Capitulo 7
Hojarasca Acuática y Carbonilla salieron de entre los árboles que crecían junto al lago, y vieron la pequeña figura de un lobo que se acercaba por la orilla del territorio del Clan de la Sombra.
—Ahí está Cirro —exclamó Carbonilla, señalando con la cola.
La joven curandera soltó un leve suspiro de alivio. El sol había descendido sobre el lago, y una pálida media luna brillaba ya en el cielo, que iba oscureciéndose. Había llegado el momento de que los curanderos se reunieran en la Laguna Lunar. Hojarasca Acuática había temido que, si tenía que viajar a solas con su mentora, Carbonilla empezara a interrogarla sobre su visita al Clan del Río de dos días antes.
Cuando la joven regresó al campamento del Clan del Trueno, la gruñona loba gris estaba furiosa. Quería saber por qué había pasado toda la noche fuera.
—¿Sabes que Estrella de Fuego ordenó que una patrulla saliera en tu busca? —le espetó Carbonilla—. ¿Acaso crees que los guerreros no tienen nada mejor que hacer? En serio, Hojarasca Acuática, creía que eras más responsable.
—Lo lamento. —La joven curandera arañó las hojas secas que cubrían el suelo delante de la guarida de Carbonilla—. Tan sólo quería llevar un poco de nébeda a Ala de Mariposa. Ella me ha dado cola de caballo a cambio.
Señaló el montón de tallos carnosos que había recogido en la ciénaga en el camino de vuelta.
Sin embargo, la curandera lanzó un bufido de exasperación.
—Hojarasca Acuática, los clanes tienen que empezar a vivir de forma independiente de nuevo. Sé que Ala de Mariposa es amiga tuya, pero eso no significa que podáis intercambiar hierbas cada vez que os apetezca. La próxima vez, pídeme permiso primero.
—Sí, Carbonilla.
Estaba casi segura de que su mentora no le daría permiso si se lo pedía. Y también de que Carbonilla se habría enfadado aún más si supiera la verdadera razón de su visita al Clan del Río. Pero Ala de Mariposa se merecía ser curandera por sus habilidades sanadoras, y si los antepasados del Clan Estelar hablaban con ella para que le transmitiera el mensaje a su amiga, no importaba que no creyese en ellos.
Ahora, mientras esperaban a Cirro junto al lago, Carbonilla volvió a clavar sus ojos azules en ella.
—¿Estás segura de que ese día sólo fuiste al Clan del Río? ¿No hay nada más que yo deba saber?
Dolida, Hojarasca Acuática levantó la mirada hacia su mentora.
—No, Carbonilla. Estoy bastante segura.
¿Acaso la curandera creía que se había escapado para encontrarse con Corvino Plumoso? Aquello la indignó más aún, porque al fin y al cabo le había contado la verdad sobre su visita al Clan del Río. ¡No había visto ni un pelo de Corvino Plumoso! Se dijo a sí misma que su mentora no podía conocer con certeza los sentimientos que ella intentaba ocultar con tanto ahínco. Aunque le costaría defenderse si Carbonilla le lanzaba una acusación más directa.
Para su alivio, el curandero del Clan de la Sombra ya estaba lo bastante cerca para oírlas. Carbonilla no diría nada sobre Corvino Plumoso delante de él.
Cirro vadeó el arroyo que marcaba la frontera, se sacudió el agua de una pata y de otra, y luego corrió por la orilla hasta donde se encontraban las dos curanderas.
—Que el Clan Estelar ilumine vuestro camino —las saludó—. ¿Va todo bien en el Clan del Trueno?
—Todo bien —respondió Carbonilla—. ¿Y en el Clan de la Sombra?
—Oh, sí, bien, bien.
Hojarasca Acuática pensó que el pequeño atigrado parecía distraído, pero, si Carbonilla lo notó, no dijo nada. Los tres se encaminaron hacia el arroyo que conformaba la frontera con el Clan del Viento, cuyo cauce seguirían después hasta la Laguna Lunar.
