Capítulo 2: "Diferente, al igual que yo"

(Antes de empezar a leer)

-> Este capítulo contiene notas de traducción señalizadas con (*)

-> Las traducciones las encontraréis al final del capítulo  

Sin más, espero que disfrutéis de la lectura :) 

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—¿Madi? —inmersa en sus pensamientos, no advertía que una voz dubitativa la nombraba en vano, en el intento de llevarla a tierra. —¡Madi! —el contacto suave llevado en su muñeca, le hacía regresar encontrándose con un gran estropicio.

— ¿Qué? ¡Ah! —el café había más que rebasado la taza en el que se servía, causando un encharcado que podría conllevar a un accidente. 

Sus zapatillas blancas ya no lo eran tanto. Tampoco se salvaría un delantal beige, que cambiaría a una tonalidad más oscura. A su lado, un chico de ojos azules zafiro tan grandes como intensos, la socorría frenando la máquina. 

Sin saber muy bien cómo había dado lugar a que se diera tal situación, Madi dejaba la taza rezagada a un lado. Luego expandía sus brazos, revisando todo el espacio guarecido tras la barra. Sus manos estaban pringosas y temía que no fuese lo único. Por suerte, los clientes seguían en el exterior como si nada, disfrutando de sus pedidos sentados en sus mesas.

—No te preocupes, yo me encargo. Ve a cambiarte —sin perder tiempo, él empezaba a limpiar.

—Pero Luca, yo... —veía cómo se acuclillaba, haciendo desaparecer la lluvia a café que había surcado por los muebles. Él tenía razón. Si no se cambiaba, sería peor—. Ahora vengo —se resignaba.

Nada más refugiarse en la sala contigua dónde elaboraban los aperitivos, el olor a café abandonaba sus sentidos, para instaurarse otro a hojaldre y pan recién horneado. 

Ni siquiera el agradable aroma que desprendían todos esos postres bajo sus bandejas, conseguían calmar sus ansias. Asqueada, buscaba el paño más cercano con lo que poder paliar las manchas de su regazo. Cuando lo localizaba, frotaba afanosamente sobre el tejido, como si pudiese sacar algo en claro. 

Al no estar concentrada, le impidió ver que las manchas se harían aún más grandes, y que no quedaría de otra que echarlo a la lavadora. Quitándose de malas maneras la gorra, hacía lo mismo con el delantal, lanzándolo de malas formas contra el suelo. 

Luego cerraba sus ojos muy fuerte, y se llevaba la mano al inicio de su nariz.

—Madi, ¿qué pasa? —la voz de su compañero no tardaba en hacerse presente. Cuando alzaba la cabeza, en lugar de encontrarle enfadado por su falta de profesionalidad, deducía preocupación.

Como si fuera en un acto de empatía, él también se quitaba la gorra, dejando que su pelo rubio y corto se alzase despeinado. Su nariz pequeña le daba un toque muy dulce a sus rasgos. Pero sobre todo, enternecía que su escasa barba hiciese de su aspecto barbilampiño, una persona de menos edad de la que aparentaba. Solo era un año menor. 

Sin saber cómo seguir la conversación, agriaba la curvatura de su boca, moviendo el lunar sobre su labio superior, que le hacía tan característico. En su cuello tenía otro muy similar. Madeleine seguía observándole sin saber bien qué decir. Expresar la verdad no era una de sus opciones. 

Luca empezaba a desesperarse, porque aunque se moría de ganas de hacer más preguntas, su naturaleza era reservada. Hacer cuestiones que quizás no debería le reconcomía, motivo por el que solía pensar las cosas antes de decirlas.

—Es mi abuela —Madi optaba por las verdades a medias, dándole pie a que paliase su inquietud.

—¿Se encuentra peor? —se le aproximaba, dejando que sus manos siguieran aferrando su gorra.

—Nada puede ir a mejor cuando hablamos de enajenación mental, ceguera o de su total dependencia.

—No sabes cuánto lo siento, Madi. No puedo ni imaginar el mal trago por el que estáis pasando...

—No, Luca —le miraba—. No te haces ni idea. Es un maldito infierno —él eludía sus ojos.

—Si necesitabas quedarte hoy en casa, entre Eddie y yo nos hubiésemos apañado. Ya sabes que Lorna es muy permisiva con los horarios —jugaba nervioso con la correa dándole varias vueltas.

—Su permisividad se hubiese ido al garete, si supiera el desastre que he montado en su café.

