Capítulo 28: "¿Te lo has pensado mejor?"
La mañana del viernes estaba siendo difícil para muchos. Incluido para Serena, que tenía mil asuntos pendientes de los que preocuparse.
No había prestado atención en las clases, ni a ninguna de sus aliadas, que sin dejarla en paz, la perseguían como perros de caza.
Con paso firme y con el tacón por banda, podría aparentar una firmeza inquebrantable. Y sin embargo, su armazón era tan frágil como el mismo cristal empujado por el viento.
Aquel pasillo jamás le había parecido tan extenso.
—Y le dije; "Pero, ¿Lydia estás segura? Porque se ve a leguas que Marvin pasa de ti".
Siguiéndole a duras penas, Susana le daba la brasa.
—Y va y me suelta; "Te crees que como Tom es el único que se ha arrastrado a tus pies, las demás no tenemos ni gusto, ni criterio". ¿Perdona? —ofendida, la animadora se colocaba la mano en el pecho—. Se piensa que como ensayan juntos, ya le cae en gracia.
—Sí, claro... —pasando olímpicamente de sus quebraderos, Serena aceleraba sus pies.
En sus brazos, llevaba un archivador con las escasas notas que había conseguido escribir.
—¡Es que vamos, lo que faltaba! No tenía ya los humos bastante subidos, como para encima tener que aguantar que es la nueva vocalista de Dark Lips. Apuesto lo que quieras que la odia a muerte.
—Ya sabes como es —la morena suspiraba alzando la cabeza bien alta.
Al hacerlo, veía que apoyado en unas de las columnas frente a la ventana, había un joven de brazos cruzados mirando en su dirección. Reclinando las caderas contra la piedra, mantenía una pierna encima de la otra en un ángulo cerrado.
Susana continuaría ofuscándose en contra de la pelirroja. Tanto, que no advertía ni que las observaban, ni que Serena se había olvidado de cómo caminar.
La capitana se desintonizaba con el mundo al cruzarse con sus ojos verdes agua. Allí estaba él, con una de sus típicas sudaderas y pantalones de algodón. Tomándose un respiro en ese intento de cortar la conexión, Serena ojeaba el exterior a través de la ventana. Comprobaba a su vez, que el tiempo le estaba dando tregua a un cielo apagado.
—Susana, tengo cosas que hacer.
Le cortaba su discurso, aprovechando también que no había notado la presencia del batería.
—Nos vemos en el ensayo de la tarde. Procura no faltar. Es importante —le ofrecía una sonrisa simple.
—¡Por supuesto! No hace falta ni que lo digas. Allí estaré —le respondía Susi ajena a todo—. Que te vaya bien, guapa.
Se despedía yéndose para su suerte, por el mismo camino de vuelta.
Serena borraría su gesto artificial tan pronto hubo desaparecido. Acto seguido inclinaba la barbilla, y pasaba a la mayor velocidad posible por delante de él. Esperaba que los estudiantes que hubiesen de por medio la ocultarían. Pero para Chester, ella era una entre un millón.
—Serena —como intuía, empezaría a llamarla—. ¡Serena!
Ella cerraba los ojos, como si pasar por el mal trago de evitarle, doliese menos.
—¡Ey! —sentía cómo una mano cálida le apretaba el hombro.
Primero le robó un escalofrío y después, un quejido que no pudo ahogar. Chester la volteaba lentamente por inercia, temiendo encontrar algo no muy de su gusto. A la morena le costaba alzar los ojos y mirarle a la cara. Pero cuando finalmente lo hizo, no necesitó decir nada más.
Él dirigía una mirada intensa sobre su mueca cazada, y su mano aún puesta sobre ella.
Su rebeca de lana fina, cubría la camiseta de cuello holgado que había elegido esa mañana. Con toda la confianza que se otorgaban, el del pelo anaranjado tuvo la valentía de arrastrar el borde de la camiseta, hasta llegar a su límite. El deslice de la tela ya de por sí, arañaba a su portadora.
No hizo falta llevarla más allá de la clavícula, para que el batería apreciara la marca de unos dientes profanando su piel morena.
—No lo puedo creer... —decía con los dedos temblando por una rabia que le quemaba.
Serena actuaba apresurada, llevando la mano sobre la suya arrastrándola. Tapaba el delito, y le negaba con la cabeza una y otra vez, implorándole que no hiciera un circo en mitad de la multitud. Con los nervios gobernando su razón, pensó que era bueno cambiar de tema.