—Ala de Mariposa no viene contigo... —masculló Hojarasca Acuática.
—No —contestó Cirro agitando los bigotes—. Espero que venga por el territorio del Clan del Viento.
No se veía a la curandera del Clan del Río avanzando por la orilla en su dirección. Hojarasca Acuática notó en las zarpas el peso de sus secretos mientras seguía a los demás corriente arriba, a través del páramo. Se preguntó si Ala de Mariposa habría decidido que no iba a tomarse la molestia de compartir lenguas con unos lobos en los que no creía. Aunque tal vez ya habían surgido los problemas profetizados por Plumosa y la curandera no podía abandonar a su clan.
Su inquietud aumentó cuando se encontraron con Cascarón, el curandero del Clan del Viento, en el lugar donde los árboles daban paso a las llanuras del páramo. Él tampoco había visto a Ala de Mariposa.
—Todavía puede alcanzarnos —aulló Carbonilla, iniciando el ascenso por la colina.
Mientras bordeaban el territorio del Clan del Viento, Hojarasca Acuática inspeccionó con la mirada las lomas del páramo, y se dijo a sí misma que lo que deseaba de verdad era ver el pelaje dorado de Ala de Mariposa, no la delgada figura negra de Corvino Plumoso.
—¿Cómo van las cosas en el Clan del Viento? —le preguntó Carbonilla a Cascarón—. Estrella de Bigotes parecía muy seguro en la Asamblea.
—Estrella de Bigotes será un líder fuerte —respondió él con tono neutro. Era obvio que, aunque siguiera habiendo dificultades en su clan, no iba a hablar de eso, ni siquiera con otros curanderos—. ¿Sabes qué he encontrado en el páramo? —continuó, cambiando de tema y ahora con voz más afable.
—¡Por supuesto que no, cerebro de ratón! —Carbonilla le tocó delicadamente la oreja con la punta de la cola—. Pero ya veo que te mueres por contármelo.
—Vara de oro... unas matas enormes y altísimas. —Soltó un ronroneo de satisfacción—. Es muy buena para curar heridas.
—Qué gran noticia, Cascarón. Esperemos que no necesites usarla pronto.
El curandero del Clan del Viento coincidió con un profundo ronroneo. —Pero es bueno saber dónde encontrarla.
Hojarasca Acuática sintió un repentino escalofrío. Incluso contando al zorro y los tejones, hasta el momento no se habían tropezado con muchos enemigos en su nuevo hogar. No necesitarían vara de oro a menos que los lobos empezaran a luchar entre sí. «Todos viajamos juntos hace tan poco tiempo... —pensó, desesperada—. ¿Por qué tenemos que dividirnos en cuatro grupos de nuevo?».
La noche había caído ya cuando los cuatro curanderos llegaron a la Laguna Lunar. Ante ellos se alzaba un muro de roca negra, tapizado de helechos y musgo velludo. Por una grieta en mitad del barranco, un manantial brotaba de la pared y el agua caía en forma de cascada; las estrellas relucían en su superficie y en la burbujeante agua de la laguna.
Hojarasca Acuática se sintió más tranquila al avanzar por la barrera de arbustos que protegía la hondonada. Fuera lo que fuese lo que les deparara el futuro, ahora todos estaban en manos del Clan Estelar.
Cascarón esperó a que Carbonilla bajara primero por el sendero que discurría por el lateral de la hondonada. De pronto, Hojarasca Acuática oyó una respiración entrecortada a sus espaldas, y los arbustos se separaron para dejar paso a otro lobo.
—¡Ala de Mariposa! —exclamó, sintiendo que se le aflojaban las patas de alivio—. Ya creía que no ibas a venir. ¿Va todo bien?
—Sí —resolló Ala de Mariposa—. Es sólo que estaba muy ocupada. Lamento llegar tarde.