—Es una lástima que nunca llegue a enterarse —esbozaba una sonrisa cómplice. 

Ella se la perdía al seguir esquivando la realidad. 

—Madi —la llamaba causando después un silencio. —Puede que no entienda lo que estás sintiendo. A mis abuelos nunca los conocí. Pero sí comprendo la importancia que tiene este trabajo para ti. Yo también dependo de él. Aún así, te diré que hay cosas más importantes en esta vida que servir cafés —ésta era una de esas raras ocasiones en las que Luca se soltaba.

—Te preocupas de más —le lanzaba una sonrisa abierta, que él correspondía con timidez.

—Sé lo que es tener a la familia lejos, signorina(*) —sacaba a relucir su perfecto acento italiano. —No sabes el privilegio que tienes de que la tuya esté tan cerca.

Se leía añoranza en sus muecas. En Madeleine también se apreciaba cierta tristeza, por lo que evitando que ella se sintiese doblemente mal, continuaba hablando. 

—Es mi primer año en Salmadena y todo es nuevo para mí. Supongo que es normal que se me haga cuesta arriba —acariciaba su cuello llegando a rozar su lunar.

—Eres muy valiente, Luca —hacía que él abriese sus ojos azules como platos y se sonrojase. —No sé cómo lo haces. Tu ritmo de vida, con tan solo pensarlo, me agota. ¿De dónde sacas tiempo?

—Es... —titubeaba. —Es cuestión de organizarse un poco —a Madeleine le daba por reír.

—Un poco dice. Clases de español —empezaría a enumerar con sus dedos —a las que ya que estamos, no creo que las sigas necesitando —él cabeceaba abochornado por sus cumplidos.

—Siempre viene bien aprender expresiones nuevas —Luca era de mente muy inquieta.

—Tus clases por la mañana en la facultad...

—Ah, sí... cuesta mucho levantarse por las mañanas...

—Tu trabajo en el café por las tardes —seguía contabilizando con su mano.

—Tengo que pagar el alquiler, la luz, el agua...y me acabas de recordar que no he pagado el Internet.

—Tu trabajo como repartidor de pizzas por las noches.

—Es irónico que justo repartiendo 'comida basura' es como pague el...

—El curso de hostelería los sábados —se le adelantaba.

—Sí. Mi vía de escape a todo este caos —se le escapaba una sonrisa.

—Y no contentos con eso, súmale el tener que hacer los trabajos individuales, de grupo, y estudiarte todos los temarios, que pintan ser la mar de chungos, sin morir en el intento.

—Ambos tenemos suerte de tener una beca. Algún día me verás trabajando en mi propia clínica de fisioterapia. ¡Ya verás! —sonría orgulloso. —Espero que en algún momento vengas a visitarme.

 Rectificaba. 

—No porque tengas algún problema o algo, ya me entiendes, sino a saludar y...

—Luca —le frenaba—. Te admiro. Juro que te admiro —era un cumplido que salía de corazón.

—Y yo a ti —pronunciaba con voz muy dulce mirándola a la cara. 

Cuando se percataba de lo que acababa de decir, le apartaba repentinamente la vista, centrándose en cualquier otra cosa. Sus mejillas ganaban considerablemente color. 

—Es decir...yo, tú también haces muchos esfuerzos y...eso —realizaba aspavientos con sus manos. Luego disminuía considerablemente el tono, tapándose la cara—. Oh, Dio! Perché ti vergogni sempre di fronte a lei, Luca? (**) —Madeleine le observaba con extrañeza. 

Cuando empezaba a hablar en su lenguaje natal, normalmente no captaba todo el contenido. Armándose de valor, la miraba en el intento de decirle algo más. 

Su energía solo se mantendría un par de escasos segundos, ya que el tenerla tan cerca, le intimidaba muchísimo. Como de costumbre, volvería a frenarse.

—¿Qué? —Madeleine tenía a menudo la paciencia muy limitada.

—Nada...eso...lo que has oído... —lo expresaba casi en un susurro.

—No es eso. He entendido lo que querías decir. Lo que quiero saber, es eso otro que callan tus ojos azules, que parecen que se van a salir de sus órbitas. ¿Qué pasa, Luca? —él se maldecía por ser tan evidente. Estaba cien por cien seguro de cuál sería su respuesta. No obstante, ya no podía echarse atrás.

—El viernes se celebra una fiesta...

