearía.
—¿Puedes prometerme que....? —dudaría recurriendo a su habitual nerviosismo—. ¿Todo está bien entre nosotros?
Si no llegaba a preguntárselo, sabría que le estaría dando vueltas y no podría dormir. Madi se acercaba al filo del sofá, dejando sobre él uno de sus puños a medio cerrar.
—¿Lo estás tú? —le examinaba sin querer darle una escapatoria.
Sabía que lo había dejado hecho polvo. No tenía que haberle dado unas alas con las que él no iba a poder volar.
—Estaré bien siempre y cuando tú lo estés —enaltecería una sonrisa rota al no saber fingir.
—Que nunca se te olvide lo maravilloso que eres.
Notaba en su garganta un nudo que le instaba a gritar, por una injusticia a la que no podía poner remedio.
—Hasta mañana..., Luca —se despediría así sin más.
Una vez Madi hubo cruzado el salón dejándole solo, el italiano se llevaría las manos a la boca intentando aplacar unos sollozos que le pedían salir, y le estaban destrozando. El azul de sus ojos se hacía mar, liberando unos impulsos que tambaleaban su pecho y su estómago.
Agradecía que aunque doliese, por primera vez en mucho tiempo, Madi hubiese sido honesta con él. Con la vista vidriosa, dirigiría su atención sobre la mesa. Su teléfono seguía allí, recordándole indirectamente los mensajes de Marvin, y que él mismo era el segundo plato. Uno que ni siquiera había llegado a saborear, al igual que el que había dejado sobre la mesa.
Aunque la noche prometía acabar maravillosa, había terminado tan fría como una minestrone, que seguía prácticamente intacta sin que nadie llegara a terminarla nunca. Justo como un deseo que se apagaba en su interior, dejándole irreparablemente destruido.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Las magníficas notas de traducción de nuestro italiano preferido 🙈:
(*)Ti voglio bene : Pensaba que la forma correcta de escribirlo sería "Ti amo". Pero no, tras investigar un poquito, sería más natural decir "Ti voglio bene" = "Te quiero bien" = Te amo 💖
(**) "Sei bellissima. Sei una vera dea. Mia dea..." : "Eres preciosa. Eres una auténtica diosa. Mi diosa" (No es por nada, pero aquí bajo subtítulos, podéis sacar alguna que otra conclusión (-tose-)
(***)"Mi fai impazzire! Voglio fare l'amore con te, Madi. Voglio che tu sia...la mia prima volta..." : ¡Me estás volviendo loco! Quiero hacerte el amor, Madi. Quiero que seas mi primera vez" 🙈🙈🙈
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
-> ¡Hola a todos! ¿Qué tal? ¿Cómo estáis?
Debo confesaros que el día en el que escribí este capítulo, sentí un gran amargor 💔. La vida misma es así. El amor por mucho que lo queramos idealizar, no siempre es tan maravilloso como parece (lo dice la misma que es una romántica empedernida jajaja). Los rechazos también forman parte del romance. Y sí, me siento fatal por Luca, porque independientemente de las sospechas que puedan recaer sobre él (y que puede que esté haciendo el papel de su vida (o no)) se ha sentido tan real, que desmoraliza y nos hace sentir fatal (por lo menos a mí). No siempre vamos amar a quien nos quiere, e igual en el sentido inverso.
Esto también es San Valentín, señores.
Y ya después de daros el sermón (y el disgusto) del día 😆
-> ¿Qué os ha parecido el capítulo?
-> ¿Madi ha actuado bien? ¿Dejará realmente de recurrir a las mentiras?
( Pero eso significaría dar explicaciones 🤔 )
-> ¡Pasad un bonito día! 🙈💖
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top