—¿Qué haces aquí, Chester? —tragaba saliva al saberlo de sobra. Era una pregunta idiota.
Él gruñía dejando una sonrisa de incredulidad, apretando después los dientes por lo injusto que le parecía.
—Vale.
Promulgaba expirando fuerte por su nariz, intentando encontrar inútilmente la calma. Más que cansado, en su tono se leía una frustración enorme. Mucho más después de lo que acababa de ver.
—Voy a ser claro. Por ti y por mí. Porque parece que no tienes muchas ganas de hablar.
Serena jamás le había visto con esa actitud. Tampoco le sorprendía que su paciencia hubiese llegado a su límite, hasta decir basta.
—Acepto que Ricardo no me quiera ver en los entrenamientos. Hace mucho que esto dejó de ser un juego para él —la morena bajaba la cabeza asintiéndolo.
Su querido novio nunca había sido especialmente cariñoso. Desde que su único afán fuera el de escalar puestos, su carácter se había vuelto más violento por culpa del fracaso.
—Se lo toma muy en serio y para ascender en las divisiones, necesita a gente competente. No alguien que se canse con dos malditos pasos.
Serena abría la boca dispuesta a reclamar. La misma que cerraba al toparse con el enfado enmarcado en su cara. Lo mejor era dejar que Chester continuara expresándose.
—Hasta ahí llego y lo puedo comprender. No le estoy reclamando nada —inquieta, ella pasaba sus mechones ondulados tras su oreja—. Todos vimos bien en su momento que yo dejara de formar parte del equipo. Ese no era mi sueño. Pero sí un pasatiempo en el que fue divertido participar, porque era bueno ayudando al grupo. Sobre todo a él. Pero ahora soy una carga porque no le soy suficiente. Mucho más que nunca, a vísperas de un partido que será decisivo para su carrera.
—Chester...no... —no sabía qué decir, ni cómo actuar.
—Déjame terminar, por favor. También acepto que quieras que desista con las clases de Francis. Es un niño muy inteligente. Lo único que necesita es que se le preste un poco atención. ¿Pero tú, Serena?
—¿Yo qué? —si no hubieran sido dos palabras, hubiese balbuceado.
—¿Así quieres que acabe todo? ¿Evitándome? ¿Apartándome de tu vida de esa manera? Sin hablar, y hacer como que nada ha pasado —ella bajaba los párpados y se ahogaba sobre sus manos—. ¿Qué hay de todos estos años que hemos pasado juntos? Hace bastante que nos conocemos. ¿Tampoco te sirven? ¿No tienen ningún valor para ti?
Chester se frenaba intentando calmar su propio volcán en ebullición. Podía soportarlo todo. Pero no cuando Serena le evadía de esa manera, ni tampoco la forma en la que Ricardo se divertía con ella.
—Estás muy equivocado si es lo que piensas. No es eso.
Serena notaba un nudo horrible perforándole la garganta.
—¿Entonces qué es? ¿Es por lo del otro día?
Tras sus labios marcando la irritación, se entreveían sus característicos dientes separados.
—Ricardo no te quiere cerca. Ya sabes lo que pasa, cuando hay algo que no es de su gusto.
—¿Y qué pasa cuando no es el tuyo? —se le acercaba hundiendo la mirada sobre la de ella—. Te lo voy a decir. No pasa nada. Absolutamente nada porque te lo callas. Te tragas lo que piensas y actúas como los demás esperan que actúes, y así, no se puede vivir, Serena.
Cada palabra era un golpe de realidad. Dolía más incluso que cualquier golpe físico que pudiese recibir.
—Odio ver cómo te destruyes, cómo te saboteas, cómo expresas lo que no sientes, sonríes y te conformas.
Chester se le apartaba tratando de relajarse, dejando que su mano aliviara su propia frente, y masajeara su pelo anaranjado. Era muy extraño verle de esta manera. El batería siempre actuaba templado, con la cabeza fría. Siendo honestos, la capitana tampoco podía más.
—Ojalá pudiese hacer lo que me diese la gana —Serena le sonreía con unos ojos que empezaban a aguarse—. Pero no puedo, Chester.
Decía lo último con voz quebradiza, aferrando con fuerza y entre sus brazos, el archivador que cargaba sobre ellos.
Luego vino un silencio mutuo, en el que él intentaba analizar los subtítulos.
—Sí. Sí que puedes. Pero no quieres —resoplaba, doliéndole ser tan duro. Odiaba con todas sus fuerzas verla sufrir de esa manera. Más aún, que ella misma fuese el ancla que la ahogaba—. No dejas que te ayude —reincidía en sus pasos volviéndose a acercar.