Comenzaba dudoso, frenando sus nervios con darle más vueltas a la solapa de su gorra. 

—Ya sé que es algo que no es muy de tu gusto —se precipitaba—. Pero pienso que sería divertido, y te vendría bien para cambiar de aires. Te ayudaría a no pensar siempre en lo mismo. 

Resoplaba antes de lanzar lo siguiente. 

—¿Vendrías conmigo? —no le dejaría contestar —No...no hace falta invitación ni nada. Puede ir quien quiera. A mi me lo ha comentado mi compañera de piso.

—Efectivamente. No es mi estilo. Pero agradezco igualmente el detalle —Luca encogía sus hombros resignado y un tanto triste. —Pídeselo a Axel. Apuesto lo que quieras a que no podrá resistirse.

—Ya lo he hecho —le provocaba un corte sin quererlo—. Justo antes de que te equivocaras por tercera vez con el pedido, Eddie te ordenara preparar las comandas, y tú mandaras a tu mejor amigo a volar, por echarse unas cuantas risas a tu costa. 

Madi parpadeaba molesta al recordarlo. Axel podía ser muy irritante cuando quería. 

— Me dijo que no iría si tú tampoco lo hacías, y...—carraspeaba —que probara suerte invitándote —aunque había dicho que apostaría lo que quisiera, Madi agradecía que Luca no se aprovecharía de la ocasión. 

También comprendía ahora, por qué Axel se estaba divirtiendo más de lo normal. 

Sus carcajadas no iban solo porque sospechaba, que ella no podía dejar de pensar en la vuelta de su ex. Sino porque también estaba haciendo algo así como de celestina. Sus conclusiones eran interrumpidas por unos pasos de fondo. Alguien se adentraba en el establecimiento.

—¡Luca! Dos cafés con leche. Un cortado y una manzanilla con miel. Un hojaldre de manzana. Una tartaleta de frutas, y una napolitana para la cinco —se detenía—. ¿D'Angelo? ¿Dónde estás?

—Eddie nos reclama —ella no terminaba la frase, cuando un chico de ojos oscuros y nariz aguileña, los encontraba. Bajo su gorra se apreciaba su pelo negro rapado. También se dejaba ver su exigencia.

—¡Eh, vosotros dos! Ya sé que os lleváis muy bien. Pero dejad de pelar la pava y echad una mano. Los pedidos no se van a anotar solos.

Con expresión mohína, mantenía en el aire tres papelitos que pedían ser atendidos. A continuación los revisaba.

—Madeleine, rápido. Un espresso. Un moca. Un par de tortitas con caramelo, y dos crepes de fresas con nata. Todo eso para la mesa tres —le tendía el papel—. Yo me encargaré del batido de vainilla, del cappuccino, del zumo de piña y de los cruasanes para la ocho. Ten, este para ti, casanova —Luca aceptaba la orden, chasqueando la lengua por su apelativo.

—Enseguida vamos —expresaba ella desganada.

—Más os vale. Porque sino me voy a chivar a cierta persona, sobre lo asqueroso que habéis dejado el pasillo —le hacía el recordatorio a Madi sobre la suciedad en sus suelas. En sus zapatillas y en su delantal tirado en el suelo, seguía quedando constancia del pequeño accidente. Sin ánimos, ella lo recogía.

—Ahora nos ocupamos, Eddie —Luca le hacía una mueca extraña, pidiéndole por favor un minuto más a solas. Él lo dejaba pasar, alejándose y suspirando porque por culpa del par, se vería en aprietos.

—Ten —Luca se desplazaba hasta una de las bandejas. — A este te invito yo —le ofrecía un muffin de chocolate con nueces que olía estupendamente bien —Axel me dijo que eran tus favoritos —se lo tendía avergonzado, esperando que por leve que fuese, consiguiese levantarle el ánimo.

—¿Axel y tú os contáis muchos secretitos? —ella lo recibía dibujando una sonrisa.

—Más de lo que imaginas —se reía, alegrándole que su humor cambiase. —Es un tío genial.

—Gracias, Luca —alzaba la magdalena, como si fuera parte de un brindis informal.

—Siempre es un placer, principessa (***) —soltaba una risita. —Cámbiate, tómate un respiro y cuando estés lista, vuelve —le quitaba el papel de su orden, aceptándola como suya—. Acuérdate de que tenemos que ver quien hace los pedidos en menor tiempo en esta semana —mantenían una falsa competitividad. 