La joven curandera advirtió que Carbonilla miraba a su amiga con los ojos entornados, como si se preguntara qué podía ser tan importante como para llegar tarde a una reunión en la Laguna Lunar.
—No llegas tarde —contestó Cirro, ondeando amistosamente la cola—. Todavía no hemos empezado.
Mientras Carbonilla encabezaba el descenso a la laguna, Hojarasca Acuática se retrasó para susurrarle algo a Ala de Mariposa:
—Pensaba que tal vez se había cumplido la profecía de Plumosa...
—No. He inspeccionado el territorio de cabo a rabo en más de una ocasión, y nada. —Sus brillantes ojos azules miraron con seriedad los de color ámbar de Hojarasca Acuática—. Pero seguiré alerta. No lo olvidaré.
Y dicho esto descendió siguiendo a los demás curanderos. Hojarasca Acuática bajó tras ella, notando cómo sus patas encajaban en las huellas marcadas en la dura tierra del camino. Ningún lobo había estado en aquel lugar durante incontables lunas, hasta que Jaspeada guió a Hojarasca Acuática hasta allí. Sin embargo, aquellas huellas demostraban que sus antepasados habían acudido allí muchas veces. La joven sintió un cosquilleo en las zarpas ante la idea de pertenecer a una larga estirpe de curanderos, todos al servicio de sus clanes bajo la dirección del Clan Estelar.
Al fondo de la hondonada, los cinco lobos se agacharon al borde de la laguna y estiraron el cuello para lamer el agua, llena de estrellas danzarinas. Hojarasca Acuática notó su frío contacto en la lengua, su sabor a estrellas y a noche, y cerró los ojos para recibir los sueños que el Clan Estelar quisiera enviarle.
Esperaba ver a Plumosa, que quizá le daría más explicaciones sobre su aviso para Ala de Mariposa, pero la hermosa loba gris no apareció. En vez de eso, Hojarasca Acuática se descubrió caminando a través de una oscuridad ventosa, en la que captaba por el rabillo del ojo siluetas de lobos que se desvanecían antes de que pudiera mirarlos de frente. Oyó un aullido distante, el lamento entremezclado de muchos lobos elevándose en la noche, sin palabras ni voces concretas que pudiera reconocer.
—¿Quiénes sois? —preguntó—. ¿Dónde estáis? ¿Qué queréis?
Sólo le respondió el mismo aullido lejano y espeluznante. De pronto, la invadió un miedo que latía al ritmo de su corazón y parecía querer tirar de sus patas, casi impulsándola a huir con un terror ciego a través de las sombras. La joven curandera, sin embargo, se obligó a seguir adelante despacio, mirando de un lado a otro, esforzándose en averiguar dónde estaba y qué mensaje quería transmitirle el Clan Estelar.
Por fin vio un punto de pura luz blanca, a mucha distancia, como una estrella suspendida sobre el horizonte. Echó a correr hacia allí, y la luz creció hasta colmar toda su visión. Entonces la joven la atravesó de golpe y se encontró despertándose al borde de la Laguna Lunar.
Varios escalofríos recorrieron todo su cuerpo, y sintió como si tuviera erizado hasta el último pelo de su pelaje. Cuando intentó incorporarse, le temblaban tanto las patas que se derrumbó de nuevo y se quedó inmóvil, respirando hondo para tranquilizarse. Al mirar a su alrededor, vio que Carbonilla, Cascarón y Cirro seguían profundamente dormidos. Ala de Mariposa, sin embargo, se había ovillado sobre una piedra plana; era evidente que estaba disfrutando de una pacífica siesta.
—¡Ala de Mariposa! —susurró Hojarasca Acuática, acercándose a ella para pincharle con una zarpa—. ¡Ala de Mariposa, despierta!
La curandera del Clan del Río abrió los ojos y parpadeó confundida al ver a su amiga. Luego se levantó y estiró las patas delanteras con elegancia.
—En serio, Hojarasca Acuática —se quejó—. ¿Por qué me despiertas así? Hacía lunas que no dormía tan a gusto.