—Nadie me puede ayudar —las lágrimas salían solas. Serena no se molestaría en ocultarlas.
—¿Por qué no lo intentas? —Chester las borraba cariñosamente con su pulgar, antes de que cruzaran sus mejillas.
—He... —comenzaba dudosa—. He encontrado un buen abogado, o eso dicen —él acariciaba la zona húmeda bajo sus ojos—. Aún no he tenido tiempo de contactarle. Hemos estado bastante ocupadas con la coreografía del partido de la semana que viene. Pero confía en que lo haré. Anoté la dirección en unos apuntes hace un par de semanas.
Despegaba la tapa gruesa que yacía sobre su pecho, abriendo el contenido y repasando sus hojas. Pero esas anotaciones en concreto no estaban.
—¿Un abogado? —alzaba sus cejas gruesas sorprendido. Serena aparcaba su búsqueda.
—Sí. Por las difamaciones que corren sobre los Ibéricos Molier. Solo quiero que nuestro apellido recupere el renombre que merece —frustrada, mordía sus labios carnosos pintados de carmín.
—Serena... —la nombra con un tono complaciente—. La última vez que lo intentasteis no acabó bien. Perdisteis el juicio y eso, supuso prácticamente una bancarrota que tratáis de remontar.
—Lo sé, lo sé. Pero entiéndelo —se desesperaba—. No puedo quedarme de brazos cruzados viendo cómo pasan los días, uno tras otro, sin justicia...Dejando que nos manipulen y nos sigan hundiendo.
—No estoy diciendo que te rindas. Eso jamás. Solo que tiene que haber otra manera de cambiar las tornas.
—No queda tiempo, Chester. A este paso tendremos que hacer las maletas, y...no quiero...
Él enternecería su semblante tristón en el arqueando su boca, otorgándole además un gesto empático.
—Ven aquí.
Sin dudar, expandía sus brazos para finalmente rodearla y cubrirla con todo su ser.
No importaban las discrepancias de hacía unos minutos, o los asuntos pendientes que había entre los dos. Serena necesitaba ese abrazo más que el propio respirar. Por supuesto, ella no puso resistencia dejándose arropar entre los pliegues de su sudadera. Pese a que el aroma de su esencia, perdiera fuerza frente al de sus malos vicios, le hacía sentir muy segura.
Chester soltaba un jadeo, coronando la cabeza de Serena con su barbilla. Era normal que ella tuviese otros problemas en la cabeza. Era una responsabilidad muy grande la que caía sobre sus hombros.
—¿Se lo has dicho?
Le preguntaba, dudando que al otro le importase algo más, que no fuera su ascenso a la gloria.
—No —decía en el calor de su torso—. No porque no hay nada qué decir. Él no lo entendería.
—Cuenta conmigo. Siempre —la desampara en pos de verle esa cara que le volvía loco.
—Gracias. Aunque no lo dijeras, sé que contigo puedo hacerlo, Chester —se perdía en el verde de sus iris.
Él le sonreía como siempre, más abiertamente enseñándole descaradamente sus dientes delanteros. De la suya pintada de rojo, también florecería una completamente real, libre de etiquetas. Hinoptizado, Chester se le acercaba un poco más perdiéndose en su mirada oscura.
Reforzaría esa atracción en la que la capitana le absorbía, llevando uno de sus mechones azabaches detrás de su cuello. El tacto de sus dedos en esa caricia delicada, le robaba a Serena un hormigueo naciéndole desde el estómago. Ella también perdería la magnitud de tiempo, importándole poco el lugar, o lo que pudo haber pasado en los días anteriores.
Desde luego que ella también sentía esa conexión de la que Chester había hablado. No hacía falta que ella se lo confirmara. Se sentía tan intensamente, que hasta podía verse fluyendo en el espacio.
El sonido de una tos forzada a espaldas del batería, haría que cortaran con cualquier lazo de complicidad.
—¿Interrumpo? —preguntaba Tania haciéndose completamente la inocentona. Tampoco les dejaría reaccionar al continuar con sus interpelaciones—. Serena, pensaba que tenías clases hasta la una —la analizaba viendo cómo ambos ponían distancia—. ¿Y tú, Ches? ¿Qué haces por aquí? ¿No tenías ensayo?
—Qué bien informada que estás, ¿no, Tania? —volteándose, él hacía que ella soltara una risa por compromiso.