Ella le dedicaba una risa sincera que salía sola, regalándole ese gesto tan raro en su ser. Luca se eclipsaba, haciendo no solo que se volviera a sonrojar, sino que bajara la guardia. 

—Me gusta tanto cuando eres tú, Madi —segundos después expiraba hondo, y bajaba la barbilla al notar su desliz. —Di nuovo dicendo cose che non dovrei! (****) —negaba a la nada, al mismo tiempo que movía sus manos nervioso. Luego se ajustaba la gorra en la cabeza, usándola de escondite—. Piensa lo de la fiesta, por favor —concluía, bajando la solapa ocultando su rojez. Con las mismas, se dirigía hacia la barra.

Odiando el tener que darle más trabajo de lo normal, Madi se dejaba de ensoñaciones. Afanándose en su nueva tarea, buscaba el delantal de repuesto que llevaba en su mochila celeste de tonos pastel. 

Pensándolo mejor, lo dejaba sobre de una de las encimeras libres, coronándolo con su gorra de la misma tonalidad. Sospechaba que su pelo libre, luciría despeinado en el arremolinado de su moño mal hecho. La amabilidad de Luca le habría privado de decir algún comentario que no debería. Eso a su vez le llevó a pensar en sus palabras y en que él tenía razón. Primero tenía que liberarse de sus penas, y no había nada mejor que ahogarlas, con el dulce que le esperaba. 

Tomándolo por banda, abría la puerta que daba a la trastienda, respirando un aire que olía a carretera. Mientras daba el primer bocado, comprobaba que las vistas seguían siendo tan desoladoras como de costumbre. Las bolsas de basura y los contenedores, era lo único accesible ante el alambrado.

Cuando su mirada localizaba los palés de madera astillados, sus memorias la reubicaban en el mismo punto, justo un año atrás. Como si fuese una magia imperceptible que no sabía explicar, quien dominaba sus recuerdos, se hacía presente ante ella de un salto. 

Una bola de pelo tan blanca como la nieve, lamiaba despreocupado sus patitas como si no importara nada más. Sus ojos heterocromáticos, uno azul cielo y el otro amarillo cobrizo, conectaban con los de ella arrancándole una sonrisa. Como si lo hubiese estado esperando, el gatito bajaba de su altar y se reunía a sus pies.

—¿Has venido a buscarme, Mr. Tofu? —él dejaba que lo agarrara y lo llevara a su pecho.

—Miau —al darse cuenta de que Madi comía algo delicioso, el angora turco lo olfateaba. Pillándola por sorpresa, le daba un mordisco traicionero llenando sus bigotes de migas. Ella se reía limpiándole.

—Aún no es la hora. Toca trabajar hasta tarde —el gato la miraba como si comprendiese lo que le decía—. Gracias por haber venido. Lo necesitaba —mimaba el pelaje de su lomo—. Agradezco el tenerte, que la abuela siga con nosotros, y que Axel nunca se rindiera conmigo. Pero aún así, me sigo sintiendo tan sola —arrugaba su boca—. Sería tan fácil dejarse llevar, y creer que las mentiras son de verdad —hacía un silencio pesaroso—. Pero no puedo. Me duele fingir algo que no soy y aparentar que todo está bien, cuando no lo está —percibía que su vista se nublaba. 

Mr. Tofu se erguía hincando sus patas en su pecho, y le daba lametones en su mejilla. 

—¿Sabes por qué te adopté?

—Miau —buscaba otro bocado del delicioso mangar. Madi se lo apartaba intuyendo que por una mordida no pasaría nada. Pero sería contraproducente si seguía, al no ser muy saludable para él.

—Me recuerdas a mí. Eres diferente al resto, al igual que yo —decía acariciándole la cabeza, admirando sus preciosos ojos tan dispares. —Y sin embargo, a diferencia de mí, tienes ese secreto a voces por el que yo moriría si lo gritase. 

Bajaba sus pestañas claras y le acunaba como a un bebé, tarareando en el mismo compás, una canción que le traía viejos recuerdos.

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Notas de traducción:

(*) Signorina: Señorita

(**)Oh, Dio! Perché ti vergogni sempre di fronte a lei, Luca? : ¡Oh, Dios! ¿Por qué siempre te avergüenzas delante de ella, Luca?

(***) Principessa: Princesa

(****) Di nuovo dicendo cose che non dovrei! : ¡De nuevo diciendo cosas que no debería!

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