—Lo siento, pero no querrás que los demás te pillen, ¿verdad?
Ala de Mariposa miró a los otros tres curanderos, que estaban empezando a moverse.
—No... claro que no. Lo lamento, Hojarasca Acuática.
La joven se sentó y comenzó a atusarse el alborotado pelo. Quería saber si los demás habían tenido el mismo sueño confuso, y averiguar si le encontraban algún sentido. No le sorprendió ver que Carbonilla, Cascarón y Cirro se incorporaban con aspecto solemne y un poco desconcertado.
—Ha sido un sueño mucho más confuso de lo habitual —empezó Cirro, y se dio un lametazo en el pecho—. Quizá deberíamos comentarlo.
«Bien —pensó Hojarasca Acuática—. Tal vez uno de ellos entienda qué significa, ¡porque yo desde luego no!».
—Garras —comentó Carbonilla—. He visto unas enormes garras blancas, listas para desgarrar y derramar sangre.
Cascarón asintió.
—Y unas fauces abiertas. Pero ¿se trataba de lobos? No estoy seguro.
—Y luego esa voz. —Cirro se estremeció—. Tan alta, profetizando muerte y peligro. ¿Qué significa todo eso?
Hojarasca Acuática se quedó de piedra. ¡Ése no era su sueño! ¿Por qué el Clan Estelar no le había mostrado también esas imágenes? ¿Era porque guardaba el secreto de Ala de Mariposa? «Pero Plumosa acudió a mí — pensó, desconcertada—. Si el Clan Estelar estuviera enfadado con Ala de Mariposa, Plumosa me lo habría dicho».
Sin embargo, también era posible que todo aquello no tuviera nada que ver con su amiga. Quizá el Clan Estelar había notado sus sentimientos hacia Corvino Plumoso. ¿Estaba perdiendo sus cualidades de curandera por amar al guerrero gris? «Pero ¡eso no es justo! —se lamentó para sus adentros—. Ni siquiera he vuelto a hablar con él desde aquella noche junto a la hondonada».
—¿Y tú qué opinas, Hojarasca Acuática? —quiso saber Carbonilla, sacándola de sus pensamientos.
La joven se sobresaltó.
—Yo... no estoy segura.
«¿Es así como se siente Ala de Mariposa cuando le preguntan por el Clan Estelar? —se dijo—. ¿Viéndose obligada a fingir siempre?».
La curandera del Clan del Río abrió la boca en un gran bostezo.
—El Clan Estelar debe de estar avisándonos sobre algo —exclamó. Hojarasca Acuática la miró sorprendida, aunque no era difícil imaginarse eso con lo que habían contado los otros. ¿Suponía Ala de Mariposa que se trataba de lo mismo sobre lo que les había advertido Plumosa? Pero su aviso era únicamente para el Clan del Río, mientras que el sueño lo habían recibido los otros tres clanes.
Carbonilla inclinó la cabeza.
—Debemos meditar sobre esto. Si se avecina algún peligro, el Clan Estelar nos mostrará más cosas.
—Volvamos a hablar cuando nos reunamos de nuevo —sugirió Cirro—. Quizá para entonces esté todo más claro.
—Buena idea —gruñó Cascarón—. La verdad es que el Clan Estelar no ha podido revelarnos demasiado esta noche.
—No olvides que nuestros antepasados guerreros tienen que adaptarse a su nuevo hogar tanto como cualquiera de nosotros —añadió Carbonilla—. Tal vez por eso les cuesta más llegar hasta nosotros.
«Es posible», pensó Hojarasca Acuática, esperanzada. Pero eso no explicaba por qué había soñado algo totalmente distinto de los demás.
Los curanderos tomaron el camino en zigzag para subir a lo alto de la hondonada y cruzaron la barrera de arbustos. Mientras descendían por la colina, Carbonilla, Cirro y Cascarón se adelantaron susurrando con nerviosismo, como si les costara cumplir el acuerdo de esperar hasta la próxima reunión para debatir sobre el sueño. Ala de Mariposa y Hojarasca Acuática iban juntas tras ellos.