—Digamos que Lydia habla de más —continuaba, jugueteando con sus dedos sobre su mentón—. Es una persona orgullosa de sus éxitos y nos informa de todo.
En respuesta, él asentía con una sonrisa un tanto forzada. Por otra parte, Serena podría tierra de por medio.
—Desde luego —le respondería a su compañera—. Nos vemos después —le hacía el recordatorio sobre la coreografía.
Después miraba a Chester, diciéndole con sus ojos otros mensajes que no expresaría.
—Claro. Que te sea ameno. Bye, bye —Tania doblaba sus dedos despidiéndola.
Chester no esperaría a que la morena se distanciara. También quería desaparecer de allí, aún a sabiendas que sería complicado sin que alguien levantara ampollas.
—Vaya, vaya —Tania comenzaría—. Por lo que veo, hay viejas costumbres que nunca fallan.
Manteniendo un coqueteo continuo, Tania se le aproximaba hasta llegar a su altura.
—¿Suspirando por las faldas de Serena, Ches?
Interpelaba con un tono dulzón, observándole de arriba abajo. El del pelo anaranjado volvía sus ojos en blanco, antes de ofrecerle una nula emoción.
—¿Qué quieres, Tania? —ella le sonreía jovialmente, acechándole desvergonzada.
—Lo mismo de siempre, para variar.
La joven tomaba los cordones que arrugaban la capucha de su sudadera, y los estiraba con ambas manos hacia adelante. Chester notaría su nuca cargarse. Por el efecto del movimiento, la cara de Tania se aposentaría en una posición comprometedora con respecto a la suya. Sin embargo, el batería fue más rápido irguiendo su cuello hacia atrás.
—¿Te lo has pensado mejor? —sutilmente y sin vacilar, Chester alzaba sus dedos como pinzas, tomando los de ella como si éstos le fueran a provocar sarpullidos.
La animadora rubia se divertía muchísimo con su supuesta dominación.
—Lo siento. Pero no juego en esa liga. Ni siquiera hablamos del mismo deporte —ponía una barrera entre ambos al echarse hacia atrás.
—¡Oh, qué pena! —hacía pucheros—. Siempre fuiste el que me faltó para completar la plantilla.
—No creo que Marvin se prestara a eso —a la defensiva, él seguiría manteniendo las distancias.
—Tu amiguito hace tiempo que se convirtió en mi asignatura pendiente —mordía su índice.
—Me temo que conmigo serán dos —era bastante frío—. Que te vaya bien, Tania —se daba la media vuelta en ese amago de concluir la conversación. Por supuesto que ella no le dejaría.
—Si hay alguien a quien deberías desearle suerte, es a ti. La vas a necesitar.
Sonreía victoriosa, viendo que su presa desistía en su huida.
—Aunque ya no juegues, vendrás al partido de la semana que viene, ¿no?
Emplearía la misma entonación empalagosa sacándole de quicio. Algo difícil cuando él de por sí, ya era bastante tranquilo. Luego reiría tratando de dejarle allí plantado por unos segundos más. Le encantaba haberle dejado sin argumentos.
—Por cierto.
Proseguiría después de generar un silencio a conciencia, reclamando su interés.
—Liam te estaba buscando. Parecía urgente.
Mientras que Tania agrandaba aún más si cabía su mueca juguetona, Chester oscurecía su semblante mediante un suspiro.
—No sé por qué —seguiría tergiversando con sus dedos —pero me dio la impresión de estar un poco desesperado —le dejaría libre después de su revelación envenenada.
—Nos vemos, Ches.
Le guiñaba un ojo antes de perderse en el pasillo y dejarle por fin en paz.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
-> ❤️💖 ¡Hola a todos! ¿Qué tal estáis? ❤️💖
¡Mucho tiempo sin actualizar! ¡Pero aquí estamos con nuevo capítulo! 💫😁
-> ¿Qué os ha parecido? ¿Os gustaría más momentos Chestena? 🙈❤️🔥
-> ¿Qué opináis sobre la revelación de la dirección? 🤔🤔🤔
(Parece ser que Rajú decía la verdad y la habitación se transforma según tu deseos) 😲
-> ¿Qué pensáis sobre Tania? ¿Qué es lo que quiere? ¿Y a qué refiere con lo de la "plantilla"?
-> ¿Por qué Liam busca a Chester? 💬
¡¡Nos vamos acercando al capítulo 30!!
-> 😚💕 Pasad un feliz día, ¡muchos besitos bonitos! 😚💕
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top