—¿Le has contado a Estrella Leopardina lo de mi sueño? —le preguntó Hojarasca Acuática a su amiga en voz baja, para que los otros no la oyeran.
Ala de Mariposa la miró sorprendida.
—No. ¿Cómo iba a hacerlo? No puedo contar que el Clan Estelar me ha enviado un mensaje a través de la curandera de otro clan.
—Pero podrías haber dicho que el sueño era tuyo. —Le tocó el hombro con la punta de la cola—. A mí no me importaría, y Estrella Leopardina debería saberlo, así podrá ordenarles a los guerreros que estén atentos a cualquier indicio.
Ala de Mariposa sacudió la cola.
—No puedo, Hojarasca Acuática. Nunca le he hablado a Estrella Leopardina de ningún sueño, y probablemente jamás lo haga. No es mi sueño. Yo no recibo profecías del Clan Estelar... —En voz más baja y agitada, añadió—: Tengo que encontrar mi propia forma de ser curandera, sin la ayuda del Clan Estelar. Confía en mí, no quiero nada más que cuidar de mi clan, pero debo hacerlo a mi manera.
Hojarasca Acuática la miró con la duda en los ojos. El Manto Plateado resplandecía en el cielo por encima de sus cabezas. ¿Cómo podía Ala de Mariposa ver a los relucientes espíritus de sus antepasados guerreros y no creer en ellos? Sabía que su amiga trabajaba duro con sus habilidades sanadoras y que se preocupaba de verdad por su clan, pero sin esa fe nunca podría alcanzar el nivel de fuerza y sabiduría que procedía del Clan Estelar.
Para Hojarasca Acuática, su propia fe era tan importante que no se imaginaba ser curandera sin ella.
—Pero si no crees... —empezó, y luego se detuvo, intentando averiguar qué quería decir en realidad—. Ala de Mariposa, ¿tú crees que tuve un sueño en el que Plumosa me avisaba del peligro que amenazaba a tu clan?
La atigrada la miró con unos ojos que brillaban con palidez bajo la luz de la luna.
—Sí, creo que tuviste un sueño.
«Ésa no es la respuesta», pensó Hojarasca Acuática, frustrada. Aunque enseguida comprendió que ésa debía de ser la mejor respuesta que podía darle su amiga. ¿Y qué derecho tenía ella a criticarla, cuando parecía estar perdiendo su propia conexión con el Clan Estelar?
—Estaré bien, Hojarasca Acuática —la tranquilizó Ala de Mariposa—. Inspecciono las fuentes de agua con regularidad, y cuando salgo a recolectar hierbas, tengo los ojos bien abiertos ante cualquier cosa relacionada con los Dos Patas. —Con un movimiento de la cola, le indicó a su amiga que no quería seguir hablando del tema—. ¿Y qué me cuentas del Clan del Trueno? ¿Os van bien las cosas?
—Bien, gracias. Acabamos de nombrar un nuevo aprendiz... Betulo. Espero que no tardes mucho en verlo en una Asamblea.
—Eso es estupendo. ¿Quién es su mentor?
—Cenizo. —Hojarasca Acuática enmudeció al oír un siseo en la oscuridad. Notó un hormigueo de alarma que la advertía de un posible peligro.
—¿Qué ha sido eso? —susurró Ala de Mariposa.
Habían llegado a la frontera del territorio del Clan del Viento. El páramo se desplegaba a ambos lados, salpicado de afloramientos rocosos y espinos achaparrados. Densas sombras inundaban las depresiones del terreno.
El siseo sonó de nuevo.
—¡Hojarasca Acuática!
La joven se relajó cuando la invadió un olor familiar y una delgada figura negra apareció por detrás de la roca más cercana.
—¡Corvino Plumoso! —exclamó—. ¡Me has dado un susto de muerte!
—Lo siento... —masculló el guerrero del Clan del Viento. Entonces miró a Ala de Mariposa y le lanzó una mirada penetrante—. Si no te importa, quiero hablar con Hojarasca Acuática.
Ala de Mariposa pareció sorprendida y vaciló, como si fuera a poner alguna objeción. Luego asintió y soltó un débil ronroneo de complicidad. Hojarasca Acuática sintió que le ardía la piel de la vergüenza.
—Claro —murmuró la curandera del Clan del Río—. Nos vemos pronto, Hojarasca Acuática.
Dio media vuelta y desapareció colina abajo en la oscuridad.
La joven curandera estuvo a punto de llamarla para que volviera. No estaba segura de querer quedarse a solas con Corvino Plumoso.
—Esto no está bien —empezó, dando un paso atrás.
—Sabía que vendríais por aquí —exclamó Corvino Plumoso, apremiante —. He seguido el rastro de Cascarón, y luego te he esperado. Hojarasca Acuática, tenemos que hablar. No puedo olvidar aquella noche junto a tu campamento.
—Lo sé, pero...
—Al principio, pensaba que tú sentías lo mismo que yo —la interrumpió el guerrero—. Sin embargo, en la Asamblea me evitaste, y no entiendo por qué. —Sus garras arañaban la áspera hierba del páramo—. No puedo sacarte de mi cabeza, Hojarasca Acuática. El otro día se me escapó un conejo que prácticamente había saltado entre mis zarpas. No dejo de cometer errores...
—¡A mí me pasa lo mismo! —exclamó la joven—. Estuve a punto de darle a Estrella de Fuego semillas de ortiga en vez de adormidera, y mezclé ungüento de milenrama con bilis de ratón. ¡Menudo desastre!
El guerrero del Clan del Viento agitó las orejas.
—Perlada me dijo que era tan torpe como un aprendiz novato.
—Carbonilla también se enfadó conmigo...
—Hojarasca Acuática, sé que tú sientes lo mismo que yo, lo sé. Tenemos que conseguir estar juntos de algún modo.
El olor de Corvino Plumoso y su cercanía tuvieron su efecto sobre Hojarasca Acuática. Sintió que se derretía como el hielo en la estación de la hoja nueva.
—Pero... yo soy curandera —protestó, combatiendo el impulso de hundir el hocico en su pelaje—. Y además pertenezco a otro clan. Para nosotros no hay futuro, Corvino Plumoso.
El guerrero la miró con ojos ardientes.
—Hojarasca Acuática, ¿tú quieres estar conmigo tanto como yo quiero estar contigo?
La joven sabía cuál debía ser su respuesta, pero al mismo tiempo sentía que no podía mentir en un momento como aquél.
—Sí.
—Entonces tiene que haber una forma. ¿Te reunirías conmigo otra vez? ¿En algún sitio donde podamos hablar como es debido?
Hojarasca Acuática clavó las uñas en el suelo. Esa abrumadora necesidad de estar con Corvino Plumoso no podía ser algo malo, ¿verdad? El Clan Estelar no podía ser tan cruel como para negarle eso.
—Sí —susurró—. ¿Dónde?
—Pensaré en algo. Y te haré llegar un mensaje.
De pronto, oyó la voz de Carbonilla, colina abajo:
—Hojarasca Acuática, ¿estás ahí?
—¡Ya voy, Carbonilla! —Y en un susurro, añadió—: Corvino Plumoso, tengo que irme.
Él le pasó su áspera lengua por la oreja.
—Ya te diré dónde podemos vernos. Será pronto. Por cierto, llámame Jungkook
Hojarasca Acuática se quedó mirándolo hasta que supo que no vería nada más que su rostro durante todo el camino de regreso al campamento del Clan del Trueno. Luego se dio la vuelta y echó a correr por la ladera como si la persiguiera una manada de zorros.
Pero solo había un pensamiento que inundaba su mente
—Jungkook...—susurró
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